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                                               FERNANDO ESTEVE MORA   

Es desesperante. Pasan y pasan los días y el nivel de análisis de periodistas, políticos y hasta "académicos"  en nuestro país  (¡qué aterrador por cierto el nivel intelectual de la clase universitaria "ilustrada"!) a propósito de la guerra de Ucrania no supera el estadio infantil de hacer a Vladimir Putin responsable de la misma porque es "tonto y malo". El infantilismo de la élite española no tendría consecuencias si fuese único, pero parece que el resto de las élites europeas no le van  a la zaga y comparten ese tipo de "análisis" y actúan en consecuencia en el diseño de su política exterior en este conflicto. El resultado está siendo, como era de esperarse de tan estúpida forma de ver las cosas, más muerte y destrucción absurdas por inútiles.

Que sería obligado para quienes toman decisiones que hiciesen un esfuerzo para superar ea fase infantiloide en la comprensión de los conflictos violentos no debería siquiera ser mentado por obvio. Pero, lamentablemente no es así. Una vez más hay que señalar que la guerra, que toda guerra es susceptible de análisis racional mucho más útil y eficiente para luchar contra la violencia y buscar la paz que el habitual  "análisis" moralista, ése que busca encontrar a un malvado para echarle la culpa de la guerra creyendo que su destrucción destruirá la guerra ("muerto el perro se acabó la rabia" es la teoría típica de los moralistas)  o acude a una supuesta naturaleza irracional (¿animal?) del ser humano para explicar la guerra.

Pues bien, la Economía de la Guerra encuentra que la violencia puede ser el medio racional (o sea, eficiente) que un o unos actores o agentes racionales utilizan para lograr sus fines. Para que un actor racional decida racionalmente que le conviene "ir a la guerra" (1), o sea, elija meterse en una pelea como medio más adecuado para tratar de conseguir sus fines es necesario que se cumplan DOS condiciones o restricciones.

La primera se puede denominar Restricción de Participación y  alude a las condiciones que han de cumplirse para que un actor o agente racional estime, desde su punto de vista y con la información de que dispone, que le conviene racionalmente comportarse violentamente en la disputa que sostiene con otro agente a cuenta del "reparto" de un activo o recurso X que ambos quieren.

Pero el que un actor (o los dos) en caso de una disputa  estime que el recurso a la violencia es racional no basta para que haya guerra. Es necesario, además, que se cumpla una segunda restricción o condición, a la que se puede denominar Restricción de No-Negociación, que viene a decir que, dado que la guerra es siempre costosa, muy costosa en términos de muertes y destrozos sin cuento, aunque sea racional el recurrir a ella nunca es una elección ÓPTIMA. Es decir, que no basta con que recurrir a la violencia  sea una opción racional para un actor sino que es necesario además que las soluciones pacíficas o negociadas a la disputa, en las que el uso del recurso X es compartido por los rivales o se reparte, siempre son mejores que la guerra, no sean alcanzables (o, dicho en jerga, que la solución pacífica o negociada que es óptima o mejor que la "solución" violenta, no sea un equilibrio, o no pueda imponerse "desde fuera" por un tercero más fuerte que los contendientes).

No abordaré  en este post el tratamiento de esta segunda condición o restricción, y me centraré en la consideración de la primera. Trataré de explicarla del modo más sencillo posible y, de paso, intentaré extraer algunas consecuencias de ella que arrojen alguna lz a propósito de la actual guerra de Ucrania. 

La condición o restricción de participación en una guerra o conflicto violento se puede enunciar así: un "actor" o agente (ya sea un estado, un movimiento revolucionario, un grupo insurgente, un grupo mafioso, da igual) que sea racional estará dispuesto a ir a la guerra o a continuar en ella caso de que ya lo estuviese, si la ganancia esperada de así hacerlo supera al coste esperado o previsto que le supondrá la guerra, pues nunca la guerra es gratis para ninguno de los contrincantes(2). Esta  "restricción de participación" se puede modelizar de forma simplificada y de forma muy sencilla usando de la siguiente notación.

Sea X el recurso (territorio, mercado, espacio o lo que sea) en disputa. Entoces, sea
V(X)  el valor de ese recurso para el actor en cuestión ANTES de la guerra. Y es que,  V(X -D) es el valor de lo que quedará del recurso TRAS la guerra pues hay que tener en cuenta  que SIEMPRE la guerra supone unos destrozos D del recurso en diputa, de modo que (X - D) será lo que queda de X tras la contienda. No acaba aquí la cosa, pues la guerra supone unas pérdidas directas (muertos, heridos, etc.)- Sea  V(M) es el valor de esas pérdidas esperadas o previstas M para el actor de ir a la guerra o de continuar en ella.

