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España país de pandereta y genocidio

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España país de pandereta y genocidio
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España país de pandereta y genocidio
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#872

Re: España país de pandereta y genocidio

Pregúntale a VicenteT ...que es experto en muertos.
No obstante los rojos canallas de la república no debían opinar eso...porque mataban a troche y moche.
Y como no tenían bastante con matar a inocentes ciudadanos....cuando tenían tiempo libre se mataban ferozmente entre ellos.
Comunistas contra socialistas....socialistas contra anarquistas....comunistas contra republicanos,etc.
Por cierto que eso de que se mataran entre ellos.... no estaba nada mal.

#873

Re: España país de pandereta y genocidio

gracias gracias pedro

Sondeo de Gad3 para el ABC realizado hasta el 30 de septiembre. Entre paréntesis variación respecto a la encuesta de hace 3 semanas.

PP 33,5% (+2,5) / 159 (+17)
UP 20,8% (+0,3) / 69 (-1)
PSOE 18,6% (-2,5) / 68 (-13)
C'S 11,9% (-1,0) / 25 (-5)
ERC 10 (=)
PDC 8 (=)
PNV 6 (=)
EHB 4 (+2)
CC 1 (=)

#874

Re: España país de pandereta y genocidio

Mariano Cuadrado fue el ángel de la sierra de Madrid que salvó a 5.000 refugiados,que huian de los golpistas genocidas. Maestro republicano y alcalde de Torrelodones, organizó el mayor campo de acogida de la región durante la Guerra Civil. Un homenaje acaba de recordar la figura de este hombre asesinado por losgolpistas genocidas en septiembre de 1939. Su familia no conoció hasta 2013 el paradero de sus restos.

Torrelodones, en los años treinta

Torrelodones, en los años treinta

#875

Re: España país de pandereta y genocidio

Entre el 6 y 8 de febrero de 1937, se produjo en Málaga la “Desbandá”, entre 100.000 y 150.000 personas salieron con lo puesto, a pie en su mayoría, y en burro o vehículo los más afortunados, dirección Almería. Fueron los protagonistas del mayor éxodo de la Guerra Civil.Huían bajo un estado de panico, temiendo lo que les podia pasra si los golpistas genocidas, alimañas sedientas de sangre , alabados por los fachas de este foro, entraban en Málaga.

Malagueños pidiendo armas en el Palacio de la Aduana contra el golpe de estado

Malagueños pidiendo armas en el Palacio de la Aduana contra el golpe de estado

Aviones franquistas sobre Málaga

Aviones franquistas sobre Málaga

Refugiados malagueños en la carretera Málaga-Almería

Refugiados malagueños en la carretera Málaga-Almería

#876

Re: España país de pandereta y genocidio

viventeT por favor saca fotos de como salian de santander en barcos pesqueros los republicanos en agosto de 1937 huyendo de los genocidas fascistas...
PD estas fotos mejor aunque debes poner mas de tumbas y huesos
saludos viva españa

#877

Re: España país de pandereta y genocidio

«Al fuego». Esas fueron las dos palabras que dirigió el capitán español Cayetano Valdés al contralmirante francés Dumanoir cuando este le preguntó -durante la batalla de Trafalgar- por qué diantres abandonaba la formación. La frase no hubiera tenido mayor importancia de no ser porque implicaba que este español desobedecía las órdenes de su superior (quien le instaba a retirarse a Cádiz dejando de lado a los barcos aliados que se batían contra los ingleses) y partía directamente hacia la refriega con el objetivo de salvar a su buque insignia, el «Santísima Trinidad». Un bajel que al que los británicos estaban dejando como un colador. Su decisión le granjeó 117 heridas de metralla y verse obligado a luchar solo contra cuatro enemigos, pero le dejó la honra intacta.

Cayetano Valdés y Flores nació en Sevilla el 28 de septiembre de 1767. Su infancia la pasó asombrado por el mar. Esto le llevó, en 1781, a acceder por la puerta grande a la Real Compañía de Guardiamarinas de Cádiz. Desde entonces se destacó como un aventajado estudiante de astronomía, hidrografía y navegación. A partir de ese momento, y a la vista de sus capacidades militares y navales, sus mandos no tardaron en promocionarle. Un hecho que le llevó a participar a una edad temprana en contiendas tan destacables como el asedio de Gibraltar (acaecido entre 1779 y 1783).

