La gente cree que, cuando gobierna la derecha, beneficia a las rentas del capital y, cuando lo hace la izquierda, salen beneficiados los trabajadores. Nada más lejos de la realidad.
Cuando gobernaba la derecha en la piel de vaca tuvimos el peor tratamiento fiscal para las rentas y plusvalías del mundo mundial. Tuvo que venir el de la sonrisa enigmática para poner tarifa plana a los intereses y plusvalías, dejando la fiscalidad de los trabajadores sin tocar. Lo curioso es que, en ese momento, ningún defensor de los oprimidos jornaleros dijo ni mu. Parece que les venía el tiempo justo para "colocar" los millones que les entraban en subvenciones, que, por cierto, la derecha no ha quitado ni se espera que lo haga.
Ahora, Marianico el corto vuelve a la carga con la fiscalidad de las plusvalías regulares e irregulares (que así es como se llamaban en su época, para ilustrar a los que acaban de aterrizar en los mercados). El pobre Mari-ano no da más de sí y va a complicarle la vida a los jornaleros de la bolsa para obtener menos recaudación al final de la corrida (y no hablo de festejos taurinos). A los cientos de miles de millones de depósitos que están saliendo por la frontera habrá que añadirle otros tantos que empezarán a operar con brokers extranjeros en países civilizados.
Hubiera entendido la medida si hubiera distinguido entre plusvalías hechas en los mercados nacionales y las conseguidas en el extranjero. En las circunstancias actuales de pertinaz sequía de financiación, habría que eximir de impuestos las plusvalías conseguidas en mercados extranjeros que se repatriaran a España. Es justo premiar a los que contribuyen a equilibrar la balanza de pagos.
El problema de la derecha es que gobierna con sus ideales castrados. Se ha dejado embaucar por el "pensamiento políticamente correcto" de fantasías insostenibles y ahora se siente culpable si aplica una política razonable, realista y sostenible. No se atreve a notificar el entierro de la sociedad del bienestar y el cadáver descompuesto amenaza con la transmisión de nuevas "enfermedades".
El chiste de hoy de nuestro líder es que no va a pedir el rescate, sólo pedirá ayuda al BCE. Habrá que hacer un nuevo diccionario con las palabras vetadas: crisis, rescate, subida de impuestos, copago, etc.
Ante esta situación de injusticia, sólo nos queda una solución: autoeximirnos de los impuestos excesivos, naturalmente, cumpliendo la nueva ley, como está "mandao". Hacienda tiene todas las ventajas frente al contriobediente, incluida la presunción de culpabilidad. El atribulado tontibuyente tiene que demostrar su inocencia cada vez que le llaman (cosa que suena a inconstitucional, pero es lo que hay). A cambio de eso, el súbdito sólo tiene una ventaja: que le tienen que decir las normas antes de empezar el año. Como buen ventajista, debe acoplar la ley a sus operaciones para conseguir el mínimo sufrimiento.
Volvemos a los tiempos de convertir plusvalías regulares (producidas en menos de un año) en irregulares (más alargadas) que pagan menos. Esto se puede hacer de varias maneras, a saber:
1 – Se hace un spread de futuros lejanos que tengan liquidez y que el spread se mueva poco. Por ejemplo, con futuros lejanos sobre tipos de interés del dolar.
Antes de terminar el año, una de las dos patas estára ganando una burrada, justo la cantidad que pierde la otra. Bien, pues la pata en la que se pierde se cambia a un vencimiento cercano al que se va a vender, la que se gana se deja quietecita. Con ello se materializa una minusvalía con duración menor de un año que se compensa con otras plusvalías regulares. La pata en la que se gana se mantiene el mayor tiempo posible para que sea una plusvalía irregular y, además, que difiera el pago de impuestos un par de años hacia el futuro. Quizá, si quiebra España, en el futuro no haya que pagar.
2 – Otra solución es comprar empresas que pagan un fuerte dividendo el día antes de pagarlo, cobrar el dividendo y vender las acciones ejecutando las minusvalías. La pérdida pasa al dividendo, que, además, tiene deducción.
3 – Con esta tercera opción se solucionan varios problemas a la vez.
Se compra plata u oro físico y se vende la misma cantidad en futuros. A medida que sube se obtienen minusvalías en los futuros. Las ganancias que se trasvasan al metal físico se pueden mantener sin realizar unos cuantos lustros. Lo más aconsejable es dejarlas latentes hasta que el metal pase a los herederos, entonces se aplica la plusvalía del muerto a tipo cero.
La otra ventaja de esta operativa es que, si revienta todo, te quedas con algo tangible bajo tu custodia, que te protege de las inclemencias de las quiebras generalizadas y te da de comer, sin haber tenido que asumir el riesgo de un descenso en los precios del metal.
La última ventaja es que, al hacer el roll over, cobras los intereses del dinero invertido en metal físico.
Si a alguien se le ocurre alguna otra forma, la discutiremos en los comentarios.
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