Leo estos días Principios, de Ray Dalio. Tenía pensado leer otros libros en cuanto tuviera tiempo suficiente, pero el martes me pilló en El Corte Inglés de Callao con una tarjeta regalo agonizando y pocas ideas útiles en las que gastarlo. Así que, como tengo esta semana de vacaciones, estoy aprovechando a hacer lo que normalmente no puedo, o si puedo es a costa de no hacer otras cosas, porque es por las tardes o en ratos que encuentro durante los fines de semana cuando tengo cierto tiempo para analizar empresas, leer o escribir este blog, pero lo tengo que compaginar con todo lo demás (novia, familia, amigos, ciclismo, viajes…). Aunque me gusta mi trabajo, ojalá las horas que paso ahí las pudiera emplear en lo que después me veo obligado a hacer en mi tiempo libre. En cualquier caso, estoy seguro de que eso sólo supondría dedicar más horas a lo que me gusta, pues sumaría las que ya dedico a las que ahora ocupo con mi trabajo, ya que tengo la certeza de que mi tiempo libre lo iba seguir ocupando con lo mismo que hago ahora. También he de decir que para alguien con la mente siempre despierta y funcionando, un trabajo distinto a la inversión también es tiempo dedicado a la inversión, ya que puede aprender mucho mejor que un inversor a tiempo completo cómo funciona un negocio de consultoría desde dentro (si trabaja en una consultoría), un negocio de fabricación desde dentro (si trabaja en una fábrica) o un negocio de materias primas (si es quien las vende).
Como decía, estoy leyendo un libro escrito en 2017 por Ray Dalio, donde explica sus principios tanto vitales como laborales. Para cuando escribió este libro, su hijo mayor Devon aún no había fallecido, por lo que espero que haya sido capaz de aplicar una vez más con éxito los principios vitales que escribe, que son los suyos propios, pero esta vez ante posiblemente lo más complicado que le haya sucedido en la vida. De conseguido, habría alcanzado su sueño de hacerlos atemporales y universales. Pero es lo que escribe en uno de los capítulos de “De dónde vengo” sobre lo que quiero comentar.
Habla de 1971, cuando Nixon compareció en TV anunciando que “sacaría a flote” el dólar a la vez que dejaba que se hundiera al eliminar el patrón oro, motivo por el cual desconfía cada vez que escucha a un político asegurar que no va a permitir que algo suceda. La bolsa subió un 4% en la siguiente sesión, como había sucedido cada vez que se había producido una devaluación de moneda. O en 1972, cuando tras el abandono del patrón oro se imprimió tal cantidad de dinero que la economía y la bolsa crecieron tanto que el Nifty 50 se consideraba una apuesta segura (alguna similitud actual con el Nasdaq o el S&P500??). O en 1973, su segundo año en Harvard, cuando comenzó la crisis del petróleo y los precios de las materias primas se cuadriplicaron mientras el mercado de valores se desplomó. Sus causas, según él, fueron el excesivo gasto financiado mediante deudas, todo ello facilitado por la Reserva Federal, que facilitaba la concesión de créditos al pagarse las deudas con moneda devaluada. Como consecuencia, la inflación continuó con su escalada y el precio de las materias primas se disparó. Como respuesta, la Reserva Federal endureció su política monetaria para frenar la inflación y crecimiento excesivos (lo que viene siendo subir tipos y reducir la impresión de moneda), provocando la peor caída bursátil conocida desde la Gran Depresión. Como dato, las empresas del Nifty 50 (apuestas seguras según el consenso), fueron las más afectadas.
Sus conclusiones al respecto son claras:
- Cuando todo el mundo piensa lo mismo acerca de algo, su precio ya refleja esas expectativas y apostar por ello casi seguro que a la larga termina siendo un error. Esto enlaza con una frase de una reciente entrevista a Francisco García Paramés: “para hacer valor tienes que ir un poco a la contra” (ya sé que últimamente no ha hecho demasiado valor comparado con otros gestores, pero muchos le dan ya por muerto y yo no creo ni de lejos que haya dicho su última palabra).