Pues bien, la condición de participación establece que la guerra es económicamente  racional para un agente si la ganancia esperada (o sea, el producto de la probabilidad P de ganar la guerra por el valor de lo que el actor ganaría si ganara la guerra)  se puede escribir así:

                                                   P . V(X-D)

supera al valor esperado de las pérdidas, que es:

                                                       V(M)

Es decir, que es racional para un actor ir a la guerra si:

                                                   P . V (X - D) > V(M)
o sea, si:
                                                       V(M)
                                              P > ---------------
                                                      V(X-D)

o sea, es enteramente racional que un actor se meta o continúe en un conflicto violento si el agente estima que su probabilidad de ganar la guerra es mayor que el cociente(3):

                                                         V(M) / V(X-D)

Si, por ejemplo, este cociente fuese de 0,8, o sea si el valor esperado de las pérdidas en la guerra asciende al 80% del valor NETO (de destrozos) del recurso X en disputa,  entonces muy pero que muy seguro debería estar este actor de su probabilidad de ganar la pelea para que le fuese racional meterse (o continuar) en la guerra, es decir, debería estimar que sus probabilidades de ganar la guerra superan el 80%. ¡Ahí es nada!.

Por esta simple razón -digamos que- matemática-, se sigue que, para que una guerra continúe, al menos UNO de los contendientes ha de estimar que sus probabilidades de ganar aumentan en el curso del conflicto. Eso  es lo que explica el que la mayor parte de las guerras acaben antes de que ninguno de los contendientes sea completamente derrotado. Y es que conforme siguen las hostilidades en un conflicto, inevitablemente  el cociente V(M)/V(X-D) crece para los dos rivales/enemigos.

Y lo hace por DOS razones. Por un lado,  D, los destrozos que causa la guerra en X el recurso en disputa crecen,  por lo que el denominador del anterior cociente V(X-D) va disminuyendo. Y por otro lado, las pérdidas M para los dos actores en conflicto crecen, por lo que V(M) sube conforme van pasando los días. En suma, que como el cociente V(M)/ V(X-D) ineludiblemente crece en el curso de una guerra, entonces para que uno o los dos actores estimen que le merece la pena seguir en  guerra sus estimaciones de probabilidades de éxito habrían también de crecer  conforme pasa la guerra lo que es manifiestamente imposible. Y es que lo que pasa en toda guerra es que las primeras estimaciones de probabilidad de ganar una guerra siempre se descubre que estaban sobrevaloradas, por lo que los rivales tienden a ajustarlas a la baja conforme pasan los días y la horrible realidad de la muerte y la destrucción se imponen. En suma que si para ambos contendientes el cociente V(M)/V(X-D) sube y la estimación de la probabilidad P de la victoria cae en el curso del conflicto, ello significa en que más pronto que tarde para uno o los dos contrincantes deja de satisfacerse la "condición o restricción de participación" y la guerra se vuelve irracional, por lo que las negociaciones de paz se vuelven racionales y factibles.

Obsérvese que el que inicialmente cada uno de los dos actores estimaran separadamente que desde su particular perspectiva, era racional ir a la guerra, no significa que, desde fuera, lo fuera. Y es que al principio cada actor puede, por ejemplo,  estimar (equivocadamente como se ha dicho) que tiene un 90% de ganar la guerra. Lo cual, lógicamente es absurdo (no puede matemáticamente ser cierto que las probabilidades de ganar de cada uno sean del 90%) pues la real probabilidad de que uno gane la guerra es exactamente igual a la que el otro la pierda, de modo que si uno tiene realmente una probabilidad del ganar del 90% la del otro sólo es del 10%. Es decir que, desde fuera,  es matemáticamente imposible que a la vez los dos tengan realmente un 90% de probabilidades de ganar.

