Staging ::: VER CORREOS
Acceder

Los sesgos en las finanzas conductuales

El de hoy será un post largo. Te recomiendo que lo leas con tiempo, un café, y libre de prejuicios. Hoy te vamos a contar en qué falla tu mente al enfrentarse con problemas financieros, especialmente a la hora de invertir.

Como hemos comentado muchas veces en este blog, a la hora de procesar la información de cara a hacer inversiones, nos enfrentamos a diferentes sesgos que impiden escoger la opción más racional. Hoy vamos a conocer cuáles son estos sesgos.

 

 

 

La teoría financiera tradicional se ha centrado en analizar cómo debería comportarse el ser humano. En este sentido, se asumía que el hombre es un ser racional, que toma las decisiones de un modo lógico tras analizar toda la información disponible.

Pero como hemos venido comentando en multitud de ocasiones en este blog, nada hay más lejos de la realidad. Poco tenemos que ver los humanos con ese homo economicus que se ha venido dibujando históricamente.

En este sentido, las finanzas conductales (behavioral finance) estudian cómo se comporta en realidad el ser humano ante problemas financieros (y no cómo debería comportarse).

Esta nueva teoría asegura que los participantes de los mercados financieros no siempre toman las decisiones tratando de maximizar su función de utilidad, ni teniendo en cuenta toda la información disponible. No se asegura que el hombre es contrario a como se describe en la teoría tradicional, sino que se afirma que muchas veces no actúa racionalmente.

Algunas causas de lo anterior podrían ser la falta de información (o la falta de comprensión al procesar la información), la falta de conocimiento, etc. En cualquier caso, lo cierto es que en la mayoría de las decisiones que toma el ser humano no tiene información perfecta, o no la analiza correctamente, no toma la decisión de forma completamente racional o no tiene en cuenta la maximización de su utilidad sino la satisfacción: basta con que una decisión sea razonable y no óptima.

Lo anterior se justifica en determinados sesgos o errores en los atajos mentales que toma la mente a la hora de interpretar la información.

Estos sesgos (en inglés, bias) pueden ser debidos a limitaciones cognitivas o tener una fuente principalmente emocional. Aunque normalmente los componentes se mezclan y existe un poco de ambos.

SESGOS COGNITIVOS:

Los sesgos cognitivos se basan en deficiencias a la hora de interpretar la información, fallos en la memoria, errores a la hora de hacer cálculos, etc.

Los más importantes son los siguientes:

 

Sesgo de Retrospectiva (Hindsight Bias): “¡Lo sabía!”. Este sesgo se manifiesta cuando ya sabemos lo que ha ocurrido, y modificamos el recuerdo de nuestra opinión previa de forma que pareciese que lo habíamos predicho.  

Otro síntoma de este sesgo es la memoria selectiva: tendemos a recordar nuestras visiones correctas de mercado, obviando las ocasiones en las que nos equivocamos. Esto genera una falsa sobre confianza en nuestra capacidad para predecir.

Este sesgo suele conducirnos al tan temido orgullo (terrible en mercados financieros). Así mismo, nos lleva a ser muy críticos con los resultados de las predicciones… de los demás.

 

Sesgo de Representatividad (Representativeness Bias): “Cada cosa en su lugar”. Basados en la creencia de que lo ocurrido en el pasado se mantendrá en el futuro, catalogamos la nueva información que recibimos como perteneciente a una determinada categoría. Por ejemplo, podríamos catalogar una empresa como estilo “growth” porque históricamente así ha sido, sin tener en cuenta que quizá haya entrado en una fase de estabilización del crecimiento de los beneficios.

El ejemplo puesto antes, se encuadraría dentro del llamado “base-rate neglect”. En este tipo de errores, la probabilidad (base-rate) de la clasificación inicial no está bien estimada. Como comentamos antes, una acción podría ser clasificada como growth en base a que históricamente ha sido así, y extraer conclusiones sobre su rentabilidad y riesgo en base a ello. Digamos que se ha aceptado un estereotipo y extraído conclusiones en base al mismo sin investigar lo suficiente si siguen siendo correctas.

