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Versos sueltos

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Versos sueltos
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#4585

Re: Versos sueltos

Dije que no iba a poner precisamente las más conocidas, pero si no ponía esto, reventaba...

 

 

CANCIÓN DEL PIRATA
 

Con diez cañones por banda, 
viento en popa a toda vela, 
no corta el mar, sino vuela 
un velero bergantín;

bajel pirata que llaman, 
por su bravura, el Temido
en todo mar conocido 
del uno al otro confín.

La luna en el mar riela, 
en la lona gime el viento 
y alza en blando movimiento 
olas de plata y azul; 

y va el capitán pirata, 
cantando alegre en la popa, 
Asia a un lado, al otro Europa, 
y allá a su frente Estambul;

—«Navega velero mío, 
 sin temor, 
que ni enemigo navío, 
ni tormenta, ni bonanza, 
tu rumbo a torcer alcanza, 
ni a sujetar tu valor. 
 

»Veinte presas 
hemos hecho 
a despecho, 
del inglés,
 

»y han rendido 
sus pendones 
cien naciones 
a mis pies.
 

»Qué es mi barco: mi tesoro, 
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar.

»Allá muevan feroz guerra 
 ciegos reyes 
por un palmo más de tierra, 
que yo tengo aquí por mío 
cuanto abarca el mar bravío, 
a quien nadie impuso leyes. 
 

»Y no hay playa 
sea cualquiera, 
ni bandera 
de esplendor,
 

 

»que no sienta 
mi derecho 
y dé pecho 
a mi valor.
 

»Qué es mi barco: mi tesoro, 
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar.

»A la voz de ¡barco viene! 
 es de ver 
cómo vira y se previene 
a todo trapo a escapar: 
que yo soy el rey del mar, 
y mi furia es de temer. 
 

»En las presas 
yo divido 
lo cogido 
por igual:
 

»sólo quiero 
por riqueza 
la belleza 
sin rival.
 

»Qué es mi barco: mi tesoro, 
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar.

»¡Sentenciado estoy a muerte!; 
 yo me río; 
no me abandone la suerte, 
y al mismo que me condena, 
colgaré de alguna entena 
quizá en su propio navío. 
 

»Y si caigo 
¿qué es la vida? 
Por perdida 
ya la di,
 

»cuando el yugo 
de un esclavo 
como un bravo 
sacudí.
 

»Qué es mi barco: mi tesoro, 
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar.

»Son mi música mejor 
 aquilones 
el estrépito y temblor 
de los cables sacudidos, 
del negro mar los bramidos 
y el rugir de mis cañones. 
 

»Y del trueno 
al son violento, 
y del viento 
al rebramar,
 

»yo me duermo 
sosegado 
arrullado 
por el mar.
 

»Qué es mi barco: mi tesoro, 
qué es mi dios: la libertad,
 
mi ley, la fuerza y el viento, 
mi única patria la mar».

 

José de Espronceda, 1840

 

 

 

Y ahora algo menos conocidillo, para que no reviente otro...

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4586

Re: Versos sueltos

.

LA DESESPERACIÓN

Me gusta ver el cielo
con negros nubarrones
y oír los aquilones
horrísonos bramar,
me gusta ver la noche
sin luna y sin estrellas,
y sólo las centellas
la tierra iluminar.

Me agrada un cementerio
de muertos bien relleno,
manando sangre y cieno
que impida el respirar;
y allí un sepulturero
de tétrica mirada
con mano despiadada
los cráneos machacar.

Me alegra ver la bomba
caer mansa del cielo,
inmóvil en el suelo,
sin mecha al parecer,
y luego embravecida
que estalla y que se agite
y rayos mil vomite
y muertos por doquier.

Que el trueno me despierte
con su ronco estampido,
y al mundo adormecido
le haga estremecer;
que rayos cada instante
caigan sobre él sin cuento,
que se hunda el firmamento
me agrada mucho ver.

La llama de un incendio
que corra devorando
escombros apilando
quisiera yo encender;
tostarse allí un anciano,
volverse todo tea,
oír como vocea,
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Me gusta una campiña
de nieve tapizada,
de flores despojada,
sin fruto, sin verdor,
ni pájaros que canten,
ni sol haya que alumbre
y sólo se vislumbre
la muerte en derredor.

