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MENA: Make Europe Nothing Again

Acerca del Proyecto Ucrania y el "papelón" de Europa en el mismo
                                                    Fernando Esteve Mora

Tras tanto vergonzante debate en torno a los llamados "MENAS", o Menores No Acompañados, se me ha pasado por la mente otra posible "traducción" de este conocido acróstico  en consonancia con otro del que llevamos mucho tiempo oyendo y me da que más vamos a oír en los próximos tiempos: el MAGA, el "Make America Great Again", el eslogan que Donald Trump puso de moda en la campaña electoral que le llevó a la presidencia norteamericana hace ya ocho años y muy probablemente le  llevará otra vez a ese puesto este año.

MENA: Make Europa Nothing Again se diría que es el eslogan que guía a las autocomplacientes élites europeas, pues una vez y otra las políticas que instrumentan desde Bruselas parecen no perseguir otro propósito que no sea el de dinamitar el proyecto europeo, no sólo en lo que se refiere a impedir la realización del sueño de convertir a Europa en un actor relevante en la escena geopolítica mundial, sino incluso en su objetivo primario de evitar una nueva catástrofe intraeuropea, permitiendo salir de su encierro  a los viejos demonios familiares europeos, esos que han acompañado la tortuosa vida de las naciones y estados europeos desde el final del imperio romano.

Veamos. Cada vez aparece más claro que lo que se ha venido en llamar Proyecto Ucrania, el apoyo decidido y constante a la solución militar en el contencioso ucraniano-ruso, de modo que éste es en realidad una guerra total Occidente-Rusia sólo que  localizada o circunscrita al  territorio ucraniano, formaba parte de un "proyecto" más amplio y radical defendido por la élite neocon norteamericana para apuntalar su proyecto de un siglo XXI norteamericano, un siglo en que los EE.UU sigan manteniendo su posición y privilegios a escala planetaria.

Cierto, el rival estratégico de los EE.UU. tanto en el ámbito económico, militar, político, ideológico, científico y cultural no es ni Europa occidental ni Rusia, sino -obviamente- China. Y para los ideólogos neocon la derrota total de China en ese conflicto pasaría por el acceso excluyente de los EE.UU a los inmensos recursos y territorios en el Norte y Este de China: en Siberia fundamentalmente pero también en las antiguas repúblicas asiáticas ex-soviéticas.

El problema era el de cómo "echar mano" a ese dulce geopolitico que hoy como desde hace tres siglos está en poder de Rusia. Y la respuesta era obvia: debilitando a Rusia hasta el extremo de que no le quedara otro remedio que, más o menos voluntariamente,  echarse en los brazos de "América". En sus sueños más húmedos, y como es de sobra conocido pues incluso  han circulado por ahí mapas al respecto, los neocon se plantearono como el mejor de los mundos posibles para "América" el desmembramiento territorial de la Federación rusa en varios estados rivales, a cual más débil y más factibles por tanto de control por parte de los EE.UU.

Desde esta perspectiva, resulta evidente que para construir esa pinza estratégica antichina, que encerraría a China por  el norte y el este completando así enteramente el cerco que desde hace décadas  ha elaborado desde el sur y el oeste, los EE.UU. habían de librarse de Vladimir Putin y lo que este ha venido  representando desde que accedió al poder en Moscú tras el interregno que supuso aquella patética marionetas alcoholizada que fue Boris Yeltsin,  es decir, los intereses de los nacionalistas cuyo eslogan podría escribirse como  "make russia great again".

Y en esta operación geoestratégica neocon, la pieza clave, el eslabón central de esa cadena era Ucrania, o mejor la derrota de Rusia en Ucrania. De eso iba el Proyecto Ucrania. Todo eso de la democracia, el liberalismo y los valores occidentales es, como bien sabe cualquier economista, de empresa, mera propaganda comercial para vender el producto a los clientes, los ciudadanos europeos que habrían de correr con buena parte de los gastos de la "fuesta", de esa party de los neocons.

Los neocons sabían que la Rusia de Putin no podía permitirse que Ucrania se uniese sin más a Occidente pues ello implicaría la inmediata caída de su último aliado europeo, Bielorrusia, y mostraría a las claras una debilidad que fácilmente podría ser aprovechada por los EE.UU. para generar las ya habituales y correspondientes  "revoluciones de colores", otros "maidaners" como el que organizaron en Ucrania en 2014, en diferentes regiones y territorios rusos que acabarían desde dentro con la Federación Rusa. Y, en nada, caso de que Rusia fuera doblegada en la guerra de Ucrania,  se vería el surgimiento de bases norteamericanas en lugares impensables como Siberia, Mongolia, Tayikistán y demás "kanatos". La "pinza" antichina se cerraría.