Entre ciencia y guerra
Después de ser nombrado capitán de fragata a los 25 años, su vida sufrió un breve cambio de rumbo. Y es que, dejó momentáneamente las armas para participar en la expedición científica que, a las órdenes de Alejandro Malaespina, buscaba reconocer el estrecho de Fuca.

Posteriormente, pasó su vida entre ciencia y balas hasta 1797, año en que (ya como capitán de navío) dirigió al «Pelayo» (de 74 cañones) contra los ingleses en la batalla del Cabo San Vicente. En la misma (la que supuso una gran derrota contra la Pérfida Albión) nuestro protagonista logró con su buque que el «Santísima Trinidad» (el gigantesco bajel español de -en principio- 120 cañones) no cayera en manos enemigas. Algo para lo que se batió heroicamente.

Batalla del Cabo San Vicente
Batalla del Cabo San Vicente- Wikimedia
En 1805, ya con España aliada con Francia, recibió órdenes de formar parte (al mando del navío «Neptuno» -de 80 cañones-) de la flota combinada formada por 18 bajeles franceses y 15 españoles para invadir Gran Bretaña. Dirigida por el infame Pierre Charles Silvestre de Villeneuve, esta armada tenía el objetivo de atravesar el Canal de la Mancha y transportar un ejército desde las costas francesas a las inglesas.

Sin embargo, la armada se vio finalmente cercada en octubre a la altura de Cádiz por una escuadra de 28 bajeles al mando del conocido Horatio Nelson. Al final, y después de celebrar varias reuniones, la «combinada» se decidió a atacar a los «british» el 21 de ese mismo mes. Todo ello, a pesar de que sabían que sus tripulaciones no eran lo suficientemente profesionales y la marinería (que no los oficiales) carecían de la experiencia de sus enemigos.

En Trafalgar
El 21 de octubre, las dos armadas se divisaron cerca del cabo Trafalgar. La flota combinada formó, por órdenes de Villeneuve (a bordo del «Bucentaure», de 80 cañones) en línea, mostrando las bandas de sus bajeles al enemigo. En el centro se destacaban (además del insignia en el que había embarcado el mandamás francés) el «Santísima Trinidad». Nuestro protagonista, Valdés, dirigía su «Neptuno» en la retaguardia, dirigida por el contralmirante Pierre-Étienne-René-Marie Dumanoir (sobre el navío «Formidable»). Este grupo contaba con un total de ocho bajeles entre los que destacaban tres españoles: el de nuestro protagonista, el «Rayo» y el «San Francisco».

Dumanoir
Dumanoir- Wikimedia
Con todo, después de que Villeneuve ordenase a sus buques virar en redondo para tener la proa hacia Cádiz (según la mayoría de historiadores, porque quería asegurarse la retirada por si era derrotado) la división de Dumanoir quedó en vanguardia. El resultado de esta estrategia no pudo ser peor, pues destrozó la formación de la combinada y dejó una distancia considerable entre los diferentes bajeles por la que, en el caso de lanzarse de bruces contra ella, podrían colarse los ingleses.

Dicho y hecho. Nelson, que tonto no era, decidió entonces formar dos divisiones y dirigirse, en perpendicular, hacia el centro de la línea francesa. «Los ingleses formaron dos gruesas columnas, de 15 navíos la situada más al Norte, o izquierda, que guiaba Nelson con su navío “Victory”; de 12 la otra, marchando a la cabeza el almirante Collingwood en el “Royal Souvereign”. (…) Se dirigieron, en líneas algo oblicuas, a la armada aliada: la primera, a cortarla por el centro; la de Collingwood, a envolver la retaguardia», explica el historiador y militar Cesáreo Fernández Duro en su obra «Armada española (desde la unión de los reinos de Castilla y Aragón)».

Batalla de Trafalgar (estrategia inglesa)
Batalla de Trafalgar (estrategia inglesa)- Wikimedia
Aproximadamente al medio día se disparó el primer cañonazo y, posteriormente, se demostró que la estrategia de los británicos había sido acertada cuando sus buques se abalanzaron contra el «Bucentaure» y el «Santísima Trinidad». Villeneuve se vio entonces superado por un amplio elenco de contrarios y, desesperado, solicitó mediante señales a los extremos de su línea (entonces fuera del combate) que se dirigieran «al fuego» central cuanto antes. Las órdenes fueron recibidas por todos... incluso por Dumanoir. ¿Qué hizo este francés? Empezar a remolonear para evitar entrar en combate y dar órdenes a los navíos bajo su mando de que no se movieran para ayudar a sus aliados.

