FERNANDO ESTEVE MORA
Hay muchas críticas a la sociedad generada por la economía de mercado. Traer aquí a colación los nombres de Marx, Polanyi, Kropotkin, Veblen o Illich entre otros muchos, es inmediato. Pero si se me preguntara a mí cuál es la más ácida y la más certera de todas ellas no escogería ninguna de las obras de ninguno de estos grandísimos autores, sino que acudiría a un breve opúsculo de un escritor irlandés que vivió entre los siglos XVII y XVIII, Mr Jonathan Swift. Me refiero, como es obvio, a su Modesta Proposición para Evitar que los Hijos de los Pobres en Irlanda constituyan una Carga para sus Padres o para su País y para hacerlos Útiles a la Sociedad.
Hay muchas críticas a la sociedad generada por la economía de mercado. Traer aquí a colación los nombres de Marx, Polanyi, Kropotkin, Veblen o Illich entre otros muchos, es inmediato. Pero si se me preguntara a mí cuál es la más ácida y la más certera de todas ellas no escogería ninguna de las obras de ninguno de estos grandísimos autores, sino que acudiría a un breve opúsculo de un escritor irlandés que vivió entre los siglos XVII y XVIII, Mr Jonathan Swift. Me refiero, como es obvio, a su Modesta Proposición para Evitar que los Hijos de los Pobres en Irlanda constituyan una Carga para sus Padres o para su País y para hacerlos Útiles a la Sociedad.
(Quiero pensar que todos los lectores de este blog habrán leído esas pocas pero luminosas páginas, escritas en 1729, pero si no...¡ya están perdiendo el tiempo leyéndome a mí en vez de a Swift!. En otra entrada de este blog : https://www.rankia.com/blog/oikonomia/477561-mas-jonathan-swift-como-economista traté con mayor detenimiento de las opiniones económicas de Swift)
El caso es que, en su texto, Swift describe la "política económica" recomendada por un anónimo caballero irlandés interesado evidentemente en lo que ya por su tiempo empezaba a llamarse Economía Política, y hoy se llama Economía a secas, guiado en sus indagaciones y propuestas por el mejor y más sincero interés altruista y general ( "declaro, con toda la sinceridad de mi corazón, que no tengo el menor interés personal..que no me impulsa otro motivo que la búsqueda del bien para mi patria y el desarrollo de nuestro comercio, el cuidado de los niños, el alivio de los pobres y el dar cierto placer a los ricos".)
La "modesta proposición" es pues una política económica que busca cumplir a la vez todos esos deseables e inobjetables objetivos, una política eficaz paretianamente diríamos hoy en la medida que nadie pierda o resulte perjudicado por ella. La propuesta es muy simple y consiste -técnicamente hablando- en una ampliación de la esfera de las relaciones en las que podía usarse del mercado para gestionarlas a un "producto" más, un producto que antes quedaba al margen del comercio, al margen del mercado.
Swift no podía haber leído la Riqueza de las Naciones de Adam Smith que se publicó años después (en 1776) de su muerte (en 1745), pero la defensa de la economía de mercado como sistema económico era una idea discutida y ya en boga en las élites ilustradas de su tiempo como medio de salir del estancamiento económico y sus desastrosas consecuencias que las regulaciones y restricciones al comercio típicas del Antiguo Régimen generaban. Dicho de otra manera, en aquel tiempo la defensa de la economía de mercado era lo revolucionario.
Pues bien, concretamente, lo que el caballero protagonista del opúsculo de Swift propone, analiza y estudia, tras conocer por vía de "un americano, muy entendido en la materia, y que vive en Londres" que "un tierno infante saludable y con buena cría llega a ser , al año de vida, el más delicioso de los manjares, nutritivo y susceptible de ser sometido a transacción económica, ya sea servido en estofado, en asado, hervido o al horno",es un cambio regulatorio que permita a las familias pobres vender sus hijos pequeños (los infantes) como carne, para consumo, y no sólo la carne pues, por ejemplo, su piel "podrá ser convertida en preciosos guantes para las damas, y excelentes botas de verano para los más exigentes y delicados caballeros".
O sea, que lo que la "modesta proposición" de Swift es -repito- muy sencilla: convertir la carne de los niños en una mercancía más, como la carne de ternera o la de cochinillo.
