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Fueron muy celebradas y, para muchos entre los que me cuento, incluso reídas, las declaraciones de don Artur Mas y de don Oriol Junqueras  en las que aseguraban a sus fervientes audiencias que no había que tener miedo a que la independencia de Cataluña desencadenase una "huída de capitales". Las risas provenían del hecho de que no ha habido que esperar a que ese tectónico acontecimiento sucediese para comprobar su falsedad, que el simple y abortado desarrollo del procés ha sido suficiente para desencadenar el cambio de sede social de más de 3000 empresas catalanas, por el momento, la mayoría medianas y grandes empresas. Y muchas de las que se han quedado ya han amenazado con su salida, caso de que el procés, como un zombie político, vuelva tras las próximas elecciones del 21-D.

 

Pese a haber participado del jolgorio y burla general hacia tan grandiosas y grandilocuentes personalidades políticas catalanas, no puedo sin embargo sino "echarles un capote torero" (pidiendo disculpas por usar de tan "españolista" y -sobre todo- "taurina" frase) señalando que, en mi opinión, las burlas deberían recaer más que sobre ellos, sobre sus asesores económicos, pues dado que ninguno de los dos es economista, esas opiniones sobre asuntos económicos seguro que no son suyas en origen, sino que provendrán con certeza de su circulo de "economistas de cabecera" por así decir. Dado que Junqueras "el bueno" tiene, a lo que parece, conexión directa con Dios (o, al menos, con su oráculo en Cataluña, el abad de Monserrat, el Delfos catalán), y no queriendo ser aún más blasfemo de lo que ya lo soy, en lo que viene a continuación  me referiré sobre todo al "senyor" Mas, que parece algo más laico, y a sus presuntos asesores, que no son divinos, sino humanos, aunque quizás no demasiado humanos, pues son economistas neoliberales. 

 

Es el caso que doy por sentado que don Artur seguro que tuvo asesoría económica pues cuando tuvo la humorada de poner como ejemplo, -tras su inmortal predicción de que  no sólo no se irían empresas de una Cataluña independiente sino que, todo lo contrario, se pegarían por instalarse en ella-, el caso de los bancos, augurando que no se irían, no porque comulgaran con el procés, sino porque no son "monjitas de la caridad", porque persiguen su propio interés... que es ganar dinero. Dicho con otras palabras, lo que Artur Mas decía era que la República de Cataluña se iba a convertir en una zona económica óptima para -incluso- las empresas bancarias, el paradigma del comportamiento capitalista de libro de texto. Catalunya independent sería, en suma, un paraíso capitalista. Y esta argumentación de Mas, que no recurre a la moral o a la política sino a la persecución del más egoista  interés privado económico a la hora de explicar el comportamiento empresarial, estoy seguro de ello, sólo la puede esgrimir  alguien a quien se le ha explicado el ABC del modelo económico neoliberal en clases particulares (en horario de tarde-noche,  supongo. No, obviamente,  por el mismo profesor que se las daba a Zapatero) 

 

La lógica económica detrás de la "predicción" de Mas resultará clara para cualquier estudiante universitario de Economía en España pues es la aplicación directa del único modelo que se les imparte en las clases: el modelo neoclásico. Con arreglo a esta forma de ver la cosa económica, el crecimiento económico depende sola y exclusivamente de las condiciones de producción y oferta. A un nivel general o abstracto  el crecimiento dependería de la propensión a ahorrar de los agentes económicos que se plasma en la acumulación de capital físico (inversión en equipo), de la acumulación de capital humano (educación)  y del progreso técnico. A nivel más concreto, poniendo un poco de vida o de carne en esta abstracción neoclásica, puede decirse, (siguiendo al otro fundamento del neoliberalismo:el llamado "modelo" de los economistas austríacos),  que la fuerza motriz de una economía capitalista se encarna en los emprendedores, innovadores y empresarios que son quienes deciden en último término realizar esos procesos de inversión y avance técnico, siempre siguiendo su propio y egoista interés.

