Los límites a la Ley de la Minoría Intransigente: ETA y el independentismo catalán
Fernando Esteve Mora
En una entrada pasada utilicé la "Ley de la Minoría Intransigente" de Nassim Taleb para tratar de explicar alguno de los aspectos más intrigantes del "procés" independentista catalán (https://www.rankia.com/blog/oikonomia/3664367-ley-minoria-intransigente-nassim-taleb-referendum-independencia-cataluna). Esta "ley" viene a decir que, contrariamente a la "ley de las mayorías" que se dice rige en las democracias de forma que la opinión mayoritaria se impone a la minoritaria, puede suceder lo contrario, y eso ocurre cuando una minoría que tiene una preferencia FUERTE respecto a una opción, puede imponerla sobre la preferencia opuesta a la misma de la mayoría si esta preferencia es DÉBIL. Tal cosa puede suceder si la mayoría ya sea por debilidad, por cobardía o por cansancio, se pliega a los intereses o las preferencias de la minoría que, por contra, defiende intransigentemente sus posiciones.
Utilizaba en esa entrada, a la hora de ilustrar esta "ley", el ejemplo del grupo de amigos en el que todos menos uno, que se ha hecho vegano radical, son omnívoros, de modo que, al final, para evitar que el vegano no acuda a la cena de confraternización colectiva, están dispuestos a aceptar el no muy deseado por ellos menú vegano por consideración con el amigo intransigente, aunque -repito- ninguno de ellos preferiría ese tipo de menú como su primera opción. O sea, que la preferencia fuerte o intransigente de uno se impondría a la preferencia débil o tolerante de la mayoría.
Ahora bien. Está claro que lo normal es que el vegano intransigente pueda salirse con la suya si la cena de amigos se hace muy de vez en cuando. Pero cabe preguntarse si sucedería lo mismo si la cena se repitiese semana tras semana. ¿Estarían todos los demás dispuestos a "tragar" con el menú vegano una vez tras otra o acabarían hartándose del intransigente amigo radical y "poniéndole en su sitio"?
Me da la impresión que, en este caso, o sea si la cena se repitiera con cierta asiduidad, tarde o temprano la mayoría acabaría imponiendo sus preferencias. A menos, claro está, que el amigo intransigente vegano tuviese unos rasgos o características especiales o singulares que le hiciesen tener un papel central o de "pivote" en el grupo, o sea, que fuese en la práctica como el dictador en el grupo, en la medida que siempre las preferencias del grupo se acomodasen al final a las suyas propias. Dicho con otras palabras, la "Ley de la Minoría Intransigente" tiene -como todas las leyes- unos límites.
Pues bien, creo que esos límites a la ley de Taleb explican la desigual historia del independentismo en el País Vasco y en Cataluña. Y es que parece claro que la "minoría intransigente" independentista en el País Vasco nunca pudo llegar al nivel de aceptación, o mejor dicho, de aquiesciencia por parte de la "mayoría transigente" que -sin embargo- ha alcanzado en Cataluña. Nunca en el País Vasco los independentistas han llegado a tener el apoyo de más del 30%, en tanto que en Cataluña ya están en torno al 50%.
Y la razón de esta asimetría hay que buscarla, me da la impresión, en la existencia de ETA. La "minoría intransigente" independentista en el País Vasco se caracterizaba por llevar en su "menú" no sólo la independencia de Esuskadi sino también la defensa y el apoyo a un grupo terrorista. Y esto -creo- era algo que la "mayoría consentidora o transigente" de allí (incluida la mayor parte de los nacionalistas moderados del PNV) no podía aceptar. Era, por seguir con la ilustración, un menú intragable y excesivo, aunque sólo fuese por el miedo que a esa mayoría le podía dar un futuro en un País Vasco independiente bajo la tutela mafiosa de antiguos miembros de ETA. En suma, que quizás un efecto "positivo" -y no buscado por ellos claro está- del terrorismo etarra fue el que su salvajismo impidió que funcionase en el País Vasco la "ley de la minoría intransigente", como sin embargo está sucediendo en Cataluña.
Y es que allí, por contra, los movimientos independentistas son obviamente muchísimo más pacíficos. Nada comparables a los que defendían a ETA. Hacen, por continuar con la ilustración, un papel similar al que podría hacer un amigo vegetariano, pero no vegano estricto y radical, dentro del grupo de amigos omnívoros. Es decir, que no resultan "peligrosos" hasta el extremo de "obligar" a la "mayoría transigente" a tomar partido, a sacudirse su "modorra".
Quienes sigan este blog estarán aburridos del uso que en muchas de sus entradas hago de una distinción de Rafel Sánchez Ferlosio entre el interés público y el interés DEL público. Pues bien, Ferlosio distinge también entre esos dos intereses y el interés del estado. Por este hay que entender el interés del estado como institución vertebradora de una nación. Un ejemplo podrá aclarar mejor que una disquisición conceptual de qué se trata cuando se habla del interés del estado en contraposición al interés público y del público. Se cuenta que cuando Napoleón se enteró de la derrota en Borodino con los enormes costes en vidas y heridos en su ejército, su respuesta fue una que expresa de modo inigualable la perspectiva del estado, dijo: "esto lo arregla una noche de amor en París". O sea, que para el estado francés los muertos no eran un coste excesivo. Citaré a otro gran "hombre de estado", también francés, el general Charles De Gaulle, de quien he leído que amaba Francia en la misma medida que despreciaba a los franceses. Ambos dos figuras históricas, -en estas dos "anécdotas-, encarnan de modo prístino el interés del estado , en este caso, el francés. Y ese interés es la pervivencia y engrandecimiento del estado por encima de los individuos que viven bajo ellos, les cueste a estos últimos lo que cueste.
Pues bien, si tomamos como punto de referencia respecto al que juzgar y evaluar la realidad el interés del estado español (y no tanto el interés de España o de los españoles, que puede ser diferente) me temo que por mucho que me duela (y me duele mucho), no puedo -a partir de lo que he dicho antes sobre el éxito de la "Ley de la Minoría Intransigente" en Cataluña comparándolo con su "fracaso" en el País Vasco-, sino tener que darle la razón a doña Cayetana Alvarez de Toledo cuando señaló hace un mes o algo así que la actual situación en Cataluña era más "peligrosa" que la que se dio en los "años del plomo" del terrorismo etarra. Lo es, sin duda, para la pervivencia y fuerza del estado español. El que también lo sea en la misma medida para España y para los españoles, que por cierto son cosas distintas, es otra cuestión que merece un análisis más meditado.