Un despiste...
Por suerte para nuestro país (donde el boicoteo histórico es tan habitual como la crítica soterrada a aquel que no esté presente) la mayoría de fuentes francesas quitan responsabilidad a España y están de acuerdo en que Dumanoir no quiso entrar en combate. Todo ello, a pesar de que, mientras le quedó un solo palo sin derribar, el «Bucentaure» de Villeneuve mantuvo en alto los banderines que le indicaban lo que debía hacer: presentarse en la refriega de una endemoniada vez para dar un buen repaso a los infames Lords ingleses con su escuadra. O al menos, para evitar que el repaso se lo diesen los hombres de Nelson a ellos.

Pero el «Formidable» ni caso. Nada de nada. «Rien de rien», que dirían los francos. De hecho, y para sorpresa de los presentes, se hizo el despistado y se alejó poco a poco (junto a los buques de su división) rumbo norte, hacia donde le dirigía la marea.

Cayetano Valdés
Cayetano Valdés- Wikimedia
Para algunos destacados historiadores como Roy Adkins, este «despiste» permitió que el plan de los ingleses saliese a pedir de boca: «La estrategia de Nelson dependía de que los buques de la vanguardia francesa tuviesen dificultades para virar y no lograsen, por tanto, auxiliar al resto de la línea de batalla hasta que fuese ya demasiado tarde. De modo que, cuando más se alejase Dumanoir de la flota, más posibilidades tendrían los británicos de obtener la victoria».

No obstante, otros tantos son partidarios de que, aunque hubiese cumplido las órdenes y hubiese entrado de cabeza en la refriega, es imposible saber qué hubiese sucedido. Uno de ellos es el militar y marino del XIX José Ferrer de Couto.

Independientemente del resultado militar, lo cierto es que -aquel día- Dumanoir dejó claro que era partidario de la «Liberté», pero poco de la «Égalité», y nada de la «Fraternité». Y es que, se tomó la libertad de obviar que era en el centro donde estaban las tortas y que lo igualitario y lo fraternal era acudir a dar de cañonazos al mismo enemigo que estaba aniquilando a su superior.

El «Neptuno»

Clase: 2da (Navío de Línea)

Año de construcción: 1795

Eslora: 55,60 m

Manga: 15 m

Punta: 7,23 m

Cañones: 80 (101 en Trafalgar)

Capitán: Cayetano Valdés

Tripulantes: 797

A las dos menos diez de la tarde, y ya hasta las napias de que Dumanoir no acudiese a la lid, Villeneuve ordenó (por enésima vez) que los buques entrasen «en fuego» en el centro de la formación. Mientras todo aquello sucedía, los fogonazos de los cañones que salían del «Bucentaure» y del «Santísima Trinidad» se iban desvaneciendo poco a poco, silenciados por el enemigo.

Todo parecía perdido. De hecho, hubo un momento en que los ingleses vieron tan silencioso el «Escorial de los mares» que creyeron que se había rendido. Pero nada más lejos de la realidad. «Notando los enemigos el silencio en aquella mole inerte, enviaron bote con oficial preguntar si se había rendido, prontamente respondieron los marineros españoles “no, no”», explica Duro. En los minutos siguientes, el combate continuó a expensas de la mirada lejana de Dumanoir quien, lentamente y ante la insistencia de su oficial al mando, ordenó a sus buques empezar a acercarse a la contienda.

Al fuego
La desesperación al ver a sus compatriotas batiéndose a quemarropa por España y Francia debió calar en lo más hondo del corazón de los capitanes a las órdenes de Dumanoir. Quizá fuera eso, o quizá fuera la simple necesidad de no manchar su historial manteniéndose a distancia de la mayor batalla naval de la época.

Fuera por la causa que fuese, finalmente algunos capitanes desobedecieron al infame galo y viraron para dejar de ser espectadores, y convertirse en protagonistas. «Como el jefe dejara pasar el tiempo sin obedecer la señal que todos los comandantes veían, algunos, por propia instigación viraron, haciendo los esfuerzos imaginables para llegar al fuego con el viento calmoso que apenas llenaba las velas», explica Duro en su obra.