Cuado se lee la "modesta proposición" suena al principio rara, increíble, absurda, delirante, una locura, pero lo malo es que hay método y racionalidad en ella. Uno empieza a leerla y al poco Swift consigue que al lector su "política" le empiece a merecer estudio y consideración. Y es que con una morosidad exacta y una alucinatoria precisión, Swift da cuenta en cinco breves páginas de todos los pormenores imaginables que afectan a su propuesta, de sus pros y de sus contras.
Y lo peor es que, aunque no nos convenza, nos deja sin argumentos en contra. Nos ofrece en una palabra un perfecto "estudio de viabilidad económico-social" de la misma que es a la vez magistral y ejemplar y que -estoy seguro- le permitiría hoy obtener la más elevada calificación en cualesquiera facultades de Economía o escuelas de negocio. No la expondré aquí en su integridad sino que tan sólo, como botón de muestra, comentaré algo acerca de su método y algunas de sus conclusiones.
Y lo peor es que, aunque no nos convenza, nos deja sin argumentos en contra. Nos ofrece en una palabra un perfecto "estudio de viabilidad económico-social" de la misma que es a la vez magistral y ejemplar y que -estoy seguro- le permitiría hoy obtener la más elevada calificación en cualesquiera facultades de Economía o escuelas de negocio. No la expondré aquí en su integridad sino que tan sólo, como botón de muestra, comentaré algo acerca de su método y algunas de sus conclusiones.
Por un lado están los aspectos técnicos de la propuesta, en los que se incluyen todos los problemas asociados a la gestión técnica de la "materia prima", o sea, la carne de los niños. Y eso incluye desde la manera de proceder en los necesarios mataderos para obtener un producto de calidad (es, a este respecto, recomendable, parece ser, el comprar a los niños vivos "a fin de que el adobo se haga cuando aún están tibios del cuchillo"), hasta las cuestiones de índole gastronómico acerca de las formas de preparar ricos platos con la carne de esos niños. Un aspecto técnico básico del proceso de producción es la de seleccionar la mejor materia prima, y hay aparece clara cuestión de la existencia de límites en la edad de la materia prima (pues el experto "americano" le ha informado que la carne de los niños por debajo de los 12 años no es de buena calidad, no tiene buen sabor).
Pero si el tratamiento de los aspectos técnicos de la propuesta sorprenden, el de los aspectos económicos sencillamente maravillan. Swift se "deleita", no puedo usar otro término, en demostrar la rentabilidad económica del proceso y sus increíbles y beneficiosos efectos sobre TODA la economía de Irlanda, y sobre todos sus componentes, es decir, todos los agentes económicos de la misma, ya sean los pobres, los ricos o la administración pública. Los pobres se beneficiarán obviamente de la "titulización" (o sea la mercantilización) de un "activo" (sus hijos pequeños) que antes sólo les suponían cargas o costes. Los ricos porque disfrutarían de un nuevo bien de lujo que aumente su bienestar, y la administración púbica, el estado, también se beneficiará no sólo por tener una nueva fuente de ingresos impositivos indirectos sino también por la reducción del gasto público en caridad y sostenimiento de los cada vez menos pobres. Incluso, Swift señala correctamente, que la posición exterior de Irlanda se verá beneficiada con su propuesta a tenor de que "como la mercancía será producida y manipulada por nosotros , no volarán divisas fuera del país".
Pero no acaba aquí la cosa, sino que la "modernidad" del estudio de Swift queda asombrosamente de manifiesto cuando señala que esta política beneficiará a las mujeres no sólo económicamente sino que, también, las empoderará (por usar de la moderna jerga feminista) frente a los varones. Dice Swift: "Los hombres atenderían a sus esposas durante los meses de embarazo, en igual medida a como cuidan de sus yeguas, vacas o cerdas cuando están a punto de parir , y no las amenazarían con golpearlas o darles patadas (cosas que hacen con harta frecuencia) por temor a un aborto". O sea, que la propuesta de vender carne de niño tendría como efecto colateral la desaparición de la violencia machista o violencia doméstica o como quiera denominarse. Es obvio: el mercado da "una" solución a todos los problemas, incluido este tan aparentemente tan intratable, y es que como apunta Swift, si aumenta el valor económico de las mujeres los hombres tendrán más incentivos en conservarlas (aumentarán los matrimonios) y en tratarlas bien (al menos hasta el final de su periodo reproductivo).
