Lucio Urtubia Jiménez (Cascante, Navarra, 18 de febrero de 1931 - París, Francia, 18 de julio de 2020) fue mucho más que un albañil de profesión: fue un militante anarquista, un "Robin Hood" moderno y una figura legendaria cuya vida parece sacada de una novela de aventuras. Con una mezcla de audacia, compromiso político y un profundo sentido de justicia, Urtubia desafió a los poderes establecidos y luchó (sin éxito, todo hay que decirlo) contra el capitalismo.
Nacido en el seno de una familia humilde de cinco hermanos, Lucio creció en un entorno de escasez durante la posguerra española. Su padre, de tradición carlista, evolucionó hacia el socialismo y luego al comunismo tras su paso por la cárcel, dejando una huella imborrable en el joven Lucio. Fue precisamente de su padre, en su lecho de muerte, de quien escuchó por primera vez la palabra que definiría su vida: "Si naciera otra vez, sería anarquista". A los 19 años, con la muerte de su progenitor, Lucio ya había interiorizado la rebeldía.
La pobreza de su infancia lo llevó a ingeniárselas para sobrevivir. Desde pequeño, robaba monedas en la iglesia o frutas para comer, y más tarde, durante su servicio militar en Logroño, descubrió su habilidad para el contrabando. Tras desvalijar un almacén militar, fue descubierto y huyó a Francia en 1954, convirtiéndose en desertor y exiliado. Este fue el comienzo de su vida en París, donde se asentó en el barrio de Belleville y empezó a trabajar como albañil.
En París, Lucio encontró su verdadera vocación política al contactar con las Juventudes Libertarias de la Fédération Anarchiste. Allí conoció a figuras como André Breton, Albert Camus y al legendario maquis antifranquista Quico Sabaté, a quien consideraba su "dios". Sabaté le abrió las puertas de una red de exiliados y militantes, y Lucio comenzó a participar en actividades "revolucionarias", desde incursiones en territorio español hasta robos para financiar la causa. Sin embargo, abandonó los atracos armados por temor a herir a empleados bancarios, optando por una forma de lucha menos violenta pero igualmente efectiva: la falsificación.
En la década de 1960, junto a otros exiliados, Lucio se dedicó a falsificar moneda y documentos, con el doble objetivo de financiar movimientos revolucionarios y desestabilizar las economías capitalistas. Proveía pasaportes falsos a guerrilleros y exiliados, ayudando, entre otros, a miembros de los Panteras Negras y al director de teatro catalán Albert Boadella a escapar de la represión franquista. Su ingenio y compromiso lo convirtieron en un aliado clave para múltiples causas libertarias.
El gran golpe al Citibank
El episodio más célebre de la vida de Lucio Urtubia fue la estafa al First National City Bank (actual Citibank), uno de los bancos más poderosos del mundo en los años 70. Entre 1980 y 1982, Lucio lideró una red que falsificó millones de dólares en cheques de viaje, distribuyéndolos por Europa y América Latina. Este "golpe maestro" no solo supuso una pérdida estimada de 20 millones de dólares para el banco, sino que lo obligó a suspender temporalmente sus cheques de viaje.
Tras su detención en 1980 con una maleta llena de cheques falsos, Lucio demostró su astucia al negociar con el banco y las autoridades francesas. A cambio de su libertad y una suma de dinero, entregó algunas planchas de impresión, aunque nunca todas, lo que le permitió mantener su ventaja. Este acto de desafío lo elevó al estatus de héroe anarquista, comparado con Quijote que luchaba contra "gigantes de verdad", según palabras de Albert Boadella.
El dinero obtenido de estas "expropiaciones" financió movimientos "revolucionarios" como los Tupamaros en Uruguay, Acción Directa en Francia y, según algunas fuentes, incluso a ETA, aunque Lucio siempre rechazó la violencia como método. Su objetivo era claro: redistribuir la riqueza para apoyar a los oprimidos, sin enriquecerse personalmente. Como él mismo decía, "robar a un pobre es robar; expropiar a un banco es un honor".
Madurez
A los 50 años, Lucio dejó atrás las actividades ilegales, pero nunca abandonó su militancia. En 1997, fundó el centro cultural Louise Michel en París, un espacio para la promoción de ideas libertarias. Su vida fue plasmada en numerosos medios: el documental Lucio (2007), de José María Goenaga y Aitor Arregi; la novela gráfica El tesoro de Lucio (2018), de Mikel Santos (Belatz); y la película de Netflix Un hombre de acción (2022). También escribió dos autobiografías, La revolución por el tejado (2008) y Mi utopía vivida (2014), donde narró su filosofía de vida: la utopía no es un sueño lejano, sino una práctica cotidiana.
Lucio Urtubia fue un hombre de contradicciones. Casi analfabeto, pero con una inteligencia excepcional; albañil de día y falsificador de noche; profundamente comprometido con la libertad, pero crítico con cualquier forma de autoridad, incluido el comunismo. Su desencuentro con Che Guevara en 1962, cuando le propuso falsificar dólares para desestabilizar a EE.UU., refleja su independencia: no se plegaba ante nadie, ni siquiera ante íconos revolucionarios.
Lucio falleció en París el 18 de julio de 2020, dejando tras de sí un legado de rebeldía. Como él mismo decía, "la riqueza son los jóvenes, los pobres son los que cambian el mundo". En un mundo dominado por el capital, Lucio Urtubia sigue siendo un símbolo de resistencia, un albañil que levantó no solo muros, sino también sueños de un mundo más justo. Su historia parece una novela, pero fue real.
Conclusión
Aunque parezca una historia muy romántica e idealizada por empresas tan capitalistas como Netflix, lo cierto es que Lucio fracasó y lo que hizo no cambió nada. Sus ideas eran erróneas ya que la Historia ha demostrado que es el capitalismo -contra el que creía luchar- es el mejor sistema de hacer progresar a la Humanidad. Ni su episodio “doblegando” al Citibank sirvió para algo, ya que el banco siguió actuando de la misma manera. El sueño anticapitalista no deja de ser eso, una fantasía que choca contra el legítimo deseo del ser humano de vivir mejor, para lo que intenta crear un patrimonio y rentabilizarlo para beneficio de él, de los suyos y, como se ve claramente, de la sociedad entera. Él afirmaba “No me interesa el dinero. Lo que me interesa es luchar contra la injusticia” pero su historia es la de un idealista con habilidades manuales que fue utilizado hasta por organizaciones terroristas que querían más dinero para sus actividades criminales.