Esta es la pregunta que muchos inversores nos hacemos. ¿Es de verdad nuestra personalidad compatible con la inversión? Los más exitosos inversores (Buffett, Munger, Lynch, …) siempre hacen referencia a que no todas las personas cuentan con las cualidades necesarias para ello. A lo largo de sus obras y conferencias, han ido desgranando una serie de características personales que predisponen favorablemente para la inversión, aunque no aseguren el éxito: paciencia, curiosidad, decisión, capacidad analítica, capacidad de observación, pasión, templanza, capacidad de sacrificio y humildad.
¿Cómo saber si nuestra forma de ser está predispuesta para la inversión? En primer lugar, sería necesario definir nuestra personalidad, y, después, hacer una comparación con las cualidades necesarias para ser un buen inversor. ¿No resultará complejo calificarse a uno mismo de forma objetiva? En efecto, pero si cuentas con las referencias adecuadas, y eres honesto contigo mismo, puedes acercarte mucho a definir tu personalidad.
Esta misma semana, en un curso de formación que nos ha proporcionado la empresa en la que trabajo, he conocido el modelo de “Bridge”. Para quien no lo conozca, “Bridge” es un modelo relacional ideado y desarrollado por los formadores Alex Galofré y Ferran Ramón-Cortés, e impartido de forma magistral por Antonio Gumbau, instructor certificado. El modelo, propone una clasificación de la personalidad en función de dos variables: la primera, si nuestra toma de decisiones es más racional o más emocional, y la segunda, si nuestro ritmo vital es más reflexivo o más activo. A partir de la puntuación que se determine en cada una de estas variables, el modelo propone una clasificación de la personalidad en cuatro grandes grupos, a los que han querido identificar con los cuatro elementos de la naturaleza (tierra, agua, fuego y aire). Cabe resaltar que los cuatro grupos no son cerrados, es decir, las personas no tienen por qué pertenecer en exclusiva a uno de los grupos, sino que podrán entremezclarse en función del mayor o menor componente que contengan de los demás grupos. De esta forma, una persona podría estar a caballo entre dos de los grupos, lo que indicaría que su personalidad contiene elementos característicos de varias clasificaciones.
- “Tierra” (personalidad racional y reflexiva). Práctico, realista, analítico y reservado. Es quien estudia y analiza a fondo los problemas, desea conocer todos los datos, es independiente, fiable y discreto, pero también cauteloso y escéptico.
- “Agua” (personalidad emotiva y reflexiva). Reservado, cercano, cuidadoso y leal. Es alguien sensible, atento, tranquilo y tolerante, pero también reservado y difícil de conocer.
- “Fuego” (personalidad racional y activa). Rápido, ingeniosos, práctico y firme. Es alguien independiente, rígido y emprendedor, pero también desafiante y algo arrogante.
- “Aire” (personalidad emotiva y activa). Social, amistoso, entusiasta y enérgico. Es alguien sensible, imaginativo, enérgico, pero también poco riguroso y algo veleta.
La clasificación anterior se puede entender de forma mucho más visual en el siguiente gráfico, en el que se indican las principales características (positivas y negativas) de cada tipo de personalidad.
Una vez supe cuál era mi tipo de personalidad, pensé inmediatamente en la inversión en bolsa. ¿Era mi personalidad apropiada para ello? Soy un inversor “Value”, lo que no tiene por qué requerir el mismo tipo de personalidad que para ser inversor “técnico”. Eché un nuevo vistazo a las características de cada una de las clasificaciones de la tabla y hubo una de ellas que me convenció. Para ser un inversor “Value” hay que tener la personalidad de un “Tierra”, pues engloba a las personas que son metódicas, que se forman una propia opinión de las cosas, que no se dejan influenciar fácilmente por los demás, que son analíticos hasta la extenuación, que son críticos y que desconfían hasta que no cuentan con datos objetivos que demuestren los hechos.
Estaba seguro de ello, pero, espera, ¿ser metódico y analítico es suficiente para ser un buen inversor? Del cuadrante superior izquierdo pasé a leer las características del cuadrante superior derecho, y comenzaron mis dudas. La personalidad “Fuego” también es necesaria para la inversión, pues se requiere ser rápido y decidido en el momento de comprar o vender una acción en el habitual contexto de incertidumbre. Sin arrojo, valentía y decisión, la dudas e inseguridades nos detendrían en el momento en que una buena oportunidad se presentara ante nosotros.
Ahora tenía mucho más claro cómo debía ser la personalidad perfecta para ser un buen inversor. Debía englobar las personalidades “Tierra” y “Fuego”, pues el componente “Tierra” se encargaría de proporcionar buenos estudios y análisis objetivos de las compañías, y el componente “Fuego” se encargaría de proporcionar la predisposición para la acción, dejando de lado miedos e incertidumbres y apostando sin que le tiemble el pulso por aquellas acciones que considere atractivas.