En suma, que como se ha dicho, la propuesta de extender el mercado a la tierna carne de niños beneficia a todos: a los ricos que pueden permitirse ese manjar y a los pobres que, gracias a esa propuesta, consiguen capitalizar lo que antes era una carga para ellos y al Estado que disminuye su déficit.
Pero, podría objetarse que sí que hay "alguien" que pierde con esa modesta proposición; los niños que reducidos sólo a carne acaban en el matadero a la temprana edad de un año. También, para esta "objeción", Swift tiene respuesta. Pone un límite de un año a la edad máxima de sacrificio de los niños para consumo humano. La implicación es obvia: los niños de un año no son conscientes de su situación por lo que no pueden saber si ganan o pierden al ser convertidos en mercadería, al ser "sacrificados" como teneros. Pero, adicionalmente, Swift les dice a quienes esgrimen este tipo de dudas morales que "inquieran primero a los padres de esos mortales si no hubiera sido para ellos una felicidad haber sido objeto de venta como alimento, una vez cumplido el año de edad, ...así se hubieran evitado tantos y tantos infortunios padecidos por mor de la opresión de los terratenientes, por la imposibilidad de pagar los alquileres por falta de dinero, la escsez de comida, de techado y de vestido para protegerse ante las inclemencias del tiempo, y la más inevitable probabilidad de legar semejantes o incrementadas miserias a sus descendientes, las cuales les marcarían de por vida".
En suma, que la política de extender la economía de mercado a un "nuevo" producto: la carne de los niños como alimento satisfacería todos los requisitos teóricos para ser considerada una política eficiente , y por ende aconsejable y recomendable, por cualquier economista neoliberal de nuestro tiempo.
Y ¿a qué viene todo lo anterior? ¿A qué viene hablar hoy de Swift y de su "modesta proposición" cuando es más que patentemente absurda? Cierto, lo es hoy y lo era entonces en el siglo XVII, pero con ella lo que Swift se proponía poner en evidencia era, obviamente, no la racionalidad económica y social de la venta de carne de niños sino otra cosa, otra y muy importante "cosa" de cuya actualidad hoy todos en este país tenemos constancia gracias a la polémica que se ha suscitado a consecuencia del comportamiento de doña Ana Obregón, bióloga y actriz, de 68 años, que ha decidido "comprarse" una niña en EE.UU. para uso consuntivo, (afortunadamente no para comérsela o para componer con un "plato" sorpresa en cualquiera de esos Masterchefs que hay por ahí -aunque esto quizás no sería enteramente descartable a tenor de su historia personal de venta de todo lo que atañe a su vida privada), como medio para satisfacer su deseo de no estar sola los no demasiados años de vida que le queden.
Pero, ¿dónde está el "problema" puede uno preguntarse? Pues en lo que se revela en la "modesta proposición" de Swift, que el que algo sea racional económicamente hablando, el que a nadie perjudique y sí beneficie a alguien, (o sea, el que algo sea una "mejora paretiana"), no implica necesariamente que haya de hacerse. Más concretamente, la Economía que se enseña en las Facultades de Economía demuestra que -de modo general- la economía de mercado es el mejor (el más eficiente) de los mecanismos o sistemas para satisfacer las necesidades o deseos privados de los individuos, por lo que su generalización, promoción y defensa es obvio objetivo para quienes tengan como solo criterio de valor la satisfacción de los deseos privados de los individuos. Por tanto, el problema sólo estaría en si hay deseos privados que no hay que facilitar su satisfacción pese a que usando del mercado puedan satisfacerse sin que nadie resulte afectado negativamente.
Para los economistas liberales clásicos ingleses (Adam Smith, James Mill, John Stuart Mill,...) ciertamente sí que habría limitaciones a la satisfacción de los intereses privados en términos de unos intereses generales o públicos de rango o valía superiores cuya satisfacción podría verse en cuestión caso de dejar que la satisfacción de los intereses o deseos privados o particulares mandase sobre cualquier consideración de interés general. Por ello, para evitar un retorno a instituciones como la esclavitud, los liberales clásicos se opondrían a la conversión del cuerpo humano o de sus partes en mercancía, y también sostendrían que habría otros "bienes", "productos", "servicios" (como los cadáveres humanos, los votos electorales, las sentencias judiciales, los puestos ejecutivos en la administración pública, la información privada de personas, empresas o administraciones, etc.) que debieran quedar fuera de los mercados, que no pudiesen ser objeto de compraventa., que no puedan ser nunca por tanto mercancías.Es decir que doña Ana Obregón no debiera poder satisfacer su deseo de aminorar su soledad mediante la compra de una niña, huérfana a corto plazo con total seguridad, aunque se lo pueda pagar y aunque haya madres biológicas que por un precio adecuado estén dispuestas a servir de "máquinas" biológicas de producción.
