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La guerra asimétrica entre el Gobierno de España y el Govern de la Generalitat. Un análisis estratégico

 
 
                                                                                                        Fernando Esteve Mora
 
Antes de empezar, quiero señalar que nunca he estado cercano a las políticas del PP ni tampoco siento como mía, es decir, como un bien simbólico que me pertenezca, la bandera actual de España. Pienso que en la Transición se hubiese debido cambiar la bandera por otra nueva.  Así se hizo cuando la República. Cuya bandera, por cierto, es la sentimentalmente mía, la tricolor, la republicana, pues sigo pensando que la II República Española fue un destello esperanzador prodigioso en la negra historia de España, al que se apagó con la violencia y la traición, entre otras, la de la Generalitat catalana de la época. (Por ello, no puedo sino manifestar aquí mi irritación -aunque no venga al caso- ante el habitual uso que de la memoria de aquella esperanza hace el famoso diputado macarra catalán de origen jienés y cuyo apellido tan bien describe su conducta).
 
En suma que ni soy monárquico ni del PP. Y dicho lo anterior, no se me caen los anillos por decir que, en mi opinión, en el actual conflicto que enfrenta al Gobierno de España y al Govern de la Generalitat catalana, el Gobierno lo ha hecho bien hasta ahora. También el rey.
 
En efecto, se dice y no se para por parte del equipo habitual de "buenistas", cada vez por cierto más inflado y pagado de sí mismo, como corresponde a los grupos que se conforman no a partir de un análisis de las situaciones sino a partir de la coincidencia en actitudes morales, que (a) que Rajoy no ha hecho nada, (b) que el rey debería en su discurso haber usado de palabras como negociación y dialogo e incluso “haberlo forzado” , y (c) que siempre hay tiempo para la negociación y el diálogo.
 
LLamaré por cierto, "buenistas", a todos aquellos que tienen como cimiento de su pensamiento o actitud para los problemas sociales, económicos o políticos la idea que se resume en el dicho: "to er mundo e bueno". Cuyo origen se suele poner en la obra de Rousseau que consideraba que el hombre nacia bueno y era la sociedad y sus instituciones la que lo maleaba. La iglesia Católica, tras San Agustín, se apunta a la tesis opuesta, pues, para ella, todo el mundo nace malo, con un Pecado original, luego todo lo que hagan los seres humanos en sociedad será por necesidad malo y perverso, a no ser -claro está- que ella media y enderece sus pensamientos y comportamientos.
 
Pues bien, todos esas opiniones "buenistas" son típicas de un pensamiento blando y sentimental que desconoce las más elementales características de un conflicto. (Quizás el más intelectualmente perjudicado por el sentimentalismo que impregna la vida mental en estos tiempos sea el “amado líder” de Podemos a quien sus altos estudios sobre “Juego de Tronos”, eje de su sabiduría política, le han reblandecido el cerebro hasta llegar al extremo de solicitar la mediación de la Iglesia Católica. Pero, ¡Virgen Santa! ¿Cómo es posible que los de Podemos estén dispuestos a darle “carta en este entierro” a una institución como la Iglesia Católica, la institución pirómana en España por antonomasia, mucho más que la milicia o cualquiera otra (pero ¿quién cree este gran político que ha estado debajo de los nacionalismos periféricos desde sus mismos orígenes a la vez que también ha sido y sigue siendo  el eje vertebrador del nacionalismo español identitario más soez y peligroso? ¿No sabe que atacar al estado y las posiciones de laicidad que desde él podían establecerse ha sido la estrategia eclesiástica central desde el siglo XIX? ¿Acaso no lee las declaraciones del guardián de las "esencias catalanas": el abad de Monserrat? ). ¿Cuándo los militantes de Podemos le obligarán a volver a sus clases de la Complutense (más vale daño localizado que un daño general) a él y a su portavoz o mejor portagritos y a algunos de sus amigos como el señor Espinar de quien ya se habló en este blog a propósito de sus tejemanejes inmobiliarios?
 
Es el caso que todo conflicto pasa por varias fases, como es de sobra conocido en la literatura dedicada a su estudio. Esas fases, en orden creciente respecto a la intensidad del conflicto, van desde una situación de ausencia de conflicto o Paz Duradera, a una de Paz Estable donde la diplomacia resuelve sin problemas cualquier asomo de conflicto. La intensidad sube si se pasa a una fase de Paz Inestable, donde cualquier perturbación o altercado puede degenerar en conflicto explícito. Ese es el tiempo de la diplomacia preventiva. Si no tiene éxito, la siguiente fase es la de Crisis. La gestión de las crisis requiere la negociación total, pues caso de que fracase, se entra en el Conflicto explícito.
 