 

El modelo neoclásico más teórico suele tener  en poca consideración los factores institucionales, pero en sus versiones más "realistas" se admite que para que los esfuerzos de empresarios y capitalistas fructifiquen se requiere de un entorno institucional adecuado y de la adecuada provisión de los adecuados bienes públicos. Es decir, que para que una economía capitalista crezca y prospere debe existir el adecuado capital social, es decir, una "sociedad civil" integradora ("inclusiva" se dice ahora) y "meritocrática" , en que el "mérito" personal se define de modo prioritariamente económico, es decir, donde el mérito de cada individuo depende primordialmente por la medida en que  los mercados recompensen su esfuerzo;  y un Estado que provea de modo eficiente -fiscalmente hablando- las infraestructuras físicas, educacionales, jurídicas y sociales que produzcan las externalidades positivas que aumentan la productividad/rentabilidad de las inversiones privadas en capital físico y humano. Finalmente, cabe incorporar también algunas características geográficas : la abundancia de recursos naturales, la disposición de salidas al mar y un clima no extremo favorecerían asimismo el crecimiento.  Todo lo anterior, si bien se mira, no es nada nuevo y no es sino una reformulación de las ideas elaboradas por Adam Smith en 1776.

 

No es nada extraño que cuando los economistas que creen a pies juntillas en esta "modelización" de las causas de la riqueza de las naciones miran a Cataluña, ven algo semejante a una Tierra Económica Prometida puesto que Cataluña cumpliría casi todas las condiciones para  ser el Paraíso Económico que debiera ser, y si todavía no lo es, ello se debe a que, por culpa de los azares de la historia, está sometida al yugo de una potencia "extranjera": España.

 

Empecemos. Cataluña ocupa, eso es indudable un espacio físico envidiable. Eso nadie lo duda y no merece la pena abundar más en ello. Está habitada por una población educada e integrada culturalmente (salvo por una "minoría" de charnegos irredentos) que -según dicen los expertos independentistas- comparte una "cultura" distinta producto de un idioma propio, lo cual disminuye los costes de transacción asociados a la diversidad cultural en la producción de bines públicos/colectivos. A lo que dicen, también esa población homogénes comparte asímismo los "valores" meritocráticos ( "la pela es la pela") imprescindibles para el desarrollo de una economía capitalista (como señalara Max Weber). No es por ello nada extraño que  su economía haya sido tan dinámica en el pasado (si bien en ese relato de la dinámica económica histórica catalana se olvidan las "ayuditas" de los sucesivos estados españoles ya desde el siglo XIX en forma de protección arancelaria, ayudas fiscales o inversiones dirigidas). Cuenta con un sector primario moderno y eficaz, cuenta con un sector industrial avanzado en sectores de futuro (empresas famaceúticas. de telecomunicaciones, etc,), cuenta con un sector servicios diversificado en que tan importante como el turismo es la investigación y formación en sectores punteros como la sanidad y las nuevas tecnologías. A todo ello hay que sumar además el activo que represrenta la ciudad de Barcelona que a su tamaño y comunicaciones añade un  capital reputacional de primer orden que la ha convertido en una ciudad de moda internacional. 

 

Pues bien, razonan los economistas neoliberales de cabecera de don Artur Mas, ¿qué falla en todo esto? ¿Qué le falta o más bien, le sobra a Cataluña, y que le impide ser la Dinamarca o la Holanda del sur de Europa? Pues que Cataluña no es un estado. Cierto. Cataluña casi es un estado: es una autonomía con un elevadísimo nivel de competencias transferidas. Pero Cataluña tiene que soportar la  carga que supone el tirar de una nación y también de un estado, España, de alguna manera fallidos en términos económicos, que carecen de sus características y  dinamismo. Sin esa pesada mochila de "vagos y aprovechados", funcionarios y agricultores, sin esa masa de  aficionados a la caza y a los toros que son los "españoles", y sin las cortapisas de "Madrit", entonces un estado catalán eficiente dirigido y gestionado por unos buenos economistas permitiría avanzar sin problemas a la economía y sociedad catalanas. Una sociedad que no sólo sería económicamente un paraíso sino que también estaría socialmente integrada, pues sin duda el bienestar económico soldaría las fracturas que el procés habría producido entre nacionalistas catalanes de origen y catalanes y charnegos no nacionalistas.

 

Ésa es, en pocas palabras, la esencia que se destila de las argumentaciones de los economistas neoliberales de cabecera de los políticos del procés Que esta es, además, la opinión no sólo de los independentistas más perjudicados mentalmente sino también de los más competentes  lo "muestra" sin dejar mucho espacio para la duda  la opinión que sobre el resto de España, sobre el carácter de los españoles y sobre sus muy escasas capacidades intelectuales y morales, tiene un grupo de los mejores científicos catalanes. (https://www.elconfidencial.com/espana/cataluna/elecciones-catalanas/2017-12-15/cientificos-independencia-espana-pais-agricultura-caza_1493203/ ) (si alguna vez alguien ha tenido o tiene la  duda de que la excelencia científica puede venir -y suele desgraciadamente venir- acompañada con la más delirante bajeza moral y la estupidez más acreditada en asuntos políticos y sociales, debería leer esta noticia. Tras leerla, y salvando las distancias, he vuelto a recordar el cerradísimo apoyo a Hitler de buena parte de los científicos alemanes no judíos).

