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Cuando dispongo de tiempo libre, en noches oscuras y cielos despejados, miro hacia arriba. No se trata de ninguna manía o perversión, sino la simple observación del cielo. Pertenezco a un reducido, pero orgulloso grupo de individuos que, renunciando a un sinfín de horas de sueño, escudriñamos el cielo siempre que la meteorología nos lo permite. Existen multitud de actividades en las que uno puede especializarse; desde la simple fotografía recreativa de espacio profundo o de diferentes objetos del sistema solar, al descubrimiento de nuevos cometas o estrellas variables, sin olvidar la detección de supernovas, el desdoblamiento de estrellas, etcétera… 
 
A tenor de lo expuesto, entenderá que Elon Musk sea, por méritos propios, uno de los nombres más citados en los últimos años. La iniciativa Starlink, de la que es fundador, tiene el loable objetivo de dotar de internet de banda ancha a bajo costo, mínima latencia y cobertura mundial. La señal se distribuiría a través de una red de más de 12.0000 satélites dispuestos en la órbita baja de nuestro planeta. Sin embargo, la luz del sol -reflejada por unos cuantos miles de estos pequeños ingenios ya lanzados-, interfiere en nuestras tomas fotográficas de larga exposición. Ello malogra, no solo nuestra pequeña aportación a la ciencia, sino también las investigaciones de grandes observatorios profesionales. Por este motivo y, porque como solemos decir, todo ser humano -presente o futuro- debería de tener el derecho a disfrutar de unos cielos libres y despejados, es comprensible que el empresario sudafricano no disfrute de muchas simpatías entre los miembros de nuestro colectivo. 
 
Aún con estos antecedentes, quisiera desmentir rotundamente que la razón por la que Twitter ha establecido una limitación en el número de mensajes que un usuario puede consultar en un día sea a consecuencia de la creación, apenas unas horas antes, de la cuenta @contraelmercado que estará vinculada a este blog y que les invito a visitar con no demasiada frecuencia. Lo que es rigurosamente cierto es que ese límite pasó de 600 a 800 y posteriormente ascendió hasta los 1.000 tweets para quienes tengan ya una cuenta creada y de 500 para quienes se den de alta a partir de ahora. Más preocupante que eso es que Twitter se ha cerrado al mundo al ser necesario loguearse para acceder a su contenido desde fuera. Desde quienes han estado dentro se sospecha que la plataforma estaría ocultando una serie de fallos estructurales que el servicio estaría sufriendo debido al despido masivo que en el pasado afectó a casi la mitad del equipo de ingenieros. Por el contrario, desde la empresa se comenta que todo se debe al efecto de un supuesto tensionamiento del sistema por la labor de barrido de datos que estarían realizando los manidos bots a fin de construir modelos de inteligencia artificial. Una limitación que desaparece en la práctica para quienes se abonen a la subscripción Twitter Blue, un servicio que anteriormente era gratuito. Todo ello formaría parte de los esfuerzos que Musk está llevando a cabo para monetizar servicios y conseguir que Twitter sea una empresa con beneficios. 
 
Fracasará. Lo sé yo, lo sabe usted y cualquier hijo de vecino. Twitter fue una brillante idea que ha evolucionado hasta convertirse en un pozo negro sin fondo al que acudimos para promocionar productos o servicios, acceder a noticias o reacciones casi en tiempo real o, sobre todo, para acordarnos de la madre de algún desconocido que previamente nos ha insultado gratuitamente. No es en ningún modo una red social con prestigio como lo demuestra el hecho que una cuarta parte de sus usuarios opina que es muy probable que no sigan activos dentro de un año. Musk desembarcó en la corporación proclamando que, a partir de ese momento estaríamos ante una red social en la que imperaría la libertad de expresión para todo el mundo. Se suponía que estaba excesivamente sesgada porque la corporación decidió expulsar a individuos que se dedicaban a exponer argumentos absolutamente falsos, partidistas o manipulados. Pues viva la libertad. Efectivamente, cualquier usuario ha podido confirmar de un tiempo a esta parte, que han ganado visibilidad todo tipo de terraplanistas, negacionistas, antivacunas, conspiranoicos, extincionistas, racistas, supremacistas y radicales de diverso pelaje. De tal forma que, según SimilarWeb, Twitter cae en el número de visitas a nivel mundial, desciende el recuento de visitantes únicos, se reduce el tiempo en el sitio a 10,6 minutos o que cada vez son menores las páginas por visita. 
 
