FERNANDO ESTEVE MORA
Repetidas veces se ha hecho referencia en este blog a una de las ventajas económicas para un país, como trata de seguir siéndolo los EE.UU. hoy, de ser un poder imperial: el que su moneda se convierta en divisa, o sea, en moneda de uso en los intercambios entre los países que domina y, también, en su moneda de reserva, la que guardan como un seguro ante las contingencias futuras.
Ese poder monetario le permite al imperio norteamericano el "privilegio exorbitante" no sólo de pagar buena parte de sus importaciones en dólares de papel, por mucho papel-moneda que se diga que es (lo que no lo es tanto dado que desde 1971 el dólar es sólo de papel ya que no es oficialmente convertible en oro), sino también le permite comprar con esos dólares de papel activos reales (inversiones USA en el exterior) lo que expande todavía más su poder económico.
Pero también, aún siendo comparativamente menor, no es de desdeñar sin embargo otra ventaja de la que disfrutan los países imperiales: la de que su idioma, su lengua, se convierta en koiné, en lengua común que los habitantes de los países "imperializados" o dependientes han de estudiar y aprender y utilizar de forma casi obligatoria en la práctica. Y es que al igual que la moneda o dinero del hegemón imperial se convierte en el dinero mundial (como diría Marx, y diría bien), su idioma, su lengua, se convierte en lo que podríamos definir como la lengua mundial.
No parece haber en ello motivo alguno de sorpresa dada la curiosa homología que hay entre el dinero y la lengua. Y es que al igual que el dinero es el medio o instrumento usado en los intercambios económicos entre las gentes, la lengua es el medio o instrumento de los intercambios lingüísticos entre esas mismas gentes, por lo que el poder monetario de un país, su capacidad para imponer el uso de su moneda en los intercambios económicos, acaba encontrando siempre siempre reflejo en su poder lingüístico, su capacidad para imponer su idioma en los intercambios lingüísticos. Hoy, es evidente, al igual que el dólar hace de dinero mundial, el inglés es asimismo la lengua mundial. O dicho de otro modo, el inglés es el dólar lingüístico.
Pero ese poder lingüístico de los EE.UU. (y por extensión de sus "sucursales" anglosajones: Gran Bretaña y Australia) tiene también su refrendo económico, es decir, que supone para ellos también una clarísima ventaja económica..
Que eso es una verdad como un templo lo pueden testificar los millones de padres (y también no padres) que en nuestro país llevan años pagando religiosamente, directa e indirectamente (vía subvenciones como en la Comunidad de Madrid), a sus hijos años de clases de inglés y también estancias en USA, Reino Unido o Irlanda para tratar de que sus retoños logren cierto dominio en el uso del inglés, la lengua mundial. De igual manera, puedo también dar fe de que todos los anglosajones "nacen con una flor -económica- en el culo", como se suele decir, pues por el simple hecho de haberse criado allí, sin necesidad del más mínimo esfuerzo por su parte, tienen abierta ante sí la puerta de ganarse la vida en países como el nuestro dando clase de lo único que muchos de ellos saben, que es hablar en inglés, su lengua materna. No sé a cuanto ascenderán los obligados gastos anuales en países como el nuestro de financiación de todos los esfuerzos que hemos de dedicar para aprender inglés, pero sin duda estoy seguro de que serán elevados. Costes esto en que ningún inglés, norteamericano o anglosajón en general obviamente ha de incurrir, ni tampoco han de incurrir involuntariamente, o sea, si no lo desean, en gastos similares pues nada ni nadie les obliga a conocer otro idioma que no sea el suyo. ¿Para qué tiene que aprender el anglohablante medio aprender español, francés o alemán, si no es por algo así como por gusto estético, si todos los no anglosajones hemos de aprender inglés?
Lo dicho tiene además una lectura alternativa. Puede decirse sin temor a equivocarse que un país está totalmente imperializado monetariamente cuando abandona su propia moneda y usa la del poder imperial. A eso, en la presente situación en la que los EE,UU es el hegemón, se le conoce en Economía Internacional como dolarización. Cuando un país se dolariza reconoce que no tiene ninguna capacidad para ejercer una política monetaria por poco independiente que esta sea. De modo paralelo se puede imaginar una situación similar a la dolarización en el terreno lingüístico que se daría cuando un país abandonara su propia lengua y adoptase la lengua imperial. No sé qué palabra usar para describir esa situación: ¿quizás "anglicización"?
