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                                           FERNANDO ESTEVE MORA

Brian Thompson, CEO de United Healthcare, una de las compañías de seguros médicos más importantes de los Estados Unidos fue asesinado hace unos días en Nueva York probablemente por un joven que fue detenido anteayer mientras comía en un macdonalds y al que se le encontró una pistola del mismo calibre que la que se utilizó para cometer el asesinato (¡qué raro por cierto que no se deshiciese de ella!) y un escrito/manifiesto contra el comportamiento de las aseguradoras médicas encargadas, en ausencia de un sistema público de salud generalizado, de la financiar el acceso a los servicios médicos en USA. A lo que parece, el presunto asesino era un cliente muy insatisfecho de United Healthcare. Cosa nada extraña en Estados Unidos donde es mayoritaria la opinión negativa de la gente respecto a las empresas aseguradoras en el sector de los cuidados médicos.

Hasta aquí todo "normal". Parte de una crónica negra. Pero lo que está llamando muchísimo la atención es la respuesta del "personal" en las redes sociales ante este asesinato. Y es que en vez de mostrar cariño con el asesinado y ofrecer las pertinentes y condolencias a su familia y allegados, se está produciendo el fenómeno radicalmente opuesto. Es más que visible lo contrario a lo esperado y hasta lo esperable Es decir que lo que se está viendo es que no hay mayoritariamente ningún duelo, ninguna pena por el muerto, sino todo lo contrario. Incluso es más que detectable que el personal que se expresa en las redes sociales lo que transmita es no su compasión y lástima por la muerte de Brian Thompson, sino su profunda satisfacción y hasta alegría por ella, así como su consideración como héroe justiciero para el asesino, y la pena por su detención. 

Por supuesto, todos los  analistas y comentaristas  se han llevado las manos a la cabeza. ¿Cómo es posible que en una sociedad liberal y sujeta al imperio de la ley haya quienes se alegren de la muerte de un ser humano a manos de otro? Pero, ¿a qué grados de inhumanidad y perversión moral pueden llegar algunos guiados por la envidia? Vale que el asesino estuviese insatisfecho con la calidad de los servicios prestados por United Healthcare pero, repiten incansablemente, ello nunca jamás podría justificar el pegarle unos tiros  en la calle a su CEO.

De acuerdo. Aunque obviamente acepto que el comportamiento de Brian Thompson y de la empresa que dirige no justifica el que se le mate, ello no es óbice sin embargo para que sí me cuestione si lo explica. No es lo mismo justificar (un asunto que depende de la Ética, la Moral y del Derecho) que explicar (cosa o asunto de la Economía, y por ello cosa de este blog).

Empecemos. El mero hecho de convivir en grupos sociales, una obvia consecuencia de la naturaleza social del ser humano, genera de por sí una suerte de "bienes" económicos en la medida que son escasos a los que se llama relacionales, pues son consecuencia de las interacciones de los individuos en esos grupos. Estos "bienes relacionales", que son por cierto bienes como los demás aunque no sean bienes materiales o tangibles, en la medida que son deseables para cualquier individuo, se clasifican a su vez en dos grandes grupos.

Están por un lado los llamados bienes posicionales. Son aquellos "bienes" a los que solo se puede acceder por tener más riqueza/renta que los demás. Son bienes posicionales las posiciones superiores en cualquier escala jerárquica, el poder político, el "status" social, los bienes en oferta inelástica (por ejemplo, obras de arte de los grandes maestros, bienes únicos e irreproducibles  de todo tipo, etc.) para los que se cumple que si alguien los posee nadie de los demás puede tenerlos Son las cosas en sentido amplio a las que sólo pueden aspirar los privilegiados del mundo económico y social, las que van asociadas a estar en los puestos elevados de la jerarquía que aparece siempre que la riqueza/renta no está igualitariamente distribuida. Son bienes posicionales los exclusivos y sólo accesibles para quienes gozan de una elevada posición social, y, en una economía de mercado, son en consecuencia los bienes a los que se accede no por tener mucho dinero, sino por tener más dinero que los demás, es decir, por tener más renta relativamente que los demás. Por lo tanto, en una economía de mercado, los bienes posicionales, su existencia, importancia y magnitud están directamente relacionados  con la desigualdad económica. Cabe pensar que en una economía de mercado en que inverosímilmente se diese una situación de absoluta igualdad en la distribución de la renta y la riqueza no habría bienes posicionales o caso de haberlos, el acceso a ellos o su distribución se haría por otras vías que no fuese la económica, por ejemplo, al azar, medisnte una lotería.

