Al pequeño inversor no se le ponen las cosas fáciles cuando tiene que tomar decisiones, en un momento como el actual, donde se cierne sobre él la confusión de hacia dónde tenderán los Mercados Financieros. Observa la escasa rentabilidad que proporciona la Renta Fija llegando a ser nula o negativa; las Bolsas Internacionales, todavía maltrechas y sin rumbo, están intentando curarse las heridas que le dejaron la evolución de sus índices en el 2018; los inmuebles parece que han retomado posiciones alcistas tanto por la vía del alquiler como de su propia revalorización; la incertidumbre de la política financiera local y extranjera confunde más que aclara; la inestabilidad de las divisas da una de cal y otra de arena; y, el Brexit, aún no ha dicho aquí estoy yo. Todo unido, ha dado lugar a un cóctel explosivo que lo único que ha hecho es crear cierta incertidumbre y alta volatilidad en el conjunto de los Mercados.
En resumidas cuentas, el inversor se encuentra con la disyuntiva de que no sabe hacia dónde debe canalizar el flujo de sus ahorros para obtener una digna rentabilidad: la crisis le ha dejado muy claro que sin ahorro el futuro es confuso. Situación bastante complicada, desde luego, pero hay algo que, si está bien definido, nos ayudará en nuestras decisiones, ese algo, es el perfil de riesgo, y a partir de ahí tomar decisiones para obtener una cartera diversificada.
Los Mercados Financieros están en terreno de nadie: La Renta Fija está provocando pérdidas, la Renta Variable está coqueteando con intentar levantarse y la Vivienda está haciendo las delicias de los que entraron en el suelo que dejó la burbuja inmobiliaria.
Renta Fija
El inversor conservador cada día lo tiene más difícil para encontrar algo de rentabilidad en sus productos de toda la vida. Y digo bien, algo de rentabilidad. Es más, el entorno tampoco le es favorable. La deuda pública y los bonos carecen de gracia en lo que a rentabilidad se refiere. El 16% de la duda que emite la Zona Euro lo hace a tipos negativos y la rentabilidad que ofrecen los bonos de empresas se sitúa en mínimos históricos, haciendo que la inflación se coma la exigua rentabilidad. Recordemos que el BCE ha inundado de dinero el Mercado según su política monetaria de Expansión Cuantitativa (Quantitative Easing, QE). Unas medidas, es verdad, que permitieron poner a salvo el euro y tener un periodo de crecimiento económico, pero que tuvieron como resultado rentabilidades muy bajas llegando a ser negativas en la mayoría de los casos.
La Renta Fija, definida por algunos como “la fiel compañera de viaje de la Renta Variable”, siempre debería de formar parte de una cartera diversificada para que haga disminuir el valor de la volatilidad implícita, pero últimamente no está cumpliendo con este cometido.
El inversor conservador cada día lo tiene más difícil para encontrar algo de rentabilidad en sus productos de toda la vida
Uno de los productos que peor parado ha salido de la situación de tipos en mínimos ha sido el depósito, cuya rentabilidad se ha visto mermada a su mínima expresión. Y en esas seguimos, la situación sigue sin recuperarse. Sin embargo, la subida de los tipos en Estados Unidos ha sembrado la esperanza entre los inversores. Según los expertos, en 2019 el Banco Central Europeo podría subir los tipos oficiales lo que a medio plazo provocaría que los productos de ahorro mejorasen un poco, pero sin llegar a obtener rentabilidades reales positivas debido a la inflación.
La idea de que la Renta Fija ofrece seguridad al inversor está muy arraigada entre los ahorradores, pero ya hemos visto que no siempre es así. Si el ahorrador mantiene su cupón de deuda o bono hasta el vencimiento, el único riesgo que tiene es la solvencia del emisor. Sin embargo, si quiere deshacerse de la posición antes de su vencimiento, no tiene más remedio que acudir al Mercado Secundario y en éste, si los tipos están al alza, le comprarán sus títulos por debajo de su valor nominal, si a eso le sumamos las comisiones de intermediación estamos ante unas pérdidas reales.
El aumento de la inflación, que la habrá, jugará en contra de los inversores conservadores. La causa es sencilla: la inflación se ataja subiendo el precio del dinero, suben los intereses de los bonos y la rentabilidad vía apreciación se desvanece.
Renta Variable
La Renta Variable gana un poco de peso en las carteras de los ahorradores a tenor del buen comienzo de 2019, lo que ha convertido a los inversores agresivos en los líderes del Mercado. Sin embargo, no todos los analistas se ponen de acuerdo a la hora de decidir si esto seguirá así o habrá una seria corrección. La estadística dice, basándose en el patrón estacional de enero, que, si las primeras cinco sesiones bursátiles del año son positivas, el año también lo será. El “efecto enero” añade que, si el primer mes del año es positivo para los Mercados, también lo será el año y viceversa.
Recordemos que la evolución bursátil tiene cuatro fases: Acumulación o suelo, alcista, distribución o techo y bajista. Ya hay muchos analistas que pronostican que estamos en la fase de distribución o techo, aunque viendo los informes que han emitido las casas de análisis, unanimidad entre ellas, que digamos, no hay. Eso conlleva a que es el inversor es el que tiene que decidir qué hacer con su dinero para obtener rentabilidades positivas. Recuerden que los inversores minoristas suelen entrar en Bolsa en esta fase cuando todo mundo habla de los éxitos y bondades de la inversión en la Renta Variable. Curiosamente, es cuando las manos fuertes aprovechan para soltar sus acciones y hacer plusvalías.
Lo cierto es que la prudencia y la responsabilidad, en cualquier estado en el que se encuentre la Bolsa, deben de aplicarse con suma precisión como si de maquinaria de reloj suizo se tratara. Cualquier excusa es buena para que surja un aumento inesperado de la volatilidad que no beneficiará al ahorrador ni al inversor doméstico.
Vivienda
Sin lugar a ninguna duda, la inversión en vivienda es la preferida del ahorrador español. Siempre hemos oído que este tipo de inversión es rentable. Pues bien, ya hemos visto que no. En la ley de la oferta y la demanda prevalece la cordura y, con el paso del tiempo, todo se pone en su sitio. Y así debe de ser porque ya empezamos a oír voces que la vivienda está tocando techo de nuevo a raíz de las buenas rentabilidades que lleva acumuladas desde su anterior suelo. En algunas zonas de algunas ciudades, según analistas inmobiliarios, la vivienda ya empieza a estar cara, aunque sin mostrar demasiados síntomas de debilidad. Eso no quiere decir que sea definitivo, pero por algo se empieza.
Los inversores se han dado cuenta de que la vivienda como activo ha dado muy buenos resultados por la vía de la revalorización y del alquiler. No hay que olvidarse del resto de inmuebles (locales comerciales, oficinas o plazas de aparcamiento) que también ofrecen buenas rentabilidades, incluso, en algunos casos, mejores que la propia vivienda.
En este campo no sirve cualquier cosa, la elección de la zona y el inmueble es determinante para la rentabilidad. Las zonas a evitar son donde todavía actúa la Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Restructuración Bancaria (Sareb) por razones obvias.
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Como veis, el panorama no está nada claro para el pequeño inversor que encima ve cómo la presión impositiva del Fisco se cierne sobre él sin ningún tipo de miramiento. Por lo tanto, usar la liquidez como activo refugio de forma temporal, no debería descartarse porque las oportunidades están ahí y surgirán cuando menos se las espere. La liquidez no sirve para ahorrar, pero sí para estar a la espera de mejores oportunidades, lo que provocará la obtención de las tan ansiadas plusvalías.