Allá, en sombrío monte,
solar desmantelado,
me place en sumo grado
la luna al reflejar;
moverse las veletas
con áspero chirrido
igual al alarido
que anuncia el expirar.

Me gusta que al Averno
lleven a los mortales
y allí todos los males
les hagan padecer;
les abran las entrañas,
les rasguen los tendones,
rompan los corazones
sin de ellos caso hacer.

Insólita avenida
que inunda fértil vega,
de cumbre en cumbre llega,
y llena de pavor,
se lleva los ganados
y las vides, sin pausa,
y estragos miles causa ...
¡qué gusto!, ¡qué placer!

Las voces y las risas,
el juego, las botellas,
en torno de las bellas
alegres apurar;
y en sus bocas lascivas,
un beso a cada trago
con voluptuoso halago
alegres estampar.

Romper después las copas,
los platos, las barajas,
y, abiertas las navajas,
buscando el corazón,
oír luego los brindis
mezclados con quejidos
que lanzan los heridos
en llanto y confusión.

Quisiera ver al uno
que arrastra un intestino,
y al otro pedir vino
muriendo en un rincón;
y otros, ya borrachos,
en trino desusado
cantar a Dios sagrado
impúdica canción.

Y mientras las queridas
tendidas en los lechos,
sin chales en los pechos
y flojo el cinturón,
mostrando sus encantos,
sin orden el cabello,
al aire el muslo bello.
¡Qué gozo! ¡Qué ilusión!

autógrafo

José de Espronceda

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4587

Re: Versos sueltos

.

 YA NO HAY LOCOS

Ya no hay locos, ya no hay locos 
ya no hay locos, amigos ya no hay locos. 
ya no hay locos, en España ya no hay locos. 

Se murió aquel manchego, 
aquel estrafalario fantasma del desierto. 

Ya no hay locos, ya no hay locos 
ya no hay locos, amigos ya no hay locos. 

Todo el mundo está cuerdo 
terrible, horriblemente cuerdo. 

Ya no hay locos, ya no hay locos 
ya no hay locos, en España ya no hay locos. 

¿Cuándo se pierde el juicio? 
Yo pregunto: ¿Cuando se pierde, cuándo? 
Si no es ahora, que la justicia 
vale menos que el orín de los perros. 

Ya no hay locos, ya no hay locos 
ya no hay locos, amigos ya no hay locos 
ya no hay locos, en España ya no hay locos. 

Todo el mundo está cuerdo 
terrible, horriblemente cuerdo.

(Fragmento del poema  LOQUEROS... RELOJEROS... musicalizado y cantado por Paco Ibáñez)

autógrafo

León Felipe

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4588

Re: Versos sueltos

Estimado Macedonio, me dejas muerta...

 

 

 POEMA DE TRABAJOS DE ESTUDIO
DE LAS ESTÉTICAS DE LA SIESTA (FRAGMENTO)

DEDICADO A LOS PIES DE TINTA CHINA DE LA SIESTA, FIESTA DE LA INTELECCIÓN, SIESTA EVIDENCIAL

La sin Estrellas Noche del Deslumbramiento: las Cosas perdidas en todo-transparencia; hora de los Rumores sólo aviso de las cosas.
Su estática o figura: el Mundo un Botón Reventicio.
Tensión.
Su dinámica: Mínima, no advertida.
Su moción: un «lento» como procesional, sin dirección, columpio.
Su acento: murmullo de vibraciones interiores, no sonido de traslaciones.
Su sentido: un Presente no fluente. Vibración sin Traslación, No Rumbo, No Perfil, No Andar.
De la noche estrellada no nació metafísica; en la Siesta duerme lo individual; nace el panteísmo.

La Siesta Evidencial envuelve. Borrados en su deslumbre los perfiles, hácesenos nocturna la hora;
los cuerpos vivientes, en el embebimiento de Luz transparentan, invisibles de luz. Sólo los pies de cerco y los muros pisan sombra.
Nocturnalidad de la Siesta.

