Gracias a un par de viajes que he tenido que hacer esta semana, he dispuesto de más tiempo de lectura de lo que acostumbro, y qué mejor plan para utilizar el tiempo que volver a “Once upon Wall Street” tan pronto como uno se sienta en el avión.
Con ésta, he perdido la cuenta de las veces que lo habré leído, y vuelvo a repasar de memoria la lista de sus “x-baggers”: Home Depot, 7-eleven, Wal-Mart, La Quinta Hotels, Service Corporation International, Subaru, Mc Donald´s, Automatic Data Processing, Chrysler,… Y Dunkin´ Donuts.
En un pequeño paseo por el centro de una de estas ciudades a las que viajé, me topé con uno de ellos. Al mirar su fachada, con las palabras Dunkin´ Coffee en naranja y rosa, no pude evitar sonreir al recordar el libro que tenía en mi mente. Y no porque toparse con un Dunkin´ Coffee sea difícil o remoto, pues hay varios en cada ciudad, sino por la admiración que experimenté al pensar que Lynch se subió al título cuando nada valía, y se bajó de él cuando valía 10 veces más. Es la misma admiración que siento cuando llega a mis oídos la noticia de que otro inversor ha conseguido algo parecido con uno de sus títulos, pues supieron subir al tren a la hora precisa en que pasó por la estación. En mi experiencia como inversor, he vivido una única ocasión en la que me subí a tiempo en uno de esos trenes que se multiplican, pero decidí bajar antes de llegar a final de trayecto. Quien haya vivido algo parecido, seguro que se sigue lamentando como yo, pues no resulta nada sencillo de encontrar. Sin embargo, no debemos desanimarnos, pues el mercado está lleno de otros tantos títulos a los que subirse y experimentar la adrenalina de las revalorizaciones "x-bagger".
Volviendo al tema del artículo, la inversión en dónuts, en ese mismo paseo también tuve ocasión de entrar en una librería, donde me dirigí sin dudar hasta la sección de Economía y Empresa. En uno de sus estantes reposaba “El pequeño libro que genera riqueza”, de Pat Dorsey. Inexplicablemente, nunca me había lanzado a comprarlo, a pesar de que llevaba tiempo en los primeros puestos de mi lista de libros pendientes. Esta vez sí lo hice. Tan pronto como volví al hotel comencé su lectura. No había pasado muchas páginas, 34 para ser exactos, cuando leí unas líneas que me hicieron volver a Dunkin´ Donuts de Peter Lynch.
“¿Recuerdan a Krispy Kreme? Unos dónuts buenísimos, pero sin ningún foso defensivo, así que fue fácil para los consumidores cambiar a una marca diferente de dónuts o reducir el consumo de dónuts. (Esta fue una lección que tuve que aprender por las malas)”
Si bien es justo precisar que Peter Lynch, según cuenta en su libro, se enamoró de Dunkin´Donuts al probar el sabor de su café, sin mencionar el sabor de sus dónuts, resulta poco relevante a la hora de analizar la cuestión que quiero exponer, enfocada en el contraste de pensamiento entre ambos inversores a la hora de tomar la decisión de invertir en las franquicias de dónuts.
En el caso de Peter Lynch, probó el producto y le gustó. Invirtió en el negocio a sabiendas de que la opinión mayoritaria en Wall Street pensaría como bien detalla en otro capítulo de su libro:
“Dunkin Donuts suena a tontería: John D. Rockefeller nunca habría invertido en donuts”.
Por otro lado, Pat Dorsey también probó el producto, esta vez de Krispy Kreme, y le gustó tanto que decidió invertir en él.
Mientras que Peter Lynch vio multiplicada su inversión, Pat Dorsey perdió dinero. ¿Acaso Dunkin´ Donuts no estaba expuesta igual que Krispy Kreme a que sus consumidores eligiesen una marca diferente o redujesen el consumo de dónuts? ¿Tenía Dunkin´Donuts un foso defensivo con el que no contaba Krispy Kreme? La respuesta es no. Ambas cadenas son competidoras, y ninguna de ellas cuenta aparentemente con una ventaja competitiva sobre la otra. La diferencia entre el éxito de uno y el fracaso del otro quizá la podamos encontrar en el momento en que cada uno de los dos decidió entrar en su respectiva compañía.
A Peter Lynch se le consideraba un gestor de corte “growth”, especialista en encontrar empresas con potencial de crecimiento antes de que éstas se volviesen populares. Pat Dorsey también es un gestor en busca de valor, pero exige para sus empresas que esa generación de valor esté protegida de forma sostenible frente a la competencia. Peter Lynch entró en Dunkin´ Donuts antes de que se popularizaran sus productos, cuando aún sus consumidores no habían tenido tiempo de cambiar a una marca diferente. De esta forma, pudo ser testigo de su crecimiento. Pat Dorsey, por el contrario, entró en Krispy Donuts cuando la cadena ya estaba perfectamente establecida y era popular entre los consumidores, pensando que el propio reconocimiento de marca sería suficiente para protegerla de la competencia. Gran error el suyo. Para cuando Dunkin´ Donuts dejara de ser popular, o sus consumidores cambiasen a otra marca, Peter Lynch ya no estaría allí, mientras que, para cuando sucediese lo propio con Krispy Donuts, Pat Dorsey sería un recién llegado.
¿Qué podemos extraer de todo ello? Que, como bien exponen ambos autores en sus libros, el crecimiento o decrecimiento de todo un sector o industria no nos debe llevar a la opinión equivocada de que todas las empresas que lo componen se moverán de la misma forma, pues no todas ellas se encontrarán en el mismo punto de su ciclo de vida. También podemos extraer el consejo de ser muy cauto al invertir en un valor cuyo potencial de crecimiento futuro es ya conocido por todo el mundo y recogido en su precio. Por último, se puede extraer la enseñanza de que, en caso de entrar en un valor que no sea de crecimiento, su potencial ya sea conocido por todos, o su precio no cotice con el suficiente descuento o margen de seguridad, debemos asegurarnos de que, al menos, cuente con ventajas competitivas que aseguren la generación de valor de forma sostenible en el tiempo.