La ignorancia, siendo como es una falta de ciencia, de letras y noticias, general o particular, es un error terrible con una consecuencia clara en los mercados financieros: perder dinero.
Llámese incultura, desconocimiento, analfabetismo, obscurantismo, inexperiencia, duda, ingenuidad…
Ignorancia es lo que queda después de pagar 3000 euros por un curso de un supuesto experto que no nos enseña ni su currículum ni su track record. Ignorancia es el sonido de la risa que surge tras escuchar una opinión (fundamentada) fuera del consenso. Ignorancia es pensar que nos hemos convertido en inversores value por leer el Inversor Inteligente y One up Wall Street. Ignorancia es pensar que tenemos la clave de la inversión tras escuchar a un experto o leer un medio financiero.
Aunque sería mejor llamarla: yo conduzco mejor que la media.
La indiferencia, siendo como es un estado de ánimo en que no se siente inclinación ni repugnancia hacia una persona, objeto o negocio determinado, es un error terrible con una consecuencia clara en los mercados financieros: perder dinero.
Llámese desinterés, apatía, displicencia, insensibilidad, despreocupación, impasibilidad, desgana, indolencia, desafecto, desamor, desdén, frialdad…
Indiferencia es ese sentimiento de satisfacción que surge tras invertir en un “producto seguro” sin haber leído el contrato. Indiferencia es el sonido que producen las palabras a favor de que la inversión inmobiliria es muy segura, poco volátil y genera más intereses periódicos que cualquier otra inversión. Indiferencia es pensar que la diversificación de activos no tiene sentido y poner todo nuestro dinero en depósitos o en otros productos de “bajo riesgo”.
Aunque sería mejor llamarla: déjame en paz, tengo otras cosas que hacer.
Resolver el problema de la ignorancia necesita un esfuerzo de humildad. De saber que no somos tan buenos en lo nuestro (ni tan malos). Que nos podemos equivocar. Que hay gente mejor (y peor) y más (y menos) profesional. Que igual ese chico engominado con pinta de veinteañero tiene algo que enseñarnos. La ignorancia solo podemos resolverla por nosotros mismos.
Resolver el problema de la indiferencia cuesta dinero (porque como decía mi abuelo, las opiniones son gratuitas –en dinero o/y cariño pero los buenos consejos suelen ser caros –en dinero o/y en cariño). Y si no quiero pagar, también puedo dejar de quejarme de que mis ahorros no rinden y los bancos se aprovechan. Si no, la realidad es que si yo no lo quiero hacer porque no tengo tiempo, debo dejarlo en manos de profesionales. Y, como su propio nombre indica, los profesionales viven de hacer aquello a lo que se dedican. Luego un profesional del asesoramiento nos va a cobrar por asesorarnos. De una forma u otra. Directa o indirectamente.
Resumiendo, que si tengo que responder a la pregunta: ¿Qué es peor, la ignorancia o la indiferencia? Pues mira, siendo como son, errores terribles con una consecuencia similar en los mercados financieros (perder dinero), mi respuesta es clara:
Ni lo sé, ni me importa.