Al pie de cada muro, todo a lo largo, al pie de cada arbusto, de cada cerco, pincela un trazo o deja caer una gran gota de tinta china la luz estrujada en su tensión, vertiendo de su ser la sombra más espesa, en la verticación abrumante del Todo.
Sombras más fuertes que no tiene la noche, noche más unida porque no la desunen estrellas, gotea pies negros a los cercos y muros y sobre cada agujero o lista de tinta de la luz estremece un pequeño enjambre de resplandor.
Noche mejor para la intelección, porque no turba con las pavuras que habitan la noche, se despliega por todas las Cosas, sin perfiles pintados que embebió la Siesta.
La Siesta, una sola, que no se disminuye con el adorno menor de las estrellas.
La Siesta Oída, mientras ojos grandes de ciego son los nuestros, en su rumor.

Tensión de plenitud verticante envuelve; como de un botón reventicio es el rumor de la Siesta Oída.
El Todo de la Siesta bambolea, cimbra en la vasta embebición de tensa luz.
Las Cosas recogen sus Perfiles hasta un mero ser, adivinado.
Duermen los Perfiles. Estáse una frescura levemente móvil en el cabecear las copas de árboles su compás lento. Sigue cayendo con todo-igual verterse. Aquel que por el camino que la Siesta hace blanco aléjase moviendo ante sí las manos como se camina en la noche, pero para apartar las tinieblas del deslumbramiento, cree vivir individual y proponerse un fin de camino, pero privado de Perfiles, sin Figura, en las contraluces interiores a la mucha luz es visto sin Figura, transparente, y sólo es fuerte, en su debilidad, la sombra entre sus pies, más vista que él en el continuo del descenso incesado del aplomo del Día. La Siesta, dormir del perfil, dormir de lo individual, es el hecho mayor de las Cosas, el mayor dato de la inteligibilidad. Nos dice: «Ahora sé tú el deslumbrado que ve». En otra hora lo real y la inteligencia se son extraños.
Entre los planos de contraluz del Día violento, borrado en transparencia por la luz, hecho hombrecillo, adivinado, el hombre allá se hormiguea en la mancha fuerte, entre sus pies, de su cuerpo.
La luz se ensecreta en la reverberación, seca los Perfiles, agua los cuerpos de los seres; la sombra ancha, libre, lava y empalidece; la sombra fija, de lo enhiesto y vertical, ennegrece al pie de los cercos, de los muros. Y todo esto vale por cómo a las psiques toma, por qué les propone: la Intelección.

Es el momento de la Sombra Corta, breves sombras negrísimas recogidas a los pies, que no alcanzan de una a otra cosa, que no se alzan por los muros; las cosas aminoradas por transparencias; las sombras al pie más fuertes. La luz opera una embebición de separaciones y hace del Todo un Continuo. Constante oído rumor unido, quietud y visión una hacen del Todo un ¡ah!, el elevarse de un ¡ah!
Elevación en luz de las cosas y sombras tintas al pie,caídas, sin tenderse ni alzarse en tanto todo lo que parte de lo terrenal, perfumes, rumores, en un Ascenso. ¿Por qué cortas las sombras, por qué tanto más negras como cortas, por qué, Siesta, son así tus sombras? Tu luz es la Intelección, ¿pero estas manchas espesas calzando todo pie? ¿Por qué la Intelección está siempre defendiéndose y atacada de las sombras; por qué de la Intelección hay un prevalecer pero no un continuo? ¿No hay Continuo de Intelección? ¿No hay un Continuo de Pasión?
Abrumación aceptada; sólo la visión de Luz y el oír lozanos. Los árboles o el trigal (Paifois comme un soupir de leurs ámes brúlantes) se tienen dueños; el hombre es un menos tenerse que ellos; los árboles le dicen: «Qué claro es todo; qué claro es ser».
El todo decir de la Siesta: Presente no fluente, Moción sin Traslación; lo Ser, el Todo hace un Mundo sin Marcha, que es y que no va; el Ser se da una sola vez; Vibración, Oscilación sin Repetición Idéntica o Casualidad hacen al Tiempo un solo Hoy.

