En cierta ocasión, conocí a una chica, gran aficionada al Tarot, que aseguraba haber adivinado, haciendo uso de la famosa baraja, tantos acontecimientos futuros, que había llegado a convencerse de que tenía un don especial para la adivinación. Ante esa afirmación, mi enorme pragmatismo no pudo evitar proponer a la chica la realización de un sencillo experimento. Ella, cada noche, echando las cartas, debía predecir como se iba a comportar la Bolsa al día siguiente. Las respuestas posibles podían ser tres: “subirá”, “bajará” o “es dudoso”. La primera noche, las cartas predijeron una gran subida. Cuando, al día siguiente, el índice IBEX 35, que había abierto a la baja, comenzó a subir y cerró la sesión con una de las mayores subidas del último año, no pude evitar, durante unos instantes, visualizarme bajo una palmera, en una lujosa playa de Hawai, llamando desde mi teléfono móvil a la acertada adivina y, en función de lo que me dijese, dando importantes órdenes de compra o venta a través de mi ordenador portátil, con el mucho dinero que habría conseguido invirtiendo con tanto acierto. Continuamos con la prueba dos o tres semanas más y, por desgracia, en los días siguientes, los fallos superaron con creces a los aciertos y no me quedó ninguna duda de que el Tarot no servía para predecir el comportamiento de los mercados.
La astrología, a pesar de sus muchos y acérrimos seguidores, debido a tremenda lejanía de los astros que la rigen, parece que nunca llegará a incluirse en la lista de asignaturas de ninguna carrera científica. La diferente interpretación de cada astrólogo, a la hora de predecir el futuro mirando los astros, hace poco menos que imposible cualquier estudio serio sobre su validez.
Pero, ¿qué pasa con la luna? Pocos se atreven a negar su influencia en el comportamiento de las personas. Nadie sabe explicar con precisión el motivo, pero se afirma que la fase lunar afecta al comportamiento de los enfermos mentales, a la cantidad de suicidios, al número de nacimientos que se adelantan sobre la fecha prevista, al rendimiento sexual de algunas personas,...
Hay algunos estudios que afirman su influencia en el comportamiento de la Bolsa y los mercados financieros. Pero, ¿Se da realmente esta relación? ¿En que medida?¿Puede aprovecharse esta influencia para obtener un beneficio seguro? Un pequeño estudio nos dará la respuesta a estos interrogantes.
Un ciclo lunar dura 29,53 días. Se divide en cuatro fases: nueva, creciente, llena y menguante. Para estudiar la relación entre estas fases y el comportamiento de los mercados, podemos considerar que cada fase dura un cuarto del total, es decir 7,38 días, y que justo en el centro de cada uno de esos periodos es cuando el calendario marca la fase exacta.
Realizando los cálculos para el índice Ibex 35, el más popular de la bolsa española, el resultado es bastante sorprendente. Desde principios de 1991 hasta finales de noviembre de 2007, la suma de las variaciones diarias del índice ha sido de un 228%. Lo lógico sería que esa subida se repartiera, a lo largo de los 17 años, más o menos a partes iguales entre las cuatro fases. Sin embargo, en luna llena, sólo ha subido un 21%, mientras que en cuarto menguante lo ha hecho un 28%, en cuarto creciente casi un 74% y, en luna nueva, nada más y nada menos que un 106%. Es decir, la probabilidad de que la bolsa suba en luna nueva es cinco veces mayor de que lo haga en luna llena. ¿Sorprendente, verdad?
Pero, ¿este resultado se repite en otros mercados? Para comprobarlo, podemos repetir el cálculo con un mercado situado a la otra parte del mundo: el japonés. A los laboriosos habitantes de aquel país ¿les llegan las mismas influencias lunares que condicionan nuestro ibérico comportamiento?
El resultado no es menos sorprendente: una subida de casi el 35% durante la luna nueva, frente a una bajada del 86% en luna llena. Parece que el sushi no protege de los influjos lunares más que nuestra tortilla de patata.
¿Siempre ha sucedido lo mismo, o será sólo un efecto de los últimos años. Aprovechando que, gracias al ordenador, no tenemos que realizar ni una sola cuenta a mano, vamos a ir un poco más allá en nuestras investigaciones, realizando el cálculo para todo un siglo, desde comienzos de 1901 hasta finales del año 2000, esta vez con el índice más famoso del mundo, el Dow Jones Industrial.
