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Thomas S. Kuhn en su libro La estructura de las revoluciones científicas llamó ciencia normal a aquella que en su evolución se caracteriza por la actualización y desarrollo de lo que él definía como su paradigma, el conjunto de problemas y soluciones que una comunidad científica considera aceptables durante un periodo histórico determinado. Con el tiempo, en su desarrollo, una ciencia si es normal se encuentra con descubrimientos que cada vez son más díficiles de integrar en su nucleo o paradigma,  pese a todos los "parches" o ampliaciones que se le pongan,  lo que al final aboca a su sustitución en lo que se conoce como una revolución científica. Eso, por ejemplo, es lo que ocurrió en Astronomía conforme las observaciones del movimiento de los planetas fueron poniendo más en cuestión el viejo paradigma que se desarrolab en torno a la idea de que la Tierra estaba en el centro del universo, hasta que con Copérnico se produjo el cambio de paradigma que supuso la revolución heliocéntrica. Ahora bien, lo que nunca ocurre en una ciencia normal es que "se vuelva hacia atrás", que nuevos descubrimientos obliguen a recuperar paradigmas ya superados. Por mucho que avancen los descubrimientos astronómicos algo está claro que no va a suceder: que la Tierra vuelva a ocupar el centro del universo.
 
Que el mundo de los economistas académicos es por el contrario un mundo paranormal es algo que algunos lo hemos tenido siempre muy claro. Cierto que los que así lo veíamos hemos estado siempre en minoría, que la mayoría pensaba (o mejor, le gustaba pensar) que el mundo de los economistas era un mundo académico normal, es decir, semejante al mundo de los físicos, de los médicos, de los químicos o de los biólogos; mundos estos donde la flecha del tiempo corre siempre hacia delante, donde las leyes de la termodinámica se cumplen a rajatabla, donde las ideas antiguas están muertas y superadas, donde, como ocurre en el mundo real, los muertos no resucitan, donde Newton, Lavoisier, Laplace, Lamarck o Leibniz fueron ciertamente gigantes sobre cuyos hombros se encaramararon otros de estatura intelectual semejante para ver y llegar más lejos pero gigantes hoy ya de museo.
 
Pues bien, una vez más esa pretensión de los economistas "científicos", o mejor, que aspiraban a ser tan científicos como el resto, se ha visto negada por la cruda realidad. En el mundo académico de la Economía, los muertos pueden resucitar, las ideas de economistas ya largo tiempo fallecidos pueden revivir y revelarse más útiles y hasta imprescindibles para entender la realidad económica que las más recientes ideas de los economistas contemporáneos. Lo dicho: el mundo académico de los economistas es, desde el punto de vista científico de las "ciencias de verdad", paranormal, más cercano a veces en sus construcciones teóricas a una narración de la realidad consoladora y justificativa que se modula en función de los intereses de los oyentes -que es lo que caracteriza a las religiones- que a una explicación neutra, abstracta, independiente del auditorio.

Viene lo anterior a cuento de la resurrección de las ideas de John Maynard Keynes. En unos pocos meses, las ideas keynesianas que la mayoría pensaba ya obsoletas, sólo materia de la historia del pensamiento económico, o mejor, de la historia de las doctrinas económicas, han revivido. Y los pocos que se tenían por keynesianos y a los que se consideraba indignos de pasearse por el olimpo de la ciencia económica han pasado de la noche al día a convertirse en oráculos de obligada consulta, en reconocimiento de su papel de guardianes de la auténtica sabiduría económica en los años de adversidad y persecución.

No exagero ni un ápice. Tras la publicación en 1936 de la Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero, hubo casi cuatro largas décadas en que la mayor parte de los economistas no tenía el menor empacho en declararse keynesiana. Con las escasas excepciones de los economistas de la llamda Escuela Austriaca discípulos de Friedrich Hayek nadie ponía en duda la pertinencia del enfoque keynesiano como método de análisis de las economías de mercado. Ni siquiera Milton Friedman llegaba declararse antikeynesiano de forma radical. Lo que Friedman cuestionaba era la generalidad de la Teoría General, para él el análisis de Keynes era válido sólo como un caso particular y transitorio asociado a ciertas rigideces de los comportamientos de los agentes económicos por razones institucionales (intervención pública, existencia de sindicatos,...) o ligadas a fallos de mercado (como la dificultades de los agentes para prestar o pedir prestado en los mercados de capitales).  A largo plazo y si la intervención del Estado no lo impedía, desaparecía cualquier tipo de problema macroeconómico (inflación, recesión, crecimiento) pues el mecanismo de mercado acabaría imponiendo su norma y se alcanzaría el ansiado Equilibrio con plena ocupación de los recursos.