Fantasmas de la Siesta Evidencial.
Exaltación de la Vigilia de la Presentación-Natura que hace dentro a los Ojos sombras de reverberación;
fantasmas de palidecimientos de la fulgencia verticante; fantasma de pie, cabeceando, oscilando, aunque enhiestos.
Siesta al Oído de las crepitaciones, de las bocanadas de la Tensión, de rumores que saltan exhalados, corridas cortas de un aleteo de zozobra del ave en
su sueño, calofríos, hundimientos, distendimientos, ahogos en pesadillas, incorporaciones de yacentes dormidos.
La sin Estrellas Noche por Deslumbramiento.
Discusión con los noes totales del Silencio.
La sin Estrellas Noche de la Reverberación Siestal.
Más rumbos otorgan las estrellas; la Luz-Sollos niega todos. Total negación nos opone la Noche sin Estrellas a la perfilación, dirección e identidad de lo real. Lo sin Rumbo tiene la verdad; todo Rumbo y Perfil son un error.

Para mí la Siesta es el Llamado al Camino de la Evidencialidad Mística, y está en el ángulo de Oscuridad y Deslumbramiento, lo oscuro por reverberación, la claridad del darse del Ser por supresión de la Figura y Rumbo que se nos antoja imposible.
El mundo en Siesta no marcha; a la Noche las estrellas le ponen direcciones múltiples. Por ello la Inteligencia prospera en la Siesta y no en la Noche.

(Pero esto ha de ser dado en versión, es decir, en metáfora, no en definición. Quien tenga la metáfora de la Siesta, la dé. Yo se la pediré al gallo insomne de la Noche de la Siesta.
Hay que hacerle arte al místico, a la Pasión, pero no a lo Real, a la pasión de vivir).

1940

autógrafo

Macedonio Fernández

 

 

Y no le conocía...

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4589

Re: Versos sueltos

De Moratín puse tanto que ya no recuerdo si también lo hice con el siguiente...

 

 

   ODA.
  A DON GASPAR DE JOVELLANOS

Id en las alas del raudo céfiro,
humildes versos, de las floridas
vegas que diáfano fecunda el Arlas,
adonde lento mi patrio río
ve los alcázares de Mantua excelsa.
Id, y al ilustre Jovino, tanto
de vos amigo, caro a las Musas,
para mí siempre numen benévolo,
id, rudos versos, y veneradle,
que nunca, o rápidas las horas vuelen,
o en larga ausencia viva remoto,
olvida méritos suyos Inarco.
No, que mil veces su nombre presta
voz a mi cítara, materia al verso,
y al numen tímido llama celeste.
Yo le celebro, y al son armónico
toda enmudece la selva umbría,
por donde el Tajo plácidas ondas
vierte, del árbol sacro a Minerva
la sien ceñida, flores y pámpanos.
Tal vez sus ninfas, girando en torno,
sonora espuma cándida rompen,
del cuello apartan las hebras húmidas,
y el pecho alzando de formas bellas,
conmigo al ínclito varón aplauden,
dando a los aires coros alegres
que el eco en grutas repite cóncavas.



Leandro Fernández de Moratín

 

 

Si fue bueno, lo seguirá siendo...

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!
 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4590

Re: Versos sueltos

Otro que coincide en apellido y de quien no puse nada todavía...

 

 

QUINTILLAS
FIESTA DE TOROS EN MADRID

Madrid, castillo famoso 
que al rey moro alivia el miedo, 
arde en fiestas de su coso, 
por ser el natal dichoso 
de Alimenón de Toledo.

Su bravo alcaide Aliatar, 
de la hermosa Zaida amante, 
las ordena celebrar, 
por si la puede ablandar 
el corazón de diamante.

Pasó, vencida a sus ruegos, 
desde Aravaca a Madrid. 
Hubo pandorgas y fuegos 
con otros nocturnos juegos 
que dispuso el adalid.

Y en adargas y colores, 
en las cifras y libreas, 
mostraron los amadores, 
y en pendones y preseas, 
la dicha de sus amores.