Otro tipo de errores relacionados con este se sesgo se conocen como “sample-size neglect”. Aquí, se utiliza la “ley de los números pequeños”: se asume que una pequeña muestra es representativa de toda la población. Por ejemplo, clasificamos la acción en base a su rentabilidad por dividendo, sin tener en cuenta ninguna otra característica.

Las consecuencias en ambos casos es dar demasiada importancia a la nueva información que se adapte a las clasificaciones, provocando mucha rotación en las carteras. También provoca tomar decisiones basadas en reglas simples.

 

Sesgo de Confirmación (Confirmation Bias): “¿Ves? Este completo desconocido opina lo mismo”. Cuando buscamos o atendemos sólo a aquella información que soporta nuestros análisis, incluso llegando a distorsionar la nueva información para que se adapte a nuestras opiniones, estamos sufriendo este sesgo.

Por culpa de este sesgo, podemos tener en cuenta sólo la nueva información positiva, obviando la negativa; operar con un tamaño de las operaciones demasiado elevado (no diversificar bien), convencidos de que nuestras ideas son correctas; racionalizar en vez de razonar; etc.

En resumen, el sesgo de confirmación es la capacidad (tan humana) que tenemos para convencernos a nosotros mismos de lo que sea que queramos creer.

 

Sesgo de Conservación (Conservatism Bias): “No es para tanto”. Ocurre cuando damos más importancia a nuestro primer análisis que a la nueva información que aparece, y no ajustamos las probabilidades correctamente tras recibir  la nueva información. Como si nos diera pereza actualizar el primer análisis, o estuviéramos anclados a él.

Aunque parezca que este sesgo se contradice con el sesgo de representatividad (cuya consecuencia era sobre reaccionar a la nueva información) lo cierto es que pueden darse ambos a la vez: cuanto más complicado sea procesar la nueva información (es decir, sea menos representativa o se adapte menos a nuestras categorías mentales), superior las consecuencias del sesgo de conservación.

 

Sesgo de Ilusión de Control (Illusion of Control Bias): “¿Ves papá que bien conduzco?”. La ilusión de control, de la que hablamos en parte en este otro post, consiste en la creencia de que podemos influir en fenómenos aleatorios cuando, de hecho, no podemos.

Por ejemplo, cuando lanzamos un dado con más fuerza porque queremos sacar un  números alto.

Se relaciona con algunos sesgos más emocionales, como la ilusión del conocimiento, el sesgo de atribución o el sesgo de exceso de confianza.

En mercados financieros, esta ilusión se traduce en distintos errores. El principal es el de asumir un nivel de riesgo superior al adecuado, de acuerdo a nuestro perfil, confiados en nuestro análisis y nuestra información. Suele llevar a sobre operar y a mantener carteras poco o mal diversificadas.

 

Sesgo de experiencia reciente (Recency bias): “Eso pasó hace mucho”. Este sesgo cognitivo nos predispone a dar mayor importancia a los hechos recientes que a aquellos que ocurrieron hace mucho tiempo.

Al final, las personas damos mucha mayor importancia a nuestra experiencia personal que a las estadísticas, y por la “ley de los número pequeños” pensamos que nuestra experiencia es representativa.

Si añadimos a la experiencia más reciente una experiencia emocional intensa (como por ejemplo, una pérdida importante, lo que se conoce como asignación de relevancia o salience), el efecto se agrava.

Este sesgo puede llevanos a extrapolar situaciones o hacer predicciones en base a muestras demasiado pequeñas, demasiado basadas en la historia más reciente. También puede llevarnos a decidir que los mejores activos son los que más están subiendo (elegir fondos de inversión, por ejemplo, porque son los que más han ganado en el año).

Así mismo, pronunciar las palabras “esta vez es diferente” también pueden deberse a este efecto, basado en el análisis sólo de la historia más reciente, ignorando lo que ocurrió en el pasado.

 

Sesgo de Encuadre (Framing Bias): “¿Me repite la pregunta?”: ¿Qué oferta te parece mejor, una unidad rebajada de 3 a 2 euros o “llévese 3 por sólo 6 euros”? Las decisiones que tomamos suelen estar influidas por cómo nos han presentado la información, o cómo ha sido formulada la pregunta.