Pero, claro está,  la información acerca de las probabilidades reales de ganar no son conocimiento de ninguno de los contendientes y menos aún son conocimiento común, más bien sus probabilidades reales de victorias las van descubriendo con el paso de los días en los frentes de batalla, conforme cada uno aprende ("la letra con sangre entra")  la lección de que que "el otro", el enemigo,  no era tan débil o tan cobarde como inicialmente creía. Por ello, casi con toda seguridad, la decisión de meterse en guerra siempre es irracional desde fuera, Pero  eso da igual, pues los actores han de tonar decisiones desde dentro, con la información de  que disponen, por incorrecta que sea. Esta es una de las causas de los conflictos violentos: el que al menos inicialmente, cada uno de los rivales tiende a sobreestimar su probabilidad de victoria.

Si con lo que acaba de explicarse, nos vamos al actual conflicto en Ucrania, y concretamente si fijamos la atención sólo en Ucrania, que es el "actor" que más está padeciendo esta guerra,  resulta obvio que  dado el nivel de destrozo material que está sufriendo su territorio  y dado el nivel de las pérdidas que el ejército ucraniano ha sufrido, es razonable pensar que para Ucrania probablemente ya no se satisfacería la condición de participación, por lo que un gobierno racional en Kiev debería ya abandonar los campos de batalla y buscar  de forma decidida una paz negociada puesto que su probabilidad de ganar a Rusia, pese a los suministros de armamento por parte de Occidente, ya es  probablemente  muy inferior al cociente V(M)/V(X-D). Es decir, que muy probablemente, ya no es racional para Kiev seguir la guerra (si es que lo fue alguna vez. Véase esta ya "vieja" entrada: https://www.rankia.com/blog/oikonomia/5338958-racionalidad-rendicion)

Pero está claro que Kiev no está buscando la paz(4), y no porque sea irracional (aunque no es descartable tal explicación). Luego algo más estaría sucediendo que habría que introducir en el análisis. Pues bien, ese factor adicional es claramente  la actuación del dúo formado por don Josep Borrell y doña Ursula von der Leyen, quienes  no parece que todavía estén suficientemente hartos de la carnicería que se está desarrollando en Ucrania, y a lo que parece  aspiran a que Ucrania luche hasta que muera su último hombre por encima de los 18  años.

Y si digo esto es por la sencilla razón de que sus declaraciones de que la Unión Europea asumirá los gastos de reconstrucción de Ucrania y de que ésta entrará a formar parte de la Unión Europea (cuando antes de la guerra eso quedaba muy lejos atendiendo al incumplimiento de Ucrania de las condiciones políticas e institucionales exigidas para formar parte de la unión -recuérdese que Ucrania es uno de los países más curruptos del mundo cuya calidad democrática es muy mala), han alterado radicalmente el valor del cociente V(M)/V(X-D) para Ucrania.

En efecto, las "medidas" del dúo Borrell-vonderLeyen se traducen en que, para Ucrania, la cuantía  D de los destrozos en territorio ucraniano a causa de la guerra pasan a ser cero en la medida que la factura por  los gastos de reconstrucción no van a recaer sobre los ucranianos sino sobre todos los europeos. Por lo tanto V(X-D) se convierte en V(X). Además, la incorporación de Ucrania en la UE se traduce  en un incremento claro de su valor (un ascenso en V(X)) pues el valor de una Ucrania dentro de la UE es mucho mayor que fuera de ella. En suma, las medidas del dúo Borrell-Leyen, es decir la política para Ucrania de la élite europea,se traducen  en que el cociente V(M)/V(X-D) en vez de crecer como ocurre siempre en el curso de una guerra, está por el contrario disminuyendo, lo cual obviamente y como predice la Economía de la Guerra  incentiva a Ucrania a alejarse de la mesa de negociación, o sea,  incentiva  que la guerra y la carnicería sigan, aunque inevitablemente como pasa en toda guerra ésta, como todas, acabará en una mesa de negociación.

Es posible que esta manera de argumentar a partir de la Economía de la Violencia sea desconocida para la señora Von der Leyen, pero obviamente es de sobra conocida por todo un catedrático de Hacienda Pública como es don Josep Borrell. A él por tanto, con total certeza, no se le puede ocultar que su política incentiva a los ucranianos a seguir tratando de vencer a los rusos en los campos de batalla como medio de recuperar las zonas de X que Rusia ya se ha quedado,  aunque tal cosa - y eso es obvio- ya parece  imposible una vez que para Rusia esas zonas ya son tan rusas como Moscú.

