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Versos sueltos

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Versos sueltos
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Versos sueltos
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#4697

Re: Versos sueltos

Hablando de gallos orgullosos y soberbios...

 

 

 

  ÁLBUM DE MATRIMONIO

Saco una foto tuya de nuestro álbum
y la miro con detención contra la luz

Veo la sangre circulando por tus venas
y mi cuerpo flotando a la deriva

La corriente me arrastra con fuerza
sangre abajo en dirección a las cataratas

Trato de agarrarme de lo que sea
pero resbalo una y otra vez

Escucho el ruido ensordecedor de tu sangre
rebotando furiosa contra las piedras

Desesperado me aferro a una ventana
y consigo saltar a la otra orilla

Oigo el quejido de la puerta al abrirse
y tus pasos que entran en el cuarto

Lo demás es tu vestido rojo
el beso en la mejilla el tic tac del reloj

autógrafo

Óscar Hahn

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4698

Re: Versos sueltos

.

 

 LA COMPOSICIÓN PARA EL LICEO
        ROMANCE

Vaya usted con Dios, patrona;
Rosita, abur: anda, Bruna.—
Ya se marcharon, ya estoy
Libre de que me interrumpa
La vieja con sus regaños,
La niña con sus diabluras,
Y la zafia Maritornes
Con sus rondeñas de Asturias.
¡No tener para este jueves,
Que es mi turno de lectura,
Por más que haga en mis legajos
Escrupulosa rebusca,
Ni una imprecación al sol,
Ni un madrigal a la tumba!
¡Dar equivocadamente
Para empapelar azúcar.
Ayer mi romance esdrújulo
Sobre el ósculo de judas!
Por fin, dos horas me quedan;
Y si me sopla la musa,
Saldré airoso del empeño
En que me miro sin culpa.
¿Por qué pecado, Señor,
Mereció mi triste pluma
Que para escribir en verso
No pueda cogerla nunca,
Sin que al momento a mi puerta
Cien importunos acudan?
Ya el alcalde de mi barrio
Para un informe me busca;
Y cuando ve que no puedo
Responder a su pregunta,
Me encaja la historia entera
De Don Gaspar Buena-púa.
Ya los que suben a ver
Cierta vestal andaluza,
Llamados desde el balcón
Con gitanas guiñaduras,
Trocando su alegre cuarto
Con mi tétrica zahúrda,
Mi campanilla quebrantan
Que suena como una zumba.
Ya un Calderón de diez años
Largamente me consulta
Sobre el efecto que espera
Que en el teatro produzcan
Los gemidos de la dama
Cuando la hieren a obscuras,
Si se remeda a lo lejos
El canto de la lechuza.
Ya un vecino que padece
Fiebre tercianaria turca,
Regala a su cara cónyuge
Con la más tremenda zurra:
Vuelan los pucheros, se oyen
Maldiciones tremebundas,
Alborótase el cotarro,
Cunde en la calle la bulla,
Y al gritar un alguacil:
«¡Favor a Isabel Segunda!»
Tengo a fuer de miliciano
Que danzar en la trifulca.
Hoy hay paz: aprovechemos
Tan dichosa coyuntura.—
¿Qué asunto para escribir
Tomaré? Mas ¿quién lo duda?
¿Qué objeto para mis versos
Mejor que mi dulce Curra?
Una letrilla a sus ojos,
Su lunar o su cintura.
Principiemos. «Ángel bello
Que la Providencia suma...»
Adiós, ya llamaron. Llamen;
Que aunque la casa confundan,
No me muevo del asiento.—
¡Pues la cachaza me gusta!
¿A qué porfía ese bárbaro
Cuando ve que no le escuchan?
Señor, ¿quién será? Lo voy
a ver por la cerradura.
Sea por Dios: es el mozo
De la compañía. —Lucas,
¿Qué quieres? —Que pague usted
Sin dilación esa multa.—
¿Por qué? —Por haber faltado
Antes de anoche a la junta.—
Bien: toma. —¿Quiere usted dar
Ahora lo de la música?—
Lo de la música. —El cabo
Don Hilarión Sanahuja
Está enfermo hace tres meses;
Y a los gastos de la cura
Se le añaden los de madre,
Abuelo, la hermana viuda,
Diez hijos, y un sobrinito
Que le enviaron de Osuna.
Se ha abierto una suscrición
Para socorrer su angustia,
Y... —Para Don Hilarión.
¿Hay otra jorobadura?—
No, señor— ¡ah! que esta noche
Le toca a usted de patrulla.—
Anda con mil de a caballo,
Y mira si te desnucas
Esta vez en la escalera,
Para que otra no la subas.
¡Por mi fe que el privilegio
De lucir las fornituras,
Es ganga que va a llevarme
Al hospicio en derechura!
Paciencia y bolsa me gastan,
Tiempo y voluntad me usurpan:
Un santo con charreteras
Voy a ser, como lo sufra.
¡Tierno Garcilaso! tú
Celebrabas la hermosura
En medio de los horrores
De marcial hórrida lucha;
Y yo no agarro el fusil
Sin que envidie la fortuna
De quien usa un guante menos,
O anda en un pie como grulla.—
Una pobre. —Dios la ampare.—
Por la Virgen... —No me aturda.
Soy poeta. —Ya escapó.
Tal razón ¿a quién no asusta?—
Esto es mejor: ¡que si quiero
Chorizos de Extremadura!
No se come cerdo en casa.—
Moros son aquí, sin duda.—
Me parece que es preciso
Ir a buscar quien me supla,
Porque pensar hoy leer
Yo en el Liceo, es locura.—
¡Cielo santo! en la escalera
Ya suena la voz aguda
De mi patrona, que vuelve
Riñendo como acostumbra,
Y sube también con ella
Don Sempronio de Larruga,
El hijo más hablador
De la playa de Sanlúcar.
Ya se colaron en casa:
¡Bendiga Dios la cordura
De la vieja que les dice
Que no vuelvo hasta la una!
Pero ¿cuántos han entrado?
¡La curiosa doña Justa,
Paco Mochuelo el manolo,
La filarmónica Julia,
Y el gangoso Don Tomás
Y Blasa la tartamuda!
No sabiendo que hay aquí
Un pobrete a quien le turban,
Ríen, corren, gritan, charlan
En infernal baraúnda.
Uno al piano se pone,
Otro la guitarra pulsa,
Este silba, el otro baila,
Quien aplaude, quien se burla.
Pide Don Tomás silencio;
No le hacen caso: se atufa;
Vuelve a instar: no le aprovecha;
Pero le ocurre ¡oh ventura!
Apostrofarles en verso,
Dando voces furibundas:
Y mientras él se enronquece,
Y no le oyen o le bufan,
Sus versos le copio y cumplo
Con mi turno de lectura.

