Sin flequillo pero con su media melena liberada de cualquier tipo de recogido. Sin camiseta oscura con mensaje antisistema incluido pero con una rebeca gris, sencilla y sin artificios. Desde Suiza,
la exdiputada de la CUP Anna Gabriel reaparecía en una entrevista para una cadena del país helvético con una imagen muy diferente de la que había hecho gala hasta ahora. Explicaba que no volvería a España para comparecer este miércoles ante el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena, quien, en vista de su ausencia,
ha ordenado su detención; una disposición que, de momento, se ciñe al ámbito nacional y que no implica una petición de extradición a Suiza.
Para el experto en comunicación no verbal
José Luis Martín Ovejero, el
cambio de «look» de la exdiputada huida «no tiene nada de casual y mucho de causal». Como ya
explica en su página web, Gabriel «caracterizada por ser anticapitalista y antisistema, siempre mostraba una imagen pública coherente con las ideas que defendía; todo en ella era rompedor: sus cortes de pelo y peinados eran una marca de identidad». Sin embargo, su cambio, tan repentino, hace pensar que la política no deja nada al azar. «Dado que se va a convertir en la imagen exterior de su fuerza política y va a tratar de buscar ayuda internacional,
se ha vestido como aquellos que la observan», cuenta Martín Ovejero.
Se trata de lo que el experto llama
persuasión por imitación, es decir, mostrar una imagen parecida a la de quienes quieres convencer para que te sientan parte de su grupo, para poder persuadirlos de una forma más sencilla. Martín Ovejero añade que «es el sentido ancestral que todos llevamos muy dentro de
pertenencia a la tribu y de aceptar a quienes vemos como nuestros iguales».
Más allá de su renovada imagen, Gabriel también ha «suavizado» sus gestos. «Sus habituales expresiones faciales más agresivas –incluida la más repetida, la de la ira– han desaparecido, y han dejado paso a
evidentes sonrisas», expone el experto en comunicación no verbal a ABC, que ve que esto evidencia un esfuerzo por caer bien.
También explica que hay un momento, cuando le preguntan si iría a Madrid, en que «tiene que sacar todas sus fuerzas para no venirse abajo»: «Los labios muy apretados, la mirada la mayor parte del tiempo hacia el suelo y un parpadeo repetido extraordinario nos indican que esta cuestión la "rompe" por dentro y tiene que hacer un auténtico
esfuerzo de contención de sus emociones para no derrumbarse; incluso, en ocasiones, puede llegarse a advertir cierto miedo a esa posibilidad en su rostro».
Lo que refleja su cara se corresponde con sus movimientos corporales. A pesar de que en la entrevista predomina el primer plano, se puede apreciar que también
desecha «los movimientos agresivos de manos y los gestos de látigo con sus brazos» que ha manifestado en otras ocasiones. «Está mucho más autocontrolada y lanzando una imagen de víctima que posiblemente ella misma tenga asumida», concluye Martín Ovejero.