Por contra, los "modernos" liberales, los neoliberales, que suelen ser americanos, como el informante experto en carne infantil de Swift, no ven obstáculo en satisfacer cualesquiera deseos individuales a través del mercado, o sea, siempre que quienes los tienen puedan pagárselos y siempre también que se tengan en cuenta las externalidades positivas o negativas, o sea, los efectos benéficos o perjudiciales que tal satisfacción pudieran tener sobre el bienestar de otros individuos incluidos los propios niños. En sentido estricto, un neoliberal radical podría no tener gran cosa que objetar incluso a la "modesta proposición" de Swift por lo radical que -menos aún- podría tener algo que objetar al comportamiento tanto de de Ana Obregón como demandante como al de de la madre biológica norteamericana que, como oferente, ha vendido libre y voluntariamente a su hija (titulizando, convirtiendo así sus óvulos y matriz en un activo económicamente valioso y rentable) así como a la empresa intermediaria que las ha puesto en contacto y ha supervisado el proceso guardando y cumpliendo las regulaciones del estado norteamericano donde esa compraventa se ha producido (1). Si ya nadie cuestiona la utilización con fines económicos/monetarios/políticos que de la imagen del cuerpo de sus hijos hacen "celebrities", "influencers", políticos, artistas y demás gentes cuyo valor económico o social depende directamente de la opinión de los demás, ¿ por qué habría que objetarse la utilización del cuerpo físico de los niños para esos mismos objetivos cumpliendo las normativas para que nadie resulte afectado negativamente por esos intercambios voluntarios en unos mercados regulados?.
El debate está servido, y no tiene "solución" desde la Economía pues es obviamente una cuestión pre-económica, o sea, de índole moral. En ella se enfrentan por un lado los tecnófilos, para los que todo lo que puede técnicamente hacerse ha de hacerse junto a los "libertarios" de derecha que estiman que todo lo que alguien puede pagar se ha de permitir, frente a una variopinta de "conservadores" de distinto pelaje y condición que sostienen que no todo lo que puede hacerse y puede pagarse debe poderse hacer.
Por ello ha sido curiosa y reveladora la respuesta de distintos tipos de agentes y colectivos ante el "caso Ana Obregón". Por un lado están los liberales aparentemente conservadores, pero realmente revolucionarios en este asunto, o sea, la gente de Ciudadanos y del PP, que no saben cómo atreverse a mostrar su apoyo a la señora Obregón pues están de acuerdo con la "maternidad subrogada" (de momento la altruista,(caso de que tal cosa exista fuera de entornos familiares), más adelante también con la mercantil o empresarial). Por otro, y del otro lado, están los aparentemente izquierdosos y rebeldes , pero realmente conservadores y reaccionarios en este asunto, de Podemos y del PSOE se han manifestado en contra y han "condenado" a doña Ana aunque -es curioso- tendiendo a apoyarse en el argumento de que la maternidad subrogada es un ejemplo más de explotación del cuerpo femenino.
Hay grupos "especiales que parecen situarse a trasmano en esta cuestión, poniéndose al lado de sus proverbiales "enemigos" ideológicos. Así, los colectivos de gays que -que yo sepa- no han dado su opinión, lo cual hubiera estado bien dado que hay una clara demanda de niños procedente de parejas gays que desean ser padres. Y ya se sabe que quien calla... Y también está, la Conferencia Episcopal que -que yo conozca- es el único "colectivo" que se ha manifestado a las claras no sólo en contra de doña Ana y la maternidad subrogada en general sino que lo ha hecho acudiendo al que -para mí- es el argumento básico y central: oponiéndose a la conversión de los niños en mercancías cuestionando así la aceptación de la definición de de todo deseo (como el de ser padres) en derecho, que, como mecanismo para estimular el consumo, la demanda y el empleo, caracteriza la cultura aceptada y defendida en las modernas sociedades de mercado.
