Uno de los mejores artículos que jamás he leído sobre Economía Monetaria se titula "Las dos tríadas" y fue escrito allá por 1966 por el Premio Nobel, John Hicks, uno de los escasos economistas de la escuela neoclásica que para mí es más que respetable. Se trata , pues, de un clásico. En ese artículo, Hicks pone en relación la tríada de funciones que desde siempre definen "funcionalmente" (valga la redundancia) al dinero con la tríada de motivaciones que John Maynard Keynes señala que estarían detras de la demanda de dinero.
Empecemos con la primera de ellas. Definir el dinero no es cosa fácil. Creo recordar -pero recuerdo mal, como una amable comentarista me lo ha indicado- que Marx decía que era un asunto que había hecho perder la cordura a más gente que el amor. Así que, no teniendo una definición esencial de lo que es el dinero, es decir, una definición de qué es en sí el dinero que sea aceptada por todo el mundo (recuerdo aquí la bella definición del filósofo Agustín García Calvo, que definía el dinero como "el nombre de todas las cosas", que a mí me gusta mucho pero que a uno de mis profesores, Ernest LLuch, le parecía insuficiente), los economistas usan de una definición "funcional", según la cual es dinero lo que sirve o funciona como dinero.
Y para ello, hay tres funciones básicas que todo dinero de pleno contenido debe satisfacer o realizar. El dinero debe servir como UNIDAD DE CUENTA de uso general, es decir debe servir para medir el valor económico de los diferentes y heterogéneos bienes y servicios en una dimensión común. Algo así como el metro, que como unidad de longitud sirve para medir el tamaño de cosas tan dispares como la anchura de una bacteria, la cintura de un norteamericano obeso o la distancia de la Tierra a la Luna. Como unidad de cuenta, lo que sirva como dinero ha de ser divisible y, también, relativamente constante. Imaginemos el caos que acontecería si nuestra unidad de medida, el metro, variase su longitud cada dos por tres. De igual manera, la inflación o mejor aún, la hiperinflación, atenta contra esa propiedad de constancia que una unidad de cuenta o de medida tiene que tener.
Una segunda función que todo dinero debe cumplir es la de ser un MEDIO DE PAGO o de intercambio de uso general capaz asímismo de servir como medio para cancelar las deudas que un agente económico tenga con otro. Es decir que el dinero ha de permitir realizar intercambios multilaterales que superan en eficiencia al intercambio bilateral o trueque. La existencia de algo que sirva de dinero al permitir ese tipo de intercambios multilaterales facilita enormemente la divsión del trabajo y, en consecuencia, el crecimiento económico, pues desde Adam Smith sabemos que son dos las causas últimas del crecimiento de la riqueza: el progreso técnico y la división de l trabajo.
Y, finalmente, el dinero ha de servir como DEPÓSITO DE VALOR, es decir, que el dinero ha de tener la capacidad de guardar para el futuro o mantener el valor de los derechos que hoy los agentes económicos tengan a la propiedad o uso de bienes y servicios. El dinero, pues, ha de servir como un medio en que cosificar, expresar o colocar el ahorro, es decir, los derechos económicos que se prefiere no ejercitar hoy sino en el futuro.
Existe, señalaba Hicks, un clara relación entre esas tres funciones que un dinero pleno debería cumplir y los tres motivos keynesianos para demandar dinero. Keynes hablaba de la demanda de dinero por MOTIVO TRANSACCIÓN, es decir, para comprar bienes y servicios, una demanda que un dinero que funcionase como unidad de cuenta y como medio de pago podría satisfacer. Hablaba también de una demanda de dinero por MOTIVO PRECAUCIÓN, con objeto de hacer frente a necesidades inesperadas de realizar intercambios, y demanda que un dinero que sirviese o tuviese la capacidad de depósito de valor podría satisfacer. Y, finalmente, Keynes acentuaba un tercer motivo para demandar dinero, el MOTIVO ESPECULACIÓN, fruto de un gusto o PREFERENCIA POR LA LIQUIDEZ que caracterizaría a todos los agentes económicos.
Por preferencia por la liquidez habría que entender la preferencia por contar con un depósito de valor convertible en cualquier momento en bienes y servicios (liquidez). Como el resto de los gustos o preferencias, también la preferencia por la liquidez sería costosa de satisfacer en la medida que tener los derechos económicos (la riqueza) en forma líquida tiene un coste de oportunidad, medido por el rendimiento que "prestar" a otros agentes o "colocar" esos derechos o riqueza en una cartera de activos no tan líquidos o ilíquidos ofrecería mayor remuneración, remuneración que el agente se pierde si decide mantener su riqueza en forma líquida. Si la remuneración esperada de esos activos o colocaciones de la riqueza alternativas al dinero subiese, entonces ese coste de oportunidad de la liquidez aumentaría y disminuiría en tal caso la demanda de dinero.