   Charlatanes sempiternos,
Que al mundo servís de estorbo,
Lléveos el cólera morbo
Por la posta a los infiernos;
Y el suplicio con que allí
Os castigue Radamanto,
Para que os abrume tanto
Como vosotros a mí,
Sea oír siempre leer
Versos ramplones y fríos,
Tan malos como los míos;
Peores, si puede ser.

autógrafo

Juan Eugenio Hartzenbusch

 

 

 

Lo mejor es leer y no entenderlo y preguntarse por qué.

 

Y yo, reír.

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4699

Re: Versos sueltos

.

 

        ÍNTIMA

Desde el solar nativo
—el nido de los pálidos recuerdos,
la casa palpitante de memorias
que viven y se agitan como espectros—,
me llega tu palabra,
henchida de miríficos consuelos,
mensajera piadosa del terruño,
hasta el extraño techo—,
el techo que indolente me cobija,
mudo y escueto,
intacto por os fuegos de mis luchas,
intacto por las alas del ensueño.

En la isla, en lucha,
cuál sangra el corazón, cual llora el pecho!
¿Qué mucho que el postrado combatiente
destierre el sentimiento,
vulnerable talón que el dardo hiere,
y haga del estoicismo su remedio?

En la vida, en la lucha,
Cuán temprano sentí, lloré cuán presto!
Cuánto de penas sufre!
Solitario me encuentro,
sin patria, sin hogar, sin ilusiones,
-todas volaron con volar ligero-;
busco para las penas interiores
las aguas del Leteo,
y tiendo del espíritu la salas
al país irreal de invicto ensueño.

Todo cuanto fue amores,
luz de la edad y juveniles sueños,
yace entre los escombros del pasado,
apenas en las lindes del recuerdo.