Por lo tanto, si bien está claro que  Borrell no es responsable moral  ni político (ni, obviamente,  judicial) de la actual carnicería, pero si es sin embargo uno de los  responsables económicos de la misma en calidad de incentivador de esas muertes y horrores (5), en la medida que con su política y a sabiendas, está alterando los incentivos de Ucrania, con el resultado  de que ésta, racionalmente, porfíe en esta insensata guerra contra Rusia, en vez de explorar las vías de negociación pacífica (como, por cierto, hacía en el mes de marzo pasado) en una mesa de negociación que es donde,  - hay que repetirlo una y mil veces-  acabarán ineludiblemente ambos países en un futuro,  sólo que con muchos más cadáveres de ambos bandos en fosas comunes.  Dicho de otra manera, el modelo aquí desarrollado hace a  Borrell como economista que es, uno de los  responsables directos de la prolongación de la guerra de Ucrania.

¿Significa lo anterior esto que no se debería ayudar a Ucrania, que no se debería ayudarla a reconstruirse? No, obviamente. Lo que significa es que el diseño de una política de ayuda debe hacerse inteligentemente, de modo racional para conseguir una solución óptima, una solución pacífica al conflicto. Dicho con otras palabras, la ayuda a Ucania ha de estar condicionada a que se llegue a la negociación(6), es decir, ha de diseñarse de modo que no aumente los incentivos a seguir en la guerra.

En cuanto a cómo podría articularse una paz entre Rusia y Ucrania y los términos de la misma, aquí hay una muy buena propuesta: https://www.ianwelsh.net/how-to-make-peace-in-ukraine/

