Lo que más me gusta de él es lo claramente que es capaz de separar la ilusión de la realidad. Lo que a uno le gustaría que ocurriera, frente al hecho real. El color verde que muchos esperan ver en los tableros de cotizaciones, frente al color rojo real producido por hemorragias de minusvalías que tiñen hace semanas los monitores.
A continuación unos breves textos de Krishnamurti.
La mente sin ataduras
La transformación del mundo resulta de la transformación de uno mismo, porque uno mismo es producto y parte del proceso total de la existencia humana.
Para que uno pueda transformarse, es esencial que se conozca; sin conocer lo que somos, no hay base para el recto pensar ni puede haber transformación alguna. Uno debe conocerse tal como es, no como quisiera ser, lo cual es tan sólo un ideal y, por lo tanto, es algo ficticio, irreal; sólo lo que es puede ser transformado, no lo que uno desearía ser.
Conocernos tal como somos requiere una vigilancia extraordinaria de la mente, porque lo que es experimenta modificaciones, cambios constantes; y para poder seguirlos con rapidez, la mente no debe estar atada a ningún dogma, a ninguna creencia particular, a ningún modelo de acción. Si uno quiere ir en pos de algo, no es bueno estar atado.
Para conocernos a nosotros mismos, nuestra mente debe hallarse en un estado de percepción alerta, de vigilancia, estado en el que se halla libre de todas las creencias, de todas las idealizaciones, porque las creencias y los ideales nos muestran un solo color y falsean la verdadera percepción. Si queremos conocernos, no podemos imaginar algo que no somos, ni creer en ello. Si soy codicioso, envidioso, violento, de poco vale que tenga meramente un ideal de no violencia, de no codicia...La comprensión de lo que somos -feos o hermosos, malvados o dañinos, lo que fuere-, el comprender sin distorsión alguna lo que realmente somos, es el principio de la virtud. La virtud es esencial, porque ella nos brinda libertad.
Comprender lo real
En realidad, esto no es complejo, aunque pueda resultar difícil. Vea, nosotros, no comenzamos con lo real, con el hecho, con lo que estamos pensando, haciendo, deseando; partimos de suposiciones, o de ideales, y así nos extraviamos. Para partir de hechos y no de suposiciones, necesitamos una profunda atención, y toda forma de pensar que no se origina en lo real es una distracción. Por eso es tan importante comprender qué está ocurriendo tanto dentro como alrededor de uno.
Si uno es cristiano, sus visiones siguen cierto patrón; si es hindú, budista, musulmán, siguen un patrón diferente. Uno ve a Cristo o a Krishna conforme a su condicionamiento; la educación que usted a recibido, la cultura en que se ha desarrollado determinan sus visiones. ¿Cúal es la realidad, el hecho: la visión o la mente que se ha formado en cierto molde?
Las visiones son la proyección de la tradición particular que ha venido a constituir el trasfondo de la mente. Este condicionamiento, no la visión que él proyecta, es la realidad, el hecho. Comprender el hecho es sencillo; pero se hace difícil debido a nuestros agrados y desagrados, a nuestra condena del hecho, a las opiniones o los juicios que tenemos acerca del hecho. Estar libres de estas formas de evaluación es comprender lo real, lo que es.