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Invertimos para generar un rendimiento adicional a nuestro capital. Unos lo hacen pensando en la simple preservación del valor de sus bienes, así que se contentarán con una rentabilidad algo por encima de la inflación. Otros aspiramos a beneficios que, además de cumplir con el requisito anterior, incrementen nuestro patrimonio. Beneficios al margen, uno de los factores que más me atrae del mundo de la inversión es lo cambiante del medio; una variabilidad de incontables elementos que te obliga a un análisis constante de lo que acontece, así como la necesidad -por no hablar de obligación-, de estar continuamente asimilando nuevos conocimientos. Y es que lo rutinario no va en absoluto conmigo. Hablemos de condiciones cambiantes. 
 
Ha sido, el que dejamos, un año vibrante. En lo que se refiere al coste de financiación, la FED inició el 2023 extendiendo su política restrictiva, entró en modo pausa antes del verano y ha finalizado el periodo dando al mercado grandes y quizá, excesivas esperanzas. Tras las correcciones del año anterior, tanto el Standard and Poor’s 500 como el Nasdaq-100, nos han llevado de vuelta casi hasta aquellos máximos históricos establecidos a inicios del 2022. Donde más han impactado las consecuencias del elevado precio del dinero es en el índice de pequeñas y medianas compañías -Russell 2000-, siendo el que menor vigor muestra al estar aun un 20% por debajo de sus mayores registros. Esta excepcional evolución del $SPX & $NDX, más si contamos el recorrido de los siete magníficos, no ha tenido relación aparente con unos tipos de interés que, precisamente en la segunda mitad del año, deberían de haber afectado a la actividad económica de las empresas que los integran con especial daño en el sector tecnológico. Es lógico poner en duda ese binomio causa-consecuencia pues el inicio de la actual fase de recuperación nació en mitad de un sombrío panorama con relación al precio del dinero en el que, ni de lejos, se atisbaban posibles bajadas de tipos. Pero ya sabemos que una cosa es el análisis macro y otra la reacción del mercado. 
 
Si no tuviera descargada la batería de mi particular bola de cristal, este sería un excelente momento para saber si el 2024 que aguarda a la vuelta de la esquina, será un año que se resolverá con el consabido soft landing, un total crash o el nacimiento de un nuevo ciclo impulsivo que algunos empiezan a aventurar. Por si faltara algo en la viña del señor, los alegres chicos de Blackrock han decidido romper la baraja, echar mano del consabido pensamiento out of the box y, en un ejercicio muy divertido, publicitar a través de su informe para el 2024 el concepto de un nuevo régimen económico caracterizado por débiles crecimientos, elevada inflación y destrucción de la fuerza de trabajo. Con toda la acritud que soy capaz de reunir, pregunto ¿en qué oscura cueva han permanecido escondidos estos sesudos analistas en los últimos cincuenta años para pensar que estas condiciones son nuevas?.  Si jamás creí aquello de la nueva normalidad, imaginen mi expresión ante el nuevo régimen económico que amenaza con dar la paliza durante los próximos meses. 

A propósito de recesiones, los próximos días van a suponer un auténtico alud de predicciones más o menos agoreras. Tengo una casi enfermiza tendencia a leer todo lo que cae en mis manos pues, de alguna u otra forma, uno siempre acaba aprendiendo algo. Ello es así aun sabiendo que incluso aquellos análisis que acaben dando en la diana no serán más que el resultado estadístico de quien dispone multitud de diversas opciones pues todos ellos fundamentarán sus conclusiones en argumentos absolutamente convincentes. Y si no me creen, no hay más que echar un vistazo a lo sucedido durante los últimos meses. Tras el anuncio del inicio de uno de los procesos más vertiginosos de subida de los tipos de interés a principios del 2022 combinado con el tensionamiento geopolítico a raíz de la invasión rusa de Ucrania, los pronósticos de una segura recesión apuntaban a finales del mismo año. Cruzado aquel puente, nos fijamos en verano y posteriormente en el último trimestre del 23. El caso es que seguimos vivos y coleando. Sin embargo, no solo no hemos solventado el conflicto bélico del este de Europa -de hecho, es Occidente uno de los artífices de su prolongación-, sino que hemos añadido lo que sea que está sucediendo en Israel -y que no voy a calificar por no incendiar este plácido blog-. Los tipos de interés, en máximos que no se divisaban desde hace muchos años, el proceso de reducción del balance de la FED en progreso y, lo dicho, renta variable casi en máximos y los de la renta fija aconsejándonos comprar, bien sea para capturar su rentabilidad, bien pensando en una próxima revalorización de dicho activo en precio. Y el indicador de sentimiento del mercado, a punto de estallar. 
 
Lo que tengo por seguro es que este blog es una forma de compartir mi visión del mercado. Y es un placer para mí hacerlo cada semana. Adquirir la obligación de reunir, ordenar y articular esas ideas de un modo más o menos comprensible está suponiendo un esfuerzo adicional que queda ampliamente recompensado por el cálido recibimiento que está teniendo. Agradezco cada lectura, cada like y cada comentario que me dedican así que, aprovechando una inmerecida pausa que me tomaré, les deseo a todos ustedes unas felices fiestas navideñas. Olvídense, aunque sea por unos días del mercado; seguirá estando ahí para cuando volvamos. 
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