Campox2
04/06/25 06:48
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El juego de los brokers: Una historia de venganza y trampa en el mundo del trading
Ginebra era todo lo que Viena no.Silenciosa, eficaz, sin alma. El edificio de la Fundación Nova Terra estaba junto al Parc des Bastions.No tenía rótulo.El nombre no figuraba en el portero automático.Pero Lacroix sí. Gabriel pulsó el timbre. —Oui? —Venimos por lo que dejó en Viena. Silencio.Luego, un clic.La puerta se abrió. Subieron tres pisos.La oficina era modesta: parquet antiguo, estanterías repletas de informes, una cafetera italiana soltando vapor en una esquina.Austera, pero funcional.Una oficina pensada para desaparecer si era necesario. Lacroix los esperaba. Pequeño, delgado, camisa sin planchar.Ojeras de dos semanas.Manos que no podían quedarse quietas. —No deberían haber venido.Si me ven con ustedes, estoy muerto. Gabriel no respondió. Caminó hasta una estantería. Examinó los lomos de los libros.Registros contables. Series desde 2003. —Usted trabajó en Aristeia.Y en Capital Investment Europe. Lacroix evitó su mirada. —¿Quién le dijo eso? Luis se adelantó.Colocó sobre la mesa una hoja.Era una de las actas internas de Aristeia.Firmada por “C.G.” Lacroix tragó saliva.Sus dedos se crisparon.Luego asintió, temblando. —Lo fui.Yo era C.G. Gabriel se sentó frente a él. Apoyó los codos en la mesa. —¿Quiere salvarse o no? —Yo… yo solo llevaba los balances. Movía los fondos de un lado a otro.Sabía que era dinero sucio, claro que lo sabía. Pero no sabía para quién.Hasta que un día, por error… recibí un correo. No debía verlo. —¿Qué contenía? —Un archivo adjunto.Contenía instrucciones. Y un nombre. Gabriel aguantó la mirada. —¿Cuál? —No puedo decírselo así. —¿Por miedo? Lacroix negó con la cabeza. —Porque no lo van a creer. No sin pruebas. —Entonces muéstrelas. Lacroix se levantó con torpeza. Caminó hacia una lámina de Kandinsky, mal colgada.La apartó.Detrás, una caja fuerte empotrada. Tecleó el código.Abrió.Sacó un sobre.Dentro, una memoria USB.Y una fotografía vieja. Luis la tomó con cuidado.Era en blanco y negro.Una mesa de conferencia. Cinco personas. En el centro, un rostro que conocían. Gabriel lo reconoció al instante.Se le endureció la mandíbula. —Él no puede ser. —Lo es —susurró Lacroix—.No sale en actas. No firma nada. Nunca ha tocado una cuenta.Pero sin él, nada se mueve. —¿Cómo lo llaman? —El Preceptor. En los correos cifrados, solo eso. Pero su nombre real... Lacroix conectó la USB a su portátil.Abrió un único archivo.Un PDF con varias páginas de correspondencia y estructuras societarias. En la primera página, destacado en el margen, un nombre.Solo un nombre. Gabriel lo leyó.Su rostro se volvió de piedra. —Ahora todo encaja. Marcos, desde el fondo, murmuró: —Esto ya no es una operación financiera.Es una estructura de poder. Y en el centro, como un arquitecto de sombras:El Preceptor. Continuará...