En consecuencia, cabe juzgar o evaluar el nivel de resistencia cultural de una comunidad o de un país frente a un poder imperial por su defensa de su propio idioma frente a la "anglicización". Es decir, que un país será tanto más servil respecto al poder imperial cuanto más esté dispuesto a usar voluntariamente de la lengua imperial en sus intercambios lingüísticos, es decir, a imponer su uso en su propio espacio hablado.
Pues bien, si utilizamos este patrón de medida, es obligado concluir que nuestro país, España de tan "anglicizado" que está, es ya un país servil en el terreno lingüístico. Es un país auténticamente esclavo, bovino -podría decirse, en la medida que está tan repleto de esclavos lingüísticos, de gente con auténtica mentalidad de esclavos que ha llegado incluso a convertir la esclavitud lingüística respecto al inglés en seña de identidad y de valía personal. ¡Vaya paradoja!. Son todos aquellos que no pierden nunca la oportunidad de meter anglicismos en sus conversaciones, que pregonan a los cuatro vientos su total disposición a usar el inglés y que minusvaloran a quienes no lo conocen aunque ese desconocimiento en nada sea relevante para su desempeño personal o profesional.
Y es que no hay ningún otro país, que yo sepa, donde el conocimiento y uso de la lengua de los señores, de la lengua imperial, del inglés, esté tan socialmente valorado, tan increíblemente sobrevalorado. No sólo los españoles han de saber inglés como las gentes de los demás países dependientes, pues no les queda otro remedio, sino que como buenos esclavos de motu propio le dan al conocimiento de la lengua de sus amos un valor adicional, un plusvalor que otorga más "status" social a quienes mejor la conocen. En esta asunción de corazón de la "lógica" servil de la sumisión lingüística al inglés se destacó hace un tiempo un conocido economista de Ciudadanos, el señor Garicano, que, cono muestra de su absoluto servilismo ante el imperio, llegó a exigir como requisito para ser ministro o hasta simple representante del pueblo el saber inglés. Así como suena.
Hasta aquí la "tesis" de esta entrada. Vayamos ahora a las ilustraciones anecdóticas de la misma. Es, por ejemplo, sencillamente pasmoso que en el Museo del Prado, TODAS las cartelas que cuentan la biografía de los cuadros allí expuestos vengan no sólo en castellano sino también en inglés. Esa deferencia con los yanquis e ingleses no se hace por cierto en el Louvre, ni en el Rijksmuseum de Amsterdam, ni en los museos alemanes, ni en los belgas... Y ¿qué decir de la señalética del Metro de Madrid o de la RENFE? El inglés es omnipresente. A diferencia de los metros y trenes de cualquier otro país no anglosajón que yo conozca. Cualquiera con un elemental sentido del ridículo lo siente cuando, metido en un tren de cercanías con dirección a Pinto o a Leganés por no decir a Huete oye repetidamente por megafonía en ingles los nombres de las próximas estaciones o se le aconseja que tenga cuidado al bajarse no sea que se caiga o se deje el equipaje. Búsquese algo semejante en otro país europeo: no se hallará. Y así con todo llegando a lo inverosímil pero cierto de que el conocimiento del inglés aparezca como requisito imprescindible no sólo para multitud de trabajos que en nada tienen que ver con el sector exterior sino también en muchas oposiciones a puestos de la Administración pública "española" ya sea central, autonómica o local.
Hace unos días pasé por la Plaza de España de Madrid cuya reforma, planificada y empezada, por la alcaldía de Manuela Carmena, ha sido concluida en la alcaldía ultraderechista de Martínez Almeida. Pues bien, allí encontré que TODAS las informaciones que se han colocado en diferentes soportes venían también en inglés, y con la misma relevancia tipográfica que la información en castellano. Vaya como muestra esta placa circular de mármol de unos 40-50 cm de diámetro (o sea, bastante grande) que cuenta la historia de los restos del palacio de Godoy que han aparecido en las obras de rehabilitación. Pero, repito, no es única sino que el inglés se usa en TODOS los soportes informativos en absoluto pie de igualdad con el castellano:
A muchos esto les parecerá normal. Pero no lo es. O al menos no lo es entre gente que, aunque tenga que admitir a regañadientes su dependencia política y económica, no la acepte en el terreno cultural de modo servil y complaciente. La información o bien debería aparecer solamente en castellano, o bien debería también aparecer en los tres otros idiomas oficiales en nuestro país: el catalán, el vasco y el gallego, quizás con una tipografía menos relevante. Pero lo que no es de recibo ninguno es esa plena equiparación del castellano con el ingles "pasando" de los demás idiomas nacionales en la señalética de la Plaza de España de Madrid (o, mejor quizás habría que decir Spain Square)
Y, obviamente, como se señaló antes ello es una prueba fehaciente del patriotismo REAL de los actuales dirigentes del Ayuntamiento de Madrid: Sí, el de los mismos que tanto jaleaban y jalean el infame ripio ese de "Pujol, enano/ habla en castellano" . (Aunque tengo entendido, y ello ofrece un bello ejemplo de la común falsedad de tanto patriota de boquilla, que no es nada anormal encontrarse en Cataluña con que los "independentistas" de allí omiten el castellano para sustituirlo con el inglés en sus comunicaciones e informaciones como muestra de que su independentismo es relativo, muy relativo)
Pero la moral de esclavo lingüístico no se queda en el PP, en VOX o en Ciudadanos, aunque entre ellos brille cegadoramente a tenor de sus gritonas proclamas "en defensa del castellano". También hay este tipo de siervos lingüísticos en el campo de la izquierda por todos lados. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid en tiempos de Carmena no sentía la menor vergüenza cuando "adornó" con la siguiente pancarta la fachada principal de su sede en la Plaza de Cibeles:
Recuérdese que con ella se trataba de comunicar el apoyo del ayuntamiento, no a unos refugiados ingleses, norteamericanos o australianos, sino a los refugiados ¡SIRIOS!, que -ya se sabe- todos han estudiado en Oxford. De delirio.
