Vaya por delante decir que, por suerte, la posición que ocupa en mi cartera es bastante reducida, pues como bien leí en una entrevista a Álvaro Guzmán, director de AZValor, “los experimentos con gaseosa”. Y hablando de Álvaro Guzmán y AZValor, es de quienes obtuve esa confirmación de compra necesaria para cualquier pequeño inversor que esté empezando en esto de la bolsa. Nos estamos remontando a principios de 2017, en el que mi conocimiento del mercado era aún más limitado de lo que lo es ahora. Cuando veía la cotización de una acción desplomarse se me encendía una luz, y apenas revisaba por encima los ratios y la cuenta de resultados para tomar una decisión. En este caso ni eso. Fue ver el título incluido en la cartera de AZValor, y no me lo pensé dos veces. Razoné, “si ellos lo han incorporado a su cartera será por algo”. Primer gran error: comprar un título sólo porque un gran fondo lo ha incluido en su cartera, sin hacer un análisis individual e independiente en profundidad previo a la compra. Yo no sabía las razones que les habían llevado a comprar, y, para ser honesto, tampoco sabía con certeza las razones que me habían llevado a comprar a mí.
En vez de hacer las cosas por un orden lógico, lo hice al revés. Primero compré y después comencé a investigar sobre la empresa: problemas judiciales con los anteriores dueños, acusaciones de irregularidades en el etiquetado, pérdidas año tras año que le llevaron a causa de disolución, una deuda enorme, …. Para colmo, el accionista mayoritario era un fondo británico del que no se sabía muy bien qué intenciones tenía. Poco a poco fui aprendiendo sobre el sector, sobre que los precios del producto fluctúan en función del precio del aceite en origen, y que el precio del aceite en origen depende de la cantidad de aceituna recogida en la cosecha, y que la cantidad de aceituna recogida en la cosecha depende mayormente de la climatología. Bueno, esto último ya lo suponía, pero jamás había estado tan pendiente de la meteorología como entonces. ¿Y qué se podía esperar de la meteorología de 2017 en los principales países con plantaciones de olivo? La sequía había reducido tanto la producción, que la pobre cosecha hacía que el aceite en origen alcanzase precios elevadísimos. Para colmo en España, las grandes superficies llevaban a cabo una fuerte reducción de precios de venta del aceite de oliva de marca blanca, con el objetivo de servir de gancho para atraer consumidores, obligando a las marcas a rebajar sus precios o realizar descuentos y promociones para poder competir.
Aún no he perdido la costumbre de pasar por la sección del aceite para ver los precios de venta de cada marca cada vez que voy al supermercado, al más puro estilo Peter Lynch, con la diferencia de no tengo tan claro que él hubiese visto una “recuperable” en Deoleo. Ver que día sí y día también, marcas como Carbonell ofrecen promociones y descuentos para acercarse al precio de marca blanca, y que, aún así, la botella apenas baja de los 4 €, no resulta muy alentador como posible producto con poder de marca. Con esos precios era normal que la demanda se desplomara, pasándose una gran parte de consumidores al aceite de girasol, mucho más económico. Aún así, con precios de venta tan elevados, las distribuidoras no salían de los números rojos, pues el alto precio de la materia prima apenas les dejaba margen alguno. Se veían contra la espada y la pared, pues por un lado no conseguían aprovisionarse a precios baratos, pero por otro lado no podían repercutir esa subida a los precios finales en los lineales del supermercado, pues el consumidor huiría aún más hacia otro tipo de aceites. Por último, la presión de las marcas blancas les obligaba a “desvalorizar” su producto si querían arañarles una parte de la cuota de mercado.
Aún con este paisaje desolador, quedaba una bala en la recámara para seguir creyendo: las ventas en EE.UU. Se trata de un mercado más o menos nuevo, donde los consumidores perciben el aceite como un producto de alta calidad, cercano al lujo. En este país, Deoleo podía repercutir el alto precio de la materia prima en los precios, y la demanda no se veía perjudicada, sino todo lo contrario. Fue en ese momento cuando empecé a leer entrevistas y mensajes de su CEO Pierluigi Tosato y otros directivos, haciendo un llamamiento a no banalizar el producto mediante la competencia en precios, tratando de construir un producto que priorice la calidad y pueda mantener su status en el mercado. Los mensajes no eran otra cosa que una acusación a su principal competidor en EEUU, Dcoop, que, mediante una alianza con otro distribuidor, Pompeian, había comenzado a bajar los precios finales de venta de sus productos en dicho mercado. Para Deoleo, esto significaba entrar en la misma dinámica destructiva de precios del mercado nacional allá donde sus altos márgenes les hacían ser optimistas.