Quizás lo mejor para afrontar esta cuestión del dinero sea poner algunos ejemplos. ¿Es el oro dinero? Veamos. Está claro que durante largos periodos históricos lo fue, pues sirvió como unidad de cuenta, como medio de pago y como depósito de valor. Hoy, difícilmente, podría considerársele dinero pleno. No sirve, realistamente, como unidad de cuenta de foma diferente a cualesquiera otros muchos bienes (podríamos medir por ejemplo el valor de todos los bienes económicos usando multitud de "metros", por ejemplo, en "unidades de trabajo" como establecía Keynes en su Teoría General , una unidad de cuenta que no sería de demasiada utilidad en períodos de rápido progreso técnico pues en ellas disminuiría la medida en horas de trabajo de los bienes). Adicionalmente puede señalarse que desde que el presidente Nixon suspendiera la convertibilidad del dolar en oro a una tasa fija allá por agosto de 1971, la capacidad del oro para servir como unidad de cuenta está muy disminuida. En segundo lugar, ¿sirve el oro como medio de pago? Pues tampoco. Nadie duda que el oro tiene valor y que de modo excepcional pueda ser admitido para condonar alguna deuda o realizar algún intercambio, pero está claro que ya no es un medio de pago de uso generalizado. Ahora bien, nadie tampoco duda de que el oro sirve como depósito de valor. Cierto que su precio varía en función de su demanda. Pero, está claro que es un "valor-refugio", un activo en el que los agentes colocan su riqueza cuando tienen dudas acerca de la estabilidad de otros depósitos de valor incluyendo el dinero. Que el dinero sirva como depósito de valor se debería a la confluencia de dos características. La primera es su utilidad como objeto, es decir, que siempre sirve para satisfacer necesidades no dinerarias ( el oro, por ejemplo, se usa en multitud de procesos de producción así como en orfebrería y adorno) por lo que siempre hasbrá demanda de él. La segunda es que su oferta es muy inelástica a corto y medio plazo, lo que se traduce en que siempre tendrá o mantendrá un valor, por lo que puede ser un depósito de valor.
Uno de los objetos más curiosos, de los muchos que en el mundo han sido dinero, es el que analizó un economista que estuvo en un campo de concentración en la II Guerra Mundial, R.A. Radford. Se trataba de los cigarrillos. En el campo de concentración de militares donde estuvo, la oferta venía a renovarse periódicamente gracias a la Cruz Roja que asignaba a todos los allí recluídos, fumadores o no, una cantidad determinada de cigarrillos. Pronto fueron usados como moneda en las pequeñas transacciones que se llevaban a cabo entre los presos pues cumplían las tres funciones de un dinero de pleno contenido. Hay que señalar que su capacidad de ser un depósito de valor estaba intimamente conectada al tabaquismo o "preferencia por la nicotina" que tenía una buena parte de los reclusos, lo que garantizaba que siempre serían deseados, siempre tendrían demanda, siempre tendrían un valor pues,aunque la Cruz Roja mensualmente trajese nuevos paquetes de tabaco, su oferta no variaba por término medio pues inevitablemente las existencias siempre eran escasas en términos relativos pues a lo largo del mes los fuamdores se iban fumando sus provisiones.
Los ejemplos del tabaco o el del oro nos ha de recordar que para que un objeto, que tenga las características para poder cumplir las funciones de unidad de cuenta y medio de pago, sea dinero pleno ha de ser también un valor de uso, ha de ser útil en sí...o, si no lo es, si no tiene utilidad intrínseca alguna, entonces su uso ha de ser impuesto por la fuerza, aunque hay algunos -los economistas de la escuela austriaca- que mantienen siguiendo a Menger que ese uso puede resultar, no de su imposición por parte de la "mano dura" del Estado, sino del surgimiento de una convención, es decir, de un acuerdo implícito entre los miembros de una sociedad en usar de un objeto inútil como dinero.