Sobre esas ruinas la vista tiendo
con muda indiferencia.
No renace el extinto sentimiento
cual si el ansia de dulces efusiones
fuese muerta en el pecho.
El fatigado espíritu
no se enciende en la llama del deseo,
y contempla a través de las edades
como un campo vastísimo de hielo.

¡Ah! Que cuando resuena tu palabra
del letargo despierto,
y la nostalgia delator antiguo
dentro del alma siento.

¡Oh tu, la soñadora, la constante!
¡Oh tu, sacerdotisa del ensueño!
¿No sientes, bajo el cielo de la Paria
del ruiseñor parlero
cual se ha trocado el himno de esperanzas
por la canción macabrita de un cuervo?
¿No sientes que las vivas ilusiones,
la vieja tradición, el dulce sueño,
vuelan en el confuso torbellino
que azota el patrio suelo,
y hechos girones en la hoguera caen,
perecen de la patria en el incendio?

Que con tu fe radiante
que con tu amor perpetuo,
reconstruyes las muertas ilusiones
y guardas el altar de los recuerdos,
y en las frágiles notas de tus cartas
el alma envías del terruño entero!

En mi noche de amargo pesimismo
el instante aun espero
en que escuche, soñando,
tus palabras de nuevo
sobre las ruinas de la triste patria,
«sobre las ruinas del hogar deshecho».

New York, diciembre 1903

autógrafo

Pedro Henríquez Ureña

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4700

Re: Versos sueltos

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   AL C. ANDRÉS QUINTANA ROO
POR HABER RECLAMADO CONTRA LA EXPULSIÓN ARBITRARIA DEL GENERAL PEDRAZA

Fue tiempo en que la docta Poesía
De independencia y de poder armada,
Al moral universo presidía.
Las hijas inmortales de Memoria
En inflexible tribunal juzgaban
Y a los héroes y dioses dispensaban
Indeleble baldón, o eterna gloria.
A ministerio tan sublime y puro
Prestaba grato su favor el cielo,
Y ante los vates desgarraba el velo
A la incierta región de lo futuro.
Mas hoy la adulación su canto inspira,
Al sórdido interés atienden sólo,
Y a su boca venal airado Apolo
El don de los oráculos retira.

¡No empero yo! si de mi voz el eco
Yace olvidado en nulidad profunda,
De la lisonja inmunda
Jamás a la opresión quemé el incienso,
Y limpio el corazón, puras las manos,
Oso decir que de mi libre Musa
Jamás el eco adormeció a tiranos.
Recibe, pues, el himno de alabanza
Que parte de mi lira,
Y generosa admiración me inspira.

Cuando del hombre libre los derechos
Arrolla la opresión entronizada,
Y la calumnia y delación armada
Siembran espanto en los confusos pechos:
Cuando jueces cobardes prostituyen
De Temis la balanza envilecida
Ante el gesto homicida
Del audaz opresor, y los senados
Enmudecen, o bárbaros oprimen;
Cuando por el terror domina el crimen,
Tan sólo tú, sus iras arrostrando,
Das al Anáhuac el sublime ejemplo
De la virtud augusta
Con la opresión despótica luchando.
Del altivo tirano la insolencia
Con noble aliento desdeñar osaste,
Y a su sangrienta elevación lanzaste
El rayo vengador de tu elocuencia.
Así el sublime Tulio
De Roma en el atónito senado,
Envuelto casi en próxima ruïna,
Constante y denodado
El furor fulminó de Catilina.
Así en los campos del undoso Egipto
Por el Nilo inundados,
Majestuosa Pirámide se eleva,
Y a las ondas hirvientes superando,
Su noble frente hasta las nubes lleva.

Prosigue, Andrés, tu generoso empeño,
Y humillando a tiranos y facciones,
Haz ver a las naciones
Que hay virtud en Anáhuac. Vano el ceño
Será del opresor, y su caída
Terminará sus bárbaros furores.
Prosigue, pues, tu espléndida carrera,
El himno escucha que mi voz te entona,
Y de encina y laurel noble corona
Ciña tu frente pálida y severa.