Vinieron las moras bellas 
de toda la cercanía, 
y de lejos muchas de ellas, 
las más apuestas doncellas 
que España entonces tenía.

Aja de Getafe vino 
y Zahara la de Alcorcón, 
en cuyo obsequio muy fino 
corrió de un vuelo el camino 
el moraicel de Alcabón.

Jarifa de Almonacid, 
que de la Alcarria en que habita 
llevó a asombrar a Madrid, 
su amante Audalla, adalid 
del castillo de Zorita.

De Adamuz y la famosa 
Meco, llegaron allí 
dos, cada cual más hermosa, 
y Fátima, la preciosa 
hija de Alí el Alcadí.

El ancho circo se llena 
de multitud clamorosa 
que atiende a ver en la arena 
la sangrienta lid dudosa, 
y todo en torno resuena.

La bella Zaida ocupó 
sus dorados miradores 
que el arte afiligranó, 
y con espejos y flores 
y damascos adornó.

Añafiles y atabales, 
con militar armonía, 
hicieron salva y señales 
de mostrar su valentía 
los moros más principales.

No en las vegas de Jarama 
pacieron la verde grama 
nunca animales tan fieros, 
junto al puente que se llama, 
por sus peces, de Viveros,

como los que el vulgo vio 
ser lidiados aquel día, 
y en la fiesta que gozó, 
la popular alegría 
muchas heridas costó.

Salió un toro del toril 
y a Tarfe tiró por tierra, 
y luego a Benalguacil, 
después con Hamete cierra, 
el temerón de Conil.

Traía un ancho listón 
con uno y otro matiz 
hecho un lazo por airón, 
sobre la inhiesta cerviz 
clavado con un arpón.

Todo galán pretendía 
ofrecerle vencedor 
a la dama que servía; 
por eso perdió Almanzor 
el potro que más quería.

El alcaide, muy zambrero, 
de Guadalajara, huyó 
mal herido al golpe fiero, 
y desde un caballo overo 
el moro de Horche cayó.

Todos miran a Aliatar, 
que aunque tres toros ha muerto, 
no se quiere aventurar, 
porque en lance tan incierto 
el caudillo no ha de entrar.

Mas viendo se culparía, 
va a ponérsele delante; 
la fiera le acometía, 
y sin que el rejón la plante 
le mató una yegua pía.

Otra monta acelerado; 
le embiste el toro de un vuelo, 
cogiéndole entablerado; 
rodó el bonete encarnado 
con las plumas por el suelo.

Dio vuelta hiriendo y matando 
a los que a pie que encontrara, 
el circo desocupando, 
y emplazándose, se para, 
con la vista amenazando.

Nadie se atreve a salir; 
la plebe grita indignada; 
las damas se quieren ir, 
porque la fiesta empezada 
no puede ya proseguir.

Ninguno al riesgo se entrega 
y está en medio el toro fijo, 
cuando un portero que llega 
de la Puerta de la Vega 
hincó la rodilla y dijo:

«Sobre un caballo alazano, 
cubierto de galas y oro, 
demanda licencia urbano 
para alancear a un toro 
un caballero cristiano».

Mucho le pesa a Aliatar; 
pero Zaida dio respuesta 
diciendo que puede entrar, 
porque en tan solemne fiesta 
nada se debe negar.

Suspenso el concurso entero 
entre dudas se embaraza, 
cuando en un potro ligero 
vieron entrar por la plaza 
un bizarro caballero.

Sonrosado, albo color, 
belfo labio, juveniles 
alientos, inquieto ardor, 
en el florido verdor 
de sus lozanos abriles.

Cuelga la rubia guedeja 
por donde el almete sube, 
cual mirarse tal vez deja 
del sol la ardiente madeja 
entre cenicienta nube.

Gorguera de anchos follajes, 
de una cristiana primores, 
en el yelmo los plumajes, 
por los visos y celajes 
vergel de diversas flores.

En la cuja gruesa lanza 
con recamado pendón, 
y una cifra a ver se alcanza 
que es de desesperación, 
o a lo menos de venganza.

En el arzón de la silla 
ancho escudo reverbera 
con blasones de Castilla, 
y el mote dice a la orilla: 
Nunca mi espada venciera.