La consecuencia más clara de este sesgo es la medición incorrecta del riesgo, que puede desembocar en el efecto disposición: medimos de forma diferente una pérdida y una ganancia según cómo se nos presente.

 

Sesgo de Disponibilidad (Availability Bias):  “¿Gana más un futbolista o un sastre?”. Hace que ponderemos más la probabilidad de ocurrencia de un evento cuando este es más familiar, sencillo de entender o lo hayamos vivido de cerca, sea en nuestra carne o en la de otros, o en medios de comunicación, etc.

Las consecuencias más comunes de este sesgo es la mala diversificación, asset allocation inapropiados, etc.

Existen muchas categoría de este sesgo. Las más aplicables a los inversores son cuatro:

  1. Recuperación (Retrievability). Las ideas que pueden ser recordadas más fácilmente, son también las más creíbles. Por ejemplo, Kahneman, Tversky y Slovi hicieron un experimento en el que se leían nombres de hombres y mujeres a varios sujetos y se les preguntaba si la mayoría de nombres eran de hombre o de mujer. La mayoría eran de mujer, pero los nombres de hombre señalados hacían referencia a personalidades famosas (por ejemplo, Richard Nixon). Curiosamente, la mayoría de sujetos respondía que se habían dicho más nombres de hombre. Los errores más comunes: escoger las inversiones más de moda, o las que nos comenten amigos, etc.
  2.  Categorización (Categorization). Utilizando un ejemplo de Pompian para que se entienda mejor, imagina que un francés tiene que comparar las zonas de Francia con viñedos de mayor calidad con las de Estados Unidos. Entonces, al francés se le ocurrirán lógicamente más zonas en Francia que en Estados Unidos, pudiendo llegar a la precipitada y probablemente errónea conclusión de que hay más zonas con viñedos de calidad en Francia que en Estados Unidos. Como consecuencia en la inversión, un inversor podría no comprar acciones de determinadas zonas porque no llegan fácilmente a su memoria.
  3. Rango estrecho de experiencia (Narrow range of experience). Cuando damos por hecho que nuestra experiencia diaria es la común. Por ejemplo, los militantes de partidos políticos más comprometidos, suelen pensar que la mayoría de la gente piensa como ellos porque la mayoría de la gente con la que se juntan piensa igual. Se podría caer en el error de escoger inversiones sólo relacionadas con nuestro rango estrecho de experiencia, como por ejemplo que un trabajador del sector de la tecnología sólo comprase tecnológicas pensando que son las únicas inversiones  realmente rentables.
  4. Resonancia (Resonance). Es un paso más allá del punto anterior. Es cuando pensamos que lo que a nosotros nos gusta, les gusta a más gente de la que de verdad le gusta. Algo así como si yo pensase que porque me gusta jugar al “Cruzada Estelar”, al resto de gente también le va a gustar (y si eso fuera así, lo tendría montado directamente en la mesa del salón).

 

Contabilidad Mental (Mental Accounting Bias): “Es mejor cobrar pagas extra porque así las ahorras”. Este sesgo se manifiesta en que tratamos el dinero de forma diferente dependiendo de cómo lo hayamos categorizado. Así por ejemplo, la forma en la que tratamos la paga mensual, las pagas extras, dinero que nos toca en la lotería, dinero que nos regalan, herencias, etc. También ahorramos el dinero de forma diferente dependiendo del uso que queramos darle: ocio, necesidades futuras, etc.

Así, cada objetivo financiero  y el ahorro destinado a obtener el mismo se consideran de forma separada, y no como una cartera total que agrega todo el patrimonio con unos objetivos sumados. Este sesgo suele desembocar en carteras muy poco diversificadas, que ignoran las correlaciones entre los activos seleccionados para cubrir cada objetivo de la cartera.

 

Efecto Anclaje (Anchoring Bias): “He dicho que son cinco”. Imagina que te preguntan si la población de Etiopía es superior o inferior a 50 millones de personas. Imagina que después te preguntan que digas la cifra absoluta que piensas. Lógicamente, dirás un número cercano a esos 50 millones en los que te has “anclado” (en realidad, la población roza los 100 millones).

Este sesgo provoca que le demos un mayor peso a la primera noticia que se tiene sobre algo, antes de tomar una decisión. Después se pueden realizar cambios, pero siempre respecto al punto inicial.