La otra categoría de los bienes relacionales la conforman los que podemos llamar bienes de sociabilidad. Se trata de "bienes" como  la autoridad (en el sentido etimológico y no policial del mismo, la "autoritas"), el prestigio, el respeto, la admiración, el afecto o cariño públicos. Son los "bienes" que  los individuos crean cuando están en comunidad y que otorgan voluntariamente a aquellos de entre ellos que estiman merecedores de los mismos. Dicho de otra manera, los bienes de sociabilidad  son fruto o consecuencia de la capacidad de benevolencia de las gentes.

Pero al igual que hay bienes de sociabilidad positivos como los ya mencionados, también hay "bienes de sociabilidad  negativos" . El desprestigio, la carencia de respeto, la burla, el desafecto o el odio hacia otros que se estima que se lo merecen son también creación de los individuos dentro de los grupos sociales, creación de su capacidad para la malevolencia de los seres humanos.

Pues bien, el éxito económico, el dinero, la renta, le permite a los individuos que lo alcanzan  acceder al poder y a los otros los bienes relacionales exclusivos o posicionales, pero no basta para "comprar" o acceder a los bienes relacionales de sociabilidad. Más bien y muy  frecuentemente, y para asombro de triunfadores y liberales, que parecen pensar que los bienes relacionales de sociabilidad  les salen gratis a los triunfadores en la política o los negocios,  sucede lo contrario. Es decir que a mayor  poder y  riqueza un individuo adquiere o recibe menos cariño, autoridad, respeto y prestigio alcanza entre los demás. Y esto independientemente de la legalidad y de la legitimidad de cómo se haya alcanzado el éxito económico.

Y esto es lo que los liberales y los economistas neoclásicos no entienden ni pueden asumir. Para ellos, la malevolencia, el odio social, el desprestigio...hacia los que alcanzan el éxito social sólo son entendibles en función de la ilegalidad e ilegitimidad de los medios empleados por los triunfadores en la competitiva carrera económica. Por contra estiman que si el éxito es merecido, entonces como una consecuencia lógica y natural del mismo también los triunfadores deberían de ser objeto de la estimación, el prestigio y el respeto social, es decir que los triunfadores deberían acceder a los bienes relacionales de sociabilidad "por la cara" pues como buenos economistas liberales estiman que el éxito individual se alcanza en una economía de mercado sólo a consecuencia de haber hecho actividades beneficiosas socialmente.

En suma, que si el éxito económico  es merecido, además, habría de ser reconocido y puesto como modelo y ejemplo de comportamiento a seguir. La implicación de todo esto es obvia: el asesinato de un triunfador económico como lo era el CEO de United Healthcare, no sólo es un delito injustificable moralmente sino también inexplicable -por absurdo- desde una perspectiva económica. Pues ese señor, si había llegado a ser tan rico en un mercado competitivo, sería  porque hacía lo suyo como CEO de esa aseguradora muy bien, y al hacerlo,  la sociedad se estaría por ello mismo beneficiándose. En consecuencia, su asesinato sería una pérdida colectiva social de la que sólo unos moralmente perversos que a la vez serían estúpidos económicamente hablando podrían alegrarse pues con su muerte toda la sociedad perdería.
 
Por contra, los críticos a esta percepción estiman que aunque el éxito económico haya sido conseguido por medios legales y legítimos (por el esfuerzo, inventiva, motivación y emprendimiento individuales en actividades socialmente legales y útiles), es decir, que sea merecido hay de salida un componente aleatorio en el mismo (¿sería hoy Elon Musk el mismo Elon Musk  que hoy conocemos si, hace años,  el recién nacido Elon Musk a consecuencia de un error hubiera sido cambiado por otro recién nacido en un lugar inhóspito como Gaza?) . La presencia ineludible de ese elemento aleatorio tras de cualquier éxito económico individual tiene por consecuencia que los triunfadores por el hecho de serlo no son merecedores del disfrute gratuito de los bienes relacionales de sociabilidad generados en los grupos y sociedades  de los que forman parte.
  