Y, ¡mira que me duele!, pero no puedo sino estar de acuerdo, por una vez, con los obispos. Centrarse en que en esta cuestión hay explotación del cuerpo de la mujer, me parece "errar el tiro" . ¿Desaparecería el "problema" si el precio de ese uso del cuerpo de la mujer fuese muchísimo más alto por ejemplo, medio millón o un millón o más de euros por cada gestación subrogada, de modo que no pudiese sensatamente hablarse de "explotación" sin quitar a esa palabra su significado?
No. El problema NO está en el uso del cuerpo de la mujer pues en todo trabajo se alquila el uso del cuerpo de alguien (sus manos, su cerebro...) para un fin productivo, para producir "algo", sino en la conversión de lo que se produce con ese uso del cuerpo de una mujer, o sea, el producto de la gestación, un ser humano, en una mercancía para satisfacer unos determinados fines que, de momento, sólo son "consuntivos". Me parece muy ben que doña Ana Obregón no quiera sentirse sola lo que le queda de vida, así como que quiera seguir saliendo en las revistas de las consultas de los dentistas; me parece perfecto que use del mercado para solucionar esos deseos. Lo tiene muy fácil: vaya a una tienda de mascotas y cómprese un perro o un gato, que por eso siempre han sido llamados "animales de compañía". Pero no es de recibo que, a la inversa, su comportamiento degrade a un niño a la categoría de mascota, de mercancía.
de animal de compañía.
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(1) ¿No es cosa curiosa que tres de los países donde está autorizado y más desarrollado está el mercado de "vientres de alquiler" o de niños sean Ucrania, Estados Unidos y Rusia?
Hay grupos "especiales que parecen situarse a trasmano en esta cuestión, poniéndose al lado de sus proverbiales "enemigos" ideológicos. Así, los colectivos de gays que -que yo sepa- no han dado su opinión, lo cual hubiera estado bien dado que hay una clara demanda de niños procedente de parejas gays que desean ser padres. Y ya se sabe que quien calla... Y también está, la Conferencia Episcopal que -que yo conozca- es el único "colectivo" que se ha manifestado a las claras no sólo en contra de doña Ana y la maternidad subrogada en general sino que lo ha hecho acudiendo al que -para mí- es el argumento básico y central: oponiéndose a la conversión de los niños en mercancías cuestionando así la aceptación de la definición de de todo deseo (como el de ser padres) en derecho, que, como mecanismo para estimular el consumo, la demanda y el empleo, caracteriza la cultura aceptada y defendida en las modernas sociedades de mercado.
Y, ¡mira que me duele!, pero no puedo sino estar de acuerdo, por una vez, con los obispos. Centrarse en que en esta cuestión hay explotación del cuerpo de la mujer, me parece "errar el tiro" . ¿Desaparecería el "problema" si el precio de ese uso del cuerpo de la mujer fuese muchísimo más alto por ejemplo, medio millón o un millón o más de euros por cada gestación subrogada, de modo que no pudiese sensatamente hablarse de "explotación" sin quitar a esa palabra su significado?
No. El problema NO está en el uso del cuerpo de la mujer pues en todo trabajo se alquila el uso del cuerpo de alguien (sus manos, su cerebro...) para un fin productivo, para producir "algo", sino en la conversión de lo que se produce con ese uso del cuerpo de una mujer, o sea, el producto de la gestación, un ser humano, en una mercancía para satisfacer unos determinados fines que, de momento, sólo son "consuntivos". Me parece muy ben que doña Ana Obregón no quiera sentirse sola lo que le queda de vida, así como que quiera seguir saliendo en las revistas de las consultas de los dentistas; me parece perfecto que use del mercado para solucionar esos deseos. Lo tiene muy fácil: vaya a una tienda de mascotas y cómprese un perro o un gato, que por eso siempre han sido llamados "animales de compañía". Pero no es de recibo que, a la inversa, su comportamiento degrade a un niño a la categoría de mascota, de mercancía.
de animal de compañía.
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(1) ¿No es cosa curiosa que tres de los países donde está autorizado y más desarrollado está el mercado de "vientres de alquiler" o de niños sean Ucrania, Estados Unidos y Rusia?