Y para acabar esta muy penosa y costosísima historia, pues no hay que olvidar los gastos que esa pública y privada deferencia servil con el inglés imponen a los ciudadanos españoles, no puedo sino traer a colación los carteles con que el Ministerio de Igualdad tuvo a gala empapelar incontables marquesinas y soportes publicitarios con motivo del Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo. En todos ellos se veía y se leía lo siguiente:
Perfecto, si esas marquesinas hubieran estado en Gran Bretaña o en USA. Seguro que las gentes de Ohio, de Arkansas o de Wichita estarían encantadas de saber que en España que a la igualdad se la llama igualdad. Seguro.
Pero no. Esas marquesinas no estaban por allí sino repartidas por toda España. Nada que decir pues nada cabe decir salvo que está más que claro que los de PODEMOS con esta política de comunicación de un ministerio controlado por ellos demostraban que podían ser tan esclavos y siervos del poder lingüístico anglosajón como los demás.
Repetidas veces se ha hecho referencia en este blog a una de las ventajas económicas para un país, como trata de seguir siéndolo los EE.UU. hoy, de ser un poder imperial: el que su moneda se convierta en divisa, o sea, en moneda de uso en los intercambios entre los países que domina y, también, en su moneda de reserva, la que guardan como un seguro ante las contingencias futuras.
Ese poder monetario le permite al imperio norteamericano el "privilegio exorbitante" no sólo de pagar buena parte de sus importaciones en dólares de papel, por mucho papel-moneda que se diga que es (lo que no lo es tanto dado que desde 1971 el dólar es sólo de papel ya que no es oficialmente convertible en oro), sino también le permite comprar con esos dólares de papel activos reales (inversiones USA en el exterior) lo que expande todavía más su poder económico.
Pero también, aún siendo comparativamente menor, no es de desdeñar sin embargo otra ventaja de la que disfrutan los países imperiales: la de que su idioma, su lengua, se convierta en koiné, en lengua común que los habitantes de los países "imperializados" o dependientes han de estudiar y aprender y utilizar de forma casi obligatoria en la práctica. Y es que al igual que la moneda o dinero del hegemón imperial se convierte en el dinero mundial (como diría Marx, y diría bien), su idioma, su lengua, se convierte en lo que podríamos definir como la lengua mundial.
No parece haber en ello motivo alguno de sorpresa dada la curiosa homología que hay entre el dinero y la lengua. Y es que al igual que el dinero es el medio o instrumento usado en los intercambios económicos entre las gentes, la lengua es el medio o instrumento de los intercambios lingüísticos entre esas mismas gentes, por lo que el poder monetario de un país, su capacidad para imponer el uso de su moneda en los intercambios económicos, acaba encontrando siempre siempre reflejo en su poder lingüístico, su capacidad para imponer su idioma en los intercambios lingüísticos. Hoy, es evidente, al igual que el dólar hace de dinero mundial, el inglés es asimismo la lengua mundial. O dicho de otro modo, el inglés es el dólar lingüístico.
Pero ese poder lingüístico de los EE.UU. (y por extensión de sus "sucursales" anglosajones: Gran Bretaña y Australia) tiene también su refrendo económico, es decir, que supone para ellos también una clarísima ventaja económica..