El "Bucentaure", desarbolado
El "Bucentaure", desarbolado- Wikimedia
El primero de ellos, según este historiador, fue el de nuestro protagonista: el «Neptuno». El 80 cañones, a los mandos de Valdés, «cambió la proa remolque de los botes» y, queriendo emular lo que había hecho en la batalla del cabo «San Vicente» (donde su intervención evitó que el «Santísima Trinidad» cayera en manos enemigas), se dirigió finalmente hacia la refriega.

Así explicó el capitán español su decisión en el parte posterior de la contienda: «A la una y tres cuartos vi la señal que mandaba a la vanguardia virar en redondo a un tiempo y acudir a sostener el cuerpo o división atacada, lo que ejecuté inmediatamente, sin esperar el momento que vi izado poco después en el navío “Formidable”, el que con el resto de la vanguardia estaba haciendo lo que yo ya tenía verificado».

«A la una y tres cuartos vi la señal que mandaba a la vanguardia virar en redondo a un tiempo y acudir a sostener el cuerpo o división atacada, lo que ejecuté inmediatamente»
Antonio Escaño, segundo oficial de la armada española en la contienda, refirió así su conducta: «Viró en obedecimiento de la orden de la señal de virar por redondo la vanguardia para sostener el cuerpo atacado». Según se dice, cuando observó la maniobra, Dumanoir le preguntó al hispano qué diantres hacía al pasarse por el forro (del pantalón) la cadena de mando. Ante esas palabras nuestro protagonista le respondió, simplemente, que se dirigía «al fuego».

Otro tanto sucedió con el «Intrepide» (un navío de línea de segunda clase, de 74 cañones, y construido en los astilleros de Ferrol). Su capitán, Luis Infernet, le puso las mismas napias que su homólogo español y se lanzó contra los ingleses ávido de sangre. Este marino, tras la contienda, fue recibido de forma honrosa por Napoleón, quien le dijo lo siguiente: «Si todos los comandantes se hubiesen conducido como vos en Trafalgar, la victoria no hubiera estado ni un solo momento indecisa».

Las bajas según el informe de Valdés

Muertos -

Alférez de Navío D. Cayo Picado, Contador D. Diego de Soto. (Tropa, quince; marinería, veintidós, en combate. Tropa y marinería, en el naufragio, se ignora cuántos).

Heridos -

El Comandante, D. Cayetano Valdés; el Segundo, don Joaquín Somoza; el Teniente de Fragata D. Joseph Linares y el Alférez de Fragata D. Joseph Navarro. Contusos: El Alférez de Fragata D. Miguel Henríquez, el Capitán de Voluntarios de la Corona D. Joaquín Morata. En poder de los enemigos: Tenientes de Navío, dos, que son: D. Antonio Miranda y D. Francisco Beranger. Gente de mar, treinta. Estos fueron llevados al navío Minotauro en las noche del 21.

Añadido -

El Segundo Comandante fué gravemente herido poco después que yo, así no pudo desempeñar largo tiempo el mando del navío. Es cuanto puedo informar a V. E. sobre el particular. Dios guarde a V. E. muchos años.

Mientras hombres como Valdés e Infernet ponían proa hacia el «Bucentaure» de Villeneuve y el «Santísimas Trinidad» (ambos, casi unas boyas inertes para entonces), Dumanoir decidió que poco podía hacer con los buques que le quedaban, y tomó una decisión todavía más criticable que su actitud hasta el momento: marcharse con viento fresquito hacia Cádiz para salvarse.

«Dumanoir, que al fin se decidió pasar por barlovento con cuatro navíos franceses en línea, satisfaciéndose con disparar algunos cañonazos de lejos, orzó, perdiéndose de vista por el Oeste», añade Duro. Con su partida, bandera tricolor ondeando al viento, se marcharon las pocas opciones (y las esperanzas de victoria) del almirante francés. Concretamente, los buques que decidieron dejar a sus compañeros atrás fueron el «Formidable», el «Scipion», el «Duguay-Trouin» y el «Mont Blanc».

En combate
Media hora después de mandar a la «merde» a Dumanoir, Valdés se dio de bruces con dos navíos que salieron a cortarle el paso a la ver que intentaban doblar (superar y atacar por la popa, la parte más débil de los bajeles de la época) al «Bucentaure» y al «Santísima Trinidad». Estos fueron el «Spartiate» (de 74 cañones) y el «Minotaur» (también de 74). Le detuvieron, pero este par de bajeles pronto tuvieron que ser reforzados con otros dos gracias a la tenacidad de nuestro protagonista.