Pero aquello acabó. En la década de 1970, el punto de vista de Friedman y en general las posiciones antikeynesianas en todos los campos de la Economía encontraron cada vez más audiencia por la confluencia de dos circunstancias. Una, proveniente de la economía real, fue el fenómeno de la estanflación, pues se pensó -erróneamente, por cierto- que la coexistencia de una situación de depresión económica con elevadas tasas de inflación era incomprensible para el modo de ver las cosas desde el punto de vista keynesiano; la otra, proveniente del mundo académico, acusaba de insuficiencia de fundamentación "científica" a las ideas keynesianas. Ante estos ataques el pensamiento keynesiano se batió en retirada, honrosa, eso sí, pues si bien en el idealizado (o mejor, imaginario) mundo académico Keynes pasó en el mejor de los casos a ser una nota a pie de página en los manuales de Macroeconomía y los economistas keynesianos a ser despreciados como sectarios o "creyentes"; en el mundo de la realidad económica, los ministros de economía en todos y cada uno de los países no tenían el menor inconveniente en acudir a las políticas monetarias, fiscales y de rentas de corte keynesiano cuando la realidad económica (recesión, inflación, desequilibrio externo) se ponía difícil (si bien hay que recalcar que incluso ahí, en el mundo más sensato de la política, conforme los "expertos" económicos de corte antikeynesiano fueron sustituyendo por razones tanto demográficas como de prestigio académico a los keynesianos el manejo de la realidad económica desde la perspectiva keynesiano se fue haciendo cada vez menos justificado, con los desastrosos efectos -ahora tan bien visibles- asociados a la desregulación de los mercados financieros que han fomentado).

Pero, si nos centramos en la segunda de las circunstancias mencionadas, a la pregunta de que en qué consistía esa inuficiencia de fundamentación de la Macroeconomía keynesiana, la respuesta era que carecía de una Microeconomía que la anclase. Se acusaba al pensamiento keynesiano de basarse en unas cuantas apreciaciones de tipo psicológico acerca de cómo se comportan los agentes económicos (consumidores, trabajadores, inversores, empresarios, financieros, ...) a partir de las cuales se definían unas funciones de comportamiento agregado (la Función de Consumo, la Función de Inversión, la Función de la Preferencia por la Liquidez, la Oferta agregada de trabajo con salarios monetarios rígidos, etc.) que no tenían sujeto. En efecto, detrás de la curva de demanda en un mercado cualquiera, por ejemplo, estan las curvas de demanda individuales y por tanto estan los individuos que se comportan racionalmente maximizando su utilidad sujetos a sus restricciones renta o de riqueza, pero ¿quién era el sujeto que estaba detrás de la Función de Consumo? Simplemente, no lo había. No había un "alguien" genérico cuyo comportamiento racional se plasmase en la Función de Consumo agregada keynesian, y lo mismo pasaba con el resto de funciones macroeconómicas características de la economía keynesiana. Dicho de otra manera, en el enfoque keynesiano se hablaba de una Función de Consumo que ligaba el gasto en consumo agregado de todos los agentes de una economía con los niveles de renta disponible (o de la riqueza) a través de unas regularidades estadísticas (las leyes sobre las propensiones al consumo) pero nadie justificaba como se llegaba a ellas a partir del comportamiento de los individuos concretos tal y como los explicaba la otra parte del análisis económico: la Microeconomía. De igual manera, se hipotetizaba que el comportamiento agregado de la inversión se describía por medio de una Función de Inversión agregada en que esta se hacía derender de diversas variables (el tipo de interés, las expectativas, el stock de capital, la tasa de depreciación, etc.), pero tampoco se justificaba cómo se llegaba a ella a partir de los comportamientos de los inversores particulares; incluso en este caso, Keynes recurría a un deus ex machina, los famosos "animal spirits", los "prontos" de los empresarios que guiaban -es un decir- sus decisones de inversión. En suma, que la economía keynesiana, o mejor dicho, la macroeconomía keynesiana carecía de un soporte microeconómico adecuado, o mejor dicho, su soporte microeconómico no era el que la microeconomía neoclásica juzgaba como adecuado para un enfoque científico.

