¡Qué fácil parece pero qué difícil es ponerla en la práctica después! Una vez más se ha demostrado cuál es la mejor estrategia de inversión. Esta vez el catalizador ha sido la pandemia del Covid-19, pero antes ya lo fue el Brexit o el atentado de las Torres Gemelas. Esos días en que parece que el mundo se cae, que todo se termina, que mires por donde mires hay pesimismo y las bolsas se hunden, son señales inequívocas de compra. Casi cualquier valor bursátil que se hubiera comprado al tiempo de esos sucesos, unos pocos meses después han conseguido revalorizarse.
La receta es muy sencilla: primero has de tener estudiadas una serie de empresa en las que te gustaría invertir pero su elevado precio actual no resulta suficientemente atractivo. En segundo lugar, comprar acciones de estas compañías cuando un suceso de estas características ocurra y los precios de cotización se desplomen. Por último, aguantar pacientemente las acciones en cartera hasta que las aguas vuelven a su cauce y la normalidad se recupere. Será en ese momento cuando la inversión se rentabilice y haya merecido la pena el mal trago.
Sí, mal trago, ¿o acaso pensabas que esto iba a ser tan fácil como parece que es en el párrafo anterior? Si así lo fuera, la bolsa no tendría secretos para nadie. Aquí el problema es que la teoría es muy sencilla y todo el mundo la entiende, pero la práctica no lo es. Paso a detallar todo lo que esconde, entre otras cosas, una estrategia aparentemente tan sencilla:
1- Si ya estás invertido en bolsa, tus participaciones actuales seguramente estarán experimentando una gran caída en su precio de cotización, en línea con el mercado. ¿A quién se le ocurre hurgar en una herida que está sangrando? Es la comparación más apropiada que encuentro a comprar más acciones cuando todos tus valores están cayendo a plomo. ¿Para qué? ¿Para perder aún más dinero? ¿Soy masoca?
2- Lo más seguro es que no aciertes en el timing y los títulos sigan cayendo tras tu compra. Esto es muy frustrante, porque sabes la teoría de entrar al mercado cuando todo cae, pero no estás preparado para ver que, aun haciendo lo que supuestamente es correcto, has empezado a perder dinero tan pronto como has entrado en un título. Cara de tonto es otra definición, y el arrepentimiento llega rápido. ¿Quién me mandaría comprar? Sólo tenía que haberme quedado quieto y ahora mismo no habría perdido dinero.
3- Desconoces si las caídas se frenarán ese día o seguirá cayendo todo al día siguiente y al siguiente. Quizá al día siguiente la acción vuelva a caer a plomo. Para esto vale lo mismo que para la caída del cabello, que lo único que consigue detenerlo con total seguridad es el suelo. En las acciones lo único que consigue detener por completo la caída de su precio de cotización es cuando éste llega a 0. Aunque la estrategia sea la correcta, nunca puedes estar 100% seguro de que esta vez vuelva a funcionar, y mucho menos de que el valor que has seleccionado también lo vaya a hacer. La incertidumbre es doble.
4- ¿Cuánto invierto? Si soy codicioso cuando los demás son temerosos debo meter al menos tanto dinero como el que he metido cuando he sido temeroso mientras los demás eran codiciosos. ¿De verdad? ¿Voy a meter de golpe en la bolsa una cantidad superior a lo que valen las acciones que poseo, y que he ido comprando poco a poco? La respuesta es sí, deberías. ¿Por qué compras 10.000 € en acciones de Inditex cuando el mercado no hace más que subir y no te atreves a comprar 15.000 € de las mismas acciones cuando el mercado te ofrece lo mismo por un precio inferior? Un razonamiento tan sensato como este parece que no es tan sencillo de llevar a la práctica.
La razón de este suceso es clara, pero precisamente es la razón lo que menos clara está cuando tal aluvión de emociones afecta a tu capacidad de razonar. La vorágine interior que se experimenta por la colisión entre lo que debes hacer y lo que el cuerpo te pide hacer es tu debilidad, y lo que te aleja de aplicar la mejor estrategia de inversión para obtener rentabilidades impresionantes. Si no hay tantos inversores que lo consigan poner en práctica será porque no es tan fácil como parece, y yo doy fe de ello.