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Ha finalizado el año con los tipos de interés en mínimos y sin una mejora sustancial en las tensiones arancelarias provocando volatilidad en el Mercado. Ante esta situación atípica, el inversor doméstico se encuentra con que no es capaz de encontrar nada en los Mercados Financieros que le dé algo de rendimiento sin asumir riesgo. En peor situación se encuentra el que llegado el vencimiento de su depósito se lo renuevan tácitamente a un interés que ronda, a la baja, el 0,10%. Todos ellos afortunados porque, de momento, la inflación está un tanto contenida y no les está haciendo demasiados estragos en las rentabilidades. Ante este desolador escenario la renta variable les abre sus puertas con el consabido riesgo que ella trae consigo, dejando al ejercicio con una rentabilidad de dos dígitos en casi todos los productos que la usaron como base.

El ahorrador no las tiene todas consigo recordando el panorama que ha vivido estos años atrás. Muchos inversores han visto como han tenido que morder el polvo de la imprudencia de la especulación. Seguro que siguen pensando que esto puede ir a peor y no están dispuestos a pasar por el mismo calvario. Cada uno que opine lo que quiera, está en su derecho, faltaría más, pero creo que el pequeño inversor no debe dejarse llevar por las falsas impresiones y comentarios: debe de guiarse por sus objetivos personales y cuidar su cartera como si de un tesoro se tratase, teniendo muy claro que la búsqueda de rentabilidades lleva aparejado un aumento considerable del nivel de riesgo. Por todo ello, una adecuada selección de valores, asociada a una gestión exhaustiva del riesgo implícito, debería de generar una rentabilidad razonable a las carteras sin necesidad de ser grandes gurús de las finanzas.

La falta de asesoramiento y una percepción negativa del Mercado justifican que el ahorro español sea fundamentalmente conservador en exceso, sin existir indicios sustanciales de cambio. El caso es que la mayoría de los ahorradores son conscientes, pasándolo por alto, que el efecto inflación provoca un interés real nulo, e incluso negativo, con la consiguiente pérdida de poder adquisitivo.

Los expertos llevan tiempo pronunciándose, debido a las subidas que están experimentando los índices mundiales y la bajada de tipos de interés en todo el mundo, sobre la incorporación de la renta variable en las carteras de los ahorradores. Por la pérdida de rentabilidad y posibles ratios negativos prolongados para la renta fija, no hay otra opción que incorporar títulos que tengan un poco más de riesgo. Ante esta “dramática” situación, la Encuesta de Sentimiento de Mercados les da la razón, lo que lleva a los analistas a que estén poniendo en el punto de mira la renta variable, siendo conscientes de que el cambio de conservador a moderado debe de ir acompañado de una modificación en la mentalidad del inversor.

La falta de asesoramiento y una percepción negativa del Mercado justifican que el ahorro español sea fundamentalmente conservador en exceso, sin existir indicios sustanciales de cambio.

La concesión de créditos no acaba de cuajar, llevando a una débil aceleración del crecimiento. Las políticas económicas deberían guiarnos por el camino de la recolección, incentivando la inversión de las empresas para que éstas generen valor al accionista. De esta forma, la inversión en renta variable minimizaría en algo el riesgo y ayudaría al accionista minoritario a estimular su visión más rentable sobre la renta variable. Pero la evolución de la economía europea no está en simbiosis con los deseos de crecimiento económico, como bien lo expresan nuestros mandatarios europeos y el mismísimo Banco de España, por el lastre de la falta de crédito y el elevado desempleo. La Bolsa no es inmune a esta situación y es capaz de digerir todas las noticias que lleguen desde cualquier punto cardinal y lo estamos viendo: días de euforia y días de depresión.

No nos olvidemos que la gran protagonista de los Mercados Financieros es la Bolsa. Y la Bolsa es renta variable. Y es variable porque se desconoce su evolución. Y ahí es donde está el quid de la cuestión. En la renta fija sabemos de antemano cuál será la rentabilidad que se obtiene al final del plazo pactado con el emisor; en las acciones, por el contrario, se desconoce el beneficio a obtener en el momento de la adquisición y el control deberá ser total para no incurrir en pérdidas insoportables.

Las ganancias en la renta variable vienen de la mano de las acciones de las empresas cotizadas. Si la empresa cotizada obtiene beneficios podrá repartir dividendos entre los accionistas. Si la empresa tiene éxito, el accionista comprará más acciones haciendo subir el precio de éstas pudiendo obtener rentabilidad al venderlas a otro comprador que esté dispuesto a comprarlas a ese precio.

Cualquier producto financiero es igual para todos, tanto para el minorista como para el mayorista

La Bolsa, es triste decirlo, no se creó para el pequeño inversor, pero los grandes se dieron cuenta de que éramos necesarios y nos dejaron entrar en su mundo. Entonces, ya que estamos dentro, aprovechémonos de la situación sin que se aprovechen de nosotros. Ya sé que es difícil pero no imposible.

Para demostrar lo anterior veamos cómo la evolución de los Mercados Financieros discurre por varias fases. A saber. Partiendo, por ejemplo, de una fase bajista, el pequeño inversor vende sus títulos a la desesperada a otros inversores que lo que hacen es acumular acciones a un “módico” precio. Cuando el periodo de ventas cesa, el precio se mantiene en ese suelo por un tiempo indeterminado que dependerá, en gran medida, por los fundamentales de las compañías cotizadas. Durante ese periodo, los grandes inversores son los que, como si de un coleccionista se tratase, adquieren títulos formando así la fase de acumulación.

Seguidamente nos encontramos con la fase alcista. Los poderosos van soltando papel sutilmente para no perturbar la subida y el resto lo venderán cuando la cotización esté en el techo.

Cuando se llega al techo, las manos fuertes sueltan todo el papel. Las noticias acompañan y los novatos adquieren todas las acciones que existan en el mercado. Estamos ante la fase de distribución hasta que ya nadie compra y comienza la siguiente fase que será bajista. Vuelta a empezar otra vez el ciclo; en este caso el minorista se queda pillado viendo caer el Mercado días tras día convirtiéndose en un convidado de piedra y esperando a que suba de nuevo la cotización, pero al no hacerlo vende, como siempre, en el peor momento.

La pregunta que surge no se hace esperar ¿en qué fase se encuentran ahora los Mercados Financieros: distribución o acumulación? Solo el paso del tiempo nos sacará de dudas, pero me decanto por la fase alcista para llegar a la distribución.

Las acciones, los fondos, los depósitos, cualquier producto financiero es igual para todos, tanto para el minorista como para el mayorista y esa es la magia de los productos financieros. Entonces, si el producto es igual para todos por qué no es igual la gestión. Pues esa diferencia es primordial y la responsable de las desventuras o del éxito del ahorrador.

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