- Toda acción tiene su consecuencia. Las ganancias y los créditos fáciles de obtener generan una inflación más o menos proporcional, que a su vez causa una reacción muy similar, pero en sentido opuesto, escasez de divisas y de crédito. Este último suceso termina conllevando una caída bursátil. Como se puede deducir, es importante el matiz “proporcional”, es decir, cuanto mayor sea la magnitud de la causa, mayor va a ser la magnitud del efecto posterior.
- La gente en general se centra en lo que está de moda y se olvida de lo demás. Como las materias primas se pusieron de moda tras 1973, la gente se olvidó de la inversión en acciones. El escándalo del Watergate inundó de más pesimismo a la gente, que vendieron sus activos llevando los precios a caer por los suelos. Fue en ese momento cuando la Reserva Federal, en vista de todos los problemas, relajó su política monetaria y la bolsa tocó fondo para volver a crecer, aunque cargada de gran volatilidad.
Pero vamos al periodo de 1979-1981, considerado uno de los más volátiles de la historia, con la derecha aupándose al poder en UK, EEUU y Alemania (curioso que el mismo día en que leo a Ray Dalio decir que fue en ese momento cuando liberal dejó de significar “favorable al progreso” para ser “que paga por no trabajar”, escucho a Isaías Lafuente en El Intermedio decir que Clara Campoamor era liberal cuando eso significaba “estar a favor del progreso”) y la Reserva Federal en una encrucijada. Por un lado, tenía la opción de imprimir dinero y aliviar la deuda manteniendo la economía en marcha, pero la inflación en 1981 ya era del 10% y había hecho que la gente desechara los bonos y se centrara en activos cubiertos por la inflación. Por otro lado, la Reserva Federal tenía la opción de aplicar restricciones severas, acabando con la altísima inflación a costa de destrozar a los deudores (según el libro, la deuda estaba en el nivel más alto tras la Gran Depresión). Ray Dalio, advirtiendo tal disyuntiva, razonó que las únicas dos alternativas entre las que se podría elegir eran o bien acelerar la inflación o bien entrar en una depresión deflacionaria, motivo por el cual se protegió comprando oro (que combatiría bien un escenario de inflación) y bonos (que harían lo propio en un escenario de deflación). Aquello le resultó más seguro que mantener efectivo (que perdería valor en un escenario inflacionario) o acciones (que se desplomarían en caso de depresión). Finalmente, la Reserva Federal optó por endurecer su política, lo que cortó la inflación, pero provocó el colapso bursátil. Los bonos se revalorizaron mientras las acciones caían. En 1982, México dejó de pagar su deuda, lo que invitaba a pensar que pasaría lo mismo con el resto de países. Como los bancos de EEUU habían prestado el 250% de sus capitales a otros países con riesgos similares a los de México, el negocio de préstamos empresariales se detuvo por completo. Para responder al colapso, la Reserva Federal comenzó a imprimir más dinero, con idea de que el crédito volviera a fluir. Las consecuencias no se hicieron esperar, la bolsa creció hasta un nuevo récord. Como en 1929, tras la subida inicial del 15% se produjo el mayor crac de la historia, Dalio pronosticó un 75% de probabilidad de que los estímulos de la Reserva Federal se quedaran cortos, un 20% de probabilidad de que pasase lo mismo que en 1929, y un 5% de probabilidad de que el estímulo de la Reserva Federal fuera suficiente para salvar la economía. Su decisión fue comprar oro y futuros del Tesoro, previendo los problemas crediticios, sin embargo, la economía respondió y se recuperó, dando inicio a una época de bonanza que se alargó durante 18 años. Error de cálculo, ya que los estímulos de la Reserva Federal, lejos de provocar inflación, provocaron que los países deudores pudiesen abonar su deuda y generar deflación, compensando de esta forma el efecto inflacionario de las políticas expansivas de la Reserva Federal. Como vemos, hasta uno de los mejores inversores puede equivocarse, pero lo importante es ser capaz de extraer conclusiones para que la próxima vez no nos equivoquemos. La historia nos ofrece suficientes capítulos como para saber que casi todo lo que sucede hoy en día (aplicable a la economía, a la política, …) ya ha sucedido con anterioridad. En palabras de Ray Dalio: “aprende del pasado lo que les pasó a otros en otros lugares y épocas, o no sabrás si esas situaciones pueden ocurrirte a ti. Y si ese es el caso, no sabrás cómo afrontarlas”.