NOTAS
(1) Esto no quiere decir que no haya ocasiones en las que los individuos no se ponen a pegarse irracionalmente, es decir, que "tiran" de la violencia no como el medio eficiente para conseguir algo sino por irracionalidad (las típicas peleas de borrachos en los bares y discotecas o los "calentones" de las peleas por asuntos de tráfico ), como expresión o manifestación de la propia personalidad  (buena parte de la violencia machista hallaría aquí su "razón") o por gusto o preferencia por destrozar algo.
(2) El análisis se podría ampliar fácilmente para tener en cuenta los casos en que los actores no son "neutrales ante el riesgo" o incluyen entre los costes de abandonar el conflicto los "costes hundidos", o sea, el peso de factores como los costes ya padecidos (los muertos que habrían "muerto en vano") o el "qué dirán".
(3) El caso de una "guerra existencial" para un actor puede modelizarse como aquella situación en que V(X), el valor del recurso es para ese actor infinito. Dado que el cociente es en este caso cero (algo dividido por infinito es cero) , ello significa que cualquier probabilidad de visctoria por pequeña que sea hace que para un actor sea racional estar en guerra en caso de que para él la  guerra sea  "existencial".
Si para un actor V(M) = V(X-M), es decir, si para él las pérdidas esperadas en la guerra son tales que equivalen al valor del recurso en disputa, el cociente V(M)/V(X-D) es la unidad. Es decir, que para este actor  ir a la guerra es siempre absurdo o irracional, pues nunca su probabilidad de ganar la guerra puede ser más de la unidad, más del 100%. 
(4) Incluso se lo ha prohibido legalmente. El gobierno de Zelenski, que recuérdese ha ilegalizado todos los partidos políticos que no estén de acuerdo con su política, ha aprobado una ley en el parlamento ucraniano que taxativamente impide la negociación con Rusia fuera del abandono de ésta de todo el territorio ucraniano incluido Crimea. 
(5) Fuentes rusas cifran el número de soldados ucranianos muertos en estos meses en 105.000. Estimaciones occidentales rebajan esta cifra hasta los 70.000. Da igual. Cifras indecentes, insoportables 
(6) De igual manera que las sanciones contra Rusia (que, por cierto, no han funcionado como esperaban las élites europeas como ya se advirtió en este blog)  debieran haberse diseñado también condicionadas, o sea, no sólo limitadas a la consecución de un acuerdo de paz sino, más aún, incluso, reversibles, en el sentido de que Rusia tuviese claro que la paz le beneficiaría en forma de que como consecuencia tuviese una mejor y mayor relación económica con Occidente  superando de una vez la antigua "guerra fría".
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  1. en respuesta a Fernando esteve
    -
    #5
    12/12/22 22:05
    Mi pobre creencia en el mundo occidental, si lo que siento puede denominarse así, es, en cualquier caso, muy poco entusiasta y solo por comparación con ciertos horrores la defendería. También sospecho que es lo que me ha tocado y a lo que estoy más o menos acostumbrado. Y no sé hasta donde esa circunstancia enturbia mi razón. 
  2. en respuesta a Fernando Labaig
    -
    #4
    11/12/22 16:32
    De acuerdo con (casi) todo (no soy tan creyente como tú en el mundo occidental como el siempre anhelado paraíso terrenal). Es lo malo de la realidad social, política y económica comparada con la realidad natural o física. Que en ella no hay ciencia que valga. Uno nunca puede saber de antemano si tiene razón en el sentido de ser capaz de predecir lo que va a suceder. Los físicos y los químicos no tienen problemas: saben dónde estará la Tierra dentro de millones de años. Pero no hay teoría económica o política que pueda saber lo que va a pasar  en Ucrania  siquiera a un mes vista. El viejo Heráclito creo que decía que el tiempo es un niño que juega a los dados, y a veces me parece que no queda otra sino pensar que sí que hay un malvado e infantil demiurgo que juega con los seres humanos y tira los dados repartiendo desgracias, quizás para que, como decía Homero, tengamos de qué hablar, tengamos qué contar.... los que no las sufrimos.  Y egoístamente te digo que ¡menos mal que, de momento, los dados del destino no nos han sido desfavorables y no nos ha tocado a nosotros ser protagonistas de la Historia con mayúscula!
  3. en respuesta a Fernando esteve
    -
    #3
    29/11/22 23:23
    En efecto, el problema de lo que es racional o irracional varía según la perspectiva individual, periodistas, políticos, incluso profesores universitarios, aunque estos siempre sufran la tentación de llamar la atención con propuestas a la contra que aumenten su imagen de críticos feroces de la sociedad, pienso en Zizek, actitud racional, porque vende mucho. Pero en realidad esa perspectiva individual se reduce no a lo que es más conveniente para el individuo sino de lo que él cree que es más conveniente. En ese sentido el gobierno de Kiev no es irracional, puede que esté equivocado en sus apreciaciones, pero da la impresión de que está convencido de que hace lo que más le conviene y, por lo tanto, no podría considerársele irracional, ni tampoco al de muchos ucranianos que lo apoyan. Y equivocado solo se le podría juzgar desde otro punto de vista tan racional como parcial, por ejemplo, el de los acomodados occidentales que no queremos tener restricciones de gas, inflación, etc. y que nos lamentamos de las muertes, pero no tenemos que padecer las consecuencias de estar bajo el régimen de Putin.
  4. en respuesta a Fernando Labaig
    -
    #2
    25/11/22 18:43
    Uf. ¡Cuántas cosas! No, para la Economía de la Guerra, los  periodistas, o mejor, los propietarios de los "mass media" no son irracionales, todo lo contrario: consistente o persiguen sus propios intereses y muy racionalmente. Su santo patrón es, como bien sabes, Mr. William Randolph Hearst (el Ciudadano Kane de Orson Wells), quien "descubrió" y aprovechó  las ventajas económicas para la prensa de la guerra contra España en Cuba y Filipinas. Y con los políticos pues exactamente igual. ¿Acaso esperas que los congresistas y senadores de loas estados norteamericanos donde se asienta la industria militar sean pacifistas? Y sí. Siempre la solución ideal, para la Economía de la Guerra, es la negociación o lo que es lo mismo, la rendición condicionada. Y no, lo racional no es carecer de ejército. Tenerlo es la solución racional (el llamado "equilibrio de Nash", ¿recuerdas el de "Una mente maravillosa"?) aunque no es lo óptimo (de Pareto). Es lo típico de lo que se llaman d"ilemas sociales" como lo es el conocido Dilema del Prisionero" 
  5. #1
    10/11/22 02:48
    Me llama la atención que los que ordenan las guerras sean tan racionales y los periodistas, políticos y académicos tan irracionales. Por otra parte, si mantener un solo día más la guerra con su coste en muertos y otras desgracias es claramente más irracional que cualquier ganancia material, ese mismo razonamiento podríamos aplicarlo al día de ayer, o al de anteayer y así retrocediendo hasta el primer día de la guerra. Llegados a ese momento, con la primera bota enemiga que pisara el territorio la única solución racional sería rendirse y negociar en una posición de total desvalimiento. Es más, lo único racional sería carecer de ejercito y que aquellos irracionales que lo poseyeran decidieran que iban a hacer con los demás. No sé si es lo más deseable.