Era el caballo galán, 
el bruto más generoso, 
de más gallardo ademán: 
cabos negros, y brioso, 
muy tostado, y alazán;

larga cola recogida 
en las piernas descarnadas, 
cabeza pequeña, erguida, 
las narices dilatadas, 
vista feroz y encendida.

Nunca en el ancho rodeo 
que da Betis con tal fruto 
pudo fingir el deseo 
más bella estampa de bruto 
ni más hermoso paseo.

Dio la vuelta al rededor; 
los ojos que le veían 
lleva prendados de amor. 
«Alá te salve», decían, 
«dete el Profeta favor».

Causaba lástima y grima 
su tierna edad floreciente; 
todos quieren que se exima 
del riesgo, y él solamente 
ni recela, ni se estima.

Las doncellas, al pasar, 
hacen de ámbar y alcanfor 
pebeteros exhalar, 
vertiendo pomos de olor, 
de jazmines y azahar.

Mas cuando en medio se para, 
y de más cerca le mira 
la cristiana esclava Aldara, 
con su señora se encara 
y así la dice, y suspira:

«Señora, sueños no son; 
así los cielos, vencidos 
de mi ruego y aflicción, 
acerquen a mis oídos 
las campanas de León,

»como ese doncel que ufano 
tanto asombro viene a dar 
a todo el pueblo africano, 
es Rodrigo de Vivar, 
el soberbio castellano».

Sin descubrirle quién es, 
la Zaida desde una almena, 
le habló una noche cortés, 
por donde se abrió después 
el cubo de la Almudena.

Y supo que, fugitivo 
de la corte de Fernando, 
el cristiano, apenas vivo, 
está a Jimena adorando 
y en su memoria cautivo.

Tal vez a Madrid se acerca 
con frecuentes correrías 
y todo en torno la cerca; 
observa sus saetías 
arroyadas, y ancha alberca.

Por eso le ha conocido, 
que en medio de aclamaciones, 
el caballo ha detenido 
delante de sus balcones, 
y la saluda rendido.

La mora se puso en pie 
y sus doncellas detrás; 
el alcaide que lo ve, 
enfurecido además 
muestra cuán celoso esté.

Suena un rumor placentero 
entre el vulgo de Madrid: 
«No habrá mejor caballero», 
dicen, «en el mundo entero», 
y algunos le llaman Cid.

Crece la algazara, y él 
torciendo las riendas de oro, 
marcha al combate crüel; 
alza el galope, y al toro 
busca en sonoro tropel.

El bruto se le ha encarado 
desde que le vio llegar, 
de tanta gala asombrado, 
y al rededor lo ha observado 
sin moverse de un lugar.

Cual flecha se disparó 
despedida de la cuerda, 
de tal suerte le embistió; 
detrás de la oreja izquierda 
la aguda lanza le hirió.

Brama la fiera burlada; 
segunda vez acomete, 
de espuma y sudor bañada,. 
y segunda vez le mete 
sutil la punta acerada.

Pero ya Rodrigo espera 
con heroico atrevimiento, 
el pueblo mudo y atento; 
se engalla el toro y altera, 
y finge acometimiento.

La arena escarba ofendido, 
sobre la espalda la arroja 
con el hueso retorcido; 
el suelo huele y lo moja 
en ardiente resoplido.

La cola inquieto menea, 
la diestra oreja mosquea, 
vase retirando atrás, 
para que la fuerza sea 
mayor, y el ímpetu más.

El que en esta ocasión viera 
de Zaida el rostro alterado, 
claramente conociera 
cuánto la cuesta cuidado 
el que tanto riesgo espera.

Mas, ¡ay que le embiste horrendo 
el animal espantoso! 
Jamás peñasco tremendo 
del Cáucaso cavernoso 
se desgaja, estrago haciendo,

ni llama así fulminante 
cruza en negra obscuridad 
con relámpagos delante 
al estrépito tronante 
de sonora tempestad,

como el bruto se abalanza 
con terrible ligereza; 
mas rota con gran pujanza 
la alta nuca, la fiereza 
y el último aliento lanza.