Pero espera otra vez. ¿Con esto ya es suficiente? ¿Es que las empresas no están formadas por personas? ¿Los clientes y proveedores no son personas? ¿Los productos no están diseñados para satisfacer en última instancia las necesidades de las personas? Entonces, ¿cómo una persona puramente racional, sin emoción alguna, va a ser capaz de conocer los miedos, las expectativas y las motivaciones de las personas cuando adquiere un producto o un servicio? Una cosa es tratar de aislarte de las emociones para no dejarte llevar por los momentos de euforia/miedo del mercado, y otra muy distinta es no analizar cada acción, cada compañía o cada producto desde un punto de vista emocional. La inversión es un arte, y si algo caracteriza a los artistas son sus emociones. Este razonamiento abría las puertas de la inversión a los dos cuadrantes inferiores de la gráfica.
La personalidad “Agua” aportaría un extra de calidad, y calidez, a los fríos datos que analiza “Tierra”. Sólo quien escucha a las personas y es capaz de ponerse en su lugar, sabrá las motivaciones que mueven sus comportamientos, y entenderá el lado emocional de los productos que venden las empresas. Esto le permitirá detectar por anticipado qué productos tendrán éxito o qué tendencias de comportamiento moverán a la sociedad. También resultará de utilidad a la hora de valorar la honestidad de los directivos de las empresas. En suma, será quien aporte una visión humana y emocional a los datos plasmados en un papel, quien ofrezca matices cualitativos al análisis cuantitativo de “Tierra”.
Por último, la personalidad “Aire”. ¿Nos aportará más información, mejores análisis o mejores oportunidades para comprar acciones? No será ese su mayor cometido. Lo que nos proporcionará “Aire” será el entusiasmo por la bolsa, la pasión por analizar acciones y la predisposición a descubrir nuevos mercados y nuevas ideas de inversión. Podrá parecer poco relevante a la hora de valorar empresas e invertir en ellas, pero no nos confundamos, se trata del motor que va a hacer que se mueva todo lo demás. Sin pasión, jamás desarrollaremos la capacidad de sacrificio que requiere la inversión. Sin entusiasmo, no saltará nuestra alarma inversora cuando nos encontremos ante una gran oportunidad. Sin predisposición para lo nuevo, jamás prestaremos atención a los sectores con oportunidades por explotar. En definitiva, el carecer de este tipo de personalidad nos llevaría a conformarnos con las mismas acciones de siempre recomendadas por los de siempre. Eso si antes no perdemos el interés por la bolsa y nos dedicamos a otra cosa.
Ahora que ya hemos definido cada tipo de personalidad en base al modelo “Bridge”, podemos tratar de asociar aquellos de sus aspectos más destacados para la inversión con las características necesarias que proponíamos en el primer párrafo para ser un buen inversor en “valor”:
- La pasión y entusiasmo de “Aire” ayudará a que nos sacrifiquemos con gusto en el estudio de acciones. PASIÓN Y CAPACIDAD DE SACRIFICIO
- La predisposición de “Aire” ayudará a que deseemos ampliar nuestros conocimientos y permanezcamos abiertos a detectar compañías que se salen de lo habitual y aburrido. CURIOSIDAD
- Las dotes analíticas de “Tierra” ayudarán a que conozcamos a fondo las empresas antes de comprar sus acciones. CAPACIDAD ANALÍTICA
- El realismo de “Tierra” ayudará a que mantengamos la prudencia y cuestionemos todo antes de tomar una decisión. TEMPLANZA
- La frialdad y tranquilidad de “Tierra” ayudará a que seamos pacientes y no nos precipitemos ni para comprar ni para vender. PACIENCIA
- La capacidad de escuchar de “Agua” ayudará a que detectemos comportamientos y tendencias, y aportará importantes matices cualitativos al análisis. CAPACIDAD DE OBSERVACIÓN
- La empatía de “Agua” y “Aire” ayudará a que mantengamos los pies en el suelo y no cometamos los errores propios del exceso de confianza. HUMILDAD
- La valentía y rapidez de “Fuego” ayudará a que llevemos a cabo nuestras convicciones con seguridad, sin que la incertidumbre de la bolsa nos eche para atrás. DECISIÓN Y FIRMEZA
La idea que podemos extraer de todo lo anterior es la de que no hay un tipo de personalidad “ideal” a la hora de ser inversor, sino una serie de características personales “favorables”. El que un inversor se defina dentro de uno u otro tipo de personalidad no significa que no pueda desarrollar esas capacidades “favorables” propias de otro tipo de personalidad. Significa que no será algo natural a su forma de ser, pero podrá trabajar para desarrollarlas siempre que esté dispuesto a aprender.
Otro aspecto del que apenas hemos hecho referencia, y que abarcaría tanto como para escribir otro artículo similar, son las características negativas propias de cada tipo de personalidad. Para un “Tierra” son sus ideas cerradas y cuadriculadas, para un “Fuego” su egocentrismo y exceso de confianza, para un “Agua” su inseguridad e indecisión, y para un “Aire” su debilidad emocional y dispersión de ideas. Lo bueno es que, igual que con las características “favorables” para la inversión, también se puede aprender a controlar las características “desfavorables”