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                                          FERNANDO ESTEVE MORA

Ya tocaba. De nuevo, un fantasma recorre Europa. No, ya no es el comunismo, o no lo es de momento. Se trata, ahora, de la despoblación. No aturdiré al lector con datos y proyecciones demográficas. Siempre han errado y nadie duda que también las de hoy serán desmentidas por lo que traerá el futuro, ya sea para peor o para mejor. Pero la tendencia parece clara y bien establecida, y tiene dos dimensiones. Por un lado es seguro que el mundo y no sólo Europa alcanzará antes de finales de siglo su "pico" poblacional a partir del cual la población mundial empezará a decrecer. Por otro, esa población será ineluctablemente más vieja.

Pues bien, lo que más me sorprende es la reacción de "los que piensan" ante esos dos fenómenos. Están por un lado los menos, los optimistas,  que son aquí los ecologistas que ven con buenos ojos ese "futuro", un futuro esperanzador en su opinión para un planeta Tierra crecientemente explotado, calentado  y baqueteado. ¡Como si no bastara un sólo individuo para cargarse  todo un ecosistema él solito!. Sí, cierto, habrá menos población pero si  la "huella ecológica per capita" crece para compensar la caída en "cápitas" no veo las razones para el optimismo ecológico.

Por el otro lado, están todos los demás, que son pesimistas. Los que ven en el declinar demográfico, el "invierno demográfico" como es llamado, el final de una civilización si es que a esto en que estamos viviendo se le puede llamar civilización. Estos son legión: políticos, economistas, sociólogos, moralistas, religiosos, etc., etc.

Como es natural me ocuparé aquí solamente de un subgrupo entre  estos pesimistas demográficos: los economistas. Su posición es muy simple y, en apariencia, incontrovertible. Dado que la tasa de crecimiento económico del PIB (estrictamente hablando dado que la tasa de variación del PIB) es la suma de la tasa a la que varía la población trabajadora más la tasa a la que varía el producto por trabajador (o sea, la tasa de variación de la  productividad media del trabajo), el miedo por no decir pánico de los economistas es que el con seguridad valor negativo de la tasa de crecimiento de la población trabajadora (que decrecerá en el futuro tanto porque decrecerá la población así como por el envejecimiento de la misma) difícilmente podrá verse compensado por el ascenso en la productividad de los trabajadores que queden, con lo que el PIB dejará de crecer y entraremos en un mundo de estancamiento económico generalizado. Pero, ¿por qué la tasa de variación de la productividad media del trabajo no podrá ni siquiera  compensar la negativa tasa de crecimiento de la población trabajadora?. Se aducen aquí tres  razones:

1ª) Porque desde Adam Smith sabemos que el crecimiento de la productividad va asociado a la división del trabajo y esta a su vez va asociada al tamaño de los mercados, por lo que el descenso en ese tamaño llevará consigo un caída en el ritmo del ascenso de la productividad.
2ª) Porque una población más vieja lo que demanda son  más servicios personales, y también sabemos (lo que se conoce como "enfermedad de los costes de Baumol") que el crecimiento en la productividad es mucho más bajo en la mayoría de los subsectores del sector servicios que en los sectores industriales.
3ª) Porque la población envejecida gasta en consumo menos per cápita que una población más joven (como señaló Keynes la propensión media a consumir es inferior en las personas más mayores) lo que, desde el lado de la demanda, desincentiva el crecimiento económico.

Pues bien, ninguna de estas razones que "justifican" el estancamiento económico a consecuencia del invierno demográfico me convence lo más mínimo. Y la razón es muy simple: se olvidan de los aspectos distributivos. Los problemas que dicen señalar se desvanecen con una adecuada redistribución de la riqueza y la renta. Si, cierto: en un futuro nada lejano habrá menos gente y la que haya  será más vieja. pero no veo porqué razón ello puede ser necesariamente un obstáculo para la continuación del  crecimiento económico. Veamos.

