Ya, ya se que ante la angustia de la necesidad, la posibilidad de poder peder los pocos ahorros que uno tiene, acudimos donde haga falta para ver si es posible recuperar nuestro dinero. Incluso podemos volver a oir los cantos de sirena que ya nos cantaron cuando nos venderon las preferentes.
Os dejo un editorial que leí hace unos meses en una revista local y que habla del que fue un director de sucursal:
EN LA DESPEDIDA DE RAFA
No cabe duda que lo merecías. Me lo dijeron los que fueron tus compañeros de Sucursal después de regresar de vacaciones: Rafa ya no está, le han ascendido. No puedo negar que en principio resultó una sorpresa, pero tras unos minutos de recordar tiempos y escenas bien recientes, aquello resultaba algo así como una crónica anunciada.
No cabe duda que eras un director modelo, ejemplar, de ésos que en algunas empresas colocan su fotografía a la vista de todos como el “empleado del mes”. A lo largo de estos años han sido múltiples las conversaciones que tuvimos, algunas con serias discrepancias. Pero es cierto que jamás perdiste la compostura, la sonrisa perfecta tipo jefe de planta de El Corte Inglés.
Cómo olvidar aquel día que estuve a punto de perder los nervios cuando por una devolución del recibo de mi hipoteca de 300 euros me cobrasteis treinta euros de comisión (cinco mil pesetas). Estaba encendido con la señorita de la mesa, pero llevado de nuestra especial relación, acudí a ti en el intento de deshacer el malentendido. Inocente de mí, intenté justificarme apelando a mi antigüedad de más de veinte años de cliente, a mi familia con otros tantos confiando sus/nuestro dinero en tan digna entidad; a los euros ahorrados después de muchos años de trabajo, que nos tenía secuestrados tu empresa por ese eufemismo llamado Participaciones Preferentes y que algunos desinformados llaman estafa y canallada.
Ahora, con la perspectiva del tiempo, recuerdo tu hierática actitud. Tu firme aptitud en defensa de la empresa. Éstas son las normas y no podemos hacer excepciones. Lo siento Paco. Como hiciste en muchas otras ocasiones, aguantaste el chaparrón, mis excusas banales de cliente fiel. Implacable. No hay ningún perdón para los que devuelven un recibo, que paguen.
Tienes madera, Rafa, y tus jefes superiores lo han entendido, por eso os va como os va, triunfadores en el sector de la Banca, un referente y ejemplo para todos aquellos que quieran seguir vuestra estela. Estáis haciendo historia.
Qué carácter el tuyo, aguantar a un tipo como yo, en tu despacho, sentados como dos colegas. Yo con el mantra o soniquete de cuándo me vais a devolver mi dinero, el de mi familia. Que son los ahorros de toda la vida. Y tú, firme en tus convicciones, con la parsimonia que da el saberse imbuido. Pero vamos a ver, me decías, si la propia palabra lo dice, si te vendimos las Preferentes es porque eres un cliente preferente. Y añadías con la convicción de un templario que tu empresa era muy seria y no iba a permitir que ninguno de sus clientes saliera perjudicado. Ya sé, Rafa, ya sé que alguna veces me pasaba, he llamado a tus jefes chorizos, sinvergüenzas, carne de presidio. Pero ése es tu mérito, sin levantar la voz, dejando que vomitara toda la bilis acumulada, sabías darme eso que en el argot taurino se llamaba una larga cambiada: “te prometo que en el momento que sepa algo te llamo por teléfono”. Y yo, que he esperado esa llamada como el que espera la de una novia primeriza, ahora siento que ya es tarde. Pero conste que me alegro, por ti y por todos los directores que como tú, han sabido torear de salón tantos morlacos de barro en forma de clientes que como yo se les va la fuerza por la boca. Y que ahora tendréis vuestra justa recompensa, por lo menos, jefes de zona y quién sabe…
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