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EL BREXIT

                              FERNANDO ESTEVE MORA

 

Las reacciones ante la llegada del Brexit, aunque todavía la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea lo sea sólo a efectos formales, han sido cuando menos desaforadas. En la calle, lo habitual  que he oído entre los europeístas ha sido una mezcla de augurios y deseos de que Gran Bretaña, como "premio" a su desafección, se hunda, si no en el océano Atlántico, sí al menos en la más profunda depresión económica y social incluyendo su desaparición como nación a tenor de la "previsible" -para ellos- salida de la unión británica de escoceses y norirlandeses.

 

En la prensa y otros medios de comunicación, si bien las opiniones públicas y publicadas han sido algo más comedidas, también han abundado los "análisis" de sesudos novelistas, periodistas y demás intelectuales que apuntaban a que el Brexit ha sido consecuencia de los manipulados votos de lo más borracho, petulante, chovinista y barriobajero del ya de por sí muy borracho, petulante, chovinista y barriobajero -como bien lo sabemos los que vivimos en zonas turísticas- pueblo inglés, o sea, una decisión estúpida, tonta, absurda,  fruto de nacionalistas de pub y pinta de cerveza de la que hay que compadecer a los británicos educados, viajados y tolerantes con quienes no hablan su idioma, o sea, una exigua minoría. Quizás sea así. Pero hay que pensar y recordar que, muy probablemente, estos británicos incultos, manipulables, arrogantes, borrachuzos y prepotentes son muy muy parecidos a los que desde hace siglos llevan viviendo y defendiendo la democracia liberal. Un poco de respeto a sus  democráticamente  tomadas  decisiones quizás no vendría nada mal a los analistas del Brexit, me parece a mí.

 

Pero, a la vez que se oían y leían estas opiniones acerca de la inmoralidad e irracionalidad del Brexit resonaba bajo ellas, como en sordina, una clara preocupación: ¿y si a los británicos les fuera bien o muy bien fuera de Europa? Porque, aunque no se quiera reconocer explícitamente, la decisión de Gran Bretaña de no unirse al euro allá en el siglo pasado, o sea, de no formar parte de la Unión Monetaria Europea fue una decisión correcta, como se ha revelado en la forma como una economía tan dependiente del sector financiero como lo es la británica sorteó la crisis financiera de 2008 en adelante. La gestión de la misma por parte de  los gobiernos británicos junto con el papel excepcional que jugó en ella el Banco de Inglaterra (el más teóricamente heterodoxo de los bancos centrales cuyo servicio de estudios es la envidia de cualquier economista español no creyente sumisamente a las estupideces ortodoxas del Banco de España) fue excelente y contrasta con la gestión delirantemente pro-crisis que la dirección alemana-holandesa está haciendo de la economía europea usando del euro como factor no de crecimiento sino de todo lo contrario: de estancamiento. En este blog ya he sostenido, por otro lado, que al menos desde una perspectiva geoestratégica, la Unión Europea ha sido un desastre sin paliativos (y más que lo va a ser por cierto tras el Brexit)  pues su obsesión autista con disciplinar a las economías del sur le ha llevado a un nivel de  desvertebración que le ha impedido ser un actor en el escenario mundial equiparable no ya a EE.UU. o a China sino siquiera a Rusia, cuyo peso económico está al nivel de Italia. Y estando como estamos en estas, no es nada raro que detrás de las opiniones de los más pro-europeos lata el temor a la idea de que a Gran Bretaña le puede ir mejor fuera de esta renqueante Unión Europea que dentro.

 

No hay, habría que recordar a la multitud de comentaristas sobre el Brexit, nada perverso ni estúpido ni "facha"  en ser euroescéptico. Serlo es una opción político-económica perfectamente defendible. Y es que en Economía. al contrario que en las ciencias "de verdad" no hay experimentos que puedan conducir a afirmar que una tesis o una política económica es "objetivamente" mejor o peor que otra. No hay "laboratorios económicos" como los físicos o químicos en los que se puedan "testar" las políticas económicas en distintos escenarios o situaciones para así decidir cuál es la "mejor". No es posible rebobinar la historia y ver cómo le habría ido a España fuera del euro, como decidió Gran Bretaña, o fuera de la Unión, como ha decidido ahora Gran Bretaña. Tampoco es factible realizar el experimento de ver cómo le habría ido a España en una Unión Europea "diferente", o sea no dirigida por ese núcleo de radicales neocalvinistas que hoy la dirigen. De modo que los enamorados de esta unión europea no tienen tras ellos nada de más peso intelectual que no sea su amor por esta Europa, como no se cansan en pregonar a los cuatro vientos y escribirlo en todo lugar como si fuesen adolescentes grafiteros que sienten el irremediable deseo de escribir el nombre de su amada en toda pared que encuentran, y ni entienden ni disculpan que los demás no veamos en el objeto de sus amores nada especial, nada del otro mundo.

 

No hay nada malo en ello, no hay nada malo en se pro-europeo, pero tampoco hay nada "malo" en ser euroescéptico.  Yo lo soy. Soy escéptico ante la actual  Unión dirigida por un eje nórdico (germano-holandés-danés) cuya "weltanschauung" de Europa, o sea, su "cosmovisión" de Europa  es enteramente similar a la de los imperialistas decimonónicos, o sea, a la que tenían los británicos en los tiempos de su Imperio, o sea que "piensan" que el color del pelo y de la piel refleja los valores morales, de modo que la blancura y la "rubiez" son señales de honradez, eficiencia, moderación y diligencia. Ser escéptico ante esta Europa me parece por lo demás una actitud intelectual mucho más defendible y racional a la "fe" cuasireligiosa en la Unión Europea (incluso en esta que la mayoría de españoles estamos padeciendo),  que desvergonzadamente manifiestan tantos y tantos  políticos, burócratas de Bruselas y allegados de las élites nacionales en cada país. Y me parece además, que si hay una "salida" para Europa, si Europa unida tiene un futuro,  este pasa porque cada vez sean hoy, seamos hoy, más los euroescépticos con esta Europa. Sencillamente es la lógica dialéctica de los procesos sociales: para que algo avance ha de encontrar oposición.

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  1. #1
    03/02/20 13:37

    Completamente de acuerdo con usted. Lo cortés no quita lo valiente, ellos sabrán, nada más que añadir.
    Ahora bien, como usted bien dice, o se empieza a mirar el problema causado por el tratado de Maastricht, igual podría llamarse consenso de Washington, versión larga, o existe la posibilidad de que al final el europeísmo, caiga por su propio peso.
    Yo soy de los que opina, que la UE, es un diseño USA, y su origen está en la CECA, organización de obligado cumplimiento, por parte del amigo americano, para acabar con conflictos que llevaron a las dos grandes guerras, lo demás son historias.
    Por ello, como no se empiecen a implantar medidas de equilibrio norte-Sur, política fiscal conjunta, se pueden dar fugas, solo hay que ver la vertiente ultraderechista de Europa.

    Que pase un buen día, un saludo.