Siempre he defendido la aplicación del Análisis Fundamental y del Análisis Técnico y desde el año 2002 en que Daniel Kahneman fue galardonado con el premio Nobel de economía por su aportación de la Psicología a los Mercados Financieros creo necesario aplicar esta disciplina al análisis bursátil.
Hoy hago una reseña del libro de Pedro Bermejo y Ricardo Bermejo “Tu dinero y tu cerebro” que trata sobre este tema. Nos explica que nuestro cerebro paleolítico está preparado para huir de los depredadores, ante el pánico nuestro cerebro detecta el peligro de forma intuitiva para poder huir mejor; no está preparado para la toma de decisiones económicas y para ello ha de ser educado. Así en las grandes caídas de bolsa se produce el efecto manada o se paraliza y se bloquea, es como considerarse muerto y que el depredador se lo crea y no ataque. De este bloqueo cerebral ante el peligro también lo explica muy bien el explorador Livingstone en otro libro cuando fue atacado por un león.
Para ello pongo en negrita fragmentos del libro:
Tu dinero y tu cerebro. Porque tomamos decisiones erróneas y como evitarlo según la neuroeconomía. Pedro Bermejo y Ricardo Izquierdo. 192 páginas.
Neuroeconomía: aplicación práctica orientada a la toma de decisiones.
El término homo economicus (hombre económico) es un concepto propuesto por la escuela neoclásica de economía para referirse a un ser humano que se comportaría de un modo absolutamente racional ante las decisiones económicas. Desde finales del siglo XIX existió una gran corriente de economistas que construyeron modelos matemáticos basándose en estas teorías y, ya en el siglo XX, este término adquirió un significado más concreto, para referirse a un ser humano que actuaría racionalmente ante las decisiones económicas, teniendo un conocimiento completo de su interés y de su deseo de riqueza.
Según esta teoría, los seres humanos seriamos entes que actuaríamos de un modo racional en el que analizaría toda la información disponible antes de tomar una decisión economica y como individuos trataríamos de alcanzar objetivos muy concretos al menor coste posible. Este tipo de definición no tendría en cuenta los aspectos éticos, sociales o psicológicos, sino que únicamente se basaría en obtener el mayor beneficio económico.
La nueva ciencia de la neuroeconomía ha sacado a relucir mediante investigaciones científicas la ilógica de este concepto. Existen numerosos estudios que muestran que las elecciones que hacen los seres humanos en materia de producción e intercambio de bienes difieren considerablemente de las teorías del homo economicus.
El importante auge de la neuroeconomía en los últimos años ha hecho que algunos economistas como Thostein Veblen o Herbert Simon critiquen el concepto del homo economicus por ser una forma de tomar decisiones con demasiada comprensión de macroeconomía y previsión economica a la hora de tomar decisiones. 127.
Algunos de los precios que vemos en las etiquetas de los productos no reflejan solamente el valor del producto, sino que llevan un marcado estudio psicológico detrás.
El primer paso para conseguir éxito en las inversiones bursátiles (además de tener dinero y una buena preparación) es hacer nuestra propia evaluación, conocer cuáles son nuestras debilidades y nuestros sesgos psicológicos. Únicamente de este modo podremos evitar o manejar las emociones que nos pueden llevar a tomar decisiones que racionalmente no tomaríamos. El primer punto en el que nos ayuda la neuroeconomía es conocer cómo actúan esas emociones y propician la aparición de sesgos de inversion, haciendo que de forma subconsciente elijamos la opción menos adecuada.
Una forma aproximada de aprovecharnos del estado emocional del mercado es seguir las palabras de Warren Buffett: “Deberíamos ser temerosos cuando los demás están eufóricos y eufóricos cuando los demás están temerosos”. Este estado emocional se puede analizar a través de las palabras de los analistas financieros. Cuando utilizan en tono emocional negativo, probablemente se están inclinando hacia la aversión al riesgo, no existan deseos de comprar y la bolsa se encuentre barata. Si utilizan expresiones positivas, es probable que la euforia se haya extendido al mercado y que se esté asumiendo un riesgo excesivo. Quizá sea este el momento idóneo para escapar con los beneficios conseguidos, ya que posiblemente se esté allanando el terreno para una nueva burbuja financiera. 180.