«A las dos y cuarto teníamos por nuestra amura de barlovento cuatro navíos enemigos, uno de ellos de tres puentes, que con viento algo más fresquito que hasta entonces había reinado y fuerza de vela, las amuras a babor, se dirigían a doblar al Trinidad y Bucentauro, desarbolados ya de todos sus palos; con ellos trabé un vigoroso combate, así como los demás buques de mi inmediación, que eran todos franceses, en número de cuatro», explica el mismo Valdés en su informe de la batalla.

Nelson, en Trafalgar
Nelson, en Trafalgar- Wikimedia
Cañonazo tras cañonazo, mosquetazo tras mosquetazo, el español demostró a los ingleses (y a los huidizos galos) que no estaba dispuesto a dejarse la vida sin llevarse a cuántos más enemigos pudiera al fondo del mar.

Pero, aunque logró dar unos minutos a sus dos aliados, finalmente terminó sucumbiendo hacia la potencia inglesa. «A las tres y media, habiendo arribado algo la división enemiga, pasó por sotavento de la nuestra y a muy poca distancia, en cuyo tiempo fue cuando recibí averías de consideración, pues perdí el mastelero de velacho y parte de la cofa de trinquete, cortados muchos obenques de este palo. Faltó el estay mayor, la verga de trinquete, el mastelero de gavia; atravesado el palo mayor por cinco partes, cortados todos los obenques y quinales de la banda de babor y cinco de la de estribor, dos cañones en el entrepuente desmontados y varios balazos a flor de agua, por donde entraba bastante», comenta en su informe.

El final
Una hora después (a las «cuatro menos algunos minutos», en palabras de Valdés), tras recibir severos daños en el caso, los palos y cualquier elemento del buque sensible de ser destruido por un bala británica, el «Neptuno» de Valdés pudo al fin acercarse al «Bucentaure» y al «Santísima Trinidad».

El capitán había cumplido valerosamente con su misión de socorro, aunque de poco sirviera ya para la victoria combinada en la contienda. Fue en ese momento cuando, sabedor de que -al menos- no había fallado a sus compatriotas (como si habían hecho los galos) la tragedia se sucedió: fue herido de gravedad en la cabeza por la caída de uno de los palos del buque.

Grabado de Valdés
Grabado de Valdés- Wikimedia
«A esta sazón cayó el palo de mesana, y en sus ruinas fui herido en la cabeza y nuca, con lo que perdí el sentido y conducido abajo, a donde nunca pensé retirarme, sin embargo de haberme sentido herido tres veces durante la acción», explicó posteriormente. Para entonces, y tal y como señala José María de Mena en su obra «Historia de Sevilla», había recibido la friolera de 117 heridas de metralla en todo el cuerpo.

Como ocurrió con otros tantos capitanes, en principio Cayetano Valdés se negó a retirarse, pero sus compañeros terminaron poniendo su cuerpo a cubierto cuando perdió el conocimiento. «Un guardiamarina sacó al comandante don Cayetano Valdés, el amigo de mi padre, cuando ya estaba abandonado a una muerte segura, porque […] un golpe en la cabeza le tenía […] privado enteramente del sentido», afirmó Escaño en sus memorias.

El navío se rindió con el deber cumplido, la honra intacta, pero con 42 muertos y 47 heridos
Como es lógico, el oficial señala en su informe que, desde ese momento, «nada sé por mi mismo», pero continúa narrando el combate del «Neptuno» en base a los datos obtenidos de sus oficiales.

«Tengo entendido que mi navío se conservó a la voz del Trinidad y Bucentauro de la vuelta encontrada, que los enemigos reviraron sobre mi navío y lo doblaron por barlovento, y que por último, algunos minutos antes de ponerse el sol, hallándose con treinta muertos y cuarenta y siete heridos, enteramente desarbolado haciendo bastante agua y abrumado del superior número de los enemigos que se cebaron sobre mi navío, que fué el único que estaba en aquellas aguas, determinaron hendirse a fuerzas tan desiguales», determina. Al final, el navío se rindió a la cinco de la tarde. Con el deber cumplido, la honra intacta, pero con 42 muertos y 47 heridos.

