Fernando Esteve Mora
No ha llovido este año meteorológico. No han salido setas...pero da igual. Han salido economistas aficionados como setas. Están por todos los lados y, ¡cosa curiosa entre economistas! ...¡Están de acuerdo! De acuerdo en una cosa: que el boycot a los productos catalanes como arma económica en la guerra económica entre independentistas y el resto de los españoles es absurda, que es como "disparase en el propio pie".
Veamos. No es que defienda a dia de hoy el boycot contra los productos catalanes, pues considero que aun no ha llegado ese momento y ojalá que no llegue. Pero de eso a decir que es absurda, en el sentido de ineficaz, como arma económica de presión, esa política de boycot a los bienes y servicios finales producidos en Cataluña por parte de consumidores y empresas del resto de España va un largo trecho.
El "argumento" principal que se suele esgrimir, y no sólo por parte de independentistas sino por parte también de eximios miembros del Gobierno de España empezando por su increíble líder, don Mariano Rajoy, es que al estar las economía de todas las regiones españolas tan fuertemente integradas, el no comprar productos catalanes perjudica al final a los productores del resto de España que venden sus productos a las empresas catalanas para ser usados como materias primas o productos semielaborados de sus productos finales. Dicho en jerga más técnica, ese boycot tendría unos "efectos perversos" o unas "consecuencias no-intencionadas" y negativas sobre la economía del resto de España que, al margen de por otras razones jurídicas o políticas, desacreditarían totalmente su uso.
Concretamente, he visto y oído repetidos hasta la saciedad dos ejemplos como apoyo a esa tesis. El caso del corcho para los tapones del cava catalán (a veces se incluye en el "pack" de este ejemplo el vidrio) ha sido paradigmático. Se ha dicho que, puesto que el corcho se produce en Extremadura, el boycot al cava catalán perjudicaría indirectamente a los productores extremeños (o a los productores de vidrio aragoneses que parece que hacen las botellas). El otro ejemplo, ha sido el de las pizzas de la casa Tarradellas en cuya composición se encuentra la harina castellana, el atún gallego, el tomate extremeño, el pimiento murciano y las aceitunas andaluzas. De nuevo el mismo argumento: boycoteando a las pizzas Tarradellas se acaba afectando a los productores de todas esas regiones. Tanto he oído estos argumentos que he llegado a preguntarme si no sería una "campaña" de propaganda impulsada por estas empresas catalanas.
Pues bien. ¿Qué opinión me merece esta "argumento"? Pues una muy sencilla: es un argumento increíblemente tonto. Y, por más que se repita, no deja por ello de ser estúpido. Veamos. El que una persona del resto de España no se compre una botella de Freixenet para acompañar una pizza de casa Tarradellas a la hora de la cena como su "respuesta" particular al malestar que le produce el "lío" asociado al procés, no significa que esa persona quede tan compungida r el procés que vaya a ayunar. Lo "lógico" es que disfrute de tan espléndido y opíparo menú, si ése es su "gusto", comprándose una botella de cava valenciano, manchego o extremeño (o incluso de la afamada marca Codorniú, si sus deseos de expresión de su malestar o de castigo vía el boycot se contentan con no comprar a empresas cuya sede social esté en Cataluña) para acompañar una pizza de Campofrío o un salchichón de El Pozo (que creo que no son empresas que produzcan sus no menos afamados productos en Cataluña). La implicación es obvia, los productores de corcho extremeños, de vidrio aragonés, de atún gallego y demás "materias primas" aumentarán sus ventas a esas empresas "no-catalanas" como consecuencia del boycot a los productos "made in Catalonia" en forma parecida a lo que disminuyen sus ventas a las empresas catalanas.
Luego, en principio, y sin mayor análisis, una cosa está clara: que esas desoladoras consecuencias que se auguran sobre los productores españoles no-catalanes resultado del boycot a los productos catalanes son en buena medida irreales y fruto de la incapacidad de tantos economistas aficionados para pensar económicamente un paso más allá de las consecuencias indirectas de una política ecomómica, como es un boicot.
Conocer con precisión el efecto de un boycot como el que analizamos no es factible técnicamente. Requeriría el uso de un modelo de equilibrio general de la economía española. Una aproximación un poco más pedreste podría hacerse mediante el uso de Tablas Inpu-Output regionales. Pero, al nivel de sofisticación teórica de este blog, la conclusión que se puede seguir está clara. No debiera haber efectos reseñables sobre el resto de la economía española del boycot a los productos catalanes, si esa demanda se redirige a otros productos sustitutivos que se hagan en otras partes de España. Sería una circunstancia similar a aquella que se da cuando el consumidor o el cliente de un establecimiento comercial (un bar, una cafetería, una frutería, una carnicería,...) se va a la competencia cuando donde compraba le empiezan a tratar mal. ¿Qué haría el lector si en el bar donde se toma el café todos los días, su dueño empieza a decirle que le roba ("Espanya ens roba") sistemáticamente?
Demostró a este respecto la ex-ministra socialista, la señora Trujillo, un sentido económico mucho más afinado cuando en respuesta a las críticas que se le hicieron cuando defendió el boycot a una conocida marca de agua embotellada catalana, cuyo líquido contenido provenía de un manatial castellano (creo), señaló que lo que sus críticos debieran criticar era esa extraña situación, es decir, que esa agua no-catalana se embotelle con marca catalana por una empresa catalana quedándose así con todo el "valor añadido" (que yo, por cierto, no sabría decir en qué consiste materialmente hablando, o sea, qué agrega la "marca" a las propiedades fisico-químicas del agua). Para la señora Trujillo, lo propio sería que esa agua se embotellase por una empresa radicada en la zona, revirtiendo así en ella ese "valor añadido".
Finalmente, hay otro argumento contra el boycot que ya abandona el terreno de su eficacia económica entrando en el terreno de la justicia. Se dice que no es justo que paguen justos por pecadores. Que por los intereses de los independentistas están pagando los que no lo son cuando se usa el arma económica del boycot. Cierto. Es de suponer que no todos los empresarios catalanes, ni todos sustrabajadores, piensan que los que vivímos en el resto de España somos unos ladrones que les robamos lo que es "suyo". Pero también es igualmente cierto que, como se ha dicho repetidamente, la clase empresarial catalana, el eje vertebral de la histórica "burguesía" catalana, se ha mostrado enormemmente tibia, cuando no consentidora, con el "procés" soberanista y todos sus malos modos (desde la perspectiva "española", claro está). En ese sentido, me parece que una "respuesta" colectiva (o sea, contra el conjunto de las empresas catalanas) es defendible dados los costes de transacción e información requeridos para deslindar a los empresarios consentidores de los que no lo son. En cualquier caso, la salida de algunas empresas de Cataluña, si su sede fiscal cambia también, podría interpretarse como un intento por parte de ellas de señalizar su distanciamiento con el procés. Si así fuera, el boycot no debería dirigirse contra ellas.