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                             FERNANDO ESTEVE MORA
(retomando...)

Dejémos de lado la cuestión de la más que cuestionable "realidad" que pueda haber tras la acusación por parte del Tribunal Penal Internacional (TPI) a Vladimir Putin de secuestro o traslado forzoso de niños (unos 16.000), a lo que parece niños huérfanos o abandonados en hospicios en su mayoría,  de las zonas de Ucrania en guerra (zonas hoy pertenecientes de facto e incluso legalmente  -para Rusia- a la Federación Rusa) a otras zonas en paz de Rusia.  Dejémos de lado esa cuestión aparentemente "legal" y centrémonos en "lo importante". Pues es el caso que esta acusación a Putin de crimen de guerra por ese traslado forzoso de niños que lleva aparejada  una orden para su captura  va a tener sus consecuencias nada deseables, y no sólo para él.

Aunque la efectividad real de la orden de arresto que tal acusación supone es hoy por hoy evidentemente nula, dado que Rusia desde 2016 se ha sumado a EE.UU. (ver la NOTA  al final de esta entrada) y a otros muchos países (China o Ucrania entre ellos) que no reconocen plena jurisdicción o  legitimidad  al TPI, no sorprende nada a un economista que el señor Zelensky, el autócrata dirigente de Ucrania,   y el entero "aparato" mediático de la prensa occidental se alegren y "tiren cohetes" ante tal orden, ante la conversión de Vladimir Putin en un (presunto) delincuente. Y no sorprenden nada  a un economista esas alegrías, aunque por otra parte quizás sí deberían sorprenderle.

Sí, si que deberían sorprenderle, pero sólo si asumiera que el objetivo a perseguir para economista en una situación de guerra habría de ser el de terminar con ella. Por la sencilla razón de que las guerras, como "sistema" o mecanismo de solución de disputas son ineficientes, desde un punto ce vista económico agregado o colectivo. Pero el "problema" es que,  como ha recalcado Bruce Bueno de Mesquita (uno de los economistas que junto con Thomas Schelling, Mancur Olson, Jack Hirshleifer y Gordon Tullock, más ha reflexionado acerca de los conflictos violentos en la esfera internacional), la primera causa de los mismos  es que "meterse" en ellos, "ir a la guerra", es algo habitualmente  eficiente y ventajoso  para los líderes o coaliciones que dirigen esos estados.

Es decir, que la explicación del porqué de las guerras se encuentra frecuentemente en que si bien las guerras son irracionales/ineficientes  desde el punto de vista agregado o colectivo para los pueblos quer las hacen, es frecuente sin embargo que lo sean muy "racionales" y eficientes privadamente, muy ventajosas para los dirigentes políticos de los gobiernos  que los dirigen al matadero de los campos de batalla.

A este respecto, Bueno de Mesquita ha señalado que para "meterse en una guerra" no sólo es necesario que quien dirige el Estado, su líder (sea un individuo o una élite)  pueda sacar partido personalmente de ella (ya sea económico o político) sino que se requiere que pueda hacerlo, o sea, de que la composición de las fuerzas que articulan una sociedad le permitan hacerlo, lo que pasa porque no sólo sea él -el líder- quien se beneficie privadamente de la guerra.

de Mesquita distingue aquí entre tres formas de clasificar a los miembros de una sociedad. Por un lado estaría el pueblo o la ciudadanía, o sea, el conjunto (N) de gente que compone una nación con alguna capacidad política, o sea, el cuerpo electoral o electorado en las sociedades democráticas. Pero  dentro de él, de Mesquita distingue lo que llama  el selectorado (S), que señala el número de gente que puede entrar a formar parte de un subconjunto especial, una  coalición ganadora con acceso a bienes privados proporcionados por el aparato del estado, y, finalmente, estaría esa misma coalición ganadora (W) cuya amplitud refleja la cantidad de gente cuyo soporte es esencial para mantener al líder en su puesto.

