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                                              FERNANDO ESTEVE MORA

La verdad es que todo lo que se está oyendo estos días entre los prohombres de la OTAN acerca de las sanciones masivas contra Rusia caso de que esta decida hacerles caso de una vez e invadir (toda) Ucrania un día de estos me suenan un poco risibles. ¿Sanciones fundamental o solamente económicas que pondrían contra las cuerdas a la economía rusa, y a Rusia como sociedad y estado? Mucho prometen. Más bien, sostengo que esto de las sanciones masivas debería de salida recordar a todo el mundo aquella  famosa "madre de todas las batallas" con que amenazaba Sadam Husein a los norteamericanos antes de que estos invadiesen Irak, su feudo, y el ejército iraquí se deshiciese como azucarillo en café caliente.

(By the way, hay que reconocerle -dejando de lado cualquier tipo de evaluación o juicio político o ético- a Vladimir Putin su singular habilidad estratégica. El reconocimiento de las repúblicas independentistas del Donbás, de toda su superficie y no sólo de las zonas controladas hoy por los independentistas, garantiza que estas dos repúblicas sean siempre una zona de conflicto de Ucrania con Rusia por lo que será imposible que Ucrania logre nunca ser admitida en la OTAN, ya que ello supondría a sus miembros entrar en guerra  con Rusia. y eso, obviamente, son palabras mayores. Adicionalmente, Putin habría conseguido su otro objetivo: quedarse con ese parte de Ucrania y reafirmar a ojos extraeuropeos su capacidad de sortear a esas dos grandes potencia: los EE.UU y Europa) 

De salida hay que señalar una cosa que pasa desapercibida. y es que de eso de las sanciones económicas se sabe poco en general entre los autotitulados "expertos" en la materia. Y la razón me da que se encuentra en que en los ambientes académicos, tan comprometidos de salida con las soluciones pacíficas y negociadas para todo conflicto, no hay lugar para el estudio de las estrategias y tácticas a llevar en caso de que esa pacífica solución ideal a los conflictos no se pueda alcanzar. Y no por ausencia de diálogo o por incapacidad de darse cuenta de que el conflicto violento es "malo" para todos, o sea que es ineficiente desde un punto de vista colectivo. Tan generalizada es esta forma de ver las cosas que a mí, por poner un ejemplo, me cuesta que mis alumnos de una extraña asignatura (extraña por anómala en el mundo universitario)  llamada Economía de los Conflictos violentos y de la Violencia Organizada entiendan que la violencia, en seis tipos de situaciones, es la solución racional en caso de conflicto desde un punto de vista individual.

La consecuencia de esta incapacidad de afrontar la cruda y amarga realidad de la violencia organizada y racional es que, por ejemplo,  el uso de las sanciones como arma en la guerra económica está  poco o nada estudiado por los economistas académicos por lo que no es nada extraño que cuando les llega el momento de pensar en instrumentarlas  digan tonterías. No voy a decir aquí, por ejemplo,  por vergüenza ajena, el nombre del periodista económico que ante la posibilidad de que Rusia devuelva las sanciones contra ella "cerrando" el grifo del gas a Europa dijo hace  unos día que, afortunadamente ("gracias a dios"),a  España eso no le afectaba porque no compraba un átomo de gas ruso. Pero, ¡qué barbaridad es esta! ¿Cree acaso que los mercados de gas no están económicamente interconectados. Pero, ¿cómo alguien que se dice experto en economía  puede pensar semejante estupidez?

No. No se estudia la guerra económica en nuestras facultades, y por tanto tampoco se estudian la forma de llevarla a cabo y tratar de ganarla. A los estudiantes de Economía se les da una visión edulcorada de la vida económica en la de lo que cada competidor en un mercado  trata de ganar a sus rivales indirectamente,  tratando de ser mejor (más productivo, más barato) que los competidores. Pero se les oculta normalmente que hay otro tipo de competencia, la  competencia darwiniana o guerra económica, aquella en que la mejor manera de mejorar la propia posición no consiste en vender más barato o en ser más eficiente, sino en "cargarse" directamente al competidor.