A mi la explicación "autríaca" no me convence en absoluto. Es fruto de la deriva ideológica de los miembros de esta escuela, de su rechazo radical por no decir religioso a cualquier cosa que suponga una intromisión del Estado en la economía. Cierto que existen multitud de ejemplos de pequeñas sociedades aisladas, sin estado y de un ínfimo nivel de desarrollo en las que pueden encontrarse ejemplos del uso de algunos objetos inútiles como dinero y en las que la tradición (o sea, una convención social desarrollada en el tiempo) ha sido el mecanismo social que sustenta el que esos objetos inútiles sirvan como depósito de valor. Las piedras de la isla de Yap en el archipiélago de las Palao en el Pacífico es, quizás, el mejor ejemplo. Es el caso que algunas de esas piedras, las de mayor valor, son del tamaño de piedras/ruedas de molino, luego inmanejables como dinero para los intercambios, pero son usadas como depósito de valor como signo de la riqueza de algunos clanes o familias, en la medida que ese signo es aceptado por los demás miembros de la comunidad (sucede, incluso, que algunas de esas piedras ni siquiera son visibles ya que están, por haber sido arrastradas por riadas y maremotos, en el fondo de lagunas, pero pese a ello, siguen siendo aceptadas como signo de la riqueza)
Dicho lo anterior, debería resultar evidente sin embargo que estos son ejemplos son irrelevantes a la hora de abordar las razones de la aceptación general de un dinero-signo (o sea, de un dinero inútil en su matetrialidad) en sociedades grandes, complejas e interconectadas donde los individuos no tienen relaciones personales profundas ni continuadas entre sí, es decir, donde la mayoría de interacciones son entre individuos "extraños" entre sí, no entre "familiares" como suede en Yap. En este tipo de sociedades, la aceptación de un dinero-signo, como es el papel moneda, como dinero es sin duda una convención aceptada socialmente, pero es una convención social cuyo surgimiento y viabilidad depende en último término del poder coercitivo del Estado. Exactamente igual que el Estado tiene el monopolio en el uso legal de la violencia, tiene también el monopolio en la creación de dinero legal. Es el poder coercitivo del Estado lo que garantiza directa o indirectamente (al imponer el pago de impuestos en una determinada moneda: la que él emite) que un papelito de colores, un billete, que muy poco cuesta de hacer, pueda sin embargo ser liberador de deudas de mucho mayor valor o ser usado para pagar la adquisición de bienes o la prestación de servicios de elevada cuantía, o ser usado como depósito de valor. Por eso, cuando una estado desaparece por revolución o por conquista, sus billetes pierden su capacidad de ser dinero. Ya no hay un poder coercitivo que los sustente, que obligue a su aceptación por un valor mucho más elevado que su coste de producción o su valor como papel. Se dice que, a la inversa, Lenín sostenía que la inflación acababa con el poder del Estado. Parece ser una frase apocrifa, falsa. Pero revela esa conexión entre el poder del Estado y el valor de la moneda. El caso de la República de Weimar en la Alemania de entreguerras ofrece uno de los ejemplos más claros de esa interacción. Como es bien conocido, el proceso de hiperinflación desencadenado en Alemania en esa época que llegó al extremo de que era mayor el valor de los billetes como "papel pintado" para cubrir paredes que como medio de pago o depósito de valor, acabó con la estabilidad política alemana y abundan quienes aseguran que estuvo debajo de la expansión del partido nazi de Hitler en la décad de los años 30, así como está todavía activa y es detectable y definidora de la actitud del gobierno alemán en la gobernanza de la Unión Europea en nuestra época.
¿Es la peseta dinero? Lo fue. Y, en un cierto sentido, todavía lo es en un pequeñísimo grado. Todavía, para mucha gente de mi edad o más, la peseta sirve como unidad de cuenta, sobre todo para transacciones de elevada cuantía. Así, es aún frecuente, aunque cada vez lo es menos, que los viejos a la hora de hablar del precio de una casa o de una parcela, todavía hagamos la traducción a pesetas para así ser más conscientes, o sentir más "físicamente" -diría-, el tamaño o la importancia de la transacción. Esa capacidad de ser unidad de cuenta de la peseta (¡qué nombre más ridículo, por cierto! No peso sino peseta) se ve, además, facilitada por la constancia de la tasa de cambio entre la peseta y el euro.
En cuanto a la función de medio de pago, la peseta sirve ya para poco, por no decir para nada, ya que son escasísimos -yo conozco sólo uno- los establecimientos o comercios en los que se admite el pago en pesetas. Más usada es la peseta, según parece, como depósito de valor. En la medida que el Banco de España esté siempre dispuesto a cambiar pesetas por euros, la peseta puede ser un buen depósito de valor incluso frente al riesgo de que el euro desaparezca. Quizás sea por ello que todavía parece que hay españoles que guardan miles de millones de pesetas por ahí.