Aunque, para todo ese periodo, las diferencias parecen menos acusadas, la probabilidad de subida en luna nueva sigue siendo más del doble que en luna llena.
¿Afecta la luna a otros mercados financieros?
La relación entre la fase lunar y el comportamiento de las bolsas mundiales es más que apreciable. Pero, ¿qué ocurre con otros mercados? Vamos a verlo en algunos ejemplos.
En los mercados de divisas, parece que la relación se mantiene. El euro, tanto respecto al dólar como respecto al yen, tiende a apreciarse en las fases de luna nueva y creciente, y a devaluarse en las otras dos.
En los mercados de renta fija, los bonos también parecen apreciarse más cuando la luna está nueva que llena, aunque, cuando más suben es en cuarto menguante. Podría explicarse teniendo en cuenta que mucho del capital que se retira de las bolsas se invierte en renta fija. Eso podría hacer que el dinero que ha salido con las ventas que han provocado las bajadas de la luna llena, se invierta en bonos durante el cuarto menguante, haciendo subir su precio.
En el caso del petróleo, la luna llena también hace que los precios disminuyan, mientras que las subidas tienden a concentrarse en el cuarto creciente.
Los datos no dejan ninguna duda: la luna influye, y bastante, en el comportamiento de las bolsas mundiales. Después de ver estos resultados, podemos afirmar que, si vamos a invertir en bolsa, lo mejor será hacerlo al final del cuarto menguante, y, si vamos a vender nuestras acciones, el mejor momento será al final del cuarto creciente. La bolsa, a corto plazo, es bastante impredecible, y, obrando así, algunas veces nos equivocaremos, pero, a largo plazo, veremos recompensada nuestra mirada al firmamento con un rendimiento algo mayor.
Los más avispados tal vez estén pensando que podríamos olvidarnos de todo lo demás y operar únicamente siguiendo el ciclo lunar, es decir, comprar cada mes al final del cuarto menguante y vender al final del creciente. Incluso, los que tengan experiencia invirtiendo y conozcan los derivados, pensarán que, operando con futuros, podría ganarse una buena suma al operar de esta forma, ya que sólo estaríamos dentro del mercado la mitad del tiempo, manteniéndonos fuera en la otra mitad, que resulta ser la más turbulenta y la menos rentable. En parte es así, aunque sólo en parte. El resultado final va a depender en buena medida de las comisiones de compra y venta que paguemos a nuestro intermediario. Si no somos cuidadosos en este aspecto, será el broker quien gane todo el beneficio y nosotros no hagamos más que perder el tiempo. También hay que tener en cuenta que las formas de operar basadas en estadísticas nunca son exactas. Puede suceder que el mercado se comporte de forma contraria a como esperamos durante una buena temporada de tiempo, incluso durante bastantes años, por lo que nunca es recomendable lanzarse a los ruedos financieros únicamente con un estudio estadístico bajo el brazo, porque podríamos sufrir más de una cornada. Sin embargo, tener en cuenta el estado de la luna, puede ser un apoyo para la toma de decisiones de inversión basadas en otros argumentos más terrícolas.
La conclusión de este pequeño estudio podría parecer carente de lógica, incluso esotérica, pero puede tener una explicación muy relacionada con la psicología humana. La luna llena altera, de alguna forma, el comportamiento de las personas, haciéndolo más activo, especialmente durante la noche. Ese incremento de actividad hace más difícil conciliar el sueño, y, si dormimos menos de lo necesario, al día siguiente tendemos a estar cansados, irritables, distraídos, y eso hace que rindamos poco en el trabajo, que procuremos retrasar todo lo que no sea urgente y que tengamos una visión más pesimista de todo. La bolsa y los mercados financieros no tienen vida propia, simplemente son el reflejo de decisiones tomadas por los seres humanos. Y, un conjunto de seres humanos más fatigado y pesimista, comprará de peor gana que uno bien descansado y repleto de energía, haciendo que la Bolsa, en promedio, tienda a subir más en unos periodos que en otros.