Una riqueza y una renta distribuidas más igualitariamente , un mundo económicamente mejor repartido, se traduce en que el consumo per cápita crecería (con la correspondiente huella ecológica, como señalé antes) por lo que no debiera haber problemas por el lado de la demanda para que se expandiera la producción. Y es que el tamaño de los mercados no depende -como bien señaló Keynes y pareciera olvidar Smith- de la cantidad de población, de la cantidad de gente, sino de la demanda efectiva de la gente que depende  obviamente de la distribución de la renta. Si la renta mundial se la queda en proporciones crecientes ese pequeño grupo compuesto por los oligarcas americanos, europeos, chinos, árabes, indios y rusos, o sea, menos de 10.000 personas, es obvio que estos no pueden mantener el consumo a escala mundial por mucho que derrochen y derrochen. Finalmente, está claro que las necesidades de una población envejecida difieren de las necesidades de una población joven, pero sin duda las necesidades de una población envejecida si están bien apoyadas o respaldadas en dinero, o sea en demanda efectiva, estimularán el cambio tecnológico hacia su satisfacción, y así se acelerará el crecimiento de la productividad en esos sectores. No veo por tanto por qué la productividad media del trabajo tenga que dejar de crecer en una situación de invierno demográfico. Qué mejor ejemplo de ese crecimiento de la productividad que el mismo envejecimiento de la población.

En consecuencia, la reacción tan histérica de los economistas ante el invierno demográfico. o mejor dicho, los argumentos que avalan esa reacción distan de parecerme nada concluyentes.

And yet, and yet...Algo debe haber por ahí debajo que justifique ese escalofrío que recorre las páginas del The Economist o del Financial Times. Se me ocurre que, quizás, el miedo sea al viejo fantasma. A Marx.

Veamos. Por lo que yo sé sólo hay un modelo económico, una teoría, para la que el "invierno demográfico" tiene unas claras implicaciones "negativas", y esa es el modelo marxiano. Para la Economía Marxista el mantenimiento del sistema económico capitalista no depende del crecimiento de  la productividad y de su crecimiento per se  o directamente, sino de la rentabilidad del capital. Y ésta, a su vez,. en atención a la teoría del valor-trabajo, depende de la cantidad de trabajo no remunerado que el sistema logra extraer de los trabajadores. Porque para Marx, la fuente de los beneficios, su origen o causa es la plusvalía, el trabajo que hacen los trabajadores que no les es pagado. En consecuencia, una disminución del número de trabajadores por razones demográficas afectará negativamente a la rentabilidad del capital por dos razones:

a) por un lado, porque la disminución en la oferta de trabajo aumenta el poder de negociación de los trabajadores lo que lleva a un ascenso en los salarios reales y a una caída consiguiente de la rentabilidad real del capital. Es decir que la capacidad de explotación o extracción de plusvalía por trabajador por parte del capital disminuye tras una caída demográfica. Esto, por ejemplo es lo que ocurrió tras el ·"invierno demográfico" que ocurrió e la Europa de la baja Edad Media cuando  la Peste Negra, que se llevo por delante a mas del 30% de la población europea en la década tras 1348.

b) por otro, porque una disminución del número de trabajadores disminuye la base numérica explotable por el capital, y en consecuencia el volumen máximo de beneficios.

O sea, que con arreglo a la teoría económica marxista, la caída demográfica lleva ineluctablemente a una disminución  brutal de la rentabilidad del capital que paraliza o gripa el motor de la economía capitalista tanto porque disminuye el volumen de explotados como la tasa de explotación per cápita a la que estos pueden ser explotados. Ciertamente muy malas noticias para la clase capitalista si el modelo marxista fuera correcto. Si así sucediese no sería  nada extraño que Elon Musk y otros muchos así como sus portavoces políticos y mediáticos anden tan preocupados por las previsiones demográficas.

Por supuesto que los economistas ortodoxos y algunos postkeynesianos (los sraffianos) consideran esa "visión" marxista como errónea. Para ellos, como ya he dicho, si la productividad se estanca a la vez que cae la población trabajadora así lo hará la economía. ¿Tiene esto alguna conexión con la rentabilidad del capital y la fuente de los beneficios?

El origen, la fuente de los beneficios en una economía capitalista ha sido causa de debate desde el siglo XIX. Por un lado han estado los marxistas que, como ya he señalado, han puesto en la explotación de los trabajadores la causa o el origen de los beneficios. Por otra han estado tanto los economistas neoclásicos como los postkeynesianos que han negado esa explicación de los beneficios apuntado a la productividad del capital como causa de que el valor unitario y/o la cantidad del output producido sea superior al valor de los inputs empleados y de ahí, (y no la explotación),  la existencia de los beneficios. Qué curioso que haya de ser la demografía al final del  siglo XXI quien acabe por decidir quién es el ganador de esta pelea intelectual.

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