Haciendo uso de la hemeroteca se descubre que el mes de octubre y los Mercados Financieros nunca han sido buenos amigos. Este mes ha sido testigo de las grandes capitulaciones financieras que se han registrado a lo largo de la historia, ganándose la fama de “temeroso” al producirse en él los mayores crash bursátiles de la historia.
El otoño es época de recoger la cosecha y los inversores si no lo tienen muy claro se resienten y hacen que los mercados se pongan en su sitio. Si alguno de los engranajes de la complicada maquinaria financiera no está en su lugar adecuado, se desmonta hasta donde haya que desmontar para atacar el foco del mal funcionamiento. Una vez aclarada la situación, ya veremos si, al tocar fondo, se inicia a partir de ahí un cambio de ciclo al alza.
El 11 de octubre de 2007 quiebra Lehman Brothers, dando inicio a una recesión poniendo bajistas a todos los Mercados Financieros. El 13 de octubre de 1989 se vivió en los parqués bursátiles un minicrash haciendo perder al mercado americano un 6,91%. El 19 de octubre de 1987 quedó para la historia de los bolsistas como el “lunes negro” al producirse uno de los mayores descensos de la Bolsa a nivel mundial, provocando la ruina de muchos inversores y la quiebra de no pocas empresas cotizadas. El famoso crash de 1929 también se produjo en el mes de octubre, el día 24 concretamente, pasando a ser bautizado como “jueves negro”. El martes siguiente no fue mucho mejor para la bolsa de Wall Street quedando marcados ambos como los días más dramáticos para los inversores.
El mes de octubre que estamos viviendo ha puesto al dinero en la difícil decisión de elegir un camino u otro. La inflación y los mercados energéticos no dan tregua. Los problemas geopolíticos empeoran por momentos atendiendo a los acontecimientos bélicos del Este. Las Bolsas están en una situación de mírame y no me toques, por lo que los gestores de activos financieros están sudando la gota gorda para que sus productos de inversión, por lo menos, no pierdan más que el propio Mercado. Los Bancos Centrales han tomado la decisión de finalizar con el dinero barato y han colocado al precio por la senda alcista. Los depósitos con rentabilidades ridículas que, al restarle la inflación, la rentabilidad real es negativa. Los índices de volatilidad aumentando. Este desconcierto hay que regularlo de alguna manera y se salda con una corrección en toda regla en los Mercados. A partir de aquí, se analizan las consecuencias y se ponen sobre la mesa los pros y los contras.
El ahorrador es el perjudicado, como siempre, porque se encuentra en la encrucijada que no sabe a dónde dirigirse para salir airoso, pero lo que sí sabe es que no puede hacer nada para arreglar la situación y tiene que conformarse con las migajas que van dejando tras de sí las manos fuertes del Mercado. Al final, lo que espera, es que alguien le dé una explicación de lo que ha sucedido a sabiendas de que nadie le solucionará sus problemas financieros.
Una caída repentina en la Bolsa pilla desprevenido a casi todos los inversores minoristas, convirtiéndolos en inversores a largo plazo, porque la solución pasa por esperar a que el Mercado reaccione. Y el Mercado hace lo que le viene en gana y se convierte en noticia.
Esta situación, sin ser atípica, nos tiene que poner en una posición de prevengan porque puede que los descensos no hayan terminado. Como siempre, alguien se está aprovechando para deshacer sus posiciones indicando que puede ser un buen momento para comprar las gangas que ha dejado este desplome. Oiremos también que al descender el precio de los valores aumentará la rentabilidad por dividendo. Todo es cierto. Pero cierto es también que las manos fuertes, si necesitan sacar sus acciones de sus carteras, las venderán diciendo que sería bueno aprovechar esta oportunidad para salir de compras, aunque ellos no compren; todo lo contrario, aprovechan para vender sus posiciones. Ya habrá tiempo de comprar al desesperado inversor perdedor cuando se haya cansado de ver el Mercado cómo cae.
La sobreventa se ha adueñado de los parqués y eso indica que tarde o temprano el Mercado tiene que reaccionar al alza. ¿Cuándo? Solo dejando pasar el tiempo lo sabremos. A partir de este momento oiremos opiniones de todo tipo, alguno acertará. Hay un dicho muy bueno que resume esto: “Un reloj parado es capaz de acertar la hora dos veces al día”. La teoría dice que se debe de comprar cuando los valores están baratos y ahí es donde radica el problema: saber cuándo están en su punto. Ante este dilema no queda otro remedio, me refiero en este caso al inversor doméstico, que sacrificar algo de rentabilidad y entrar cuando la tendencia esté confirmada.
En cualquier caso, en este mundo no se contenta el que no quiere. Las caídas bursátiles no le afectan a todos de la misma forma. Ganarán los que han vendido antes de comprar y perderán los que han comprado antes de vender. Así que, por muy mal que les vaya a algunos, otros se están frotando las manos.