 

El problema con este conjunto de creencias independentistas es que el modelo económico neoclásico, que está -repito- debajo de las políticas neoliberales y avalaría el procés, es, en mi opinión, sustancialmente erróneo. Son muchas y complejas  las razones que lo invalidarían, pero aquí destacaré sólo tres:

1ª.- En primer lugar, en la perspectiva neoclásica, no se da ningún papel independiente o autónomo a la demanda. De salida, los partidarios del modelo neoclásico tienen una FE que sería la envidia de cualquier religión, en el cumplimiento automático de la denominada Ley de Say, con arreglo a la cual, nunca hay problemas de demanda en una economía de mercado, a menos -eso sí- que el estado no intervenga con sus patosas manos en la misma. Siempre, en suma, puede venderse todo lo que se produce. Nunca hay problemas con la debilidad de las carteras de pedidos.

 

Para el caso que nos ocupa, ello significaría que los economistas de cabecera del procés sostienen que, tras la independencia, el posible boycot hacia las empresas catalanas por parte de los clientes del resto de España, no tendría efectos importantes ni duraderos sobre sus  carteras de pedidos por la "sencilla" razón de que el modelo teórico neoclásico del funcionamiento de la economía así lo asegura. A corto plazo -cierto es-,  algo (no demasiado, sostienen ya que al ser España miembro de la Organización Mundial del Comercio, no podría elevar altísimas barreras arancelarias contra los productos catalanes)  podrían caer las ventas al resto de España, pero dado que más de la mitad de las exportaciones de Cataluña se dirigen al resto del mundo, ese efecto sería pequeño y de fácil compensación para unos empresarios como los catalanes dinámicos a la hora de buscarse nuevos mercados. 

 

Pues bien, no parece que ese efecto del boycot fuera a ser ni mucho menos tan marginal. En un escenario de "guerra económica", como sería previsible tras la independencia, España podría recurrir a multitud de barreras no arancelarias que perjudicarían notablemente las exportaciones catalanas al resto de España. Y ello, sin contar, que ninguna de ellas gozaría de las ventajas de sus sustitutivos procedentes de otros países de la Unión Europea. De igual manera, las exportaciones a esta última de Cataluña también se verían perjudicadas tras su separación de  España y de la Unión Europea. 

 

2º.- En segundo lugar, las condiciones/restricciones  de financiación tampoco cuentan demasiado. Y no cuentan porque el dinero, en el modelo neoclásico de la economía, cumple un papel extrañamente poco importante. Es poco más que una unidad de cuenta que se usa para facilitar los intercambios en los mercados. La financiación de empresas y particulares nunca plantea demasiados problemas porque da igual cómo se haga, ya sea endeudándose o emitiendo acciones. Los agentes económicos -incluida la República de Catalunya- nunca tendrán problemas para hallar la financiación necesaria en la medida que sus proyectos sean viables y prometan el rendimiento requerido, luego -dadas las características tan deseables de la economía catalana- no habría  problemas de financiación tras la independencia en opinión de estos economistas indepes neoliberales.

 

Puestos a ponerse en el peor de los casos, tras la independencia, si la economía catalana sigue usando del euro como moneda, y si sus instituciones financieras quedan fuera del paraguas del Banco Central Europeo, podría haber algunos problemas financieros, a corto plazo, hasta que el dinamismo exportador catalán aportara los euros necesarios para esos procesos de financiación.  Para solventar esos problemas, de corto y medio plazo, algunos han propuesto convertir a la República de Catalunya en un paraíso fiscal.  No es esta, sin embargo, una postura demasiado compartida en el mundo independentista, pues está claro que la promesa era ser la Dinamarca del sur de Europa, no el Panamá europeo. Pero, pese a ello, el ejemplo de Irlanda está ahí para solventar esos problemas financieros a corto plazo.

 

3º.- Y, finalmente, los agentes que "pueblan" el mundo que describe el modelo neoclásico son una "especie" (in)humana que se conoce como "homo oeconomicus". Individuos perfectamente racionales y perpetuamente dedicados a satifacer sus propios intereses económicos. Por supuesto, eso es mucho suponer, y por eso en versiones más "realistas" del modelo se damite que no todos los agentes económicos tengan tal "excelsas" propiedades mentales. Pero, pese a ello, se suele admitir que "por término medio"  el "agregado" de los agentes (¡mejor no indagar qué es eso!) sería racional.