Tras la batalla
Tras la derrota y la huida desesperada de algunos buques de la combinada, el «Neptuno» y su tripulación fueron hechos prisioneros por los ingleses. Estos, al día siguiente, remolcaron los restos del bajel con intención de llevarlo hasta sus islas. Sin embargo, y para suerte de Valdés, una división española salió posteriormente del puerto para rescatar a cuántos marinos y bajeles apresados pudiese. Uno de ellos fue, precisamente, su navío.

Ese hecho le permitió llegar con vida a Cádiz, ser ascendido a almirante, y combatir en la posterior Guerra de la Independencia. Pero eso, como se suele decir, es otra historia.

#878

España país de pandereta y genocidio

http://www.abc.es/historia/abci-capitan-espanol-sufrio-117-heridas-combatiendo-solo-contra-4-navios-ingleses-trafalgar-201609300218_noticia.html
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La novela cuenta uno de los sucesos históricos más importantes de todos los Episodios Nacionales, la batalla de Trafalgar, como el nombre de la novela indica. Galdós narra con maestría los preliminares de la batalla, además de aportar importantes datos sobre la armada española, el transcurso de esta y sucesos posteriores, ciñéndose en todo momento a la realidad.

https://es.wikipedia.org/wiki/Trafalgar_(episodio_nacional)
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La Cancion Del Pirata (I y II)

Un saludo

#879

Re: España país de pandereta y genocidio

VicenteT tío...
Si serían CANALLAS Y ASESINOS los rojos que se mataban y asesinaban entre ellos....imagínese el respetable lo que no harían con el pueblo llano:

Los sucesos acaecidos en la Plaza de Toros de Écija, el 31 de Mayo de 1936, durante la celebración de un mitin político de Indalecio Prieto

El 31 de Mayo, cuando Prieto, en unión de González Peña, Belarmino Tomás, Negrín y otros ilustres militantes centristas, acuden a la plaza de toros de Écija (Sevilla) son abucheados, apedreados e incluso tiroteados y donde resulta herido el secretario de “Don Inda”, Víctor Salazar.
Representantes de las Juventudes Socialistas Unificadas que daban vivas al Partido Caballerista y a
Santiago Carrillo no querían que hablasen Prieto y sus amigos.
Así recordaba Prieto, ya en el exilio, este penoso incidente, que fue, por otra parte, motivo para desencadenar una campaña de adhesión a la Ejecutiva y de denuncia de los inspiradores del atentado, que los centristas achacaban a Claridad.
En Écija, señala Prieto, ni a González Peña, que volvía del presidio, ni a Belarmino Tomás ni a mí, que regresábamos de la expatriación, se nos permitió hablar.
De Écija fuimos expulsados a tiros por nuestros propios correligionarios, tres diputados socialistas.
Gracias a la decisión de Juan Negrín, que pistola en mano protegía al líder centrista con su formidable anatomía, al policía sevillano Sáez y al jefe de la Guardia Municipal de Carmona, que revolver en mano, de pie en los estribos del automóvil y cubriendo con sus cuerpos las ventanillas del coche, lograron abrirme paso hacia la carretera de Córdoba, mientras muchachos de la Motorizada, respaldados contra los muros de la plaza de toros, protegían mi retirada con el fuego de sus pistolas ametralladoras...
(Indalecio Prieto, Socialista y Español. Octavio Cabezas. 2005).

http://www.paginadeunecijano.com/publicaciones/rfg/SUCESOS_MITIN_PLAZA_DE_TOROS_ECIJA.pdf

#880

Re: España país de pandereta y genocidio

¿Ah, sí? Y qué te parecen los últimos asesinatos en tu "Villa et Corte". Me parece que no son rojos precisamente.

Venga, hombre. Reconoce que matar estuvo mal.

El silencio es hermoso cuando no es impuesto.

#881

España país de pandereta y genocidio.A galopar.

A galopar (Rafael Alberti)

Las tierras, las tierras, las tierras de España,
las grandes, las solas, desiertas llanuras.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
al sol y a la luna.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

A corazón suenan, resuenan, resuenan
las tierras de España, en las herraduras.
Galopa, jinete del pueblo,
caballo cuatralbo,
caballo de espuma.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Nadie, nadie, nadie, que enfrente no hay nadie;
que es nadie la muerte si va en tu montura.
Galopa, caballo cuatralbo,
jinete del pueblo,
que la tierra es tuya.