Que eso es una verdad como un templo lo pueden testificar los millones de padres (y también no padres) que en nuestro país llevan años pagando religiosamente, directa e indirectamente (vía subvenciones como en la Comunidad de Madrid), a sus hijos años de clases de inglés y también estancias en USA, Reino Unido o Irlanda para tratar de que sus retoños logren cierto dominio en el uso del inglés, la lengua mundial. De igual manera, puedo también dar fe de que todos los anglosajones "nacen con una flor -económica- en el culo", como se suele decir, pues por el simple hecho de haberse criado allí, sin necesidad del más mínimo esfuerzo por su parte, tienen abierta ante sí la puerta de ganarse la vida en países como el nuestro dando clase de lo único que muchos de ellos saben, que es hablar en inglés, su lengua materna. No sé a cuanto ascenderán los obligados gastos anuales en países como el nuestro de financiación de todos los esfuerzos que hemos de dedicar para aprender inglés, pero sin duda estoy seguro de que serán elevados. Costes esto en que ningún inglés, norteamericano o anglosajón en general obviamente ha de incurrir, ni tampoco han de incurrir involuntariamente, o sea, si no lo desean, en gastos similares pues nada ni nadie les obliga a conocer otro idioma que no sea el suyo. ¿Para qué tiene que aprender el anglohablante medio aprender español, francés o alemán, si no es por algo así como por gusto estético, si todos los no anglosajones hemos de aprender inglés?
Lo dicho tiene además una lectura alternativa. Puede decirse sin temor a equivocarse que un país está totalmente imperializado monetariamente cuando abandona su propia moneda y usa la del poder imperial. A eso, en la presente situación en la que los EE,UU es el hegemón, se le conoce en Economía Internacional como dolarización. Cuando un país se dolariza reconoce que no tiene ninguna capacidad para ejercer una política monetaria por poco independiente que esta sea. De modo paralelo se puede imaginar una situación similar a la dolarización en el terreno lingüístico que se daría cuando un país abandonara su propia lengua y adoptase la lengua imperial. No sé qué palabra usar para describir esa situación: ¿quizás "anglicización"?
En consecuencia, cabe juzgar o evaluar el nivel de resistencia cultural de una comunidad o de un país frente a un poder imperial por su defensa de su propio idioma frente a la "anglicización". Es decir, que un país será tanto más servil respecto al poder imperial cuanto más esté dispuesto a usar voluntariamente de la lengua imperial en sus intercambios lingüísticos, es decir, a imponer su uso en su propio espacio hablado.
Pues bien, si utilizamos este patrón de medida, es obligado concluir que nuestro país, España de tan "anglicizado" que está, es ya un país servil en el terreno lingüístico. Es un país auténticamente esclavo, bovino -podría decirse, en la medida que está tan repleto de esclavos lingüísticos, de gente con auténtica mentalidad de esclavos que ha llegado incluso a convertir la esclavitud lingüística respecto al inglés en seña de identidad y de valía personal. ¡Vaya paradoja!. Son todos aquellos que no pierden nunca la oportunidad de meter anglicismos en sus conversaciones, que pregonan a los cuatro vientos su total disposición a usar el inglés y que minusvaloran a quienes no lo conocen aunque ese desconocimiento en nada sea relevante para su desempeño personal o profesional.
Y es que no hay ningún otro país, que yo sepa, donde el conocimiento y uso de la lengua de los señores, de la lengua imperial, del inglés, esté tan socialmente valorado, tan increíblemente sobrevalorado. No sólo los españoles han de saber inglés como las gentes de los demás países dependientes, pues no les queda otro remedio, sino que como buenos esclavos de motu propio le dan al conocimiento de la lengua de sus amos un valor adicional, un plusvalor que otorga más "status" social a quienes mejor la conocen. En esta asunción de corazón de la "lógica" servil de la sumisión lingüística al inglés se destacó hace un tiempo un conocido economista de Ciudadanos, el señor Garicano, que, cono muestra de su absoluto servilismo ante el imperio, llegó a exigir como requisito para ser ministro o hasta simple representante del pueblo el saber inglés. Así como suena.