 

Para el caso que nos ocupa, lo importante para los economistas indepes no es que todos los catalanes sean racionales, sino que -por término medio- los agentes más decisivos en esa comunidad -los empresarios, emprendedores e innovadores-  lo sean y, además, se darían cuenta de la racionalidad económica del proyecto político de una República Catalana, y actuarían en consecuencia.

 

Pues bien, a lo que parece, lo han hecho, o lo han empezado a hacer. Pero no como los economistas "indepes" preveían, sino todo lo contrario: yéndose. Y ello significa una de las siguientes tres cosas. O bien los empresarios son racionales, como les exige el modelo neoclásico, y lo que es irracional -económicamente hablando- es el proyecto separatista, y prefieren largarse de Cataluña antes de que ese proyecto se haga realidad; o bien, los empresarios no son tan racionales, y como predice la Economía del Comportamiento, sus decisiones responden sistemáticamente a sesgos, como el denominado "sesgo del statu quo" que les lleva a tener una aversión al riesgo excesiva y dar en consecuencia un excesivo peso en sus decisones a su situación presente ya su mantenimiento; o bien, finalmente, a ambas dos cosas, a tenor de lo cual no sólo el proyecto de independencia es irracional económicamente hablando sino que, también, los agentes económicos distan de ostentar las características de racionalidad suma que se les presumen en el modelo neoclásico.

 

En mi opinión, esta tercera posibilidad es la más realista. El "modelo" económico que anida destrás de los argumentos de los ecionomistas indepes es -para mí- sustancialmente incorrecto, como ya he dicho; siendo además una de las razones de su incorrección el supuesto que establece acerca de la racionalidad instrumental de los agentes económicos. El modelo neoclásico es un modelo económico quizás apto para "vulcanianos" como el doctor Spock de las películas de Star Treck, no para seres humanos del planeta Tierra.         

 

 

En 1929, John Maynard Keynes pronunció una conferencia en la Residencia de Estudiantes de Madrid con un título que, con el tiempo, se haría justificadamente famoso: "La economía de nuestros nietos". Al final de ella, en su último párrafo se incluía la esperanza expresa de Keynes de que, con el tiempo, la Economía se convirtiese en un saber modesto que sustentase una práctica igualmente modesta y útil, como la Odontología.

 

Obsérvese que Keynes soñaba con que la economía alcanzase el status científico y práctico de la odontología, no de la Medicina. Dicho con otras palabras, se diría que para Keynes aún le quedaba un larguísimo trecho para que la Economía se pudiese concebir en el mismo plano científico que la Medicina, como una medicina del "cuerpo social". Le bastaba con desear que fuese como la Odontología. Hay que recordar que la Odontología, en los tiempos en que estaba hablando  Keynes, no tenía ni de lejos los niveles de desarrollo teórico ni técnico que ha alcanzado hoy día, de modo que, pese a los avances en las técnicas de empaste y endodoncia, los odontólogos de entonces aún sin antibióticos y antiinflamatorios efectivos se veían obligados a recurrir a las extracciones como remedio para casi todas las dolencias dentales así como al uso de dentaduras postizas como único medio para facilitar a las gentes con mala dentadura el llevar una vida lo más normal posible. Esa era la responsabilidad de los dentistas de entonces y de ahora también. Por eso, el que Keynes deseara para la Economía un futuro como el de la Odontología ha de verse con la adecuada perspectiva. Keynes deseaba que los dentistas-economistas fuesen profesionales útiles y responsables, cuyas intervenciones estuviesen guiadas por el viejo principio médico de "nil nocere", o sea, no hacer daño sin causa compensadora suficiente , a la hora de resolver problemas económicos. Y, por supuesto, y por seguir con la analogía de Keynes, es de imaginar que éste querría que los economistas fuesen tan responsables de sus actuaciones económicas como los dentistas lo eran de sus actuaciones en las bocas de sus pacientes.

 

Han pasado ya casi 90 años de la conferencia de Keynes, y con la perspectiva que da la historia de la Economía, se puede sin la menor de las dudas concluir que las esperanzas de Keynes no se han visto confirmadas en la realidad. Se que al decir esto me enfrento a la perspectiva autocomplaciente que sin sonrojo alguno repiten machaconamente la mayoría de los economistas académicos, que hablan y no paran del desarrollo de la "ciencia" de la Economía desde hace 50 o 60 años. Por supuesto, me refiero a lo que he denominado como modelo neoclásico, el modelo que ahora es el dominante en los ambientes académicos a la vez que conforma, como ya he dicho, el sustrato intelectual y teórico del neoliberalismo político.