Lo demás, lo que ha sucedido desde entonces no ha sido sino la completa  debacle de esa estrategia neocon amparada por la administración demócrata norteamericana. Para su sorpresa, Rusia ha aguantado como nadie esperaba. Y no sólo eso sino que está saliendo reforzada en todos los planos: el económico (ya es la cuarta economía del mundo), el militar, el estratégico, el internacional, el de su cohesión interna. A la vez que su cada vez mayor sintonía con China y otros países cuestiona y debilita a "Occidente" y pone en riesgo la supremacía norteamericana en un futuro cercano.

Nadie sabe cuánto más durará Ucrania en los frentes de combate, pero todo el mundo ya sabe que Ucrania o mejor, lo que quede de ella, que no será mucho ante la "debacle" demográfica, territorial, económica y política que está padeciendo, no va a ganar la guerra.

Y en estas estamos que vuelve a aparecer Donald Trump (acompañado por J.D.Vance, un reconocido "antizelenskyniano") que, con su tradicional perspectiva empresarial, lleva tiempo diciendo que la inversión en el "proyecto Ucrania" es una inversión fallida, dinero y recursos de los contribuyentes norteamericanos tirados en una guerra perdida y en un proyecto fallido (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/6283137-regreso-donald-trump ). Seguir dedicando recursos a un proyecto fracasado es, como sabe cualquier empresario, lo más estúpido que se puede hacer. La implicación es obvia: para "frenar" y controlar a China hay que buscar otras estrategias, y todas pasan por echar el cierre al "Proyecto Ucrania".

No me resulta nada difícil imaginar que para Donald Trump y los intereses empresariales que representa (las industrias de la construcción y de la energía), lo "ideal" sería volver a lasa excelentes relaciones que con Putin tuvo en tiempos que abrían Siberia a las inversiones norteamericanas, Es difícil que tal cambio radical pudiera hoy darse, pero no es impensable que, una vez más, fuese un nada acomplejado presidente "halcón" republicano el que salvase a los EE.UU de una guerra en la que les habría metido un acomplejado presidente  "paloma" demócrata .  

Y
¿que´ va a pasar previsiblemente con Europa? Pues lo que ya está pasando. Que todo le está pillando con el pie cambiado. Sus estúpidas élites (esa delirante mescolanza de conservadores, socialdemócratas, ecologistas y fascistas tout court  que se mueve tan graciosamente como los antiguos aristócratas  por los pasillos de Bruselas, la nueva Versalles) se pusieron al más ignominoso y servil servicio como mamporreros de la estrategia de los neocons norteamericanos en su "proyecto antichino". De tener como socio a una Rusia mas que dispuesta a venderles sus recursos energéticos, agrícolas y mineros a unos precios más que ventajosos, ahora han de pagarlos a unos precios más elevados, a la vez que al haber convertido a Rusia de pacífico socio comercial en  enemigo declarado, se ven obligadas a dedicar cada vez más de sus recursos a eso que antes les salía gratis: su defensa. Unas élites que -ahora mismo- están entrando en  pánico ante el papel que les va a tocar hacer si gana Trump como es más que previsible y los EE.UU. les dejan a solas con el "marrón" sangriento de Ucrania....Y ello cuando, encargándose de la política exterior de la Unión Europea, o sea, para gestionar ese "marrón" y  en sustitución del ya más que impresentable Josep Borrell, a la élite europea no se le ha ocurrido mejor opción entre los millones de ciudadanos europeos que elegir a una patológica rusófoba estoniana, Kaja Kallas, que -por cierto- aparece en las listas de delincuentes buscados por la policía rusa y no por sus rusófobas opiniones y decisiones contra la minoría rusa en Estonia cuando fue primer ministro sino por sus políticas contra los monumentos y memoriales antinazis. Pero ¡cabe mayor despropósito que este!

Y aun pretenden esas elites europeas que los ciudadanos europeos confíen en ellas y reconozcan su autoridad intelectual y moral y su "saber hacer" y, por supuesto, sigan respetando sus nada pequeños privilegios. E incluso se atreven a decir, el colmo de la desvergüenza que, sin ellas, el caos que ellas han traído está asegurado.

Addenda
Como muestra de cómo la élite norteamericana se "preocupa" por Europa dentro de su estrategia y de cómo en su imaginario cultural siguen todavía pensando que en el fondo con ellos "no va la cosa", que como les pasó en la II Guerra Mundial, los desastres de la guerra se quedan en Europa, no puedo sino traer a colación lo que Lavrov, el ministro ruso de asuntos exteriores denominó "desliz freudiano"  hace unos días en una reunión interministerial en  la ONU en Nueva York y que me ha llamado la atención:
 "(El consejero de Comunicación sobre Seguridad Nacional de la Casa Blanca) Mr. [John] Kirby, en nombre del Presidente de los Estados Unidos ha dicho: "No buscamos una Tercera Guerra Mundial. Eso tendría consecuencias desastrosas en todo el continente europeo". Un desliz Freudiano, si así se quiere.  Washington está convencido de que no van a ser los Estados Unidos sino sus aliados europeos los que sufrirían caso de una nueva guerra global. Si la estrategia de la  administración está basada en un análisis así, se trata de un error extremadamente peligroso
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