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                                         FERNANDO ESTEVE MORA

Son estos -¿quién se atreve a dudarlo?- tiempos de confusión. Anda el personal, andamos las gentes, desconcertados o desnortados. ¿Qué somos? ¿quiénes somos? Incluso los que nos definimos como normales pero sólo en su estricto sentido  estadístico (o sea, porque  en una serie de características o comportamientos creemos estar dentro del rango o intervalo definido por la desviación estándar en torno al valor medio de la distribución normal de cada una de esas característica o comportamientos) nos sentímos sin embargo inseguros: ¿somos o no normales o más bien somos "fachas", conservadores o progresistas? ¿somos o no transfóbicos, gordófobos u homófobos, machistas o feministas, racistas  o...vaya-usted-a-saber-qué?

En suma, que está claro que estamos en medio de una variedad de guerras culturales, lo cual ya es malo de por sí para cualquier sociedad o comunidad, pero esta maldad se acentúa aún más cuando se da lo que se está dando, y es que nadie sabe con total certeza de qué lado está en cada una de ellas. Imaginemos que nos llaman a filas en una guerra, y sí, imaginemos también que con mayor o menor entusiasmo o convencimiento  nos disponemos a ir al frente y a darlo todo, pero que el problema es que no sabemos en qué bando estamos, por qué bando hemos de luchar, a qué trinchera acudir.

Se trata este, si se piensa un momento,  de un problema de medida. No sabemos qué somos ni quiénes somos ni con quién estamos ni contra quién luchamos porque no tenemos un baremo, una vara de medida, un "algo"  respecto a qué compararnos. ¿Cuál es, por ejemplo,  la "unidad de medida" del comportamiento machista o del feminista que nos defina como machistas o feministas? Y así con todo. No lo sabemos...y de ahí la confusión y el malestar existencial que nos encoge: puesto que no sabemos qué somos, no sabemos quiénes somos.

Y es que, como bien sabemos los economistas, sin "unidades de medida", sin patrones, sin escalas, no sabemos qué somos, si -por poner un ejemplo- somos ricos o pobres. Ya Adam Smith en la Riqueza de las Naciones cuando afirmaba que la pobreza es relativa, que los pobres del Edimburgo de su tiempo eran ricos en relación a los reyes africanos, podía hacerlo porque implícitamente estaba estableciendo un sistema de comparación o medida a la hora de definir el tener "algo".

Pues bien, dado que este blog tiene un propósito público cual es coadyuvar al bienestar general, y dando por hecho que contribuir a la definición de un "sistema de medida o clasificación" es paso básico para eliminar la incertidumbre que acompaña a la indefinición a la que se ha hecho referencia antes, me permito ofrecer como eficaz "prueba del algodón" una imagen,  en concreto la siguiente fotografía de una "obra" que está un escaparate de mi barrio aquí en Madrid..


Mírela el lector con "cierto" detenimiento y evalúela y júzguela.  Y ahora empiece a plantearse preguntas ..y a respondérselas: ¿Empodera o no a la mujer? ¿Es sexista? ¿Se burla o, más bien, enaltece a la patria? ¿Cosifica al cuerpo femenino? ¿El Estado reprime a la mujer?...Las respuestas que dé  a estas preguntas y a otras muchísimas más de ese tenor que pueden hacerse  le darán -estoy seguro de ello- una idea de qué es, de quién es, de qué lado está en este lío en que la vida postmoderna se ha convertido

Una de las funciones del "ARTE" así con mayúsculas es ayudar a que los que no lo somos entendamos  mejor el mundo. No conozco al autor de esta "obra" consistente en último término en algo tan fácil y tonto como lo es el pegar una banderita de España en la entrepierna del maniquí de una mujer, remedando así los labios de una vulva. Pero sin embargo, creo que quien ha hecho esto, esta "tontería",  ha sido un auténtico artista al hacer esta "obrita". Un artista no, obviamente, al nivel de  Fidias o Giotto o Rembrandt, Velázquez o Goya, pero sí un artista al nivel de Marcel Duchamp o de mucho de lo que hicieron Dalí o Picasso, y por supuesto, mucho más alto como artista  que todo lo que hicieron esos gazmoños y sentimentaloides  impresionistas que tan alta estima tienen en los mercados del arte
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  1. #1
    02/04/23 19:12
    Yo, depende de con quién hable, soy "rojilla" o (cada vez más a menudo) "fascista", término que, lejos de ofenderme suele retratar a mi interlocutor: no tiene ningún argumento para rebatir el mío y enseguida pone esta rápida etiqueta. 
    Diré que me gusta la incorrección política en un mundo tan cuadriculado, justamente porque descuadra.
    Saludos.