 

Y sí, cierto que se ha desarrollado, pero en la dirección de una mayor ampulosidad, de una ritualización absurda. Se ha convertido en una sarta de construcciones mentales hipertrofiadas que, en el mejor de los casos, son la base de políticas económicas inútiles y, en el peor, francamente peligrosas para la salud económica de las sociedades que las aceptan acríticamente. El modelo neoclásico es una medicina del cuerpo social tan peligrosa como lo era la medicina precientífica de la Edad Media.

 

Que, dicha de una manera más suave, es esta una opinión entre algunos economistas se constató cuando tras la debacle que supuso la crisis financiera de 2008, causada en opinión de muchos por el abandono de las regulaciones de los mercados financieros que se llevó adelante siguiendo las recomendaciones de los sabios de la economía neoclásica, algunos pidieron que se elaborase un código deontológico para la profesion de los economistas que les obligase a la asunción de esponsabilidades por los desastres que se pudiesen seguir de la puesta en acción de sus recomendaciones.

 

Pues bien, es mi opinión que los economistas neoclásicos (algunos, por cierta sensación de vergüenza en atención a las estrictas consecuencias neoliberales que se siguen del modelo prefieren autodenominarse "neokeynesianos") que han avalado el procés tan alegremente, justificándolo y recomendándolo, minusvalorando sus consecuencias negativas, se han comportado irresponsablemente confiando ciegamnente en la "cientificidad", o sea, en la verdad de un modelo de la economía que dista de serlo, y nadie desde las instancias de la metodología de la ciencia lo avala. Han olvidado desde su "torre de marfil"  académica -que no "científica"- que puesto que sus ideas económicas no está demostrado que sean Ciencia -y yo creo, además, que son incorrectas-, esa obligación moral de "no hacer daño" que, como pensaba Keynes, debiera informar las recomendaciones de los economistas. Han hecho daño, y mucho, a la economía y a la sociedad catalana y española.  

 

Pero, ¿quiénes son esos economistas neoliberales tan pro-procés y que con seguridad han aconsejado a don Artur Más en su conversión al indepentismo radical? Son muchos, pero quisiera individualizar  aquí a los que componen la que he denominado Banda o "Gang"de los Seis, (aunque ellos prefieran autodenominarse, Colectivo Wilson), por las repercusiones mediáticas e internacionales cuyas opiniones han tenido a tenor de los puestos que ocupan en instituciones docentes de Estados Unidos y de Gran Bretaña. Son Xavier Sala-i-Martín, Pol Antras, Jordi Gali, Carles Boix, Jaume Ventura y Gerard Pedró i Miquel.

 

Se dice que en los años 60 del siglo pasado, la CIA utilizó a dentistas para que torturaran a los detenidos que capturaba/secuestraba en el marco de las guerras sucias que libró contra los movimientos progresistas y revolucionarios  latinoamericanos. Si tal cosa hubiese sido cierta, está claro que el "comportamiento" de esos profesionales de la Odontología violaba todo principio ético o deontológico de su profesión.

 

Pues bien, salvando todas las distancias, no puedo sino decir que el comportamiento de estos economistas de "la banda de los seis" (y otros muchos más como Andreu Mas-Colell, Xavier Vives, Guillem L. Casanova,...) que con sus opiniones están contribuyendo a las políticas que tanto daño real están haciendo a las gentes me recuerda -no sé por qué- al comportamiento de aquellos desalmados. Dado que la Economía no es una Ciencia, los defensores del modelo neoclásico (y de cualquier otro, dicho sea de paso) debieran extremar las precauciones a la hora de opinar y aconsejar, sobre todo a quienes sí tienen la capacidad de influir en las vidas de las gentes (o sea, políticos que ocupan posiciones de poder), cosa que parece que no han tenido la precaución de hacer los componentes de este gang o banda de los seis. ¡Ojalá que su comportamiento no les fuese impune! Pero me temo que el papanatismo y el corporativismo de los economistas académicos los acabe protejiendo (a fin de cuentas la inmensa mayoría de los economistas académicos también son neoclásicos y neoliberales)  y les permita seguir haciendo de las suyas como si nada.

                                                       FERNANDO ESTEVE MORA

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