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Para terminar la huelga japonesa salvaje que he hecho hoy, os voy a poner un cuento desagradable pero no por ello menos real.

¿CUÁNTO CUESTA LA VERDAD?

El hombre paseaba por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Al torcer una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó a la vidriera y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate... En el interior solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: Tienda de la verdad

El hombre estaba sorprendido. No pudo imaginar qué vendían.

Entró.

Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:

- Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?

- Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad está buscando? ¿Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?

Así que allí vendían verdad. Nunca se había imaginado que aquello era posible. Llegar a un lugar y llevarse la verdad era maravilloso.

- Verdad completa – contestó el hombre sin dudarlo.

Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones, pensó. No quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni fraudes.

- Bien señor, sígame.

La señorita acompañó al cliente a otro sector, y señalando a un vendedor de rostro adusto, le dijo:

- El señor le atenderá.

El vendedor se acercó y esperó a que el hombre hablara.

- Vengo a comprar la verdad completa.

- Ajá. Perdone, pero, ¿el señor sabe el precio?

- No. ¿Cuál es? – contestó rutinariamente. En realidad, él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.

- Si usted se la lleva – dijo el vendedor –, el precio es que nunca más volverá a estar en paz.

Un escalofrío recorrió la espalda del hombre. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.

- Gra... gracias... Disculpe... – balbuceó. Dio la vuelta y salió de la tienda mirando al suelo.

Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que aún necesitaba algunas mentiras en las que encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo...

Quizá más adelante, pensó.

 

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  1. #21
    17/10/10 01:21

    La verdad, es que eres un cínico. Ojo, eso no es ni bueno ni malo. Es un hecho. Yo el día 29 sí hice huelga. Era una cuestión de justicia y solidaridad con los trabajadores, que están cada día más puteados en este país. Y puede que en todo el mundo. Sus derechos han acabado siendo una merma de rentabilidad para las empresas: Con lo cual lo mejor será ir erosionando sus derechos, poco a poco.

    El cinismo de muchos currantes que creen ser más nobles esgrimiendo argumentos propios de ricos empresarios, acabará ayudando precisamente a quienes los putean. El compromiso social, contra menos sea, mejor para las grandes carteras.

    No soy sindicalista ni milito en ningún partido político. Pero el día de la huelga me dije: Hay que ser responsables, hay que ser ciudadanos y hay que solidarizarse con los que tienen que levantarse todos los días a las 6 de la mañana para ir a trabajar. Por esos trabajadores que actúan a diario para hacer que el mundo siga girando. Sin ellos no habría ni la energía ni la tecnología que nos permite leer esto ahora mismo. Sin ellos, las empresas no son nada.

    Y que conste, que soy uno de los cínicos. No trabajo, tengo dinero, patrimonio y herencia. Y cuando puedo hago contratos temporales y de salario mínimo. En el fondo, disfruto viendo cómo licenciados se bajan los pantalones por cuatro perras. Eso es poder. Pero, el día de la huelga, dejé de ejercer como tal cínico, durante 24 horas...

    Soy de los cínicos. Leo Rankia y Expansión, y el WSJ me la pone dura, vigilo mis cuentas casi a diario y me gustaría bañarme en una piscina de euros de oro. Si no lo hago, la verdad, es por higiene. Prefiero el agua para esos menesteres.

    Pero desde luego, leer esos argumentos de: "Los sindicatos van a por la pasta", "La huelga general se tendría que haber hecho antes, no ahora"...etc... Me da risa. Sólo son justificaciones intelectualmente pobres para entorpecer la lucha de los trabajadores. Es entonces cuando cobran sentido esos argumentos, cuando salen de nuestro entorno empresarial, para que podamos hacer pasar por buenas nuestras intenciones. Que son: Hacernos más ricos lo más rápido posible, a costa de quien sea y a costa de lo que sea. Eso sí, nunca quedar mal. Más que nada, por si eso nos resta rentabilidad. Como decía más arriba, los derechos de los trabajadores son caros.

    Señores, por favor. Un poquito de entereza. Un poquito de sinceridad.

    Y...

    Felices inversiones.