Para ello, el gestor o el analista de riesgo debe transformar cada componente de una cartera en los retornos anuales producidos por dicho componente. Una vez "matematizada" la acción, ya es posible aplicarle herramientas estadísticas como las ya comentadas para determinar el nivel de riesgo particular y el nivel de riesgo general de una cartera.
Gracias al análisis de las corretaciones de los componentes de una cartera, el gestor puede saber si está bien o mal diversificada. Si está bien diversificada (correlación baja), se entiende que la cartera sólo tiene riesgo sistemático y, por tanto, será menos arriesgada que una cartera con riesgo sistemático (no diversificable) y riesgo específico (sí diversificable). La volatilidad nos dice si podemos esperar mucho o poco retorno de cada inversión y la beta da un paso más allá, diciéndonos cómo se va a comportar cada componente (o la cartera en su conjunto) según el comportamiento global del mercado. Por último, el VaR nos dice la probabilidad que hay que, en un periodo de tiempo, nuestra cartera pierda más de un determinado porcentaje.
Así que gracias a la estadística podemos saber: 1) el grado de diversificación, 2) el nivel de riesgo, 3) el retorno esperado y 4) la probabilidad de una pérdida superior a un determinado nivel. Gracias a la Estadística lo sabemos todo!!!!! Y, sin embargo, no funciona.
La Wikipedia define "Falacia" de la siguiente forma: "en sentido estricto, una falacia lógica es la aplicación incorrecta de un principio lógico válido". Pues bien, para mí, toda la Teoría Moderna de Gestión de Carteras es fruto de una falacia lógica. La Gestión de Carteras es una falacia lógica porque resulta de aplicar de forma incorrecta una serie de principios lógicos válidos, como son los principios estadísticos.
El error principal de la Gestión de Carteras es reducir la realidad "acción" a una simple serie de retornos. También en la Wikipedia encontamos la definición de "Acción": "una acción es una parte alícuota del capital social de alguna Sociedad Anónima. Representa la propiedad que una persona tiene de una parte de esa sociedad". Por tanto, una acción no es una serie de retornos durante un plazo temporal, sino una parte de una empresa.
Al aplicar principios estadísticos a la Gestión de Carteras nos olvidamos de lo que una acción es en realidad. Y a partir de aquí viene el desastre. Equiparamos riesgo a volatilidad y calculamos el retorno esperado según el riesgo incurrido (la volatilidad de los retornos). Todo gira alrededor de los retornos, de los distintos precios de cierre. Todo lo marca el precio de cotización. La Gestión de Carteras se olvida de la esencia de una acción y se centra sólo en el comportamiento bursátil. Por tanto, todas las medidas de riesgo obtenidas a partir de la aplicación de criterios estadísticos son medidas de riesgo CHARTISTAS. Se basan en el precio, en el gráfico, no en la empresa subyacente.
En el gráfico superior vemos una pequeña matriz de correlaciones entre los tres componentes de una cartera: el activo A, el activo B y el activo C. Las correlaciones son bajísimas. Así que la cartera está bien diversificada (es cierto que 3 son pocos componentes, pero quédense con la idea). Confiamos en una cartera con poco riesgo específico. Sin embargo, ¿qué me dirían si les digo que el activo A en Google, el activo B es Tafisa y el activo C es Jazztel? Entonces la cosa cambia, ¿a que sí?
Aunque es un ejemplo extremo, de forma intuitiva nos damos cuenta de que las medidas de riesgo estadísticas son falaces. Son aplicaciones incorrectas de principios lógicos. Esa cartera es de mucho riesgo. Pero no de riesgo chartista, sino de riesgo FUNDAMENTAL, que es el verdadero y único riesgo.
Por tanto, ¿qué es el riesgo? El riesgo es la compra de una acción cuyo precio está muy por encima del valor subyacente del negocio. ¿Cuál es el valor del negocio de una empresa como Jazztel que no ha ganado dinero nunca? Pues es 0 €. Las proyecciones futuras no forman parte del valor del negocio. Son simples proyecciones, son simple humo. El riesgo reside en comprar acciones caras ya que los retornos que éstas van a darnos son, a largo plazo, negativos o, por lo menos, no hay motivos en el presente para pensar que los retornos vayan a ser positivos.
Cuando el precio de las acciones caen, la volatilidad aumenta. Este aumento de la volatilidad es entendido como un aumento del riesgo y muchos inversores venden sus acciones con pérdidas. Cuando la volatilidad es máxima, el valor ha caído muchísimo. En algunos casos, esa caída ha sido tal que las acciones cotizan muy por debajo de su valor intrínseco. En ese momento, el riesgo chartista es máximo, mientras que el riesgo fundamental es mínimo. ¿Qué hacer? No sé usted, pero yo, en zona de mínimos, prefiero ser comprador antes que vendedor. Por otro lado, después de grandes subidas, la volatilidad es muy baja (mínimo riesgo chartista). Pero dichas subidas han sobrevalorado mucho la cotización (máximo riesgo fundamental). Que venga Markowitz y me diga que es menos arriesgado comprar en máximos, verán dónde le mando.
Nuestro propio instinto nos lleva a valorar mucho más las medidas de riesgo fundamentales sobre las medidas de riesgo chartistas. Las primeras nos impulsan a comprar a precios bajos y vender a precios altos; mientras que las segundas nos impulsan a comprar a precios altos y vender a precios bajos. Además, es la diferencia entre cotización y valor intrínseco (Margen de Seguridad) lo que marca nuestra rentabilidad, no la beta!!!
Por tanto, el determinante último del riesgo y de la rentabilidad es siempre el valor intrínseco de una acción y su margen de seguridad. Cualquier definición de riesgo de tipo chartista es fruto del error de concepto y de la falacia matemática. Por primera vez las Matemáticas engañan.