Y si esto es así, ¿cabe extrañarse de que la "gente" en Estados Unidos no lamente sino todo lo contrario el asesinato  de un CEO multimillonario de una de las empresas del sector más odiadas por la mayoría de población norteamericana, un CEO cuya riqueza personal se basaba en las trabas que su compañía pone a sus asegurados cuando estos se encuentran en las situaciones más débiles por estar enfermos? El que los CEOS y directivos de muchas empresas norteamericanas estén borrando de sus perfiles en las páginas web de las mismas sus fotos y datos personales es una señal de que, por fin, se han dado cuenta de que el éxito económico no comporta de por sí el cariño, el afecto y el respeto de sus conciudadanos...sino su desafecto y hasta odio en la medida que haya dudas acerca de la legitimidad de los medios usados para alcanzarlo por muy legales que sean.

Pero no hay que ir tan lejos para darse cuenta de que, cada vez más, los triunfadores están "disfrutando de en mayor medida de bienes negativos de sociabilidad, pues también está pasando aquí.  No hace muchos días que pillé en el tren una conversación en la que, tras aparecer los cadáveres de los cuatro grandes empresarios valencianos ahogados en la DANA, cuando la riada los cogió cuando volvían de una comida en Cheste, uno de los tres participantes dijo que, comparado con la lástima que le daban las gentes del pueblo que habían muerto, la muerte de esos ricos y exitosos empresarios le dejaba frío. (Ver NOTA 1)

No es difícil identificar los motivos, las razones que anidan detrás de este crecimiento en la malevolencia., de esa alegría ante las desgracias que experimentan los muy ricos.  Como ya se ha señalado en este blog en repetidas ocasiones la desigualdad económica y posicional distancia o separa a los individuos en grupos  crecientemente aislados (véase https://www.rankia.com/blog/oikonomia/1513732-traicion-meritocracia ) de modo que, a menos que activamente sea compensada, tienden a verse mutuamente como miembros de especies no sólo social sino casi biológicamente distintas. Recuérdese cómo los miembros de  las viejas aristocracias se pensaban a sí mismos como tan diferentes como para ser de "sangre azul". De parecida manera, hoy, los triunfadores económicos se creen a sí mismos como  superhombres nietzscheanos, como poseedores de unas cualidades (emprendimiento, cualificaciones, voluntad superior, etc.) que los hacen diferentes y superiores a "los de abajo" quienes no es nada extraño los vean a los miembros de las élites como miembros de una especie distinta a la suya, quizás superior o sobrehumana, pero por ello mismo otra, una especie humana pero de alguna manera  inhumana (traté esta cuestión de la alteridad u otredad de los muy ricos en  https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5014904-gigantes-enanos-economicos) con la que no se puede tener las mismas consideraciones morales que con los miembros de la propia especie. No hay que dar un gran salto mental para darse cuenta que es natural que los humanos, los de "abajo" acaben concluyendo que los miembros de esas elites  son una suerte de extrahumanos que, cual alienígenas de los relatos de ciencia ficción, se alimentan literalmente de las vidas de los humanos normales y corrientes, seres inhumanos de cuya muerte y desaparición sólo cabe alegrarse, como nos alegramos cuando en la guerra de los mundos el virus de catarro acaba con los extraterrestres que invaden nuestro mundo(léase a este respecto este post: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/6090644-canibalismo-economico) (ver NOTA 2)