(Diciembre de 1830)

autógrafo

José María Heredia

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4701

Re: Versos sueltos

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CANCIÓN EN ALABANZA DE LA DIVINA MAJESTAD POR LA VICTORIA DEL SEÑOR DON JUAN

Cantemos al Señor, que en la llanura
venció del mar al enemigo fiero.
Tú, Dios de las batallas, tú eres diestra,
salud y gloria nuestra.
Tú rompiste las fuerzas y la dura
frente de Faraón, feroz guerrero;
sus escogidos príncipes cubrieron
los abissos del mar, y decendieron
cual piedra en el profundo, y tu ira luego
los tragó, como arista seca el fuego.

El soberbio tirano, confiado
en el grande aparato de sus naves,
que de los nuestros la cerviz cativa,
y las manos aviva
al ministerio de su duro estado,
derribó con los brazos suyos graves,
los cedros más ecelsos de la cima
y el árbol que más yerto se sublima,
bebiendo agenas aguas y pisando
el más cerrado y apartado bando.

Temblaron los pequeños, confundidos
del impio furor suyo; alzó la frente
contra ti, Señor Dios, y enfurecido
ya contra ti se vido,
con los armados brazos estendidos,
el arrogante cuello del potente.
Cercó su corazón de ardiente saña
contra las dos Hesperias, que el mar baña,
porque en ti confiadas le resisten,
y de armas de tu fe y amor se visten.

Dijo aquel, insolente y desdeñoso:
«¿No conocen mis iras estas tierras
y de mis padres los ilustres hechos?
¿O valieron sus pechos
contra ellos con el  húngaro dudoso
y de Dalmacia y Rodas en las guerras?
¿Pudo su Dios librallos de sus manos?
¿Que Dios salvó a los de Austria y los germanos?
¿Por ventura podrá su Dios ahora
guardallos de mi diestra vencedora?

»Su Roma, temerosa y humillada,
sus canciones en lágrimas convierte.
Ella y sus hijos mi furor esperan
cuando, vencidos, mueran.
Francia está con discordia quebrantada,
y en España amenaza horrible muerte
quien honra de la luna las banderas.
Y aquellas gentes, en la guerra fieras,
ocupadas están en su defensa,
y aunque no, ¿quién podrá hacerme ofensa?

»Los poderosos pueblos me obedecen,
y con su daño el yugo han consentido,
y me dan, por salvarse, ya la mano.
Y su valor es vano,
que sus luces, muriendo, se escurecen.
Sus fuertes en batalla han perecido,
sus vírgenes están en cativerio,
su gloria ha vuelto al cetro de mi imperio.
Del Nilo a Eufrátes y al Danubio frío,
quanto el sol alto mira, todo es mío».

Tú, Señor, que no sufres que tu gloria
usurpe quien confía en su grandeza,
prevaleciendo en vanidad y en ira,
a este soberbio mira,
que tus templos afea en su vitoria,
y tus hijos oprime con dureza,
y en sus cuerpos las fieras bravas ceba,
y en su esparcida sangre el odio prueba;
y, hecho ya su oprobio, dice: «¿Dónde
el Dios d'estos está? ¿De quién se esconde?»

Por la gloria debida de tu nombre,
por la venganza de tu muerta gente,
y de los presos por aquel gemido,
vuelve el brazo tendido
contra aquel que aborrece ya ser hombre,
y las honras que a ti se dan consiente,
y tres y cuatro veces su castigo
dobla con fortaleza al enemigo,
y la injuria a tu nombre cometida
sea el duro cuchillo de su vida.

Levantó la cabeza el poderoso
que tanto odio te tiene, en nuestro estrago;
juntó el consilio, y contra nos pensaron
los que en él se hallaron.
«¡Venid! —dixeron— y en el mar undoso
hagamos de su sangre un grande lago.
Deshagamos a estos de la gente,
y el nombre de su Cristo juntamente.
Y, dividiendo d'ellos los despojos,
hártense en muerte suya nuestros ojos».

Vinieron de Asia y de la antigua Egito
los árabes y fieros africanos,
y los que Grecia junta mal con ellos,
con levantados cuellos,
con gran potencia y número infinito,
y prometieron con sus duras manos
encender nuestros fines y dar muerte
con hierro a nuestra juventud más fuerte,
nuestros niños prender y las doncellas,
y la gloria ofender y la luz d'ellas.