¿Y el bitcoin? ¿Es dinero? Pues, en mi opinión, no lo es. Y no lo será nunca en la medida que nunca tendrá el respaldo jurídico de un Estado, al menos de un Estado consciente de su papel y de sus necesidades financieras, pues al no controlar su emisión/producción no puede "beneficiarse" de ella ("señoriaje"). Cierto que el bitcoin se presenta como un "nuevo" oro, de forma que para ser aceptado como dinero algunos equivocadamente piensan que no necesitaría del respaldo de ningún Estado para ser dinero, igual que el oro que los buscadores extraían de la tierra fue aceptado como dinero. Pero esto no es cierto: recuérdese que no el oro como tal sino el oro, acuñado en forma de monedas con la efigie del emperador o rey, fue lo que el Estado aceptó y validó (por supuesto, quedándose parte de su contenido como pago por el servicio de acuñación) como dinero en los tiempos de los dineros-metálicos.
El bitcoin sería, pues, algo parecido al oro no acuñado. Por otro lado, se sabe que la cantidad total de bitcoins que los "mineros" -obsérvese el nombre que reciben quienes se dedican a producir bitcoins- podrán "extraer" está limitada a 21 millones de bitcoins, por lo que su escasez absoluta estaría garantizada, y ello es condición necesaria -aunque no suficiente- para que algo pueda ser un depósito de valor. Pero, antes de meternos en esto, veamos si el bitcoin cumple con las otras dos funciones de un dinero de pleno contenido.
En primer lugar se tiene que su uso como unidad de cuenta es más que cuestionable en la medida que las alteraciones diarias en su precio en dolares son continuas y de amplia intensidad, por lo que su utilidad para medir de forma estable es pequeña. Es como si tuviéramos un metro cuyo tamaño se alterase diaria, variable y ampliamente. Su uso como medio de pago también es dudoso. Fuera de sitios en la DeepWeb donde su uso está generalizado, es decir, fuera de su uso para contratar sicarios colombianos o comprar crack, heroina y metanfetamina, no parece que en el mundo "convencional" su uso como medio de pago se haya generalizado, aunque hay que reconocer que -de "boquilla" o sea, como señal de modernidad o, más bien, post-post-modernidad- cada vez hay más sitios donde se dice que puede usarse. Distinta es la cuestión de cuánto se usa realmente. No conozco de datos al respecto, así que no puedo justificar esa impresión personal de un uso limitado como medio de pago, y, admito que pueda estar equivocado.
Pero mi duda creo que está fundamentada. La justificaré con un ejemplo. Creo recordar que la última vez que me metí en la DeepWeb para ver a cómo iba el precio de un sicario colombiano -cosa útil y hasta necesaria si uno no ha encontrado otra forma de resolver por vía legal y pacífica el acuciante y continuo problema de unas vecinas marchosas que no le dejan dormir- fue hace más o menos un año. Encontré que el precio de un asesinato en un mes de plazo -con todos los gastos cubiertos incluído el desplazamiento a Europa- estaba en torno a los 30000$ , o sea, más o menos unos 50 bitcoins de entonces. Hoy, si el precio del sicario no ha variado, bastaría con pagar menos de 3 bitcoins. Dicho de otra manera, la alteración rápida y brutal del precio en dólares del bitcoin estaría dificultando su uso como medio de pago por la existencia de muy elevados "costes de menú" que ello supone. Por "costes de menú" los economistas entienden los costes de alterar los precios de los bienes que ofrecen los vendedores en cualquier mercado. Y estos costes son altos si el valor de una moneda varía amplia y continuamente. Dentro de estos costes de menú, si se usa el bitcoin como medio de pago, estarían también los costes de tomar decisioones en la medida que con el bitcoin es difícil realizar cálculos financieros fiables que sustenten decisiones razonables en la medida que es difícil incorporar a las mismas tan elevadas fluctuaciones de precios. Dado, por otra parte, que la cotización en dólares del bitcoin, aún con sus fluctuaciones, ha estado en ascenso incesantemente desde su aparición en 2009/2010, los precios de todo bien o servicio denominados en bitcoins sufren de una deflación acusadísima, con los efectos previsibles que ello conlleva. Si quieres contratar a un sicario en bitcoins, quizás merezca todavía esperar unos meses, pues si el bitcoin sigue subiendo como hasta ahora te puedes ahorrar unos cuantos céntimos de bitcoin.
