¿No os parece tremendo que el ser humano todavía continúe necesitando, como en el siglo XVIII, quemar cosas para obtener la energía que necesita? Quiero decir que lo que hace tres siglos era un adelanto tecnológico acojonante, hoy en día es un atraso tercermundista. ¿Cómo es posible que en Occidente todavía necesitemos quemar carbón o refinados del petróleo para producir energía eléctrica con lo barata y limpia que son las energías alternativas, mismamente la energía nuclear o cualquier energía renovable?
Pues ahí estamos, quemando y contaminando nuestro único planeta.
Pues con las comunicaciones entre personas, ídem de ídem.
Entiendo perfectamente que mis bisabuelos se comunicaran con mis abuelos por vía telefónica. Al fin y al cabo era más sencillo preguntar por sus nietos hablando por teléfono que utilizando el obsoleto telégrafo, que era la tecnología de moda treinta años antes. Y también entiendo que para las relaciones familiares y de amistad las llamadas telefónicas son el medio de comunicación más práctico.
Aunque hay petardos que no saben decir adiós y colgar y que son demasiado tontos para entender que llevas media hora intentando cortar la llamada y que se han especializado en que, cuando parece que os estáis despidiendo, hacen una nueva pregunta e impiden de nuevo que la llamada finalice.
En plan...
Bueno, pues nada, entonces nos llamamos el viernes y quedamos.
Humm, por cierto, qué tal está tu madre, la última vez la vi quejosa...
Por eso me parece alucinante es que en la era de internet y de la revolución de las telecomunicaciones todavía haya gente enganchada al molesto, ruidoso, antipático y maleducado teléfono.
Al menos en lo que se refiere a las comunicaciones profesionales.
¿Que por qué digo que el teléfono es una forma maleducada de contactar con los demás?
Porque cuando suena ring-ring, lo que en realidad el teléfono está diciendo es...
Tristán, Tristán, deja lo que estés haciendo y atiéndeme, que yo soy más importante que cualquier otra cosa. Que lo dejes, cooooñooo, que estoy sonandoooo...
Y esto es así ahora en mucha mayor medida que antes porque ahora los teléfonos son portátiles y los llevamos permanentemente encima, de forma que como quien nos llama no sabe lo que estamos haciendo en este momento, podemos recibir la llamada mientras comemos en familia, en pleno polvo extraconyugal o cuando estamos negociando el contrato de nuestra vida.
Y aún hay hijoputas que no entienden que si no lo descuelgas es porque estás ocupado o simplemente porque no puedes o no quieres descolgar en ese momento. Y repiten una y otra vez sus llamadas como diciéndote que les importa un pito lo que quiera que sea que estés haciendo en ese momento porque lo que tienes que hacer es dejarlo todo y atenderles a ellos.
Pues a mi esa forma de proceder no me gusta un pelo, forastero, y como lo hagas conmigo quedas sentenciado para los restos.
Lo lamento, pero las llamadas telefónicas me resultan molestas no solo por la interrupción que suponen sino porque odio hablar por teléfono salvo en comunicaciones con familia o amigos para temas puramente personales. Además, nada me resultaría más odioso y esclavizador que estar localizable siempre, ni veo motivo por el que lo deba estar para nadie, ni siquiera para mis próximos, menuda tabarra.
Para todo lo profesional, siempre es mejor enviarme un correo electrónico.
Porque el correo electrónico es otra cosa.
No es un llamado impertinente que exija que lo dejes todo para atenderlo sino, más bien, un mensaje que te llega para que lo atiendas cuando buenamente puedas.
Es un medio de conectar mucho más civilizado que llamar por teléfono.
Que no puedes atenderlo en ese momento, pues lo haces más tarde.
O al día siguiente.
Cierto que el género epistolar tiene cientos o miles de años, por lo que habrá quien lo considere algo pasado de moda, pero al contrario, actualmente es, junto con el WhatsApp, la mejor forma de comunicarse con la gente.
Con la ventaja de que para chatear por WhatsApp es necesario que tus interlocutores dispongan de tu número de teléfono y, sin embargo, para comunicarse por correo electrónico eso no es necesario.
Porque el peligro de que cualquiera disponga de tu número de teléfono es realmente importante.