La tarea de los economistas fué entonces construir una Macroeconomía bien fundada a partir de la Microeconomía neoclásica, aquella construida a partir del supuesto de que los agentes se comportan racionalmente es decir siempre eligen óptimamente en situación de escasez guiados por la persecución de sus intereses particulares. La búsqueda de unos fundamentos microeconómicos de la macroeconomía dió como resultado lo que se conoció como Nueva (Macro)Economía Clásica que ponía en solfa todas las novedades del pensamiento keynesiano. Por decirlo en pocas palabras: una economía en que los agentes se comportan como prescribe la Microeconomía neoclásica no puede tener rasgos keynesianos. Si, por ejemplo, hay desempleo éste sólo puede serlo voluntario (consecuencia de que prefieran disfrutar del ocio hoy -endeudándose pasra vivir si es necesario  y trabajar emn el futuro cuando sus salarios serán más altos por ser entonces la productividad del trabajo más elevada como fruto del aumento de la  cantidad de capital de la economía consecuencia de su renuncia a trabajar) o causado por intervenciones insitucionales exógenas al mercado de trabajo que llevan a los trabajadores a optar racionalmente por estar desempleados (sindicatos y estado), si hay problemas de inversión insuficiente, estos sólo puede ser debido a que el estado por su comportamientio dispendiador expulsa a la inversión privada haciendo subir los tipos de interés por el defict público, si hay una burbuja en los mercados financieros (o de la vivienda) es racional que la haya pues los individuos con arreglo a la información de que disponen se comportan racionalemnte es decir con arreglo a su expectativa racional de que los precios van a subir más en el futuro. Si los individuos son racionales en su comportamiento, como presupone la Microeconomía y si los mercados son eficientes, el enfoque de Keynes no es que no sea general, es que es incorrecto. Simplemente es que no debería haber problemas macroeconómicos.

Pero haberlos, haylos. Los ha habido a los largo de los últimos treinta años en multitud de países, alguno de la relevancia de Japón, pero ello no fue suficiente para poner en cuestión todo el precioso armatoste conceptual de la Nueva (Macro)Economía Clásica. En estos últimos tiempos, sin embargo, las cosas han cambiado. La presente crisis financiera y sus efectos sobre la economía real que está sacudiendo a la economía norteamericana y por extensión a la economía de todo el mundo son, por su magnitud, las circunstancias del mundo real que está cuestionando a los "nuevos macroeconomistas clásicos" de modo semejante a como la estanflación de la década de los años 1970 cuestionó a los keynesianos. Pero, al igual que entonces, también desde la propia academia corren nuevos aires que ponen en la cientificidad de la Nueva (Macro)Economía. Y la acusación, ahora, no es que no tenga fundamento, sino que el que tiene es patentemente incorrecto. El enfoque microeconómico basado en el comportamiento racional de los agentes económicos está cada vez más puesto en solfa por la Economía del Comportamiento, la Psicología Económica, la Economía Experimental y la Neuroeconomía. Simplemente, los seres humanos no nos comportamos como prescribe el modelo de comportamiento racional por lo que ese modelo no puede ser una base adecuada para el análisis macroeconómico, su explicación y el diseño de políticas apropiadas. Obviamente, reconocer esta necesidad de cambio no es nada fácil para aquellos que se han formado en la tradición intelectual neoclásica, aunque como "actos fallidos" de tipo freudiano, a veces les salga inconscientemente. Así, por ejemplo, sorprende que un economista tan creyente en el modelo neoclasico y azote de keynesianos y socialistas como Xavier Sala-i-Martin en su, por otro lado, muy correcta descripción del desenvolvimiento de la actual crisis, en un momento determinado afirme lo siguiente: "cuando los financieros recuperen la cordura, el capitalismo no sólo no desaparecerá sino que la economía americana saldrá disparad hacia una nueva senda de crecimiento" (Crisis Financiera (2):1929, en http://www.columbia.edu/-xs23/catala/articles/2008/Crisis_Financiera/Crisis%20Fina..). De acuerdo con que el capitalismo no va a desparecer, pero lo que me extraña y muy mucho es eso de la cordura de los financieros. ¿Es que se han vuelto locos? ¿Es que se guían por unos "animal spirits" poseídos por el espíritu de keynes? ¡Pero, bueno! ¿No nos habían llevado por fín Sala-i-Martin a aceptar la cientçifica verdad de que  los mercados financieros eran el epítome de los mercados eficientes, aquellos donde los agentes actuaban más racional y flexiblemente adaptando sus decisones racionalmente a las nuevas informaciones? ¿Cómo es que ahora hemos de esperar a que "recuperen la cordura" para que la cosa económica se enderece?