 
Obsérvese que, hasta ese punto, todas las Estrategias de Negociación y apaciguamiento (diplomacia, concesiones, sobornos, renuncias, amenazas, disuasión, etc.) son útiles y han de emplearse, pero que cuando llega el conflicto, estas Estrategias de Negociación han de dar paso a las Estrategias de Lucha y Victoria. Y desde ese momento, las Estrategias de Negociación nada cuentan. Más bien todo lo contrario, han de ser sustituidas por Estrategias de Ataque y Defensa en el conflicto. En ese periodo si alguna de las partes usa o reclama del uso de alguna suerte de Estrategia de Negociación estaría señalizando su debilidad, lo que redoblaría la intransigencia y violencia de la otra parte.
 
 
No hay conflictos de larguísima duración, pues los conflictos son costosos para todas las partes implicadas. Ello se traduce en que tarde o temprano, los actores se ven obligados a llegar a un Alto el Fuego y al uso de nuevo de Estrategias de Negociación , esta vez buscando un Acuerdo de Paz, previo a las puesta en acción de la que se conoce como Estrategia para la Construcción de la Paz, cuyo objetivo es crear las condiciones para una Paz Duradera o cuando menos Estable.
 
 
Pues bien, si se atiende a lo recién dicho, está claro que el Referéndum del 1-O marcó el comienzo de la fase de hostilidades abiertas en el conflicto catalán. Fue la declaración formal de guerra de un conflicto ya en marcha desde hacía tiempo, consecuencia del simple hecho de que la negociación era imposible por ser lógicamente absurda, como defendí en la entrada previa de este blog: es lógicamente imposible negociar algo (el objeto de la disputa, o sea, la existencia o no de una Cataluña independiente) que es indivisible/innegociable. Por ello, en esas frases previas, la única estrategia posible por parte del Gobierno era la de la Amenaza (“No me obliguen a tener que hacer lo que no quiero hacer”) buscando la Disuasión de la Generalitat.
 
 
Ha ocurrido, como se ha visto, que esa amenaza no ha surtido los efectos esperados. ¿Por qué? Parece que la razón es que, para los independentistas, esa amenaza no era creíble. Y una amenaza no creíble no es eficaz. Me da la impresión que los independentistas no se la creyeron porque sus expectativas estaban fuertemente hinchadas respecto, no del resultado del Referéndum que tenían ganado de salida con ayuda del departamento de Agit-prop de a Generalitat (TV3, medios de comunicación escritos y de radio catalanes, la ANC, Omnium, y la CUP controlando la calle ), sino respecto a la reacción del resto de estados europeos y de EE.UU. Pues, no hay que olvidarlo nunca, que un estado lo es sólo si otros lo reconocen. El día del referéndum, la torpe actuación policial infló aún más esas desbordantes expectativas en la medida que la batalla de la comunicación y del relato la ganaron de calle los independentistas en la calle.
 
 
Afortunadamente para los unionistas, en esa debacle estratégica del Gobierno, intervino el rey con un discurso perfecto de jefe de estado en situación de conflicto/guerra constitucional o de identidad, como quiera denominarse a la presente situación. En él, y como debe obligadamente de hacerse dada la fase del conflicto en que se estaba, no se hacía ninguna concesión ni al diálogo ni a la negociación. Es -repito-  lo correcto, pues en la fase del Conflicto Explícito las estrategias de negociación han fracasado y todavía no ha llegado la fase de Terminación del Conflicto, en que de nuevo tendrán su papel. Además, el hecho de que en el discurso del rey no se hiciese la más mínima referencia a los incidentes y heridos de las calles de Barcelona, indicaba a las claras que, reconocida la derrota en esa concreta batalla de comunicación, había que pasar página pues ello no era obstáculo para que se ganase la guerra del relato, cuyo eje debía de ser la “inadmisible deslealtad del govern”, o sea, el hecho de que el President de la Generalitat  es un traidor….Que esta estrategia ha sido exitosa se ha comprobado con la paulatina toma de posición de la inmensa mayoría de actores internacionales que han dado la razón al Gobierno español conforme han ido asumiendo que no pueden confiar en un actor desleal y más en un escenario como el europeo donde las tensiones nacionalistas están candentes en muchos estados. ¿Quién puede confiar en que una Cataluña independiente no se convierta en una base logística para todos los movimientos regionalistas y nacionalistas de Europa por más que el Govern prometa que no lo hará dado su historial de repetida deslealtad institucional? Simplemente, la actual Generalitat no es fiable.
 