Como consecuencia, podemos no variar excesivamente el precio objetivo en la revisión de un análisis respecto al primer precio que pusimos (que además, ya estaría anclado al precio de cotización del activo de aquel momento).

 

Disonancia cognitiva (cognitive dissonance bias): “He dicho que el Betamax es mejor”. Cuando llega nueva información que entra en conflicto con la información anterior, se produce una incomodidad mental conocida como disonancia cognitiva. Por ejemplo, cuando un consumidor compra unos auriculares de determinada marca pensando que son los mejores disponibles. Si de repente aparecen unos auriculares que resultan ser mucho mejores, se produce una disonancia cognitiva que resultará en un estado de auto convencimiento de que la primera compra fue mejor.

Todo esto puede llevar a mantener posiciones que deberían haber sido vendidas, por no querer reconocer el error de haberlas comprado.

 

SESGOS EMOCIONALES

Los sesgos emocionales, más complicados de corregir, están motivados por sentimientos y emociones, factores sociales, motivaciones, intuiciones, etc.

Los más conocidos son:

 

Aversión a las Pérdidas (Loss-aversion bias): “Los últimos mil duros, para otro”. Este sesgo define la tendencia natural del ser humano de preferir no perder antes que ganar. Esto es: la alegría que produce una ganancia es proporcionalmente menor a  la pena que produce una pérdida similar.

Ya comentamos aquí que este sesgo es común al ser humano e incluso entre primates. Su consecuencia más conocida es el “efecto disposición”: mantener las posiciones perdedoras demasiado tiempo para no sentir el dolor de ejecutar una pérdida, y vender demasiado rápido (no dejar correr las ganancias) en las operaciones que sí van bien.

También puede provocar que sobre operemos, promediar para bajar el precio de compra (pero aumentando el riesgo), etc.

 

Exceso de confianza (Overconfidence Bias): “Todos conducimos mejor que la media”. Probablemente el defecto más grave en mercados financieros (y en la vida, en general). Ocurre cuando sobre estimamos nuestras habilidades interpretando la información o prediciendo el futuro.

Tendemos a sobre valorar nuestras habilidades pensando que somos más inteligentes y que estamos mejor informados que los demás, lo que produce una fe en nosotros mismos y en nuestra intuición, razonamientos y capacidades cognitivas, que no suele estar justificada. En resumen, que nos creemos más listos de lo que somos en realidad.

Este sesgo se podría catalogar también como cognitivo, pero su enorme dificultad para corregirlo lo convierte principalmente en emocional.

Los errores más comunes que provoca están relacionados con la infravaloración de los riesgos, no diversificar y realizar demasiadas operaciones.

El exceso de confianza re relaciona principalmente con la ilusión del conocimiento (illusion of knowledge), pensamos que podemos predecir mejor de lo que en realidad es posible.

 

Sesgo de atribución (Attribution Bias): “He aprobado matemáticas, pero me han suspendido lengua”. Muy relacionado con el sesgo anterior, el sesgo de atribución (attribution bias), cuando pensamos que nuestros éxitos se deben a nuestras mejores capacidades y los fracasos a circunstancias externas y ajenas a nosotros mismos, estamos sufriendo de sesgo de atribución.

Del mismo modo que el exceso de confianza, podría catalogarse como sesgo cognitivo, pero su dificultad para corregirlo lo convierte en emocional.

El sesgo de atribución está compuesto en realidad de dos sesgos:

  1. Sesgo de elogio (Self-enhancing bias): Es la tendencia a dar un crédito irracionalmente excesivo a los éxitos.
  2. Sesgo de autoprotección (Self-protecting bias): Supone la negación irracional de nuestros propios errores.

Un efecto curioso de este sesgo fue descrito por Edward Jones y Cordelia Fine, y es la trampa de autolimitación: tenemos tanto miedo al fracaso que a veces ponemos en práctica estrategias de descargo de responsabilidad. Por ejemplo, antes de jugar un partido de cualquier deporte, excusarse diciendo lo mucho que hace que no juega, o que no está en el mejor momento de forma, o que le duele una pierna… Actuando así, si perdemos, tenemos excusa. Si ganamos, disfrutamos doble, debido a que a pesar de todo, lo hemos conseguido.Esta trampa de auto limitarse, llega a situaciones absurdas, como deportistas que reducen su preparación antes de una prueba o que daban ventaja al adversario, alumnos que estudian menos para un examen, etc

En mercados financieros, puede llevar a operar más de lo prudente, puesto que los inversores pueden pensar que los aciertos se deben más a sus habilidades que a la suerte. Puede llevar también a diversificar menos y a mantener demasiado posiciones que podrían estar haciéndolo mal.