Las decisiones que son arriesgadas por naturaleza hacen que nos asalten la ansiedad y el miedo, que surjan dudas sobre la decisión que hemos tomado y que nos planteemos otros comportamientos, como retrasarla entrada en el mercado, esperar a que se defina la tendencia, reflexionar o preguntar a un segundo analista. En estos momentos no debemos olvidar que nuestro cerebro paleolítico nos empuja a evitar el peligro y que puede hacer que seamos incapaces de reconocer oportunidades. Si conseguimos reconocer cuando el mercado está más bajo de lo que correspondería sin que exista una base racional y somo capaces de vencer nuestro pánico, seguramente podremos obtener pingues beneficios en el mercado de valores.
Otro de los sesgos psicológicos más difíciles de controlar es la aversión a la pérdida y muchos de nosotros nos refugiamos en la idea de ser inversores a largo plazo cuando en realidad estamos perdiendo dinero. Aunque a nadie le gusta afrontar pérdidas, debemos evitar que estas sigan creciendo. Habitualmente este sesgo va disminuyendo con la experiencia del inversor, aunque hay una serie de consejos válidos, que puedan ayudar a los inversores nóveles a mitigarlo:
Es recomendable deshacerse de aquellas posiciones que están en pérdidas en lugar de aquellas en las que estemos en ganancias.
Debemos tener una especial precaución con las excusas que nos ponemos a nosotros mismos para justificar la posición perdedora.
Debemos tener en cuenta que somos más susceptibles a manifestar el sesgo psicológico de aversión a la pérdida si hemos sufrido previamente otras grandes pérdidas, no solo económicas sino también en otros terrenos de nuestra vida personal o profesional.
Sin duda, la mejor forma de proteger nuestras inversiones del sesgo de aversión al riesgo es ser siempre fieles a nuestras propias reglas y mantener los stop-loss (orden de corte de pérdidas) que inicialmente habíamos marcado.
El exceso de confianza es otro de los sesgos psicológicos que podemos controlar y para ello debemos potenciar nuestra humildad. No está mal mirarnos de vez en cuando en el espejo y preguntarnos algunas cosas: ¿Realmente puedo predecir el mercado? ¿Compro lo que conozco? ¿se tanto como creo? ¿acepto mis errores? Sobre este riesgo hay que tener en cuenta varias cosas:
A mayores beneficios, mayor es el exceso de confianza y la sensación de control. En verdad, cuanto mejores resultados tengamos más deberíamos preguntarnos por este sesgo.
La educación es capaz de reducir este sesgo. Según una investigación, la información y la preparación sobre el exceso de confianza dieron por resultado una disminución de sus efectos en las inversiones de los individuos. También se recomiendan algunas técnicas, como dejar por escrito las decisiones y las estrategias que se quieren llevar a cabo, y ceñirse a ellas en caso de que nos vaya tan bien como nos esperábamos.
Uno de los sesgos que más influyen en nuestro día a día, y no solamente en las decisiones económicas, es la tendencia a seguir a los demás o el “efecto manada” del cual en muchas ocasiones es difícil escapar, para evitarlo es muy útil que dejemos por escrito nuestras opiniones antes de una reunion con compañeros o con alguien que pueda influir en nuestras decisiones.
Uno de los movimientos bursátiles del que es más fácil beneficiarse aplicando las reglas de la neuroeconomía son las sobrerreacciones a las noticias. Si tenemos en cuenta que la mayoría de las predicciones se queda solo en eso, estaremos preparados para cuando no se cumplan y, de esta forma, evitaremos que nos produzcan sorpresas. Varias premisas deberían ser seguidas por los inversores y especuladores bursátiles.
Nadie es capaz de predecir el futuro.