 
El conflicto entre el Gobierno y el Govern entra dentro de lo que se conoce como Guerras o Conflictos Asimétricos, donde uno de los adversarios es más fuerte o poderoso que el otro. Ahora bien, como se ha comprobado repetidamente, en esta suerte de conflictos no se cumple siempre el Principio de Tucídides (el fuerte hace lo que quiere y el débil sufre lo que debe), de modo que con cierta frecuencia (que es  cada vez mayor por cierto), esos conflictos son ganados por la parte más débil. Estudiar el porqué de tal fenómeno ha sido materia de trabajo en los últimos treinta años (desde la debacle norteamericana en la Guerra de Vietnam) y abundan las teorías y modelos al respecto. Yo, particularmente, me inclino por el modelo de Arreguin-Toft, según el cual las posibilidades de que la parte más débil gane en un conflicto asimétrico depende del tipo de estrategias conflictivas que usen los contrincantes, de modo que si los dos contrincantes usan estrategias-tipo similares, el fuerte siempre tiene el triunfo de su parte, en tanto que cuando usan estrategias-tipo disímiles, el débil tiene una oportunidad de vencer si el conflicto se perpetúa tanto que cansa al poderoso o si otros actores intervienen para contenerle.
 
 
¿Qué son estrategias-tipo similares? Pues aquellas, ya ofensivas o defensivas, que respetan las "leyes del conflicto"  que regulan las interacciones de los contendientes (leyes de la guerra para la guerra convencional, o las “leyes” y reglamentos establecidos en el terreno económico (por ejemplo los acuerdos comerciales o las normas de la Organización Mundial de Comercio) para la guerra económica, o la Constitución y el ordenamiento jurídico en el caso de las guerras o batallas legales). Dada la superioridad del fuerte, cuando la guerra se hace respetando las leyes, nada tiene que hacer el débil a la larga.
 
 
Pero también estamos en el mundo del conflicto con interacción estratégica de estrategias-tipo similares, si ambos contendientes, el fuerte y el débil, recurren a ataques y defensas al margen de las "leyes del conflicto". Por ejemplo eso sucede cuando el fuerte recurre a los ataques indiscriminados contra la población no combatiente o a la tortura y el débil recurre a la guerra de guerrillas y el terrorismo. También en este caso, a la larga, el débil lleva las de perder, pues la superioridad del primero en fuerza también se manifiesta fuera de las "normas".
 
 
Lleva por contra el débil algunas de las de ganar (no todas) si la interacción estratégica se da cuando el fuerte y el débil usan estrategias-tipo disímiles. Por ejemplo, si el fuerte usa estrategias de ataque convencionales y legales, y el débil recurre a la "Guerra de Guerrillas" o el terrorismo. O cuando el fuerte recurre a la “barbarie” y el débil se defiende respetando las leyes de la guerra, lo que mina la credibilidad y moral del fuerte .
 
 
Pues bien, si con esta perspectiva observamos lo que ha sucedido y está sucediendo en Cataluña en los últimos tiempos se nos abre una nueva perspectiva. Se trata, obviamente, de un claro conflicto asimétrico que sin embargo, en los últimos años, ha sido ganado por su actor más débil: la Generalitat independentista en la medida que ha seguido una estrategia de Guerra de Guerrillas contra el Gobierno de España, quien se encontraba maniatado en sus capacidad de respuesta por la obligación de respetar la legalidad vigente de todo tipo, incluida la contenida en el Estatut de Cataluña. Ese "handicap" permanente le ha impedido al Gobierno central la puesta en acción de estrategias ofensivas y/o defensivas salvo las de índole legal, cuya efectividad con un actor que usa esas tácticas de la guerrilla no es nunca demasiado elevada. Fuera del cambio legislativo del año pasado que posibilitaba a las empresas catalanas cambiar de sede legal sin necesidad del acuerdo de las Juntas de Accionistas, poco se ha hecho en el terreno estratégico desde Madrid. Ante esta incapacidad real de enfrentarse a esta estrategia se recurrió incluso a usar de estrategias de apaciguamiento (ayudas fiscales) que, contraproducentemente, apuntalaron el poder del Govern. Sólo en los últimos tiempos, se decidió actuar ofensivamente (el control de las cuentas), pero ya era tarde.
 