De nuevo, entre tanta negatividad encontré otro motivo por el que permanecer optimista: el 2018 ha sido uno de los años más lluviosos de las últimas décadas, haciendo que las expectativas de una buena cosecha empezaran el año empujando los precios en origen hacia abajo. El aceite es una commodity, y todos hemos visto cómo resurgen las empresas que resisten los períodos de desplome de precios. Ya me veía celebrando la entrada en beneficios en alguno de los informes trimestrales, teniendo en cuenta que la deuda, aunque altísima, se mantenía estable. Nada más lejos de la realidad. En las últimas cifras presentadas se han provisionado 37 millones de € por deterioro de las marcas en EEUU, consecuencia de la situación competitiva en el mercado americano. Además, se anunció una ampliación de capital para acometer mejoras, reposicionamiento y entrada en otros mercados. El resultado ha sido una dilución del capital, ya que las nuevas acciones se han emitido a 0,10 €. La consecuencia ha sido que rápidamente el precio de las acciones ha caído desde la horquilla de 0,15-0,20 € hasta precios de la ampliación.
¿Qué hacer ahora? ¿Acudir a la ampliación, vender los derechos o liquidar la posición completa? ¿Seguir confiando en que puedan entrar en otros mercados como la India donde se valore y pague por la calidad? ¿Y si entra Dcoop a reventar los precios en cada mercado al que entre Deoleo?
El principal problema, como siempre, la deuda. Si la situación financiera estuviera saneada, no hubiera sido necesaria la ampliación de capital para reposicionar la marca o entrar en otros mercados. Tampoco estaríamos ante una situación tan crítica en la que un único competidor pueda hundir tu cuenta de beneficios. La situación competitiva, los precios de las materias primas, o las propias dinámicas del sector pueden llevarte por años de dificultades, pero no hasta el punto de amenazar tu viabilidad actual. Por otro lado, están los puntos positivos, como son la gran reestructuración acometida, que va a permitir aprovisionamientos más eficientes. También la mayor profesionalidad y transparencia en la gestión, que, desde mi punto de vista, ha quedado acreditada con la aplicación del principio de prudencia al contabilizar el deterioro de las marcas en el último informe trimestral. Si bien no es motivo de celebración, al menos se agradece que en las cuentas se plasme la realidad de la empresa. Y no es un tema baladí, pues de no haberse dotado ese deterioro estaríamos hablando de unas pérdidas de apenas 10 millones de €, muy en línea con los resultados anteriores.
Deoleo es, o era, el mayor distribuidor mundial de aceite de oliva, y, aun así, no consigue salir de los números rojos. Aunque mi cartera se está viendo perjudicada por ello, tuve la suerte de otorgarle un peso residual gracias a llevar a cabo una pequeña evaluación de riesgos. Algo que, si bien no nos va a salvar de las pérdidas, al menos las va a minimizar.
Espero que mi experiencia sea útil a todos aquellos que han invertido, invierten o tienen pensado invertir en activos o productos con alto riesgo, llámese Deoleo, Abengoa, Duro Felguera o Bitcoin. Todos tenemos un componente jugador al que le gusta la emoción del riesgo, y nadie tiene por qué pensar que eso es algo malo. Simplemente se ha de ser consciente de las probabilidades y consecuencias de que salga mal nuestra apuesta, y de esta forma ser capaces de ponderarlo en su justa medida. En mi caso, la frase “los experimentos con gaseosa” que escuché de Álvaro Guzmán me caló hondo, y resultó de gran utilidad a la hora de decidir cuánto invertir, pues, por desgracia, la jugada ha salido mal. Pero la pérdida no me va a dejar fuera del juego, ni va a suponer un serio lastre en la cartera, que es en el fondo de lo que se trata cuando decidimos invertir nuestro dinero en negocios con un alto riesgo asociado.