Ahora bien, en tanto que, por definición, todo el mundo en una sociedad saca ventajas o beneficios de los bienes públicos que producen políticas como la de defensa nacional o la de salud o educación públicas, o padece también las consecuencias de los males públicos como las guerras; sólo los miembros de la coalición ganadora sacan adicionalmente  beneficios privados  de esas políticas públicas que hacen los líderes. No es por ello nada extraño que los países democráticos en los que el tamaño del selectorado S es amplio y el de la coalición ganadora W relativamente pequeño no sean demasiado agresivos en su política exterior, pues son pocos los que pueden beneficiarse privadamente de las guerras en tanto que los países autocráticos en los que  S es pequeño y W también, lo sean más. Es decir, que los países menos democráticos (con W/S pequeño, y S/N también) tendrían en principio una más elevada propensión a "meterse" en guerras.

Dicho de otra manera,dado que una guerra es colectivamente ineficiente ello significa que toda la población N sufre en ella, pero que los miembros de un subconjunto S de la misma, el selectorado, puede que "saquen" algo positivo de la misma (dependiendo de si la guerra se gana o se pierde o de si pueden acceder a la coalición ganadora) y un subconjunto de ese subconjunto, la coalición ganadora W gana  con la guerra ya sea legalmente o ilegalmente (por ejemplo vía la corrupción. Recuérdense por ejemplo aquí los repetidos casos de corrupción dentro de la administración ucraniana que van desde la apropiación privada en la gestión de los ingentes fondos de la ayuda occidental hasta la gestión del "escaqueo" de ir al frente para los hijos de los miembros de la coalición ganadora ucraniana).

Pues bien, desde esta perspectiva de Economía Política de la Guerra, la acusación de criminal de guerra contra Vladimir Putin del TPI tiene dos obvios efectos:

1º) Convierte injusta e injustificadamente a Putin a los ojos del pueblo ruso en general, y de su selectorado en particular, en una víctima  de la rusofobia occidental, del evidente racismo por parte de Occidente (de sus élites y de la mayor parte de sus ciudadanos) a todo lo que "huela" a ruso, lo cual inequívocamente se traducirá, no en menos, sino en más apoyo del electorado ruso y de su selectorado a sus políticas tanto a nivel interno como sobre todo externo, incluida por supuesto la guerra en Ucrania. Ni qué decir tiene que la acusación del TPI a Putin convierte todavía más en frustrante sueño "húmedo" de adolescente reprimido las expectativas nada racionales de acabar con Putin "desde dentro" que tanto han hecho "babear" de placer a neocons y medios de comunicación (aunque, como ya se señaló en este mismo blog, nada nunca ha hecho pensar que una hipotética "destitución" de Putin modificaría en algo la postura política y militar del Kremlin respecto a Ucrania).

2º) Convierte la guerra de Ucrania para el propio Putin, el autócrata ruso, en una guerra privadamente existencial, lo cual -obviamente también- refuerza su particular incentivo en porfiar en ella hasta la victoria total de Rusia sobre Ucrania pues es obvio que a Putin le va ahora mucho más en ello. Y es que la derrota de Rusia en Ucrania tendría ahora para él (y no sólo para el pueblo ruso) consecuencias extraordinariamente negativas (por ejemplo, acabar en la cárcel). Asimismo, es evidente, que para los miembros de la coalición ganadora  W que apoya a Putin, esta acusación contra Putin no anticipa para sus miembros sino la mas elevada probabilidad de ulteriores y más duras sanciones y castigos por parte de Occidente (ya se sabe: cuando las barbas del vecino...) caso de que Rusia perdiera la guerra, lo que contribuye a reforzar el apoyo de esta coalición ganadora W a su  líder Putin en su empeño en ganar la guerra

En suma, que la acusación de criminal de guerra más que debilitar a Putin internamente, producirá con casi total seguridad el efecto contrario: le va a reforzar.

Pero, adicionalmente, esta acusación plantea un problema más profundo y es el de que para acabar con esta guerra habrá que organizar un proceso de negociación para alcanzar la paz, a menos que se quiera convertirla  en una guerra de exterminio en la que su terminación se produce con la aniquilación de uno de los contendientes (o de los dos, o de todos incluyendo a nosotros, los que de momento sólo somos espectadores).

