Recientemente hemos conocido las estimaciones sobre la economía sumergida española, las cuales han sido realizadas por la Fundación de Estudios Financieros (FEF) y se sitúan en torno al 20% del PIB, dato que se aproxima a la media europea, ya que hace dos años la economía sumergida se situaba en un 25%, es un avance, pero aún estamos lejos de igualarnos con el resto de Europa, de suceder esto, se recaudarían unos 20.000 millones de euros más al año.
Aún con esta mejora, el presidente de la FEF, Juan Carlos Ureta, ha expresado el escándalo que supone dicho dato, algo que perjudica la imagen exterior del país y merma considerablemente la economía del mismo, ya que aunque el PIB se duplicara entre los años 1980 al 2008 la economía sumergida se multiplicó por cuatro entre dichos años.
Del total de economía sumergida un tercio corresponde al mercado laboral, de no producirse dicha situación el paro disminuiría en un millón de puestos de trabajo.
Una de las explicaciones a la reducción de la economía sumergida es la crisis en sectores como el de la construcción, manufacturero y ventas mayoristas, sectores que se caracterizan por un alto grado de economía sumergida.
Con los datos actuales nos situamos con la media comunitaria en cuanto a economía sumergida, sin obviar que los países más potentes de la zona euro (Francia, Reino Unido y Alemania) poseen un 10% de economía sumergida, con la excepción Italiana que se sitúa por encima del 20% de economía sumergida.
El informe refleja un dato curioso, la cierta correlación entre la economía sumergida y la corrupción, dato que pone de manifiesto que la economía sumergida de un país se diferencia de otras por la cultura, valores y solidaridad de los habitantes de un país.
A las anteriores causas añadimos también la presión fiscal, ya que a mayor presión fiscal mayor índice de economía sumergida, el pequeño tamaño de las empresas que forman el tejido productivo español y la rigidez del mercado laboral.
Jose Antonio Soler
Departamento Fiscal
CIRO Consulting
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