La confusa vocería 
que en tal instante se oyó 
fue tanta que parecía 
que honda mina reventó, 
o el monte y valle se hundía.

A caballo como estaba, 
Rodrigo el lazo alcanzó 
con que el toro se adornaba; 
en su lanza le clavó 
y a los balcones llegaba.

Y alzándose en los estribos, 
lo alarga a Zaida, diciendo: 
«Sultana, aunque bien entiendo 
ser favores excesivos, 
mi corto don admitiendo,

si no os dignáredes ser 
con él benigna, advertid 
que a mí me basta saber 
que no le debo ofrecer 
a otra persona en Madrid».

Ella, el rostro placentero, 
dijo, y turbada: «Señor, 
yo lo admito y lo venero, 
por conservar el favor 
de tan gentil caballero».

Y besando el rico don, 
para agradar al doncel, 
lo prende con afición 
al lado del corazón, 
por brinquiño y por joyel.

Pero Aliatar el caudillo 
de envidia ardiendo se ve, 
y trémulo y amarillo, 
sobre un tremacén rosillo 
lozaneándose se fue.

Y en ronca voz, «Castellano», 
le dice, «con más decoros 
suelo yo dar de mi mano 
si no penachos de toros, 
las cabezas del cristiano.

»Y si vinieras en guerra 
cual vienes de fiesta y gala, 
vieras que en toda la tierra, 
al valor que dentro encierra 
Madrid, ninguno se iguala».

«Así», dijo el de Vivar, 
«respondo», y la lanza al ristre 
pone y espera a Aliatar; 
mas sin que nadie administre 
orden, tocaron a armar.

Ya fiero bando con gritos 
su muerte o prisión pedía, 
cuando se oyó en los distritos 
del monte de Leganitos 
del Cid la trompetería.

Entre la Monclova y Soto 
tercio escogido emboscó, 
que viendo cómo tardó, 
se acerca, oyó el alboroto, 
y al muro se abalanzó.

Y si no vieran salir 
por la puerta a su señor 
y Zaida a le despedir, 
iban la fuerza a embestir, 
tal era ya su furor.

El alcaide, recelando 
que en Madrid tenga partido, 
se templó disimulando, 
y por el parque florido 
salió con él razonando.

Y es fama que a la bajada 
juró por la cruz el Cid 
de su vencedora espada, 
de no quitar la celada 
hasta que gane a Madrid.

autógrafo

Nicolás Fernández de Moratín

 

 

Me ha gustado... 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4591

Re: Versos sueltos

Lo puñetero no es pensar que lo podrías haber escrito tú, sino haberlo hecho primero...

 

 

  BUENO, ¿Y QUÉ?

Aunque tuvieras, poeta,
un castillo en una cumbre,
un salón lleno de lumbre
y un gran sillón de vaqueta;
al llegar la noche quieta,
sobre mi hastío de pie,
me diría: bueno, ¿y qué?
y componiéndome el talle
me largaría a la calle,
a la calle y al café.

autógrafo

Baldomero Fernández Moreno

 

 

Y considero que las tiene mejores...

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4592

Re: Versos sueltos

Pues deberías hacerlo...

 

 

 AROMAS

Cuando regreso a casa no me lavo las manos
si es que he estado contigo un instante no más,
el aroma retengo que tú dejas en ellas
como una joya vaga o una flor ideal.

Por aquí huelo a rosas y por allá a jazmines,
alientos de tus ropas, auras de tu beldad,
aproximo una silla y me siento a la mesa
y sabe a ti y a trigo el bocado de pan.

Y todo el mundo ignora por qué huelo mis manos
o las miro a menudo con tanta suavidad,
o las alzo a la luna bajo las arboledas
como si fueran dignas de hundirse en tu cristal.

Y así hasta media noche cuando vuelvo rendido
pegado a las fachadas y me voy a acostar,
entonces tengo envidia del agua que las lava
y que, con tu perfume, da un suspiro y se va.

autógrafo

Baldomero Fernández Moreno

 

 

Aunque no haya una ley que así lo prescriba, ;-) 

 

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.