Pues bien, si esto es así, ¿acaso es tan difícil entender que para que una guerra termine pacíficamente es necesario negociar su terminación y que no es la mejor manera de buscar ni llevar adelante esa negociación el criminalizar y demonizar al dirigente enemigo y amenazarle con su detención y castigo? Pero, ¿con quién se creen los ucranianos o sus valedores de Occidente que van a tener que negociar una futura paz? ¿ Es tan difícil entender que Occidente habrá de negociar con Vladimir Putin, pues sus sueños de "deponerle" son sólo delirios,  y que ello exige de salida no criminalizarle?.  Basta con echar un vistazo al cuadro de Las Lanzas, a  "La rendición de Breda" de Velázquez para "ver" cómo se ha de proceder entre enemigos para acabar con una guerra. 

Así que, esta claro, este jolgorio mediático que está acompañando  la conversión de Putin en delincuente por el TPI carece de sentido en la medida que ese hecho se va a traducir inevitablemente en el alejamiento del fin de la guerra y, en consecuencia, en unas decenas  de miles de jóvenes  muertos más, así como en millones de desplazados adicionales y en el destrozo de más edificios, carreteras, fábricas y ciudades.

Nada de qué alegrarse por tanto por esa criminalización de Putin para quien sea economista e incluso tampoco para todos aquellos que  no lo sean y no sean tampoco ni de la "familia" de Zelensky (de su particular coalición ganadora más próxima) ni sean tampoco periodistas. Porque tanto Zelensky como "los" periodistas (así, en general, o sea sin hacer los necesarios y justos distingos. Que perdonen los perdonables la generalización), o mejor dicho para  hablar con precisión, los oligarcas dueños de los medios de comunicación occidentales,  tienen incentivos en que la guerra se perpetúe.

En efecto, para Zelensky (y los suyos cercanos), la actual guerra es privada o particularmente -por seguir con el enfoque de Bueno de Mesquita- un win-win. Es decir que el que la guerra se prolongue  le beneficia a él privadamente sea cual sea el  resultado de la misma (y aunque el pueblo Ucraniano y su selectorado sufra de mala manera en consecuencia). Si al ejército ucraniano le fuera bien y ganara al final la guerra (Rusia retirándose a sus fronteras de Febrero de 2022), su papel como líder político en Ucrania se reforzaría hasta lo indecible, como les ha sucedido en la Historia a todos los líderes políticos victoriosos en las guerras en que se han metido. Y caso de que a Ucrania le vaya mal en los campos de batalla (Rusia quedándose con Crimea y todo el Donbass y parte de Herson, el resultado  hoy no seguro pero si (algo) más probable), su papel de líder derrotado, curiosamente y a diferencia de lo que les ha sucedido a los líderes derrotados en la Historia, está claro que no le iría  a suponer un elevado coste personal pues sin la menor duda, Occidente lo acogerá en su seno como héroe,  vencido sí, pero héroe a fin de cuentas y en consecuencia ni se le exigirán cuentas ni se le bajará del pedestal a donde ya le ha aupado.. En suma, se tiene que el interés privado de Zelensky depende de modo directo y positivo de que la guerra de Ucrania continúe, por lo que cualquier hecho que incentive esta continuidad y aleje las posibilidades de una negociación en busca de la paz (como lo es la criminalización de Putin por el TPI) le beneficia  tanto en términos monetarios como de prestigio.

Pero, ¿qué decir de "los" periodistas? ¿Por qué a ellos también les beneficia la continuación de la guerra? Los economistas acentúan el papel de lo que llaman riesgo moral en las decisiones de los individuos. Por ello se entiende el incentivo perverso  que puede tener un sistema de asignación de recursos sobre el comportamiento de la gente. Ejemplos abundan. Las compañías de seguros saben que los seguros "a todo riesgo" incentivan los comportamientos arriesgados de los conductores. Los bancos centrales saben que su papel de prestamistas en último recurso de la banca privada, o sea, su comportamiento de ayuda a los bancos cuando están en dificultades incentiva a los comportamientos arriesgados e ineficientes de sus directivos y managers. El riesgo moral está siempre presente en la vida económica, social y política. Y los periodistas son susceptibles en gran medida al riesgo moral.