Y es que en la guerra económica al contrario de una competencia mercantil o económica, el objetivo es vencer al rival de modo directo causándole daños: persiguiendo una estrategia de infligirle costes. Una vez más para que se vea la diferencia: en la competencia de mercado "normal" o pacífica un competidor trata de ganar clientes produciendo con costes más bajos que sus competidores; en una guerra económica, por contra, un competidor trata de ganar causándole o infligiéndole costes a sus rivales. Una diferencia radical de perspectiva.

Obviamente, las sanciones son un arma económica de guerra, o un arma de guerra económica.
en el escenario de las relaciones internacionales, de la geopolítica. En general las sanciones comerciales y financieras  pues dificultan o impiden el acceso a a los mercados de materias primas, a los de bienes y servicios y a los de  de servicios financieros hacen daño a la economía del país objeto de sanciones y en la medida que ese daño o esos costes sean lo suficientemente elevados PUEDEN ser eficaces para doblegar o vencer a un enemigo y lograr que éste renuncie a sus objetivos, como pretende ahora Occidente respecto a Rusia. O sea, que la eficacia de las sanciones ha de medirse no porque hagan daño o inflijan costes sino porque hagan tanto daño como para tener un efecto disuasivo. Por tanto, la  eficacia de unan sanciones depende de un conjunto de factores entre los que destacan:

1º) La efectividad política/moral de las sanciones. Con ello se hace referencia a la medida en que los efectos negativos de las sanciones sobre el bienestar de un pueblo y/o de sus clases dirigentes repercutan en su voluntad de resistir o hacer frente al enemigo. Se contempla aquí no la repercusión de las sanciones sobre la capacidad del rival de luchar sino sobre su voluntad de hacerlo.

Pues bien. Y para entrar en materia, aquí, lo que se puede decir es que es dudoso que unas sanciones económicas occidentales por muy masivas que sean vayan a tener un efecto relevante sobre la voluntad del pueblo ruso y/o de sus dirigentes para cambur radicalmente su política exterior.

Y es que el pueblo ruso tiene una tan larga tradición de aguante, una historia de resistencia y resiliencia frente a la adversidades más sangrientas y brutales, que hacen dudar a cualquier analista objetivo de que se vaya a plegar ante las sanciones, sean sus efectos sobre su bienestar económico los que sean. Y lo mismo puede decirse respecto a sus clases dirigentes, ahora bien empapadas de patriotismo y nacionalismo conforme Putin ha ido cercenando a  los  los oligarcas opuestos a sus políticas ultranacionalistas que se beneficiaron abusivamente de la transición al capitalismo en la década de 1990. Y es que tras la debacle que supuso esa transición, la reacción del pueblo ruso prefiriendo el orden a la libertad,  se manifestó en un apoyo a Vladimir Putin que sigue siendo bastante claro, pese a la existencia de cierta oposición todavía claramente minoritaria.

Pieza básica que ha de tenerse en cuenta también aquí es la aproximación o enfoque defendido por Dominique Moisi en su libro Geopolítica de la Emoción: cómo las culturas de la humillación, el miedo y la esperanza están reconfigurando el mundo, en él  acentuaba el papel que juegan las emociones colectivas a la hora de analizar la realidad geopolítica. Y de entre ellas, Moisi acentuó la del sentimiento de humillación colectiva. Y es que, al igual que no hay sentimiento que más irrite y mueva a los individuos incluso a la rebelión y la violencia tanto como el trato irrespetuoso, la humillación, el sentir que a uno se le ha faltado al respeto.