Las compañías con grandes expectativas son especialmente peligrosas. Si los resultados acompañan a las expectativas no sucede nada, pero si no son tan buenos como se esperaban pueden llegar a hundirse en bolsa por las sobrerreacciones propias del cerebro humano en estos casos.
La frase célebre de Buffett. “El secreto para ganar dinero en la bolsa consiste en comprar cuando todo el mundo vende y vender cuando todo el mundo compra”, y el conocimiento de la sobrerreacciones a las noticias propias del cerebro humano, nos invitan a comprar a aquellas compañías que, tras el anuncio de un pequeño descenso en los beneficios, se desploman en bolsa.
La neuroeconomía dispone de herramientas que nos permiten individualizar nuestros sesgos cerebrales a la hora de decidir nuestras inversiones.
La falta de lógica de nuestros comportamientos no resulta de la ausencia de conocimientos y puede estar en relación con determinadas emociones.
La principal contribución de Kahneman es la teoría de la perspectiva según la cual los individuos toman decisiones en entornos de incertidumbre que se apartan de los principios básicos de la probabilidad. Este tipo de decisiones se ha denominado atajos heurísticos. Una de las manifestaciones de los atajos heurísticos es la aversión a las pérdidas.
El mayor riesgo es no correr ningún riesgo. En un mundo que cambia muy rápidamente la única estrategia que garantiza fallos es no correr riesgos. Mark Zuckerberg Facebook.
Para manipular eficazmente a la gente, es necesario hacer creer a todos que nadie les manipula. John Kenneth Galbraith.
La representación real de un objeto no se corresponde obligatoriamente con lo que es un objeto en sí, ya que depende del proceso por el que nosotros lo percibimos.
Cuando nuestro cerebro evalúa un determinado producto no se basa únicamente en sus cualidades prácticas como el sabor, las comisiones de tarjeta, sino que evalúa el producto en su conjunto y entra en juego el color, la presentación o el estado emocional de quien vende.
Conclusiones personales del libro:
En nuestro cerebro convive la parte más racional con la parte intuitiva. La parte intuitiva está ahí de origen y es muy importante cuando el ser humano corría al detectar la presencia de un animal salvaje. La parte racional es necesaria y hay que tenerla preparada para las decisiones complejas. El análisis fundamental es complicado y las cuestiones complicadas se resuelven con fórmulas, pero el mercado además es complejo. Para las decisiones complejas las fórmulas solo son el punto de partida para la verdadera toma de decisiones.
Tenemos una sobreinformación que nos llega por varios canales distintos y esto amplifica el mensaje que además suele llegar muy sesgado porque nos llegan a través de varias emociones. Tenemos que controlar las emociones que nos llegan y las nuestras y en el mercado es muy difícil porque la vinculación con nuestro dinero es muy fuerte. Debemos tener información pero que sea útil y con tiempo para procesarla.
Una cosa es el producto que compramos (acciones, fondos, bonos, etc.) y otra es la percepción que tenemos de él. No somos irracionales, pero tenemos una racionalidad defectuosa.
En el corto plazo puede predominar el lado intuitivo y el inversor se convierte en una máquina de votar, en el largo plazo se impone el análisis fundamental.
Hacer las cosas bien sería muy simple: basta con eliminar todos los errores y aplicar bien los conocimientos del mercado. La prioridad para pensar con claridad seria suprimir todas las falacias y confusiones que contaminan el razonamiento, esto es lo que haría el racional homo economicus. El problema es que son muchísimas y para bien o para mal no somos tan lógicos como creemos. Es fácil tener la impresión de que en la toma de decisiones en el mercado la linea entre lo racional y lo irracional está bien definida cuando rara vez es el caso.
El comportamiento humano en la bolsa es errático, la prueba es que el primer mercado de valores se fundó en 1602 y tan solo 18 años más tarde se creó la primera burbuja y así hasta nuestros días. Se trata de intentar no apartarse en exceso de la racionalidad más estricta.