Sobre todo si te llamas Tristán el Subastero.
Yo recibo no menos de 5 ó 10 llamadas diarias que si las respondo podría apostar a que son de gente que no me va a ofrecer nada interesante, que no me va a regalar nada, sino que me llaman para que les asesore sobre sus problemas legales o sobre sus intereses inversores.
Apuesto doble contra sencillo a que es así.
Antes de decidir definitivamente no responder ninguna llamada anónima o de números desconocidos caía como un idiota en estas trampas.
Un día llegó a llamarme un antiguo cliente con quien no hablaba desde los años 90 y que me llamó porque tenía junto a él a un amigo con no se que puto problema de herencias. ¡Será gilipollas!
Desde entonces se acabó.
Ya no doy mi teléfono a casi nadie. A quien no tengo más remedio que dárselo los apunto en mi agenda con el prefijo TEMP, para indicar que mi interés por ellos es temporal y que si me llaman y ya no recuerdo el nombre que hay detrás del prefijo, no debo responder.
El prefijo TEMBLEQUE lo reservo para los supuestos inversores a quienes les ofrecí buenas subastas que rechazaron en el último momento poniendo cualquier excusa. Es decir, gente que se que por mucho que digan, al final les faltará decisión para invertir.
Y a quienes les pongo el prefijo MOCO ya están sentenciados de por vida. A esos no les cogeré el teléfono en su vida. Son menos que piojos.
Pero qué digo, en realidad no le cojo el teléfono a nadie que no esté en mi agenda y sanseacabó.
O sea, que si me has llamado y no te he cogido el teléfono puede ser por uno de estos motivos:
- Te tengo en la agenda con algunos de los siguientes prefijos: TEMP, TEMBLEQUE o MOCO
- No te tengo en la agenda
- Estás llamando como anónimo
La buena noticia es que siempre respondo todos los correos electrónicos.
De manera que si quieres contactar conmigo hazlo siempre por esa vía.
Pero...
Al igual que me pasa con las llamadas telefónicas, con los correos también me sucede que el 99% de ellos tienen que ver con asuntos que le interesan mucho a los remitentes pero que a mi no me interesan nada.
Es decir, que nadie me escribe para ofrecerme un chalet en la Moraleja a quinientos mil euros sino, más bien, para que les asesore sobre tal o cual problema o para preguntarme si tengo algún cliente para su chalet de la Moraleja que tiene a la venta a la módica cantidad de cinco millones de euros.
Un poquito de por favor, señores.
Mis amigos de toda la vida o los amiguetes que intervienen frecuentemente en el blog pueden escribirme con la seguridad de que al menos tienen asegurada una respuesta y que procuraré que dicha respuesta les sea de ayuda. Pero quien no me conoce de nada, por favor, que no intente meter sus problemas en mi cabeza sin pagar un alquiler. O mejor aún, que le pague un pequeño alquiler a estos otros grandes profesionales y que a mi me deje en paz.
Y ya para terminar,
Unas palabrejas sobre las intentonas de algunos para reunirse conmigo.
Que sí, que estoy seguro de que lo que me van a ofrecer es una gran idea irresistible y que ya se que aunque aparentemente los únicos 
beneficiados con la misma parezcan ser ellos, en realidad lo voy a ser yo. Pero en vez de intentar que ambos perdamos nuestro valioso tiempo reuniéndonos (para colmo en el centro de Madrid), por qué no me lo explican detalladamente por correo electrónico y dejan que antes de decidir seguir adelante sea yo quien valore si me va a merecer o no la pena.
Aunque no se lo crean se leer perfectamente y mi capacidad de entender lo leído no ha sufrido excesivas mermas por la edad.
De forma que si crees que lo que tienes que ofrecerme me va a interesar, para que ninguno perdamos nuestro tiempo...
1) Lo primero, envíame un correo.
2) Luego, si veo que la cosa podría interesarme, hablaremos unos minutos por teléfono.
3) Y finalmente, si estamos hechos el uno para el otro, entonces nos reuniremos y comeremos perdices. Invito yo.
Y tú, querido amigo, ¿prefieres explicarte por teléfono o por email?
Puestos a elegir, yo prefiero el zapatófono.