Volvamos a la función de depósito de valor del bitcoin. Como ya se ha dicho, su escasez, establecida matemáticamente, permitiría su uso como depósito de valor, (al menos provisionalmente, pues me dicen que en un futuro ya próximo, la programación cuántica o algo así -no entiendo nada de eso- debilitará esa limitación, de modo que los bitcoins serán susceptibles de copia, por lo que su oferta podrá crecer cuanto se quiera. Y dado que no están respaldados por ley, eso no sería un fraude como lo es hacer lo mismo con los billetes de euro, o sea, aumentar su oferta falsificando billetes). Pero, aún aceptando que esa oferta de bitcoins será inelástica en el largo plazo, el bitcoin no sirve como depósito de valor pues ni tiene un uso material alternativo a ser dinero (como si ocurre y ocurría con el oro, que sirve para muchísimas cosas además de como dinero) ni tiene respaldo estatal.
Que aquí se diga que el bitcoin no es un depósito de valor puede parecer extraño a tenor del aumento en el valor de quienes depositaron su confianza en él como "depósito de valor" allá en los cercanos tiempos (principios de 2011) en que la cotización del bitcoin estaba a la par con el dolar. Hoy, su riqueza se habría multiplicado por 12000. Si eso no es un "depósito de valor", qué lo es, podría preguntarse.
Pues bien, la respuesta sería negativa. El bitcoin no es un depósito de valor. Y no lo es porque un depósito de valor, para que lo sea realmente, debe tener la característica de mantener el valor, la riqueza, en un plazo medio o largo y por lo tanto, no puede ser un depósito de valor de esa riqueza algo que la haga crecer en demasía, ni tampoco algo que la haga desvalorizarse también en exceso. Un depósito de valor ha de mantener de forma más o menos estable el valor de la riqueza en él depositada en el curso del tiempo. Y, ciertamente, por ello, el bitcoin no lo es.
Si el bitcoin no es una buena unidad de cuenta, si sólo sirve tangencialmente como medio de pago y si no es un buen depósito de valor en sentido estricto, entonces la implicación es obvia: el bitcoin no es un dinero de pleno contenido. Y, en consecuencia, su demanda no resulta o no está motivada por las transacciones o la precaución. Ni tampoco, aunque esto parezca paradójico, por el motivo especulación. Y es que el bitcoin es un instrumento de juego. No de especulación.
Sería, a este respecto, más que deseable que se dejase de confundir la benémerita actividad de los especuladores con la -llamémosla- actividad viciosa de los jugadores. Un especulador es un agente económico que intenta, como todos, sacar partido de sus expectativas y habilidades para otear el futuro, corriendo el riesgo de perder dado que el futuro es imprevisible y tiene la tendencia a sorprender a todos en algún que otro momento. La tarea de los especuladores es necesaria y útil para la sociedad, pues gracias a ella, gracias a la actividad de la especulación en los mercados del petróleo, materias primas de todo tipo (incluyendo minerales, cereales, etc.), divisas y otros activos líquidos, acciones y obligaciones,..., las sociedades se aseguran en la medida de lo posible ante los distintos escenarios que el futuro puede plantear. Los especuladores son como los arbitrajistas, sólo que su actividad es más compleja y arriesgada. En tanto que, gracias a los arbitrajistas, los precios en distintos mercados geográficos tienden a armonizarse al llevar los productos de los mercados donde hay abundancia relativa a donde hay escasez relativa, resolviendo así el probema de las escaseces locales; gracias a los especuladores, que son arbitrajistas en el tiempo, las sociedades se anticipan a las escaseces futuras. Alcistas y bajistas son tipos de especuladores cuya presencia permite que los que no quieran correr riesgos, se cubran ante el futuro.
¡Qué distintos son los jugadores en mercados como el del bitcoin! Dado que el bitcoin no es, como se ha visto, un objeto útil como dinero (distinto asunto es la tecnología del blockchain en que se basa cuya relevancia es incuestionable así como el futuro de los "contratos inteligentes" -smart contracts- que la usan), los participantes en su mercado son exactamente iguales a quienes juegan en un casino. El precio totalmente desproporcionado que ha alcanzado el bitcoin permite calificarlo sin la menor duda como un juego Ponzi. Un juego de suma igual o menor que cero, em el que lo que ganan lo que ganan como mucho es igual a lo que pierden los que pierden, un juego en que estos últimos que son los últimos en "llegar", los últimos en comprar, antes de que el precio se hunda, cosa que espero y confío ocurrirá en menos de seis meses, "pagarán el pato", perderán casi todo lo que hayan jugado. No espero que cuando eso ocurra tengan la decencia de no acudir al Estado, a los estados, pidiendo compensaciones por sus pérdidas. Sólo espero y deseo que el Estado no les haga el menor caso.
FERNANDO ESTEVE MORA.