Este post no es más que una reflexión personal, una que por decirlo de alguno modo hago en voz alta.
De entrada de forma mayoritaria, los ciudadanos de la Unión Europea entendemos que la sanidad pública es un derecho, y sería difícil encontrar a personas que entendieran que esto debe cambiar, es algo que va en nuestra forma de ser. Desde luego en España de forma indiscutible, consideramos que el mero hecho de habitar por estos lares nos supone una atención sanitaria adecuada y gratuita, aunque en realidad totalmente gratuita no lo es, y en todo caso, la estamos pagando con nuestros impuestos.
Sin embargo muy pocas personas, insisto, se plantean que esto deba cambiar, y en mis 54 años, no he oído a nadie que se cuestione que parte de sus cotizaciones sociales va a pagar los servicios de otros conciudadanos que también cotizan y que parte va a personas que por las razones que fueren no lo hacen.
Ciertamente algún planteamiento existe (minoritario, pero existente) en relación a conciudadanos actuales que no lo eran hace 5, 10 o más años, pero este sería otro tema en el que no voy a entrar, debido a que abriríamos una cuestión, que al menos en mi blog no deseo debatir en modo alguno.
Por cosas de la vida tengo hijos en el extranjero, en este caso ha sido de forma voluntaria, cosa que asegura nuestro gobierno, si bien soy muy consciente de que muchos de nuestros hijos están fuera de una forma no tan voluntaria, sino que responde a una necesidad, por ello en estas últimas semanas de fiestas navideñas que nuestros hijos vuelven con la familia, tuve ocasión de escuchar varios programas de radio en relación a nuestros “desplazados”, alguno con entrevistas a chicos/as viviendo en tierras cercanas de la Unión Europea o tan alejadas como Australia o Nueva Zelanda, y en todos los casos, sin excepción, de las cosas que consideran faltantes es nuestra sanidad pública, si, incluso con los recortes, la siguen considerando, repito, sin excepción como un bien de elevada calidad que mejora a la mayoría de la que ofrecen otros estados. Evidentemente no es la mejor, y antes de la crisis tenia mayor calidad, pero según nuestros “desplazados” sigue siendo un bien, un derecho cuyo servicio es comparable con pocos estados occidentales. Lógicamente si vamos al detalle, con toda seguridad habrá “detalles” de nuestros vecinos (o no tan vecinos) que superan nuestro sistema, pero generalizando el resultado final, el nuestro es, insisto de nuevo, de una calidad envidiable.
Es más si comparamos nuestro sistema público con los seguros privados, convendremos (creo) que la sanidad privada en España la bate en la parte “hotelera” del asunto, entendiendo como “hotelero” lo que es “el servicio de habitaciones, “el decorado” de las estancias, etc., pero si uno tiene una enfermedad de las consideradas graves, el mejor lugar donde y generalizando, puede recalar con mayores garantías de éxito, es en un hospital de la Seguridad Social. Otra cosa son las listas de espera para pruebas, diagnósticos, etc., que en la privada se consiguen más rápido y de calidad similar (no mejor), y el asunto del “hotel” que ciertamente en la privada es bastante “más arregladito”, sin embargo para un enfermo la parte hotelera, acaba siendo secundario. Y la mayoría de ciudadanos coincidiremos que con las cuentas públicas con falta de recursos, mejor inviertan en tecnología que en el asunto “hotelero”, ya que lo segundo lo consideraremos un “mal menor”.
Entonces cuando uno escucha al nuevo presidente de EE.UU., que pretende reducir o eliminar lo que se denominó el “ObamaCare” que atiende, salvo error, a 24 millones de personas, uno se sorprende, pero más lo hace cuando esto puede ser un tema de votos, el sistema no acaba de agradar a millones de ciudadanos estadounidenses.
Entiendo que para un europeo esto sería bastante incompresible, y no se trata de una de las ideas del Sr. Trump (algunas apuntan a “ocurrencias”) sino que parece ser un sentimiento de un cierto número de ciudadanos norteamericanos.
Aquí para empezar creo que hay un asunto de percepciones, comenzando porque las cotizaciones sociales (nuestra cuota mensual de la Seguridad Social) la liquidan las empresas donde trabajamos, lo cual no significa que la paguen ellos, sino que de alguna manera nos pagan una parte de nuestro salario en nómina, otra transfiriendo a la Agencia Tributaria a cuenta de nuestros impuestos personales (IRPF) y una tercera que es muy grande, supera el 30% de nuestros salarios, la ingresan en la Tesorería General de la Seguridad Social, pero los tres conceptos son la remuneración de nuestro trabajo, aunque la percepción nuestra pueda ser que “lo paga la empresa” y no es así, lo pagamos con nuestro trabajo. Las empresas calculan los costes laborales considerando también la seguridad social, no puede ser de otro modo. Por tanto la percepción es relevante.
Salvo error por mi parte, en EE.UU., un trabajador recibe su salario y solo se le descuentan sus impuestos, no se le retiene nada para atender a gastos sanitarios, será el trabajador que con su libertad individual decidirá si contrata o no un seguro médico, esto en teoría es libertad para decidir, salvo que en mi opinión es un tipo de “libertad mal entendida”, para empezar y siendo egoístas, por más que se cuide uno, no le garantiza no enfermar, minora tal riesgo, pero ni por asomo lo elimina. La libertad de uno, termina donde empieza la de los demás.
El otro planteamiento, erróneo en mi opinión, es una cierta falta de solidaridad entre los propios ciudadanos de la unión norteamericana, cosa que tal como he indicado antes no es nada habitual en la forma de pensar de la ciudadanía de la Unión Europea, al parecer al ciudadano medio norteamericano o a una parte muy relevante, le chirría que con sus impuestos se cubran servicios a personas que no pueden pagar un seguro médico, no tomando en la debida consideración por qué carecen de tal seguro.
Al margen de todo ello, el negocio de la sanidad es como poco “un negocio raro”, en la sanidad pública se hacen las pruebas médicas que se consideran necesarias y seguro que la discrecionalidad de tales “pedidos” es mejorable, pero no se solicitan tales pruebas (que tienen su coste) por un asunto de facturación de quien las debe hacer, por el contrario si estamos en una empresa, el riesgo de exceso de gastos en este sentido, es un hecho o como poco una posibilidad cierta.