Hasta aquí la "tesis" de esta entrada. Vayamos ahora a las ilustraciones anecdóticas de la misma. Es, por ejemplo, sencillamente pasmoso que en el Museo del Prado, TODAS las cartelas que cuentan la biografía de los cuadros allí expuestos vengan no sólo en castellano sino también en inglés. Esa deferencia con los yanquis e ingleses no se hace por cierto en el Louvre, ni en el Rijksmuseum de Amsterdam, ni en los museos alemanes, ni en los belgas... Y ¿qué decir de la señalética del Metro de Madrid o de la RENFE? El inglés es omnipresente. A diferencia de los metros y trenes de cualquier otro país no anglosajón que yo conozca. Cualquiera con un elemental sentido del ridículo lo siente cuando, metido en un tren de cercanías con dirección a Pinto o a Leganés por no decir a Huete oye repetidamente por megafonía en ingles los nombres de las próximas estaciones o se le aconseja que tenga cuidado al bajarse no sea que se caiga o se deje el equipaje. Búsquese algo semejante en otro país europeo: no se hallará. Y así con todo llegando a lo inverosímil pero cierto de que el conocimiento del inglés aparezca como requisito imprescindible no sólo para multitud de trabajos que en nada tienen que ver con el sector exterior sino también en muchas oposiciones a puestos de la Administración pública "española" ya sea central, autonómica o local.
Hace unos días pasé por la Plaza de España de Madrid cuya reforma, planificada y empezada, por la alcaldía de Manuela Carmena, ha sido concluida en la alcaldía ultraderechista de Martínez Almeida. Pues bien, allí encontré que TODAS las informaciones que se han colocado en diferentes soportes venían también en inglés, y con la misma relevancia tipográfica que la información en castellano. Vaya como muestra esta placa circular de mármol de unos 40-50 cm de diámetro (o sea, bastante grande) que cuenta la historia de los restos del palacio de Godoy que han aparecido en las obras de rehabilitación. Pero, repito, no es única sino que el inglés se usa en TODOS los soportes informativos en absoluto pie de igualdad con el castellano:
A muchos esto les parecerá normal. Pero no lo es. O al menos no lo es entre gente que, aunque tenga que admitir a regañadientes su dependencia política y económica, no la acepte en el terreno cultural de modo servil y complaciente. La información o bien debería aparecer solamente en castellano, o bien debería también aparecer en los tres otros idiomas oficiales en nuestro país: el catalán, el vasco y el gallego, quizás con una tipografía menos relevante. Pero lo que no es de recibo ninguno es esa plena equiparación del castellano con el ingles "pasando" de los demás idiomas nacionales en la señalética de la Plaza de España de Madrid (o, mejor quizás habría que decir Spain Square)
Y, obviamente, como se señaló antes ello es una prueba fehaciente del patriotismo REAL de los actuales dirigentes del Ayuntamiento de Madrid: Sí, el de los mismos que tanto jaleaban y jalean el infame ripio ese de "Pujol, enano/ habla en castellano" . (Aunque tengo entendido, y ello ofrece un bello ejemplo de la común falsedad de tanto patriota de boquilla, que no es nada anormal encontrarse en Cataluña con que los "independentistas" de allí omiten el castellano para sustituirlo con el inglés en sus comunicaciones e informaciones como muestra de que su independentismo es relativo, muy relativo)
Pero la moral de esclavo lingüístico no se queda en el PP, en VOX o en Ciudadanos, aunque entre ellos brille cegadoramente a tenor de sus gritonas proclamas "en defensa del castellano". También hay este tipo de siervos lingüísticos en el campo de la izquierda por todos lados. Por ejemplo, el Ayuntamiento de Madrid en tiempos de Carmena no sentía la menor vergüenza cuando "adornó" con la siguiente pancarta la fachada principal de su sede en la Plaza de Cibeles:
Recuérdese que con ella se trataba de comunicar el apoyo del ayuntamiento, no a unos refugiados ingleses, norteamericanos o australianos, sino a los refugiados ¡SIRIOS!, que -ya se sabe- todos han estudiado en Oxford. De delirio.
Y para acabar esta muy penosa y costosísima historia, pues no hay que olvidar los gastos que esa pública y privada deferencia servil con el inglés imponen a los ciudadanos españoles, no puedo sino traer a colación los carteles con que el Ministerio de Igualdad tuvo a gala empapelar incontables marquesinas y soportes publicitarios con motivo del Día Internacional de la Mujer el pasado 8 de marzo. En todos ellos se veía y se leía lo siguiente:
Perfecto, si esas marquesinas hubieran estado en Gran Bretaña o en USA. Seguro que las gentes de Ohio, de Arkansas o de Wichita estarían encantadas de saber que en España que a la igualdad se la llama igualdad. Seguro.
Pero no. Esas marquesinas no estaban por allí sino repartidas por toda España. Nada que decir pues nada cabe decir salvo que está más que claro que los de PODEMOS con esta política de comunicación de un ministerio controlado por ellos demostraban que podían ser tan esclavos y siervos del poder lingüístico anglosajón como los demás.