Todo este inventario de elementos que citas, está muy bien, pero lo que está claro y lo que penaliza a Pharmamar en Bolsa, es la lentitud con la que desarrolla sus proyectos de investigación y sus ensayos clínicos con la consiguiente repercusión en la salida (tardía) al mercado de sus productos y con el interrogante de que ya no sean competitivos.
Pharmamar existe desde hace 36 años y en este período de tiempo solo ha logrado comercializar dos fármacos y uno de ellos con autorización provisional. Pongamos que a fecha de hoy ha sacado al mercado 1,5 medicamentos en 36 años, que equivale a un medicamento cada 24 años, cuando la competencia los saca en 10, porque utiliza técnicas de las que adolece Pharmamar. Sylentis, por ejemplo, es una filial con 16 años de existencia y no ha sacado ni un medicamento al mercado. Desde el punto de vista estratégico, el inversor en Bolsa percibe que Pharmamar puede generar beneficios, pero también que estos beneficios se deberían de reinvertir en su totalidad para reconvertir la compañia en una farmacéutica más competitiva, porque de lo contrario no tendrá futuro y sin futuro la compañía no valdría nada.
Pharmamar no puede gestionarse como en 1986. Necesita mirarse en el espejo de otras biotecnológicas más avanzadas y poner en marcha un plan que les permita iniciar la senda hacia este objetivo: intentar imitar lo que hace la competencia.
En las páginas 68 y 69 de la edición en papel del Expansión de hoy, viene una entrevista con José Marcilla, que es Director de Novartis Oncology. Todo lo que dice es muy interesante porque nos da idea de cómo se trabaja en esta empresa en la investigación sobre el cáncer y lo lejos que está Pharmamar de estar a su altura. El artículo debería leerse en su totalidad, pero entre otras cosas este señor de Novartis dice lo siguiente:
El objetivo del grupo es aprovechar los últimos avances tecnológicos para mejorar la prevención, el diagnóstico y la cura del cáncer. Para ello, Novartis ha intensificado en los últimos años su apuesta digital trabajando en proyectos para elevar el potencial de tecnologías como el big data o la Inteligencia Artificial (IA).
La IA nos permite realizar modelos predictivos y anticipar la respuesta potencial de los pacientes a un tratamiento sin necesidad de comenzar investigaciones que duran, de media, entre 10 y 15 años y cuyo coste ronda los 2.000 millones de dólares.
Ahora solo una de cada 10.000 moléculas termina por llegar a los pacientes. Hay una oportunidad enorme para ser más eficientes y poder destinar estos recursos a otras áreas en las que existan más probabilidades de dar con una terapia exitosa.
Para ello la compañía cuenta con una plataforma de análisis de datos a gran escala, Data 42, que aplica aprendizaje automático sobre la enorme base de datos de Novartis –compuesta por más de un millón de moléculas, muchas de las cuales no sabemos todavía las aplicaciones que pueden tener–. Lo que permite predecir, por ejemplo, qué medicamentos funcionarán mejor con determinados pacientes o enfermedades. Pero también, de cara a los ensayos clínicos, anticipar en qué hospitales se podrán reclutar voluntarios más rápido. Todo con el objetivo de acelerar los plazos de desarrollo de los fármacos y ser más preciosos en la búsqueda de nuevos tratamientos contra el cáncer.
Si Pharmamar se planteara incorporar a su organización expertos en estos campos y diseñar un plan estratégico que le permitiera avanzar hacia esos objetivos de Novartis, quizá atraería más la atención del “private equity” y sus títulos se revalorizarían, pero sin un plan de futuro claro con solo un medicamento que le puede reportar importantes ingresos, pero a partir de 2025, no se le ve futuro y para fusionarse con otra compañía tampoco se la valoraría mucho porque tecnológicamente no aportaría nada, solo 350 M€ de beneficio dentro de 6 o 7 años. Esa sería su única aportación, al grupo fusionado, pero a lo mejor la compañía que la absorbiera podría valorar en un importe superior el coste de la modernización de Pharmamar.