¡A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar!

Paco Ibáñez y Rafael Alberti

Un saludo

#882

Democratas que eran los rojos de VicenteT

En mi opinión actual, la república del 14 de abril no feneció el 18 de julio, al desatarse la revolución, como pensaba hace unos años, sino ya en las elecciones de febrero de 1936.
Elecciones algo más que anómalas, no democráticas, y planteadas por la izquierda, bajo la consigna sarcástica de "republicanización del estado", como paso para la construcción de un régimen al estilo del PRI mejicano, en unos casos, y como prólogo inmediato a una revolución obrerista, en otros.
Los líderes frentepopulistas adelantaron que NO ADMITIRIAN LOS RESULTADOS DE LAS URNAS SI GANABA LA DERECHA, como no habían aceptado los de 1933.
Aquellos comicios pusieron fin a la legalidad republicana, sustituyéndola por un régimen que, por su mencionada falta de consolidación, prefiero por mi parte llamar, simplemente, "de Frente Popular".

Como explica Payne, las izquierdas no desdeñaban una guerra civil; es más, muchas de ellas LA QUERIAN ya desde 1934, dando por hecho que sería corta y terminaría con su triunfo aplastante y definitivo.
De ahí la constante y sangrienta provocación a las derechas y a los militares conservadores ya desde las mismas elecciones de febrero del 36, culminada en el asesinato del líder opositor Calvo Sotelo.
Este crimen constituyó por sí solo la definitiva declaración de guerra, ante la cual las derechas debían elegir entre contestar en sus propios términos, o resignarse mansamente a la aniquilación.
Como todo el mundo sabe, optó por lo primero. Su golpe inicial, planeado por Mola, fracasó, lo que dio origen a una contienda larga que perdieron quienes estaban seguros de ganarla.

http://www.libertaddigital.com/opinion/historia/por-que-gano-franco-la-guerra-1276238004.html

#883

Hijos de Satanás

Y dice el VicenteT que los malos eran los santos militares que se tuvieron que levantar para poner fin a tantos asesinatos y tropelias de los ROJOS.

#884

Re: España país de pandereta y genocidio.A galopar.

Mario Cruz Sancho Ruiz-Zorrilla nació en Sepúlveda, provincia de Segovia el 14 de septiembre de 1891, en el seno de una familia de médicos yllegará a ser un auténtico pionero en España en una especialidad que definitivamente orientará sus pasos: la radiología .Fundador del sindicato médico de la UGT y afiliado a la Agrupación Socialista de Madrid desde 1931, se sabe que en los primeros días de noviembre de 1936 está desempeñando el cargo de vocal de la Junta de Gobierno del Colegio de Médicos, en representación del Partido Socialista Obrero Español, como consecuencia de la huida de Madrid de casi todos los responsables de los organismos sanitarios y sindicales, teniendo como responsabilidad concreta el control de las recetas de alimentos. en su expediente de depuración, Jesús García Ozcoyen señaló como elementos izquierdistas a Juan Negrín, Teófilo Hernando, Manuel Márquez, Manuel Varela Radío y Mario Sancho Ruiz-Zorrilla. Este Orcoyen delator, gozando del privilegio de ser obstetra y ginecólogo de la familia de Franco, más adelante sería nombrado Director Gral. de Sanidad.Mario Cruz Sancho Ruiz-Zorrilla fue detenido a la entrada de los genocidas golpistas en Madrid y tras un juicio sumarísimo, fue uno de los treinta y tres asesinados en las tapias del Cementerio del Este .

#885

Re: España país de pandereta y genocidio

Mi abuela sufría migrañas. Un dolor insoportable que le hacía quedarse en cama, con las luces apagadas y en silencio. Eran los años setenta y no hacía mucho que se había trasladado a San Sebastián. Detrás quedaba Tolosa, donde vivía felizmente con su marido, notario, y sus nueve hijos. El traslado se debía al nuevo cargo que ejercería mi abuelo: procurador en las Cortes y presidente de la diputación de Guipúzcoa.

