Soy una persona profundamente agnóstica. No trago con los cuentos de vida eterna que nos prometen unos regímenes arcaicos y que amordazan lo mejor de la especie humana: su libertad, creactividad y curiosidad. No puedo con estos cuentos para adultos que quieren transformarnos en niños de 6 años, me repatean las parábolas en las que se nos castiga por intentar acceder a la fuente de la sabiduría (el árbol del bien y del mal). Si no soy apóstata es por pura pereza, lo confieso y no me siento culpable lo más mínimo. Evidentemente, respeto las creencias de cada cual, pero cuando hablamos de Ciencia, no permito que se inmiscuyan argumentos no racionales en la discusión, por eso hablar con un creyente de Ciencia es como hablar de los beneficios del vino con un abstemio, siempre va a haber un sesgo ideológico profundo por muy buena voluntad que se ponga en el debate.
Por ello, si cabe, me parece que tiene aún más mérito la Primera Encíclica que ha publicado el Papa Francisco, que versa sobre el medio ambiente, habla extensamente del cambio climático y exhorta a los cristianos y a todo el mundo en general a buscar soluciones tras apuntar a los culpables con el dedo sin ningún tipo de miramiento. Su título lo dice todo:
Sobre el cuidado de la casa común
"Nuestro hogar está amenazado y nosotros somos los causantes. Las personas deben tomar conciencia de ello y las empresas y gobiernos actuar de forma prioritaria para proteger el patrimonio común frente al egoísmo individual. Si no se hace así, perderemos todo y todos"
Este es el resumen que hago de la encíclica, que al fin y al cabo es el mismo mensaje que da el IPCC, Greenpeace o el mismísimo Dalai Lama. Es puro sentido común producto de la observación de los hechos.
El papaflauta, como jocosamente lo llaman sus detractores, porque antepone como prioridad la protección de la propiedad común frente a los derechos individuales de la propiedad privada, extremo último que defienden todas y cada una de las democracias occidentales, aunque parece que se está olvidando rápidamente en estos tiempos de rapiña neoliberal, tiene unos cojones como el caballo de Espartero. Si Bergoglio sigue vivo es por qué se empeña en cocinarse su propia comida, aprendió bien de cuando se cargaron a Juan Pablo I, presumiblemente envenenado.
Francisco se basa en la Ciencia y el consenso científico (¡nada menos!) para elaborar una carta religiosa donde pide, y exige, que se cuide el patrimonio de todos, el capital natural que nos regala el Universo, o quizás algún ente divino, según los que creen. Qué más da quien nos lo haya regalado, el caso es que nos lo estamos cargando a ojos vista.
Francisco menciona a Dios, claro está, pero sobre todo menciona a los hombres (y mujeres) que viven de alquiler en la Tierra y están de paso, que no son los dueños de este planeta. Todavía no se comprende como un Papa tan renacentista sigue vivo, pero está claro que no lo van a callar mientras pueda hablar.
Tiene narices que tenga que ser un Papa, el cabeza de la institución global más arcaica, retrógrada, machista y acientífica del mundo con permiso de alguna otra religión aún más pasada de rosca, el que tenga que dar el toque a gobiernos y empresas por su absoluto egoísmo, por dilapidar un capital natural que no les pertenece.
Democristianos del mundo, ¿seguiréis impulsando políticas de violación sistemática del planeta? Republicanos duros presuntamente cristianos de los Estados Unidos: ¿seguís empeñados en considerar que las renovables son una moda de izquierdas? Hombres de misa del partido gobernante en España, el PP, muchos afiliados al Opus Dei, los Legionarios de Cristo y otras instituciones ultracatólicas, ¿seguís apoyando el fracking y el "impuesto al sol"? Negacionistas del cambio climático... mejor no os digo nada, nunca concederéis, no ya autoridad, sino ni siquiera sentido común a este hombre por el mero hecho de ser el cabeza de esta institución.
Leed y liberaos de vuestro egoísmo, malditos. ¡Si hasta lo dice el Papa Francisco! ¿Qué más necesitais para abrir los ojos? ¿Que baje Dios reencarnado?
Esta hermana (La Tierra, nuestra casa común) clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella.Hemos crecido pensando que éramos sus propietarios y dominadores, autorizados a expoliarla.
Hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático. Es verdad que hay otros factores (como el vulcanismo, las variaciones de la órbita y del eje de la Tierra o el ciclo solar), pero numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana.
Hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para no ver afectados sus proyectos.
¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario?
La grandeza política se muestra cuando, en momentos difíciles, se obra por grandes principios y pensando en el bien común a largo plazo. Al poder político le cuesta mucho asumir este deber en un proyecto de nación.
[El cambio climático] se ve potenciado especialmente por el patrón de desarrollo basado en el uso intensivo de combustibles fósiles. Lla tecnología basada en combustibles fósiles muy contaminantes –sobre todo el carbón, pero aún el petróleo y, en menor medida, el gas– necesita ser reemplazada progresivamente y sin demora.
Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver esta deuda (ecológica) limitando de manera importante el consumo de energía no renovable y aportando recursos a los países más necesitados para apoyar políticas y programas de desarrollo sostenible.