Así que en estas estamos. Sí la Macroecomía keynesiana se abandonó porque no tenía una sólida fundamentación microeconómica, ahora hay que abandonar a la Nueva Macroeconomía Clásica por lo contrario, por tener una tan sólida fundamentación que la hace incapaz de abordar los problemas macroeconómicos del presente e incluso la hace crearlos si se siguen sus recetas estrictamente. En estas condiciones no es extraño que  las ideas de Keynes hayan resucitado pues ciertamente es la macroeconomía más apropiada para unos agentes que no son racionales sino "predeciblemente irracionales" como dice Dan Ariely. 
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  1. #5
    01/04/09 02:39

    Ramón: que el "anónimo" anterior era yo mismo.

  2. #4
    Anonimo
    01/04/09 02:38

    No he leído al sociólogo del que me hablas, así que no te puedo decir nada de sus ideas. En cuanto a lo que me comentas sobre que es necesario un sistema financiero a nivel mundial de otro tipo, pues parece que todop el mundo está de acuerdo. El problema, curiosamente, es sin embargo teórico: ¿Qué es el dinero?. En mi opinión, Keynes en bretton Woods lo tenía muy claro, pensó que una sistema internacional no basado en el oro no podía depender de lña moneeda del pais más fuerte económica y militarmente pues esto le confería un "privilegio exorbitante" (Charles DeGaulle) para actura irresponsablemente generando a a larga crisis financieras, pero se equivocaba al imaginar que un dinero auténticamente internacional sería aceptado por ese mismo país. Hoy sabemos que debajo de todo lo que está pasando está el dolar y su papel clave en la escena monetaria. También sabemos que sería bueno económicamente ir hacia una moneda internacional, pero sabemos asimismo que tal cosa es una imposibilidad práctica.

  3. #3
    Anonimo
    12/03/09 12:50

    Cuando estudie Ciencia-Economia y Sociedad, me abrió lo ojos para reflexionar (con enfoque de pensamiento sistemico). Una mayor integración de la sociología en la economía, el libro del sociólogo Bruno Latour, La esperanza de pandora, explica bien las relaciones ciencia-sociedad (muy relacionados con su post). También consulte las ideas de ls post.autistics. El paralelismo, estaría en la justicia,las leyes, menos normas pero que se cumplan (menos complejidad mas efectividad)

  4. #2
    Anonimo
    12/03/09 12:39

    Estoy preocupado.
    De los 5 escenarios previstos, el primero(funcionen los planes de estimulo, tenia claro que no funcionarían) el escenario 2 (no funcionen los planes y se necesiten pactos a nivel mundial) Esta por ver si la cumbre G-20, nos despeja incógnitas, creo la reunión debería ser de mas países, y se deberían encerrar 3 semanas como B-W, hasta encontrar unos nuevos acuerdos adaptados a la realidad actual.
    Hay tensiones y me preocupa pasar al escenario 3 (proteccionismos, afectaría gravemente a los países en desarrollo) después el escenario 4 (Depresión a día de hoy el ec.Barro de Columbia, indica un 20 % de probabilidad) y el escenario 5 (los mercados de seguros financieros (“credit default swaps”) indican la probabilidad de que el gobierno Norteamericano no pueda hacer frente al pago de intereses en los próximos 5 años ha pasado del 0% histórico a más del 6% en la actualidad )
    Ceeo que el margen para tocar fondo esta entre Junio-Sep.

    En blog revolucionarios, quieren montar manifestaciones a nivel mundial.Solo falta esto tensiones sociales, no es el momento de intentar cambiar el motor del barco en plena tormenta, cuando se toque fondo ya lo repararemos (aun no tenemos motor alternativo, si es que existe). Estoy enviando e-mail para intentar que recapitulen, mover pólvora de sitio siempre ha sido peligroso.

    He leído en una revista de estudios Orteguianos, las reflexiones entre T.Man-H.Hesse-Ortega y Gasset, donde avisaban de todos los peligros anteriores a las II.GM, por la visión cegada de los gobernantes. No hemos de contribuir a generar pánico pero debemos tener claro los escenarios para evitarlos.

    Defiendo (no se si estoy errado) que la solución debe ir por una economía social de mercado y una economía institucional.

    Gracias por su atención.

  5. #1
    Anonimo
    30/01/09 18:29

    Y lo sorprendente es que, mientras los principales indicadores coyunturales viven uno de sus peores momentos (la mayoría están en números rojos, ∆% del PIB o la tasa de desempleo) y salen a luz grandes estafas capitalistas como la del buen ciudadano, Bernard L. Madoff, existen personajes públicos como el inolvidable ex-presidente de USA, George Bush, que defienden que la actual crisis financiera no es un fracaso de la Nueva (Macro) Economía Clásica...