Y si algo ha caracterizado el comportamiento de Occidente en lo últimos siglos, ha sido su prepotencia, su absoluta carencia de respeto por quienes ha dominado. El resultado es un resquemor, un alegrarse de los humillados por los fracasos occidentales, un deso de revancha típicos de todos los pueblos y países que han sufrido esa humillación por parte de Occidente. El caso de China es paradigmático. Si algo aprende un chino a lo largo de su educación es del siglo de humillación que China sufrió tras las Guerras del Opio y su compromiso en que nunca mas volverá a aceptarse.

Y no hay duda que algo semejante ha pasado con Rusia tras la caída de la Unión Soviética que, recordémoslo, ha sido denominada por Putin como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX. Tras la desintegración de la URSS; Rusia experimento no sólo una debacle económica, social y demográfica sino una afrenta a su autoestima colectiva que Putin se habría  encargado de "curar" como se curan esas cosas en el maquiavélico mundo real. Se vió claramente en la cuestión de la anexión de Crimea, que desde hace siglos era rusa, y que sólo pasó a ser ucraniana pero sólo administrativamente -por así decirlo- ya que en aquellos tiempos Ucrania no era sino una más de las repúblicas dirigidas con mano de hierro desde Moscú.

Esa prepotencia occidental y el resquemor ruso se ha visto a las claras cuando Putin tuvo que recordarle al nuevo canciller alemán cuando este afirmó estar preocupado porque en Europa se diera una "guerra por primera vez tras la II Guerra Mundial", que la OTAN bombardeó Belgrado sin autorización de la ONU, y en lo que respecta al cambio de fronteras, aquí también Putuin puede acudir a que todos los países occidentales (salvo España, creo recordar) aceptaron  un cambio por la fuerza de las fronteras europeas (la independencia de Kosovo). En suma, que Putin está usando el pasado para ahondar aún más en la idea de un  comportamiento irrespetuoso de Occidente para con  Rusia para consumo interno, obviamente.

Y el resultado previsto está claro: no es previsible que un pueblo, por un lado, acostumbrado a resistir invasiones, guerras y atrocidades y que además  se ve, por otro lado,  a sí mismo  tratado irrespetuosamente e injustamente por sus rivales  se pliegue fácilmente y pierda la voluntad de luchar a consecuencia de unas meras sanciones comerciales y financieras, cuya efectividad técnica,  por otra parte, y como argumentaré más adelante, es tan dudosa si no más que su efectividad moral/política.
                                                    (continuará)     
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  1. en respuesta a elportalfisico
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    #2
    23/02/22 12:04
    Pues al menos en lo que respecta a sus ingresos por la venta de gas, hay que reconocer que a USA le está viniendo muy bien esta crisis...y mejor le va a ir en un futuro cercano. Por supuesto, a quien no le viene bien es a Europa . Ah. Y por cierto, y a este respecto, esa inversión del mandato evangélico de amar a los enemigos como a los amigos, en términos de que si no puedes esquilmar a tus enemigos, hazlo con tus amigos, y que adscribes como política o estrategia a USA, me parece todo un hallazgo retórico que me hace mucha gracia
  2. #1
    23/02/22 00:56
    No soy de comentar mucho, pero a estas alturas a la UE ya le debió haber llegado el panfleto, el memorandum, etc, avisándole que es lo que va a pasar.

    La economía americana, es insalvable, salvo los grandes maquilladas que les dan las agencias gubernamentales a los indices económicos, nadie se los cree, salvo que algún u otro iluso, haciendo la tarea de revelar que es lo que realmente pasa, algo costoso y titanico dependiendo del indice con el cual se este trabajando,  pero a pesar de todo se puede desenmarañar un poco lo que sucede.

    Teniendo esto en cuenta, la política de USA es bastante errática, como el caminar de un borracho, pero sigue un patrón que se puede resumir en la siguiente frase "Si no puedes saquear a tus vecinos, saquea a tus aliados", y sabiendo que usa no puede saquear a china, rusia, iran, y otro montón de países, ya sabemos que esta haciendo, si lo que digo se cumple y llega a ser verdad, ya sabemos que sucederá con la UE.