Nuestra gente....con hambre
En repetidas ocasiones todos hemos tenido ocasión de ver cómo numerosas personas recogen los productos sobrantes en los grandes mercados mayoristas e incluso en supermercados y tiendas de ailmentación. Si hace un tiempo ésto era propio de indigentes en sentido estricto, hoy podríamos afirmar sin temor a equivocarnos que la indigencia está llamando a nuestra puerta. Los comedores sociales no dan abasto. Jóvenes, no tan jóvenes y ancianos --todos ellos con misérrimas pensiones o subsidios e incluso sin ellos-- se aglomeran junto a los contenedores y cajas con alimentos medianamente aprovechables para llevarlos a casa. Y no pocas veces, también a los niños que están esperando que su madre o su padre les lleve algo que comer. Nuestros obreros, nuestros vecinos, nuestros mayores, todos esos miserables merecen que luchemos con todas nuestras fuerzas para ayudarles a salir del pozo en que se ven sumidos. Y no por su culpa. La responsabilidad es de otros. Ellos no son los miserables aunque estén sumidos en la mayor de las miserias. Cientos, miles, millones de veces, son mucho más miserables quienes, teniendo oportunidad de dictar leyes justas, no solo no lo hacen sino que, además,aplauden sus ironías en los escaños y engordan sus faltriqueras.
Oidme, políticos de pacotilla, no les habléis de recesión, de PIB, de pactos de Estado, de geometría económica, de CEE.¡Quitadles el hambre!