Possíque! que se dice por mis pagos.
Hasta esta mañana era yo otro viandante ignorante del noble arte de la enología, pero llegado aquí, página 218, me declaro Iñigo Montoya sin prisa, digo, sin correr.
¿Y por qué? Pues, por mi parte, por la vía inversa a la de las otras partes aquí contratantes. O sea.
Los capullos del tulipán naranja y la renó, tras mis 18 años haciendo el canelo sin más Iván que el suyo, me piden por segunda vez en dos años que justifique lo que queda más que meridiano por los movimientos de ésa su/mi cuenta, sumidero único de mis haberes en las profundas gargantas de los que perpetran el BOE.
Y yo que me preguntaba (y les he preguntado) sin respuesta, que qué partes de mi actividad de panoli promedio resultaban sospechosas para el algorrino. Que si había sido aquella noche de 2022 en un Parador maño con una mujer cazada, o el comedero wifi para gatos de aliexpress, o el medio kilo de langostinos de Sanlúcar que me como cuando voy a Sanlúcar...
Y no.
Me entero hoy de que mis prácticas de autómono con alergia a las subvenciones suscita una percepción alcohólica en la mirada sucia de un programador con zuecos.
Pues eso, riotinto minera y a dejar de hacer el tonto.
Y muchas gracias.