Feliz
30/09/04 17:56
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Metro directo, edición de Madrid, pg.6
La columna.
Elisabeth G. Iborra
http://mad.metrospain.com/nx.asp?noti=29503
Pasan junto a nuestro mísero coche con aires de superioridad
Hay que ser ceporro, y lo digo sin reparos, para tener miles de millones de euros en el banco y, sin embargo, ni un poquito de educación y respeto por los demás. A unos 120 ricos les da la venada de organizarse un fin de semana volando por las carreteras de media Europa a bordo de sus impresionantes y carísimos bugas, y ni siquiera se les ocurre pensar por un momento que sus carreras a velocidades desorbitadas pueden costar la vida a más de una persona que, lejos de perder su tiempo en competiciones de pijos, esté yendo a trabajar para mantener a su familia y llegar a duras penas a fin de mes.
Y estos hijos de papá, millonarios por méritos propios, o por suerte, o por pertenecer a la realeza (lo cual, al fin y al cabo, también es cuestión de azar), han ido a los mejores colegios, han recibido una formación muy superior a la media y han disfrutado de unas oportunidades que ya quisieran muchos inmigrantes y pobres para sacarle todo el partido a su inteligencia.
Pero es que la inteligencia no es patrimonio, ni tan sólo en mínimas dosis, de los adinerados. Se pueden poseer todos los sofás de casa forrados y rellenos de dólares y ser un completo imbécil que se crea con más derechos que el resto de sus semejantes (inferiores según su visión de conjunto) y que pretenda, además, que todos ellos se pongan a su disposición en cuanto mueva un dedo. Contraindicaciones de disponer de criada desde chiquitito. Imagino.
Así, estos señores y señoras de alta alcurnia, tan chapaditos a la antigua y con esas terribles pamelas ostentosas, vienen hasta España a hacer de su capa un sayo y, cuando los agentes de tráfico les multan como harían con cualquier hijo de vecino que ponga el coche a 200km/h aseguran que no les importa pagarla, porque 450 euros a ellos les supone lo mismo que a usted un soplo en un ojo. Si bien se muestran muy indignados por el trato recibido, pues arriban con las alforjas llenas de tarjetas de crédito, dispuestos a gastar mucha pecunia en nuestro territorio.
Entonces, si no deduzco mal, se supone que por ese hecho, en este país que, por lo visto, ellos consideran tan subdesarrollado que requiere perentoriamente de sus dispendios para sobrevivir, la policía ha de dejar de aplicarles la ley, los ciudadanos hemos de dejarles vía libre en las carreteras e ir al trabajo en cualquier transporte subterráneo que no se cruce en su camino, y los responsables de los restaurantes, los comercios y los hoteles en los que se dignen a hacer acto de presencia han de arrodillarse sumisos y asentir: “Sí, bwana, sí, bwana”.
¿Qué se habrán creído? Su soberbia indisimulada me subleva porque me temo que su comportamiento no es extraordinario ni provoca ya en la sociedad la indignación que sería lógica. Sospecho que el asunto de fondo es mucho más profundo que un simple rally anual de esnobs. Quizás el problema está en esa percepción generalizada de que con dinero se puede conseguir todo, de que todo está permitido si te lo puedes pagar; de que todo, incluso la justicia, se puede comprar con dinero. De que quien posee el dinero posee el poder. Y el que ostenta el poder, se siente superior. Por eso, éstos, que ya no saben qué hacer para matar su aburrimiento, pasan al lado de nuestro mísero coche con esos aires de superioridad. Y amenazando con no volver. Aún pensarán que les vamos a echar de menos. [email protected]