Y resulta claro que una sociedad en la que la malevolencia hacia  sus élites dirigentes  se extiende amenaza su estabilidad. Y eso era bien conocido ya en la Roma clásica, en la  que existía una institución social, el evergetismo, que llevaba a los ricos de cada ciudad a competir entre ellos gastando en actividades de las que se beneficiaba toda la comunidad de modo que los ricos recibían el afecto y estimación de sus sociedades y el oligarca que ganaba la carrera evergeta alcanzaba el máximo prestigio y respeto sociales. Hoy, en estos tiempos en que los ricos oligarcas nunca abandonan sus paraísos terrenales y fiscales, hablar de una vuelta del evergetismo, de una competencia entre los ricos por pagar no menos sino más impuestos es sencillamente un delirio. Pero paralelamente también lo es el que los ricos esperen ser queridos y admirados y que sus desgracias y penas no sólo no causen pena y solidaridad y compasión sino que incluso lleguen a ser motivo de alegría para la mayor parte de los grupos y sociedades de las que forman parte.
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NOTA 1:
A lo anterior, otro de los contertulios añadió que él -incluso- se alegraba de esas muertes ofreciendo, como motivo de su alegría, una -digamos que- curiosa y singular y confusa "explicación" o teoría (que remite por cierto a la teoría del bien limitado que para la Antropología Cultural caracteriza a las sociedades tradicionales y para la que el bienestar esta "limitado" de modo que si alguien aumenta su bienestar ello implica que otro experimenta una disminución en el suyo) en la que su muerte vendría a ser algo así como el restablecimiento de un "equilibrio kármico" no tanto como hipotético castigo por la segura injusta manera en que habían accedido a la riqueza, sino por el hecho de que su desgracia tras largo tiempo de disfrute de algo así como un excedente bienestar obtenido por su riqueza compensaba de alguna manera la desgracia o malestar de los demás. Es decir, que no estaba moralmente mal alegrarse del mal ajeno si este mal recaía en los que disfrutaban de un excedente de bienestar material. La conversación no siguió cuando el tercero del grupo, al darse cuenta de cómo yo "ponía la oreja" y  cotilleaba en lo que decían, les vino sutilmente a llamar al orden. Dijo algo así como que más valía dejar el asunto o pues lo que estaban diciendo podía ser considerado un delito de odio. No, ciertamente no era un delito de odio. Pero sí era una manifestación de su desafecto u odio.

NOTA 2:
No puedo aquí sino recomendar muy encarecidamente el maravilloso libro de David McNally: Monstruos del mercado: Zombis, vampiros y capitalismo global en el que cuenta cómo las gentes usaron de leyendas y mitos de seres no humanos para dar cuenta de cómo se explicaron los negativos efectos que en sus vidas se derivaron de la revolución industrial y la consolidación de una economía de mercado globalizada. 
 
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  1. en respuesta a Fernan2
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    #2
    12/12/24 16:54
    Creo que hay que distinguir entre la envidia y la malevolencia. La envidia es desear lo que el otro tiene estimando que si se tuviese el nivel de bienestar experimentado sería superior al que se experimenta. Se habla así, como un posible criterio de equidad a una situación de ausencia de envidia. La malevolencia/odio es desear que el nivel de bienestar del otro caíga. Se distingue entre odio fuerte ("strong hate") que acontece cuando el odiador está dispuesto a sufrir pérdidas en su bienestar siempre que el odiado pierda, del odio debil ("weak hate") que es la situación en que el odiador desea que el por él odia sufra pero no está dispuesto a sufrir nada por causarle ese dolor.
    Pues bien, lo que sostengo es que todos los seres humanos podemos ser benevolentes o malevolentes respecto a otros dependiendo de las circunstancias y al margen de que se sea envidiosos o no. Ahora bien, uno puede odiar a otro sin tenerle la menor envidia. En mi opinión a lo que estamos asistiendo es a lo que digo en el texto: a un incremento generalizado de la mayoría de las gentes en sus niveles de odio débil hacia las élites sociales y económicas por las razones explicitadas en el texto independientemente de la envidia que se les tenga. No creo, por poner un ejemplo, que la mayoría de gente que vocifera cotidianamente su odio a "Perro" Sanchez quisiese cambiarse por él, es decir, que envidie su posición.
  2. Top 25
    #1
    12/12/24 12:47
    Yo creo que la animadversión hacia este hombre tiene dos componentes:
    • El primero, que aplica a todos los triunfadores, es la envidia. Ése tiene más que yo -> lo odio. Da igual que Amancio Ortega haya comprado a los hospitales públicos unas máquinas que con su presupuesto no se podían permitir, no le van a faltar detractores haga lo que haga porque es muy rico.
    • Y el segundo, que aplica a Brian Thompson (o a Trump o Hitler) es el percibirlos como un daño para la sociedad. Son gente que causan daño a muchas personas y tendríamos una sociedad mejor sin gente como ellos. Y en este caso, es un odio racional y hasta justificado. Obviamente la forma civilizada de tratar a esta gente es meterlos en la cárcel, no matarlos, pero debido a su poder es difícil que se haga justicia con ellos, lo cual aún empuja más a algunas personas a alegrarse de que sean... no diría asesinados, para ellos sería más bien ajusticiados.

    En el caso de los empresarios víctimas de la DANA, me parece que tus vecinos de tren eran MUY envidiosos; seguro que estarán comprando lotería de todo lo que tengan cerca, no sea que le toque a mi vecino, amigo o compañero de trabajo y a mí no.