Ocuparon del mar los largos senos,
en silencio y temor puesta la tierra,
y nuestros fuertes súbito cesaron
y medrosos callaron,
hasta que a los feroces agarenos,
el Señor eligiendo nueva guerra,
se opuso el joven de Austria valeroso
con el claro español y belicoso;
que Dios no sufre en Babilonia viva
su querida Sión siempre cativa.

Qual león a la presa apercibido,
esperaban los impios confiados
a los que tú, Señor, eras escudo,
que el corazón desnudo
de temor, y de fe todo vestido,
de tu espíritu estaban confortados.
Sus manos a la guerra compusiste
y a sus brazos fortísimos pusiste
como el arco acerado, y con la espada
mostraste en su favor la diestra armada.

Turbáronse los grandes, los robustos
rindiéronse temblando y desmayaron,
y tú pusiste, Dios, como la rueda,
como la arista queda
al ímpetu del viento, a estos injustos,
que, mil huyendo de uno, se pasmaron.
Cual fuego abrasa selvas y cual llama
que en las espesas cumbres se derrama,
tal en tu ira y tempestad seguiste
y su faz de inominia confundiste.

Quebrantaste al dragón fiero, cortando
las alas de su cuerpo temerosas
y sus brazos terribles no vencidos,
que con hondos gemidos
se retira a su cueva, silbos dando,
y tiembla con sus sierpes venenosas,
lleno de miedo torpe sus entrañas,
de tu león temiendo las hazañas;
que, saliendo de España, dio un rugido
que con espanto lo dejó aturdido.

Hoy los ojos se vieron humillados
del sublime varón y su grandeza,
y tú solo, Señor, fuiste exaltado:
que tu día es llegado,
Señor de los ejércitos armados,
sobre la alta cerviz y su dureza,
sobre derechos cedros y extendidos,
sobre empinados montes y crecidos,
sobre torres y muros y las naves
de Tiro, que a los tuyos fueron graves.

Babilonia y Egito, amedrentada,
del fuego y asta temblará sangrienta,
y el humo subirá a la luz del cielo,
y, faltos de consuelo,
con rostro oscuro y soledad turbada
tus enemigos llorarán su afrenta.
Y tú, Grecia, concorde a la esperanza
de Egito, y gloria de su confianza
triste, que a ella pareces, no temiendo
a Dios, y en tu remedio no atendiendo,

¿por qué, ingrata, tus hijas adornaste
en adulterio con tan impia gente
que deseaba profanar tus frutos,
y con ojos enjutos
sus odiosos pasos imitaste,
su aborrecible vida y mal presente?;
por eso Dios se vengará en tu muerte,
que llega a tu cerviz su diestra fuerte
la aguda espada. ¿quién será que pueda
tener su mano poderosa queda?

Mas tú, fuerza del mar, tú, ecelsa Tiro,
que en tus naves estabas glorïosa,
y el término espantavas de la tierra,
y, si hacías guerra,
de temor la cubrías con suspiro,
¿cómo acabaste fiera y orgullosa?
¿quién pensó a tu cabeza daño tanto?
Dios, para convertir tu gloria en llanto
y derribar tus ínclitos y fuertes
te hizo perecer con tantas muertes.

Llorad, naves del mar, que es destruida
toda vuestra soberbia y fortaleza.
¿Quién ya tendrá de ti lástima alguna,
tú, que sigues la Luna,
Asia adúltera, en vicios sumergida?
¿Quién mostrará por ti alguna tristeza?
¿Quién rogará por ti? Que Dios entiende
tu ira, y la soberbia que te ofende;
y tus antiguas culpas y mudanza
han vuelto contra ti a pedir venganza.

Los que vieren tus brazos quebrantados,
y de tus pinos ir el mar desnudo
que sus ondas turbaron y llanura,
viendo tu muerte oscura,
dirán, de tus estragos espantados:
«¿Quién contra la espantosa tanto pudo?»
El Señor, que mostró su fuerte mano,
por la fe de su príncipe cristiano
y por el nombre santo de su gloria,
a España le concede esta vitoria.

Bendita, Señor, sea tu grandeza,
que después de los daños padecidos,
después de nuestras culpas y castigo,
rompiste al enemigo
de la antigua soberbia la dureza.
Adórente, Señor, tus escogidos.
Confiese, cuanto cerca el ancho cielo,
tu nombre, ¡oh nuestro Dios, nuestro consuelo!,
y la cerviz rebelde, condenada,
padesca en bravas llamas abrasada.