Ahora vamos al presente, donde los bancos centrales continúan con sus políticas de estímulo por miedo a que la economía caiga, inundando todo de liquidez. Recuerdo haber leído hace unos años otra entrevista a García Paramés, en la que decía que por suerte las políticas expansivas de los bancos centrales aún no habían llegado al ciudadano de a pie, que es cuando realmente se produce la inflación. Ray Dalio también lo deja bien claro en el libro cuando habla de la forma en que abordó junto al BCE la crisis del euro en 2012: “es el nivel de gasto, que es dinero más crédito, y no solo la cantidad de dinero, el que determina el gasto y la inflación “. En otras palabras, el que haya más dinero en la economía no produce por sí mismo los incrementos de precios, lo que realmente lo produce es el movimiento de ese dinero. Hoy en día vemos cómo las políticas que se han desplegado por la pandemia han llegado a los bolsillos y están teniendo sus efectos evidentes en la falta de mano de obra para trabajar, en el incremento de precios y en la entrada masiva de fondos en la bolsa a lo largo de los últimos años.
Hoy en día hay pocos activos baratos: la bolsa con muchas de sus valoraciones en máximos e índices que son “apuestas seguras” (alguna relación entre los máximos de la bolsa y los periodos de grandes estímulos de los que habla Ray Dalio?? Hasta Degiro se anuncia en TV en horario prime), las materias primas revalorizándose como respuesta a la inflación, la burbuja en los bonos causada por las compras masivas de los bancos centrales, la especulación en criptomonedas o el inmobiliario subiendo tanto por el alza de los materiales como por el mayor endeudamiento a consecuencia del incremento del ahorro de algunos hogares durante la pandemia (esto merece un capítulo aparte. Si la entrada de una vivienda es un 10% y quien antes disponía de 50.000 € ahorrados ahora dispone de 60.000 €, está incrementando automáticamente el precio tope de compra y la deuda asociada por el equivalente al 90% restante, es decir, desde los 450.000 € a los 540.000 €. En otras palabras, con un incremento de ahorro de 10.000 € se aumenta la deuda en 90.000 €, sin que en el futuro vaya a aumentar el salario de forma proporcional. Es más, ni siquiera es seguro que cuando termine la pandemia se vaya a mantener el mismo nivel de ahorro). Para encontrar algo que no esté sobrevalorado hay que recurrir a áreas o activos impopulares, ya que la gran inundación de fondos ha hecho que gran parte de lo conocido esté sobrecomprado.
Este es el momento de recordar de nuevo dos de las conclusiones de Ray Dalio expuestas más arriba, pero no creamos que con esto ya está todo hecho. La realidad es mucho más complicada:
- La gente en general se centra en lo que está de moda y se olvida de lo demás. Bien, ¿entonces en qué activos que no estén de moda invierto? Unos dicen que la mejor protección son las acciones, otros como Jim Rogers que en materias primas como el azúcar o la plata, otros que en oro, otros que en bitcoin porque ha sustituido al oro,…
- Toda acción tiene su consecuencia, y esta será de forma proporcional. Cuanto mayor sea la magnitud de la causa, mayor va a ser la magnitud del efecto posterior, pero también podemos equivocarnos en los cálculos y que la realidad nos demuestre que lo que parecía menos probable es lo que finalmente sucede, como también le pasó a Ray Dalio en 1982-1984.
Este es el complejo día a día de quien pretende invertir con éxito. Nos vamos a equivocar muchas veces, pero que cuando esto suceda sea siempre tras haber tratado de entender la historia y, sobre todo, que el error sirva de aprendizaje para no fallar de nuevo.
*PD: Pretendía con este texto analizar la parte del libro en la que habla sobre historia y sucesos que se repiten, con idea de tener más claro qué puede pasar ahora. Tenemos alta inflación y unos estados occidentales en general muy endeudados. ¿Tendrán interés los bancos centrales en favorecer el pago de esta deuda manteniendo la inflación o bien cortarán la escalada de precios con políticas restrictivas? ¿Esto último podría generar deflación? ¿Son de verdad los bancos centrales independientes del poder político?