Staging ::: VER CORREOS
Acceder

Participaciones del usuario Feliz - Economía

Feliz 22/12/03 18:45
Ha respondido al tema Adaptación al medio**: Cada día hay un ``sin techo´´ más*.
Metro Directo, www.metrospain.com Madrid, año 3, n2 534, pg. 6, Lunes, 22 de diciembre de 2003. La Columna. Por Elisabeth Iborra, periodista. Explotados y apaleados *La situación laboral en este país se está saliendo del tiesto. Coincidiran conmigo en que nuestros salarios no han sido actualizados conforme exigiría la subida de los precios. Ni de lejos. La convergencia con Europa se estará evidenciando en que aquí cada vez hay más extranjeros nórdicos (disfrutando de sus pensiones y sueldazos), mientras en países como Inglaterra o Francia cada vez hay más españoles. Desde luego, en la igualdad de nuestro nivel adquisitivo no se nota. De hecho, muchos de los que emigran a tierras del norte lo hacen porque allí les ofrecen puestos que aquí ni soñarían y muchísimas más contraprestaciones, como ocurre con las enfermeras, tan cotizadas en Gran Bretaña. *Los que nos quedamos en España, es decir, la mayoría de la población, nos debatimos entre el fin de mes y el afán de consumismo (o la mera supervivencia en los peores supuestos). Algo bastante perjudicial para el equilibrio mental de cualquier vecino que desee una vida medianamente digna. Haré un pequeño repasito, por si algunos siguen pensando que porque a ellos les vaya bien, los demás no tenemos motivos para quejarnos. *Contratos de varios meses, que muchas empresas van encadenando para no convertirlos en indefinidos y conseguir así las ayudas de la administración; despidos masivos y comunicados por mail o por el guadia de seguridad del edificio (véase el caso de algunos de los más de 200 trabajadores expulsados de Antena 3, con quienes no tuvieron ni la menor piedad); despidos improcedentes por cometer el sacrilegio de quedarse embarazada, a quién se le ocurre, por favor. Explotación de inmigrantes sin papeles, sin contrato, sin seguro, sin derechos y hacinamientos de los mismos en zulos inhabitables: circunstancia que hace un siglo se definía como esclavitud pero ahora, como somos muy políticamente correctos y sumisos como borregos, nos llega a los oídos como el ruido del tráfico a través de las ventanas. *Gente deslomándose por el salario mínimo interprofesional (si tienen la suerte de que un contrato se lo garantice), que en estos parajes es de 462 euros mensuales, en tanto que la media europea es de unos 1.020 euros: una diferencia de nada. Les juro que en Amsterdam me costó lo mismo cenar y salir de copas que aquí, y que en Italia he encontrado zapatos más baratos que en nuestras calles comerciales. Trabajadores autónomos incapaces de prever si comerán el mes siguiente y que a veces pagan a Hacienda más de lo que ganan, es decir, que pagan para trabajar. Desesperante. *Pero lo peor de lo peor es que con tamaña instabilidad, precariedad, inseguridad, miedo a quedarse en el paro y, para colmo, sin subsidio; miedo a la competencia de uno más joven, o de un hombre frente a una mujer, o de uno mejor preparado, etc. nos tienen a todos agarraditos de donde ninguno queremos que nos agarren: Ranzón por la cual no nos rebelamos, ni prtotestamos, ni denunciamos irregularidades, ni vamos a la huelga, ni nos negamos a desobedecer órdenes que contravienen nuestros principios e incluso hacen peligrar nuestra integridad física...No sé si deberían tener en cuenta estos detalles sin importancia los jueces que han responsabilizado a un minero y a un obrero que se quedaron tetrapléjicos por los accidentes laborales que sufrieron. Es como acusar a todas las víctimas de la inseguridad en su trabajo de haberse suicidado. [email protected]
Ir a respuesta
Feliz 22/12/03 18:02
Ha respondido al tema Adaptación al medio**: Cada día hay un ``sin techo´´ más*.
La razón, pg. 6, 13/12/03 Paloma PEDRERO escribe ``Los habitantes de la calle´´: Así llama Mónica Sánchez, en ``A ciegas´´, su imprescindible libro recién editado por www.rais-tc.org a los hombres y mujeres a los que un día se les quebró el corazón, o la mano del alma, o la última neurona convencional que guardaban en su cerebro. Así llama a todos los que un día se vieron abocados a buscar refugio en el cajero de un banco de billetes, en el metro, en algún albergue, en el hueco de un portal, en la estación de tren... Allí buscó Mónica durante tres meses de viaje a los habitantes de la calle. En todos los países de Europa encontró gente rota, amble o agresiva, fuerte o desconsolada. Pero todos a los que se acercó hablaron con ella, porque ella desprende confianza, y todos le contaron un pedazo de historia imaginada o real. Un hombre andaluz y ciego, habitante del asfalto del mundo, guió a nuestra escritora por esas calles europeas de Dios. Manuel, el cantaor, el dignísimo viejo que de crío vio cómo mataban a su padre por robar gallinas, la fue recomendando por teléfono dónde debía ir, con quién tenía que hablar, lo que no debía hacer: ``Si te intentan dar el palo y te libras, te largas y ya está. No los increpes. Antes la gente era más elegante en el robo. La necesidad tiene cara de hereje pero no de asesino. Y te prevengo. París tiene muchas violencias´´. Pero Mónica, regresó sana y salva, con la misma cara de niña y los ojos más grandes. El viaje fue largo y al principio del libro parecía que todo iba a ser triste. Luego, según ella iba conociendo la otra orilla, según iba dejando estaciones atrás, comenzó el vuelo. La niña se convirtió en paloma y descubrió el encanto de no llevar un macuto pesado, de no tener que acordarse de ninguna hipoteca, de no aferrarse a nada que no fuera mirar, comer algo en el instante del hambre, descansar cómodamente en cualquier yerba. E·ntonces las historias que le iban narrando dejaron de ser desoladoras y se convirtieron en poemas blancos y negros, rojos o violetas. Así, leyendo el libro, pudimos volar con ellos porque entendimos su risa y su esperanza. Entendimos que la frontera entre las dos orillas, la de los que vivimos cómodamente y la de los habitantes de la calle, es sutil, muy sutil. ¿Quién no conoce a alguien que un día se rompió? Fue por una muerte, un abandono, un divorcio, una dosis, una quiebra económica, una traición...¿A quién de nosotros no podía ocurrirnos? Y en la calle los hay que no quieren volver a resguardarse, pero los hay que sí. Y los hay buenos y los hay malos, como en todas partes. Y los que quieren volver nos venden revistas, nos miran a la cara, nos piden empleo. Y los que no, o no pueden, se acurrucan al lado de un letrero, de un perro o la botella. Y piden. Pero nosotros, con el bolsillo lleno, debemos dejarnos de pamplinas, de falsos argumentos que nos liberan de tener que mirarlos, y ayudarlos a todos. No hay que irse lejos para echar una mano. Aquí, en nuestras aceras, están los hombres rotos. Nuestro más cruel espejo. Paloma PEDRERO.
Ir a respuesta