A ti solo la gloria
por siglos de los siglos, a ti damos
la honra, y humillados te adoramos.

autógrafo

Fernando de Herrera

 

 

 

Un saludo cordial

 

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4702

Re: Versos sueltos

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 EL ÁNGELUS

Salpica, se abre, humea, como la carne herida,
bajo el fecundo tajo, la palpitante gleba;
al ritmo de la yunta tiembla la corva esteva,
y el vientre del terruño se despedaza en vida.

Ímproba y larga ha sido como nunca la prueba...
La mujer, que afanosa preparó la comida,
en procura del amo viene como abstraída,
dando al pequeño el tibio, dulce licor que nieva.

De pronto, a la campana, todo el valle responde:
la madre de rodillas su casto seno esconde;
detiénese el labriego y se descubre, y arde

su mirada en la súplica de piadosos consejos...
Tórnanse al campanario los bueyes. A lo lejos
el estruendo del río emociona la tarde.

Julio Herrera y Reissig

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4703

Re: Versos sueltos

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 CANTO A ESPAÑA

Oh España, qué vieja y qué seca te veo. 
Aún brilla tu entraña como una moneda de plata cubierta de polvo. 
Clavel encendido de sueños de fuego. 
He visto brillar tus estrellas, quebrarse tu luna en las aguas, 
andar a tus hombres descalzos, hiriendo sus pies con tus piedras ardientes.

¿En dónde buscar tu latido: en tus ríos 
que se llevan al mar, en sus aguas, murallas y torres de muertas ciudades? 
¿En tus playas, con nieblas o sol, circundando de luz tu cintura? 
¿En tus gentes errantes que pudren sus vidas por darles dulzor a tus frutos?

Oh España, qué vieja y qué seca te veo. 
Quisiera talar con mis manos tus bosques, sembrar de ceniza tus tierras resecas, 
arrojar a una hoguera tus viejas hazañas, 
dormir con tu sueño y erguirme después, con la aurora, 
ya libre del peso que pone en mi espalda la sombra fatal de tu ruina.

Oh España, qué vieja y qué seca te veo. 
Quisiera asistir a tu sueño completo, 
mirarte sin pena, lo mismo que a luna remota, 
hachazo de luz que no hiende los troncos ni pone la llaga en la piedra.

Qué tristes he visto a tus hombres. 
Los veo pasar a mi lado, mamar en tu pecho la leche, 
comer de tus manos el pan, y sentarse después a soñar bajo un álamo, 
dorar con el fuego que abrasa sus vidas, tu dura corteza. 
Les pides que pongan sus almas de fiesta. 
No sabes que visten de duelo, que llevan a cuestas el peso de tu acabamiento, 
que ven impasibles llegar a la muerte tocando sus graves guitarras. 

Oh España, qué triste pareces. 
Quisiera asistir a tu muerte total, a tu sueño completo, 
saber que te hundías de pronto en las aguas, igual que un navío maldito.

Y sobre la noche marina, borrada tu estela, 
España, ni en ti pensarías. Ni en mí. Ya extranjero de tierras y días. 
Ya libre y feliz, como viento que no halla ni rosa, ni mar, ni molino. 
Sin memoria, ni historia, ni edad, ni recuerdos, ni pena...

...en vez de mirarte, oh España, clavel encendido de sueños de llama, 
cobre de dura corteza que guarda en su entraña caliente 
la vieja moneda de plata, cubierta de olvido, de polvo y cansancio...

autógrafo

José Hierro

 

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!
 

 

 

 

Si un amigo es de verdad, su amistad perdura en el tiempo y con la distancia.

#4704

Re: Versos sueltos

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        POEMA INICIAL

    Aquí, tranquilamente,
voy a decirte una palabra,
la última palabra
donde quedó tu corazón antiguo...

    Aquí, tranquilamente:
Dios era carne entonces
y tú lo recreabas en tu espíritu.

    Ay, arrodíllate,
no volverás dos veces a ser niño.

autógrafo

Jesús Hilario Tundidor

 

 

 

Bueno, a ver, algunos no dejan de serlo jamás...

 

De ahí sus puerilidades.

 

 

 

¡¡Sed muy felices!!

 

 

 

 

 

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