Como se sabe desde siempre, en el mundo del periodismo, las catástrofes, los desastres, las guerras "venden". En un mundo bien ordenado, armonioso, pacífico, mal les iría a los periodistas. ¿Debería sorprender, pues, que los periodistas (o sus "dueños") tengan un incentivo a jalear cualquier hecho (como la criminalización de Putin por el TPI) que al fomentar el desastre que es la guerra de Ucrania, aumenta la demanda de sus servicios y por tanto su bienestar económico? Obviamente, no. Y más aún si se tiene en cuenta de que al así proceder, al sumarse al jolgorio, se ponen a la vez del lado del Bien, de la Moral y de la Etica, con lo que cualquier resquemor que pudiera quizás aguijonear su conciencia asociado a los efectos que tal hecho inevitablemente va a producir en términos de más muertes y destrucción  es rápidamente anestesiado.

Frente al argumento expuesto hasta ahora cabe, sin embargo, aportar una prueba en contra. "Prueba"  que tiene cara concreta. Y es la de don Josep Borrell, el absolutamente increíble -por inútil- dirigente de la diplomacia de la Unión Europea (también por cierto un autócrata, pues que yo sepa, y como al resto de los dirigentes de Bruselas, se le ha elegido para ese puesto no por vía electoral sino "a dedo"). El caso es que, incomprensiblemente para un diplomático que -de salida- debiera regirse por el "Ante todo, ningún celo, ningún entusiasmo" que marcaba como criterio de actuación aquel gran diplomático que fuera Talleyrand,   Borrell se ha sumado enfervorizadamente a la fiesta de la criminalización de Putin. Es economista y sabe de las consecuencias de sus actos.  Sabe, pues, que su nada diplomático comportamiento cierra vías de negociación y fomenta la guerra. ¿Padece entonces ya de algo así como "senilidad mórbida" o es que el acercarse ya al final de sus días le ha hecho menos sensible a las muertes de los demás? No lo sé.  Pero sí que sé que un diplomático debiera siempre tratar de ampliar las vías diplomáticas para solucionar los conflictos, no actuar como un pirómano en el mudo de las relaciones internacionales que es lo que está haciendo desde hace años.   
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NOTA: Me he enterado que los Estados Unidos no sólo no reconocen la autoridad, jurisdicción  o legitimidad del TPI sino que  el pasado lunes -¡vaya coincidencia!-  han amenazado  con sancionar, perseguir y detener a cualquier funcionario y/o juez del TPI que inculpe o incluso investigue a cualquier ciudadano norteamericano por su comportamiento en la guerra de Afganistán.(https://www.france24.com/en/20180910-usa-trump-threatens-arrest-icc-judges-american-soldiers-afghan-war-crimes), e incluso amenazan con sancionar a los estados que faciliten esas acciones del TPI. Y ya se sabe que "la mano" de los EE.UU. es muy larga y que hay lugares como Guantánamo, auténticos "agujeros negros" legales donde esa larga mano de los EE.UU. puede meter a quien quiera y de donde difícilmente se sale.
O sea, no hay mejor increíble ejemplo de hipocresía el del uso de esat acusación del TPI por la prensa occidental o incluso de los gobiernos occidentales, incluído el de los EE.UU., que éste.

Por otro lado, me asalta una curiosidad y es la de ver si, ahora, los jueces del TPI se van a atrever a hacer algo con los muchos asuntos "turbios" que se produjeron  en las invasiones/guerras norteamericanas en Irak y Afganistán, que serían de su competencia. Me da a mí que no. 


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  1. #1
    18/03/23 20:29
    Gracias por el articulo y tu valiente reflexion sobre la farsa que hay montada con todo esto.

    Saludos.