 

Sesgo de autocontrol (Self-control Bias): “No dejes para mañana lo que puedes consumir hoy”. Este sesgo describe una tendencia a consumir ahora a costa de ahorrar para mañana. Es decir, que preferimos decantarnos por las gratificaciones del corto plazo, perjudicando nuestros objetivos de largo plazo.

Lo anterior tiene como consecuencia principalmente que ahorremos menos de lo necesario para cubrir necesidades futuras, como por ejemplo la jubilación. Esto implica que tengamos que asumir riesgos mayores para compensar la falta de ahorro.

También se manifiesta en sobre ponderar excesivamente en la cartera acciones con dividendos o cupones altos, para cubrir necesidades de corto plazo.

 

Status Quo (Status Quo Bias): “Las cosas están bien como están”. Es un sesgo emocional que predispone a que las personas a la hora de elegir opciones, decidan como la más probable la que extiende la condición actual, valorando como menos probable la que supone el cambio. 

Nos mantiene dentro de nuestra zona de confort, nos evita enfrentarnos al cambio (y si hay algo que no cambia en esta vida son los cambios) y está estrechamente relacionado con la aversión a las pérdidas.

Esto puede llevarnos a mantener carteras con riesgo excesivo o a no considerar cambios en la misma hacia otras opciones de inversión mejores.

 

Efecto Dotación (Endowment Bias): “Mi tesssssoooro”. Este efecto, relacionado con el anterior, se manifiesta cuando atribuimos más valor o nos encariñamos con las cosas que poseemos por el mero hecho de poseerlas. Es decir, que valoramos más algo por tenerlo de lo que hacíamos cuando no lo teníamos.

Ocurre, por ejemplo, con carteras de acciones heredadas, pero también con acciones o activos que hemos comprado recientemente.

Lo anterior puede llevar a mantener carteras con riesgos inapropiados.

 

Aversión al remordimiento (Regret Aversion Bias): “Si no me muevo, no me ven”. Este sesgo se manifiesta cuando no hacemos nada o decidimos seguir al consenso por miedo a estar equivocados.

También está relacionado con el “efecto disposición” que comentamos anteriormente: no se venden posiciones por miedo a afrontar las pérdidas. Otros efectos negativos: ser demasiado conservador con la cartera, que lleva a obtener un retorno inferior en el largo plazo quizá inferior a nuestras necesidades.

 

Tomás García-Purriños, CAIA

@tomasgarcia_p

2

Las opiniones, consejos, ideas, etc que leas en este blog, son sólo opiniones. En concreto las opiniones personales de Javier y de Tomás, no las de ninguna entidad.

Ningún post de este blog tiene en cuenta tus circunstancias personales y nada en este blog puede ni debe considerarse como asesoramiento de ningún tipo.Tampoco deberías considerarlo como una oferta o invitación de compra o de venta de ningún instrumento financiero. Invertir en los mercados no es un juego. Cada día se gana y se pierde mucho dinero y son tantos los factores que pueden influir las valoraciones que es imposible predecir sus movimientos con seguridad.

Podríamos tener exposición ya sea personal o a través de alguno de los productos que gestionamos en las entidades para las que trabajamos, en alguno de los activos que comentamos en el blog.

¿Te ha gustado el artículo?

Si quieres saber más y estar al día de mis reflexiones, suscríbete a mi blog y sé el primero en recibir las nuevas publicaciones en tu correo electrónico.

  1. Nuevo
    #2
    03/07/21 19:14
    Está muy lindo. 
  2. #1
    23/09/17 18:29

    Totalmente increíble el artículo.

    Muchas gracias por compartir!


Sitios que sigo
Creative Commons License
Este Blog está bajo licencia Creative Commons