Fue entonces cuando mi abuela Maite comenzó a sufrir esos dolores. Las dianas, la presión y las amenazas, ya fueran directas o veladas, atenazaban su conciencia. “A por mí no van a ir, ¿no ves que también soy vasco?”, trataba de consolarle mi abuelo Juanmari. Estaba convencido de que las intimidaciones terminarían con el tiempo. Él se encargó, entre otras cosas, de la restitución del Concierto Económico vasco, del plan de electrificación rural o las inauguraciones de la presa de Añorbe y de la autopista Bilbao-Behobia. Aquellos que lo amenazaban, los militantes de ETA –nacida hacía no mucho tras la incorporación de las juventudes del PNV-, también defendían la identidad del pueblo vasco. Aunque con argumentos diametralmente opuestos.

Esa presión, lejos de disiparse, fue aumentando con el paso de los meses. Mi abuelo contaba entre risas cómo, a su pesar, le habían impuesto llevar un arma consigo. Se la ceñía a la cintura, pero su torpeza hacía que se le cayera por la pernera del pantalón hasta el suelo. También relataba el día en el que un hombre de pintas dudosas empezó a seguirle por la calle. Tras cruzar varias veces de acera y confirmar sus sospechas, mi abuelo se paró en un kiosco y cogió un periódico para hojearlo distraído. Cuando el hombre le alcanzó, se abalanzó sobre él con sus ciento y pico kilos de peso. “¡Soy escolta!”, exclamó éste. Era uno de los primeros agentes de incógnito.

Todo eso se lo contaba a su mujer riéndose. Creía que, de ese modo, amortiguaría los golpes. De lo contrario, ella se enteraría por otras vías y sería aún más duro.

Mi abuela Maite escuchaba y callaba. La consecuencia directa de esas historias eran las migrañas que la obligaban a pasar el día en la cama. Esposa fiel, trataba de no convertirse en una carga, en no acaparar ningún protagonismo ante aquella situación. De ahí el silencio. Bastante tenía su marido con su día a día como para despertar su preocupación por un simple dolor. Insoportable, pero pasajero. Aquel latiguillo siempre iba acompañado de una pregunta: ¿Cuándo?

La respuesta llegó el 4 de octubre de 1976, hoy hace cuarenta años. Mi abuelo Juanmari llegaba a comer a casa, en la donostiarra Avenida de la Libertad. No le dio tiempo a bajarse del coche cuando los tres terroristas, con una metralleta, abrieron fuego contra el vehículo. Vaciaron sus cargadores y dispararon alrededor de cien balas. El chófer, José María Elícegui, murió en el atentado. También lo hicieron los escoltas Alfredo García, Luis Francisco Sanz y Antonio Palomo. Y mi abuelo. Él quedó malherido y dos de sus hijos, mis tíos, lo llevaron al hospital. Murió en el quirófano.

Hay un programa de Informe Semanal rodado días después del crimen. En él, el presentador reconstruye los últimos pasos que dio mi abuelo. Después entrevista a algunos de mis tíos y a mi padre.

- ¿Qué les diría a los asesinos?

- Que no lo vuelvan a hacer nunca más.
La última escena del reportaje parece la fotografía de un funeral. Mis tíos, el mayor de ellos rondaba los 25 años, están sentados en un sofá. Tienen ojeras y se les ve cansados. Pero en el centro hay algo que chirría, que no encaja en el entorno: la sonrisa de mi abuela.

- Quiero decir que estoy muy contenta porque mi marido está en el Cielo y que perdono de todo corazón a los que lo han hecho.
Siempre he sabido lo que ocurrió. No recuerdo un momento en el que nadie me sentara en un sillón o viniera a verme a la cama y, de forma lastimosa, me contara qué había pasado. Es una realidad que siempre ha estado ahí. Nunca conocí a mi abuelo: aún faltaban once años para que yo naciese cuando lo mataron. Aquellas historias que él contaba riéndose las he ido reconstruyendo con los retazos de lo que he ido sabiendo a medida que crecía.

Son pequeñas píldoras que he ido tragando sin que por ello creciera el resentimiento o el odio. Mi abuela primero y mis padres después se han encargado de ello. Nací en Madrid porque se tuvieron que marchar del País Vasco con una mano delante y otra detrás, porque a mi abuela no le quedó otra que vivir en un piso que le cedieron por su condición de víctima del terrorismo.

Mi familia reconstruyó su vida a partir de los escombros y los nietos hemos crecido lejos del odio. Se lo debemos a mi abuela Maite, que no volvió a tener migrañas tras el asesinato de su marido, y a la sonrisa de aquel Informe Semanal, que es la que siempre nos dedicó.