Personalmente no me importa si Elon Musk es la reencarnación de un nuevo genio renacentista o uno de esos milmillonarios despóticos cuyo único mérito es estar justo en el sitio indicado para recoger millones de dólares con una pala; pero si ese es el tipo de libertad que nos va a conceder, señoría, llévenme preso. Los medios nos anuncian, para nuestra tranquilidad, que Meta lanzará mañana en Estados Unidos y luego en el resto del mundo, una nueva red social como alternativa a los excesos de Twitter. La nueva plataforma llamada Threads donde “la comunidad se reunirá para charlar de todo”. El bueno de Mark Zuckerberg de nuevo al rescate del ser humano. Salir de Málaga para caer en Malagón. Así que, una vez más, habrá que reivindicar el derecho a mentir descaradamente a la hora de facilitar nuestros datos personales, como venimos haciendo algunos desde los tiempos de Infovía. 
 
El caso de Musk también nos plantea, entre otros interesantes problemas, la confrontación entre la libertad de expresión, inherente a todo ser humano, versus la contención que, como máximo responsable de una gran empresa, uno debe de guardar en atención a sus accionistas. Es del todo indudable que, cualquier manifestación de un CEO puede despertar importantes repercusiones allí donde todos nos jugamos los cuartos, es decir, en el mercado. En este sentido, Elon no nos lo pone nada fácil. En noviembre del 2018 y tras publicar, meses antes, un tuit en el que dejaba caer la posibilidad de comprar la totalidad de las acciones de TESLA gracias a la financiación de un respaldo que se localizaba en Oriente Medio, recibió un duro castigo por parte de la SEC (Securities and Exchange Comission). Ello no fue óbice para contener los impulsos del magnate con residencia en algún ignoto lugar de Estados Unidos. Posteriormente llegarían más tuits de diversa índole, desde el apoyo a diferentes criptomonedas, con el consabido impulso alcista en dichos activos -nada que ver con la manipulación de la cotización de un activo, entiéndase la ironía-, hasta su posicionamiento en favor de GAMESTOP cuando desde el foro Reddit se animó una maniobra de short squeeze. 
 
Hace tiempo aprendí que, en el mundo de la inversión, uno debe dejar al margen sus filias y fobias. Ni tenemos que invertir en valores que nos gusten, porque sí, ni tenemos que rechazar otros que no generen nuestras simpatías. Simplemente son negocios. Así que no me duelen prendas en admitir que por mi cartera pasaron valores como Twitter, Tesla o Paypal. En su momento incluso aguardé infundadamente una hipotética salida a bolsa de SpaceX, tal era mi predisposición por secundar dicho proyecto. Pero llegó un día en el que, siguiendo el aforismo británico: for a man's house is his castle ("la casa de un hombre es su castillo"), tomé una decisión radical. Fue cuando, semanas después de tomar el control de Twitter y verse envuelto en una áspera controversia debido a las primeras medidas adoptadas, Musk sometió a votación popular -de nuevo en la misma red social-, su continuidad como CEO de la empresa. Lo de menos fue el resultado de dicho sufragio donde un 57,5% estarían a favor de que cediera el bastón de mando. Decisión que, por cierto, aún esperamos que se aplique. Lo preocupante, para un pequeño inversor como yo, es la influencia que este tipo de conducta ejerce sobre la cotización de los tickers afectados.  Si invertir ya supone una buena dosis de inevitable riesgo, Elon te garantiza un plus adicional para el que mi tensión arterial y mi control del riesgo no están preparados. Así que, mientras el empresario siga ejerciendo, de este modo tan particular, una libertad de expresión que nadie debería coartarle, yo ejerceré -con igual libertad- la decisión de mantener mi dinero al margen de sus activos. 
 
Actualización. Threads no llegará, de momento a la Unión Europea. Meta, la aspiradora de datos de Zuckerberg, necesita antes aclarar qué implicaciones tiene la Ley de Mercados Digitales particularmente sobre la recogida de datos y de transmisión entre otras empresas incluso dentro de una misma corporación. Desconsolado me hallo.
 
NOTA: La imagen editada de encabeza este artículo corresponde a la fotografía, tomada por Daniel López (elcielodecanarias.com), del cometa C/2020 F3 (Neowise) interferida por el paso de satélites Starlink. 
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