 
La Generalitat, por el contrario, no ha parado un sólo instante de hostigar al Gobierno central, a la vez que, como cualquier grupo insurgente, creaba un aparato de propaganda para captar partidarios y una red de protección y seguridad, un “santuario” como se llama en Análisis Estratégico, desde donde aprovisionarse y establecer las estrategias para el ataque final al Estado  que empezaría con el referéndum del 1-0.  Es sorprendente que todo eso se ha hecho con recursos de la Administración Central, pues en la Guerra de Guerrillas los guerrilleros se aprovisionan como parásitos de las provisiones de su rival, pues todavía no disponen de fuentes de abastecimiento propias . Es característico, por otro lado, de la Guerra de Guerrillas que nunca se plantea un ataque frontal al enemigo, sino que la guerrilla busca para lanzar los ataques donde hacer más daño y dónde están sus eslabones más débiles, incluso infiltrándose en las filas del fuerte para minar su voluntad de lucha.
 
 
Negar la efectividad de la estrategia de guerra de guerrillas de la Generalitat es tonto. Ha sido enormemente eficaz. El último botón de muestra ha sido la organización perfecta del referéndum del 1-0, que recurrió a las viejas tácticas de los grupos clandestinos para que sus organizadores evitaran ser detectados. Y, como predice el modelo, el recurso a la “barbarie” por parte del Estado, es decir, la actuación policial el 1-0, fue el mayor de los despropósitos. La “barbarie”, el ataque indiscriminado a gente pacífica que sólo quería votar como estrategia de ataque frente a una guerra de guerrillas es sencillamente estúpido, como sabe cualquiera que haya leído algo de conflictos o guerras asimétricas.
 
 
Afortunadamente, para el Gobierno de España, la propia victoria en esa fase del conflicto por parte de la Generalitat, se ha convertido en su debilidad, pues ya superada la fase estratégica de la Guerra de Guerrillas, a la Generalitat no le queda más remedio que abandonarla y plantar cara al Estado con armas similares ...y ahí tiene todas las de perder, como señala el modelo de Arrington-Toft, y como se está viendo en estas primeras fases de la guerra. Que, obviamente, no es una guerra tradicional o militar sino económica. La Generalitat está demostrando que es incapaz de evitar que el sector financiero y las grandes empresas abandonen Cataluña una vez que ya la cosa no va de "incordiar" al Estado y cansarle en una sucesión ilimitada de pequeños encontronazos de todo tipo, sino de suplantarle o sustituirle. Y como Estado, la Generalitat es un estado fallido por no-nacido siquiera.
 
 
En principio, teóricamente, la mejor estrategia ahora para el Estado sería seguir imperturbable con su actual política y buscar los medios para implementar una estrategia de hacer daño, que se define por la búsqueda del mayor daño del rival aunque ello te lo suponga a ti también pues ningún conflicto es gratuito. Por ejemplo, amenazando con alterar el Corredor Mediterráneo, amenzando con repensar el trasvase Ebro-Segura, amenazando con alterar las conexiones energéticas con Europa, etc. A la vez que esa política de amenazas, al Gobierno le interesaría curiosamente el no hacer nada en la práctica. Dicho de otra manera, al Gobierno de España lo que más le interesa es que cunda el “caos” económico o social en Barcelona y en Cataluña, o sea, el “daño”, por ausencia del Estado, tanto del Gobierno de Madrid (porque la situación social y la Generalitat no le dejarían actuar) como del Govern de la Generalitat (que no puede controlar a los actores económicos catalanes, salvo si permite a la CUP salir adelante con propuestas típicas de las revoluciones asiáticas, africanas o americanas de los años 60) de modo que fuera la propia sociedad catalana la que pidiera la intervención del Estado. Algo así como lo que sucedió en la famosa Semana Trágica.
 
 
Pero lo que vaya a suceder... sucederá en un futuro. Y nadie hoy lo sabe con certeza. Es previsible sin embargo que las presiones internacionales, de los actores económicos y de los partidos “buenistas” (PSOE, PNV y Podemos) no posibiliten que esa estrategia de infligir costes se desenvuelva en toda su intensidad antes de un Alto el Fuego con derrota de la Generalitat y vuelta a una situación de Paz Inestable. El tipo de paz que Ortega y Gasset había anticipado en su España Invertebrada que sería la norma convivencia o conllevancia del resto de España con Cataluña.
 
 
Si es así, si se llega a un Alto el Fuego pacífico o negociado sin vencedores ni vencidos, como gustan de decir  los curas y los buenistas de izquierdas, las cosas no pintan bien para el Estado pues, el modelo predice que tal “salida en falso” señalaría el inicio de un conflicto de mayor magnitud aún, pues está claro que el Estado Autonómico español no puede soportar sin estallar por todas sus costuras un Pacto Fiscal, tan insolidario y delirante como el que hoy regula las relaciones con el País Vaco y Navarra, también para Cataluña.  
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